El Profesor Abdul Husein Zarrinkub y su libro “Los aportes del Islam a la humanidad”

Prólogo del libro “Los aportes del Islam a la humanidad”

 

La vida de un historiador

Zarrinkub nació el 19 de marzo de 1923 (27 de esfand de 1301 del calendario iraní) en Boruyerd, Irán en el periodo de transición de la monarquía Kayar a la Pahlavi. El clima social y político de la década del 20 en Irán corresponde a un periodo de grandes eventos que tendrían su culminación con la revolución islámica de 1979.[1]

Volviendo a la vida de Zarrinkub, éste realizó los estudios primarios en su ciudad natal. Luego alternó sus estudios de bachillerato con estudios de religión, pues su padre, un hombre muy creyente, lo alentó al estudio sobre exégesis coránica, jurisprudencia y literatura árabe. Fue en este tiempo discípulo del Sheij Abul Hasan Sha’raní y se familiarizó con este en los debates de filosofía oriental al mismo tiempo que estudió la filosofía contemporánea occidental, lo que lo llevó a realizar investigaciones sobre el sufismo. Estudió los idiomas árabes, francés e inglés, y durante la Segunda Guerra Mundial aprendió los idiomas italiano y alemán. Esta etapa de su vida se caracterizó por su avidez en la lectura de textos sobre literatura iraní. Viajó a Teherán para continuar estudios de bachillerato y terminados los mismos ingresó a la universidad, pero a petición de su padre regresó a su ciudad natal y ejerció allí como profesor de bachillerato, enseñando historia, geografía, literatura árabe y persa (también enseñó filosofía, idiomas, matemática y teología, algo que deja ver el amplio horizonte de erudición de este pensador). En 1947 publicó su primer libro “Filosofía e historia cronológica de la poesía en Irán” y un año más tarde retorna a la capital para continuar sus estudios en la Universidad de Teherán, logrando en el examen de ingreso a la Facultad de Ciencias Humanísticas el primer lugar. Zarrinkub comenzó la carrera de Literatura Persa graduándose con honores de la misma en 1951. Al año siguiente comenzó su doctorado en literatura bajo la tutoría del gran literato e iranólogo Badiozzaman Forouzanfar.

Al culminar su doctorado en 1955, y a sugerencia de su profesor Badioz-zaman Forouzanfar, empezó a realizar docencia en la Universidad de Teherán en la Facultad de Ciencias Humanísticas, trabajando las materias de Historia del Islam, Historia de las Religiones, Teología, Debates entre escuelas religiosas e Historia del Sufismo.

En 1961 tomó el grado de Profesor Titular en la Universidad de Teherán y publicó en varias revistas literarias del país y el extranjero. De 1969 a 1972 fue invitado a realizar docencia y conferencias en universidades de EE.UU, como la Universidad de California y logró cargos docentes en universidades de prestigio como la Universidad de Oxford, la Sorbona y la Universidad de Princeton. Viajó a Europa, EE.UU, Unión Soviética, la India, Paquistán y países árabes para visitar bibliotecas, museos e institutos científicos y realizar copias fotográficas de manuscritos antiguos árabes y persas. Participó como representante de Irán en varios eventos a nivel mundial, en Bagdad, Nueva Delhi, Ginebra, Italia, EE.UU, Francia y Alemania.

Abdul Husein Zarrinkub se caracterizó por realizar sólidas investigaciones que hicieron de él un iranólogo de talla internacional, sobre todo en tópicos como literatura persa. Fue autor de unas decenas de libros en persa, francés e inglés. Algunas de sus más famosas obras en inglés son: “La conquista árabe de Irán y sus consecuencias” (en “Cambridge History of Iran”, Vol. 4, Londres, 1975), “Sufismo persa y sus antecedentes históricos” (en “Estudios iraníes”, III, 1970) y “Nizami, una búsqueda de toda la vida de una utopía” (Roma, 1977).

Fue igualmente el impulsor de la literatura comparada y la crítica literaria persa. Su libro “Crítica literaria” (Naghde Adabi) es en la actualidad un estudio clásico sobre análisis y crítica de la literatura persa. Son conocidas también sus profundas investigaciones sobre el venerado poeta persa Mawlana Yalal ad-Din Muhammad Baljí (Rumí) y sus obras. Entre ellas se pueden nombrar los textos: “Secreto de la Caña” (Serr-e Ney) y “El mar en el jarro” (Bahr dar Koozeh), que son un análisis crítico y comparativo sobre Rumí, igualmente el libro “Paso a paso hasta llegar Dios” (Pel-leh Pel-leh ta Molaghate Khoda).

Este libro es también un trabajo meritorio que explora la poética y el sufismo del gran poeta persa. Los estudios de Zarrinkub llegan a Hafez y el misticismo persa en los libros: “El callejón de los místicos” (Az Kooche-ie rendan) y “El valor del legado del sufismo” (Arzesh-e Miras-e Sufieh).

Pero las obras que se cuentan como de mayor peso en la producción de Zarrinkub son “Dos siglos de silencio”, “La Edad, la historia de Irán desde el comienzo hasta la caída de la Pahlavi” (libro que abarca el 3000 años de historia de Irán y que tuvo gran repercusión en los medios académicos) y “Los aportes del Islam” el cual ofrecemos hoy en una traducción directa del persa.

Los aportes del Islam 

En el campo de las ideas, las artes, el idioma, la economía y las ciencias, la cultura hispanoamericana tiene un alto grado de elementos venidos de la civilización islámica. Pero esta herencia se ha mantenido por varios siglos sin ser legitimada por muchos espacios académicos hispanos. Afortunadamente son ahora muchas las universidades en este contexto que favorecen en sus espacios investigaciones y estudios sobre este legado en nuestra cultura[2].

Con respecto a la obra que ofrecemos, es un libro de 1973 que realiza una aproximación a los grandes aportes de la civilización islámica y su repercusión en la civilización occidental, fundamentalmente en la Europa medieval y renacentista. En las páginas es visible una crítica al eurocentrismo académico que Zarrinkub conocía de su contacto con textos, intelectuales y universidades occidentales. Mucha de la bibliografía empleada en este texto pertenecen a libros con esta tendencia y que Zarrinkub no duda en poner en tela de juicio para validar la gran influencia de esta civilización a la humanidad.

El libro, sin ser un análisis comparativo de culturas, ahonda en la historia del Islam desde sus inicios y expone su desarrollo a nivel social, económico, científico, artístico y filosófico, contraponiéndolo con el estado de estas dimensiones en la Europa de ese entonces y la incorporación a su cultura de todo este legado del mundo islámico. Es interesante el estudio comparado sobre literatura, campo de mucho interés para el autor. En el mismo vemos obras significativas como “Las mil y una noche”, “Calila y Dimna” o “El filósofo autodidacta” y su influencia profunda en el imaginario cultural de occidente y en pilares de la literatura occidental como Dante y Shakespeare.

La lectura de este interesante texto va dirigida tanto al lector avisado en estos tópicos, como para quien decida dar sus primeros pasos en el fascinante mundo de las ideas originadas en el marco la civilización del Islam. Se recorre en sus páginas la extensa geografía que va de Córdoba a Bagdad y de Samarcanda a la India; caminamos por voluminosas bibliotecas, por universidades concurridas, por centros dedicados a la traducción de libros escritos en múltiples lenguas y por hospitales con increíbles avances comunes en nuestra época. Se aprecia un cúmulo de información en una gama amplia de aspectos, que ayudan a percibir una civilización llena de matices y de aportes que hoy en día participan en nuestra manera de entender una sociedad.

Podemos decir que este libro nos adentrará, de una forma sencilla, en una rica civilización que no tuvo reparos en heredar de otras fronteras culturales todo lo que le ayudó en su propio crecimiento espiritual, para luego brindar un patrimonio invaluable a toda la humanidad, haciéndose cumplir la máxima del Imam Al-Hasan (P) cuando alentó: “Enseña a la gente tu conocimiento, y aprende el conocimiento de otro”.

La crítica al eurocentrismo

El mundo académico occidental, en específico el de las universidades y centros de altos estudios de Europa y Norteamérica, continúan en la actualidad validando un discurso eurocéntrico, corporalizado con las doctrinas de la ilustración de los siglos XVII y XVIII, que entroniza todos los saberes científicos, filosóficos y estéticos en un marco netamente occidental, teniendo su génesis en la civilización griega. Los historiadores de la filosofía y la ciencia occidentales han enfatizado la exclusividad hereditaria de las ciencias y los conocimientos de esta civilización mediterránea al pensamiento occidental contemporáneo.[3] Se puede ejemplificar lo anterior leyendo el comienzo del libro “Del mundo cerrado al universo infinito” del influyente filósofo e historiador de las ciencias Alexandre Koyré:

“Como todo lo demás, o casi todo lo demás, la concepción de la infinitud del universo se origina con los griegos”.[4]

Este ha sido el derrotero de los historiadores de la ciencia, contemporáneos como A. R. Hall, M. Boas Hall, Edward Grant, Thomas S. Kuhn, Richard S. Westfall e I.B. Cohen, que han sustentado este criterio que deja de lado a los verdaderos aportadores al pensamiento científico-filosófico de occidente.

Afortunadamente muchos pensadores de los contextos negados por este pensamiento eurocentrista (contexto latinoamericano, africano, islámico, chino, hindú…) han desarrollado una crítica contra este modelo y validan enfoques que demuestran los verdaderos puntos de influencia de la civilización occidental. Estos enfoques desarrollados, como el pensamiento descolonial, la filosofía de la liberación o los estudios de interculturalismo, comienzan su crítica en este punto de la génesis del pensamiento universal en el fenómeno griego, asunto presente en toda literatura sobre la historia del saber. El filósofo e historiador argentino Enrique Dussel lo plantea en correspondencia con su contexto:

“La filosofía que estudiábamos partía de los griegos a quienes veíamos como nuestros orígenes más remotos. El mundo amerindio no tenía ninguna presencia en nuestros programas y ninguno de nuestros profesores hubiese podido articular el origen de la filosofía con ellos. Además, el ideal del filósofo era el que conocía en detalles particulares y precisos las obras de los filósofos clásicos occidentales y sus desarrollos contemporáneos. Ninguna posibilidad siquiera de la pregunta de una filosofía específica desde América Latina. Es difícil hacer sentir en el presente la sujeción inamovible del modelo de filosofía europea”.[5]

El cuestionamiento de estos enfoques sobre un pensamiento occidental (europeo) sin influencias externas posee diversas aristas de análisis. El mismo Enrique Dussel en otro de sus textos nos ofrece una desconstrucción del eurocentrismo desde sus mismos cimientos develando la plena herencia del oriente en el contexto griego:

“En primer lugar, la mitológica Europa es hija de fenicios, de un semita entonces. Ésta Europa venida del Oriente es algo cuyo contenido es completamente distinto a la Europa “definitiva” (la Europa moderna). A Grecia no hay que confundirla con la futura Europa. Ésta Europa futura se situaba al norte de la Macedonia, y al norte de la Magna Grecia en Italia. El lugar de la Europa futura (la “moderna”) era ocupado por lo “bárbaro” por excelencia (de manera que posteriormente, en cierta forma, usurpará un nombre que no le es propio, porque el Asia (que será provincia con ese nombre en el Imperio romano: sólo la actual Turquía) o el África (Egipto) son las culturas más desarrolladas, y los griegos clásicos tienen clara conciencia de ello. (...) Lo que será la Europa “moderna” (hacia el norte y el oeste de Grecia) no es la Grecia originaria, está fuera de su horizonte, y es simplemente lo incivilizado, lo no-político, lo no-humano. Con esto queremos dejar muy claro que la diacronía unilineal Grecia-Roma-Europa es un invento ideológico de fines del siglo XVIII romántico alemán; es entonces un manejo posterior conceptual del “modelo ario”, racista.”[6]

Uno de los modelos opuestos al eurocentrismo fue el iniciado por el palestino Edward Said en su crítica al orientalismo como defecto de la interpretación europea de todas las culturas al oriente de Europa y demuestra igualmente un defecto articulado y simultáneo al occidentalismo. Este análisis sin dudas marcó un vector para este tipo de estudios de orden histórico, filosófico y cultural (fue el iniciador de los estudios poscoloniales e inspirador de pensadores como los indios Homi K. Bhabha, Gayatri Spivak y el martiniqueño Frantz Fanon).

Por esta línea se presentan un grupo de estudios realizados fundamentalmente por investigadores, filósofos, sociólogos e historiadores de naciones islámicas, que brindan un profundo análisis de los grandes aportes del Islam en las diferentes disciplinas de la ciencia y la cultura,[7] que impregnó profundamente el contexto occidental y traen a la contemporaneidad el desarrollo y la validez de un campo de ideas vivo que no duerme, como diría Hegel, el largo sueño de la historia. En este punto se puede mencionar a personalidades conocidas en nuestro contexto como Mohamed Abed Yabri (muy analizado por Enrique Dussel) y el gran filósofo iraní Seyyed Hossein Nasr.[8]

 En ese mismo caso se encuentra el autor de la presente obra, un investigador de gran calibre dentro de los estudiosos de este orden en el contexto islámico. Abdul Husein Zarrinkub es uno de los más renombrados intelectuales iraníes del siglo XX (1923-1999). Su campo de estudios interdisciplinarios se dirigió hacia la literatura iraní, la historia de la literatura universal, historia del Islam, los estudios de la cultura y la historia persa. Debido a sus trabajos pioneros sobre literatura iraní, la crítica literaria y literatura comparada se le considera como uno de los principales gestores de la literatura persa contemporánea.

Es preciso primeramente un breve acercamiento de este gran islamólogo e iranólogo hasta ahora desconocido para el lector hispanoparlante.

Terminología; la definición de civilización y civilización islámica

La civilización es uno de esos conceptos que, debido a su ambigüedad y complejidad, tiene varias definiciones. Algunos la igualan a la ciencia y tecnología, otros la limitan al poder político. Algunos, como Charles Taylor, definen la civilización valiéndose de sus elementos y componentes, como lo son el arte, la ética, modalidades y costumbres. Otros, como Alfred Weber (1868-1958), enfatizan las características y cualidades de la civilización. Mientras otro grupo, entre ellos Alexander von Humboldt (1769-1859), fijan su atención en el dominio y territorio de las civilizaciones.

En el siglo 19, lo que se entendía por civilización era la modernización (o europeización) de los pueblos, hasta que en el año 1920, Alfred Weber, en respuesta a Spengler (1880-1936), se refirió a la civilización por medio de mecanismos objetivos, técnicos e informativos de la sociedad e identificó a la cultura por medio de asuntos subjetivos, tales como la religión, la filosofía y el arte.

MacIver (1882-1970), ve la civilización como la forma y sistema de la sociedad y sus condiciones sociales. Por otro lado, Kroeber (1876-1960), considera que la civilización es un conjunto de realidades sociales interconectadas, mientras que otros la ven como aspectos de la cultura material y la resumen en la urbanización (Ruhul-amini, 1379/2000: 49-50).

El dr. Shariati define la civilización de forma general como un conjunto de hechos y legados espirituales y materiales de la sociedad humana (Shariati, 1359/1980: 1,5 y 9). El dr. Davari Ardekaní explica que la civilización es la trayectoria y extensión de un modo de pensamiento y sus efectos y consecuencias cristalizados en las interacciones entre los individuos y comunidades, así como también en la conducta, ciencias y técnicas relacionadas, inseparables y todas ellas con un origen en común (Davari, 1380/2001: 72).

Desde el punto de vista de Will Durant (1885-1981), la civilización consiste en la creatividad cultural que sólo puede resultar del orden social, la soberanía de la ley y un bienestar relativo (Durant, 1365/1986: 1/3). Toynbee (1889-1975) opina que la civilización es el resultado de la genialidad y agudeza de una minoría innovadora, es decir una clase destacada de la sociedad que goza de inteligencia, innovación y creatividad y surge bajo la sombra de la trayectoria evolutiva de la sociedad (Toynbee, 1376/1996: 48).

Habibullah Babaí en un resumen acerca del tema, presenta tres componentes como el núcleo de toda civilización:

“En primer lugar, toda civilización es una sociedad, pero no toda sociedad llega a ser civilización. Así como no toda fuerza política es considerada civilización. En segundo lugar, toda civilización tiene un origen intelectual. Y finalmente, en tercer lugar, todas las civilizaciones poseen un conjunto de sistemas sociales” (Babaí, 1393/2014: 38-39).

En conclusión, podemos definir la civilización como el resultado de la extensión de la cultura y aceptación del orden social y en su cuna, se abandona la etapa de vida beduina y se traslada a la ruta de institucionalización de los asuntos sociales y civiles. En este transcurso se buscan respuestas a preguntas esenciales de cosmología, antropología y epistemología. En base a estas respuestas, se determinan los valores y normas de la sociedad y en el siguiente paso, surgen sistemas teóricos y prácticos. Estos sistemas son los que fomentan la formación de las instituciones que son las encargadas de la reproducción de sistemas teóricos y prácticos. Esto es lo que hace que las civilizaciones sean diferentes entre sí.

El Aiatullah Saiied Ali Jameneí define la civilización con un enfoque positivo-negativo y presta especial atención a sus bases y fundamentos. Cabe aclarar que él no habla de la civilización en sí misma, sino que desde un comienzo se refiere a la civilización islámica (el ideal islámico).

“La civilización islámica se caracteriza por sus estandartes de fe, conocimiento, ética, lucha continua y pensamiento progresista, así como por ser el camino a la liberación de la cosmovisión occidental, material y tiránica y de sus valores antiéticos” (Palabras del líder de la revolución islámica, 9/2/1392-29/4/2013).

El Aiatullah Jameneí cree que para lograr un resurgimiento de la civilización islámica son necesarias cuatro condiciones:

1. Una religión comprehensiva

2. La racionalidad

3. El conocimiento

4. La moral (Íbid, 26/6/1390-17/9/2011)

“En tal civilización, el conocimiento y ciencia van de la mano de la moral y la ética, lo material acompañado de lo espiritual y divino, así como el poder político camina junto a la justicia” (Íbid, 14/7/1379-5/10/2000).

1. Una religión comprehensiva

El primer y más fundamental principio necesario para el resurgimiento de la civilización islámica es la religión. Teniendo en cuenta la amplitud del concepto de la religión, es imposible encontrar una definición que sea aceptada por todos. Sin embargo, una definición bastante abarcativa de la religión podría ser la siguiente: la religión es un conjunto de creencias, leyes y normas que abarca el aspecto epistemológico del hombre, así como su aspecto afectivo, ético y práctico. Este conjunto de creencias, leyes y normas, fueron puestos a disposición del hombre a través de la revelación divina con el fin de administrar y educar al individuo y la sociedad (Yawadi Amuli: 1380/2001: 27).

En base a eso, el Islam es una religión racional, comprehensiva y social que además de guiar y afectar la vida individual y espiritual de las personas, también se ocupa de los asuntos sociales y mundanales de ellas. Esta religión también ofrece el marco teórico adecuado para la formación y aparición de sistemas populares y democráticos. La relación del Islam como religión con la política es tan clara y evidente, que incluso aquellos que se oponen a ella no tuvieron más remedio que admitirla (Hermet, 1994: 138-139).

El Imam Jomeini (r.a) solía explicar que el ser humano tiene tres aspectos: el intelectual, el afectivo y el aparente. El aspecto intelectual necesita perfeccionamiento, el afectivo necesita instrucción y educación y el aspecto aparente necesita actuar. Es por eso que las enseñanzas de los profetas y su mensaje deben abarcar estas tres necesidades (Imam Jomeini, 1377/1998: 387). Su concepto de la religión es absolutamente comprehensiva y adecuada a las diferentes dimensiones de la estructura del ser humano y sus necesidades. Es por ello que el Imam Jomeini (r.a) ha mostrado interés tanto a asuntos de filosofía y mística (que concierne el aspecto espiritual e intelectual del ser humano), así como a la ética y educación moral (que está relacionada con la dimensión intermedia del ser humano) y a la jurisprudencia y leyes prácticas (que tienen que ver con el aspecto aparente y externo del ser humano). Ninguna de estas dimensiones es sacrificada por la otra.

El líder de la Revolución islámica dice al respecto: “La misión del Profeta del Islam (la paz sea con él y su descendencia) fue en realidad una invitación a la gente a una educación intelectual, ética y legal. Estos son asuntos y factores importantes para lograr una vida pacífica y progresiva” (29/4/1388-25/6/2009).

2. La intelectualidad

“La racionalidad es el primer asunto y el más importante. En primer lugar, es un tema tratado en la misión del Profeta. Lo primero que hizo el Profeta Muhammad (la paz y bendición sean con él y su descendencia) fue activar al intelecto humano y explotar su potencialidad, así como incentivar el poder de pensamiento y fortalecerlo en la sociedad (29/4/1388-20/7/2009).

Él considera que el intelecto humano es su guía hacia la religión, el monoteísmo y un impedimento para cometer actos indebidos y propios de la ignorancia. También explica que el intelecto es el criterio y estandarte para la realización de la sociedad perfecta e ideal (desde el punto de vista islámico), la gran umma unificada y la gran civilización islámica (Ibíd.).

Sin dudas, el intelecto, en su posición epistemológica, es el encargado de responder a las preguntas fundamentales del ser humano (Imam Jomeini, 1377/1998: 122-127).

En lo que respecta a la intelectualidad ética, el intelecto es el encargado de guiar el accionar del ser humano en el camino hacia su objetivo divino poniéndolo en armonía con la buena ética y los hábitos virtuosos. El intelecto es el pilar fundamental de la lucha contra el ego y la obtención de la buena moral (Ibíd.: 6).

En la dimensión instrumental, la racionalidad es la encargada de la administración de los asuntos mundanos del individuo (Aiatulla Jameneí, Ibíd.).

3. El conocimiento

El Aiatullah Jameneí habla del conocimiento como la tercera condición del resurgimiento de una civilización islámica y dice:

“Este Universo está basado en leyes y normas. Nuestra religión nos ordena descubrir estas leyes para poder ejercer mejor manejo y administración de los recursos del Universo. El ser humano es encargado de gobernar sobre todos los seres de la Tierra (las piedras, las montañas, la madera, etc.) tanto sobre la faz de la Tierra como debajo. El ser humano no ha sido creado para ser gobernado por estos seres. Esta soberanía ordenada por Dios no puede ser concretada sin antes conocer y descubrir las normas por las que se rigen todos los seres. El camino para lograr ese conocimiento es la ciencia, es por eso que desarrollar el espíritu científico es un objetivo importante” (Aiatullah Jameneí, 15/11/1370-4/2/1992).

El Líder de la Revolución Islámica cree que un mañana sin ciencia es oscuro. Él, basándose en los hadices, opina que la ciencia trae consigo poder y una sociedad científicamente avanzada es una sociedad poderosa. La principal razón por la que hoy algunos países tienen al resto del mundo (desde el punto de vista científico y práctico) en sus garras es que están avanzados científicamente (Aiatullah Jameneí, 9/12/1379-27/2/2001).

Lo importante al respecto es que el contenido y dirección de la ciencia tiene que estar dirigido hacia los principios religiosos. El Líder cree que la ciencia y el conocimiento deben ir aferrados a la espiritualidad, de otro modo, ésta acarreará consecuencias irreparables (Ibíd., 31/1/1372-20/4/1993).

 “Nosotros, en la civilización islámica y en el sistema sagrado de la República Islámica que avanza hacia esa civilización, tenemos como objetivo que la ciencia avance acompañada de la fe. Nosotros queremos que la ciencia avance junto con la moral. Así como la universidad es el centro de la ciencia, que sea también el centro de la espiritualidad. Que aquellos que egresan de la universidad sean tan religiosos como aquellos que egresan del hauza (seminario islámico)” (Ibíd. 16/6/1376-7/9/1997).

4. La moral

La moral es indiscutiblemente una condición para la existencia de una civilización propiamente islámica.

Según el Aiatullah Jameneí, la moral es como un aire puro que corriendo en la sociedad, sus miembros podrán respirarlo y vivir una vida sana (Ibíd, 29/4/1388). Esta comparación que hace el Líder, entendemos que los seres humanos necesitan de la ética y moral en la misma medida que necesitan del aire (no lo comparó, por ejemplo, con el agua y la comida). El ser humano puede llegar a vivir varios días sin beber, ni comer, pero sin aire no puede sobrevivir más que unos pocos minutos. Entonces, la moral en la vida del ser humano y, como un pilar de la comunidad islámica, goza de un papel vital, no solo un papel importante o clave. Teniendo en cuenta esto, una sociedad sin moral es una tragedia para la humanidad. La falta de ética y el gobierno de la concupiscencia, ignorancia, materialismo, rencores personales, envidia, miseria y el mal pensamiento acerca del otro acaban en una vida difícil y un sofocamiento para la sociedad.

Editorial Elhame Shargh

Fuente: Los Aportes del Islam a la humanidad; Editorial Elhame Shargh

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[1] Un año antes del nacimiento de Zarrinkub, en febrero de 1921, Reza Shah Pahlavi da un golpe de estado con el que se convierte en la personalidad política de más fuerza de Irán. En 1923, año del nacimiento del autor, el monarca kayarí Ahmad Shah abandonó finalmente Irán para ir a Europa, pero solo es en octubre de 1925 cuando es depuesto oficialmente por el Maylis (parlamento nacional) bajo la presión de Reza Pahlavi; de este modo, la asamblea declaró el fin del gobierno Kayar. En ese momento es nombrado Shah Reza Pahlavi como nuevo monarca de Persia iniciando el reinado de la última dinastía persa.

[2] Véase los trabajos de investigadores de lengua hispana como Luce López Baralt, Antonio Antón Pacheco, Ricardo H.S. Elías, Jesús Moreno Sanz, Carlos Segovia y Jorge Daniel Chirino.

[3] Ha de recordarse que muchos historiadores griegos no aceptaban que su filosofía tuviera elementos heredados de otras culturas, como se puede ver en este comentario de Diógenes Laercio: “Dicen algunos que la Filosofía, excepto el nombre, tuvo su origen entre los bárbaros; pues como dice Aristóteles en su Mágico, y Soción, en el libro XXIII De las sucesiones, fueron los magos sus inventores entre los persas; los caldeos entre los asirios y babilonios; los gimnosofistas entre los indios; y entre los celtas y galos, los druidas, con los llamados semnoteos. Que Oco fue fenicio; Zamolxis, tracio; y Atlante, líbico. Los egipcios dicen que Vuleano, hijo del Nilo, fue quien dio principio a la Filosofía, y que sus profesores eran sacerdotes y profetas. Que desde Vuleano hasta Alejandro Macedón pasaron cuarenta y ocho mil ochocientos sesenta y tres años; en cuyo espacio hubo trescientos setenta y tres eclipses de sol, y ochocientos treinta y dos de luna. Desde los magos (el primero de los cuales fue Zoroastro, persa) hasta la destrucción de Troya pasaron cinco mil años, según Hermodoro Platónico en sus escritos de Matemáticas. Janto de Lidia pone seiscientos años desde Zoroastro hasta el pasaje de Jerjes, y dice que a Zoroastro sucedieron continuadamente otros muchos magos, a saber: Ostanas, Astrapsicos, Gobrias y Pazatas, hasta la destrucción de Persia por Alejandro. Los que esto dicen atribuyen ignorantemente a los bárbaros las ilustres acciones de los griegos, de quienes tomó principio no sólo la Filosofía, sino también el género humano.

Diógenes Laercio, Vida de los filósofos ilustres, Editorial Sopena, Argentina, 1986.

[4] Alexandre Koyré: Del mundo cerrado al universo infinito, Editorial Siglo Veintiuno, España, 1999. En el mismo libro Koyré expresa: “El criterio que entroniza todo el comienzo del saber de Occidente y de la humanidad en Grecia es visto desde diferentes escuelas filosóficas. Podríamos recordar a Heidegger (considerado el filósofo más influyente del siglo XX y principios del XXI) en su discurso al ocupar el rectorado de la Universidad de Friburgo en 1933. En el realizó una remisión a los griegos desde el contexto nacional socialista del cual participaba. La frase en cuestión fue: “El inicio es aún” la cual se interpreta en el sentido de que todavía Grecia miraba a Alemania y que la Alemania nazi tenía el deber de encarnar el espíritu de Occidente empezado en el Mediterráneo, pues según Heidegger los grandes maestros griegos miraban el nacimiento de lo que creía ser la “última oportunidad de Occidente”.

[5] Dussel E., Transmodernidad e interculturalidad, Interpretación desde la Filosofía de la Liberación, Editorial UNAM, México, 2005

[6] Dussel E., Europa, modernidad y eurocentrismo, Editorial UNAM, México.

[7] “El mundo musulmán (desde Mindanao en Filipinas, Malaca, Delhi, al “corazón del mundo” musulmán, hasta el Magreb con Fes en Marruecos o la Andalucía de la Córdoba averroísta) era una cultura mercantilista mucho más desarrollada (científica, teórica, económica y culturalmente) que la Europa latino-germana después de la hecatombe de las invasiones germanas, y las mismas invasiones islámicas desde el siglo VII d.C. Contra Max Weber debe aceptarse una gran diferencia civilizatoria entre la futura cultura europea (todavía subdesarrollada) con respecto a la cultura islámica hasta el siglo XIII”.

“(...) Fue la región de la antigua Persia, helenizada primero (en torno a Seleukon, no lejos de las ruinas de Babilonia) y después islamizada (Samarkanda o Bagdad), la “placa giratoria” del mundo asiático-afro-mediterráneo. La Europa latino-germana fue siempre periférica (aunque en el Sur tenía un peso propio por la presencia del antiguo Imperio romano), pero nunca fue “centro” de esa inmensa masa continental.”

Dussel E., Transmodernidad e interculturalidad, Interpretación desde la Filosofía de la Liberación, Editorial UNAM, México, 2005

[8] Han existido exenciones de orientalistas e islamólogos occidentales que han realizado un análisis justo de los aportes del Islam a occidente y una crítica a la postura eurocéntrica en la historia de las ideas. En este caso se pueden mencionar a Henry Corbin y Bernard Lewis (Aunque este último tiene varios elementos a cuestionar, véase Samiei M., Neo-orientalism? A critical appraisal of changing Western perspectives, Bernard Lewis, John Esposito and Gilles Kepel

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