El rol de la cosmología divina en la vida humana

Por: Ayatola Dr. Muhammad Husain Beheshtí y Ayatola Dr. Muhammad Yauád Bahonar

 

La concepción materialista observa al hombre y a la vida sola­mente desde un ángulo material, natural y visible. No reconoce la existencia de Creador, organizador y administrador alguno junto al cosmos. Asimismo, confina las necesidades de la sociedad y las dimensiones de la existencia humana a los límites de sus requeri­mientos naturales. Como considera que la vida del hombre está limitada a la estructura de su vida mundanal, no reconoce que los sucesos de este mundo están controlados por alguna disposición conciente ni admite que haya necesidad o atracción alguna que trascienda la vida material o que haya un mundo en el Más Allá.

Por lo tanto, de acuerdo a esta concepción, debería haber un programa u objetivo para la vida humana que debe estar dentro de la estructura de esta vida mundanal solamente.

En contraste, la cosmología divina reconoce la existencia de un Ser Sabio, Omnipotente y Omnisciente que controla todos los factores y relaciones naturales, creyendo que todo el mundo está bajo Su orde­namiento conciente y vigilante. Reconoce a la vez la validez de todas las leyes naturales que gobiernan el mundo.

Sin embargo, cree que la Voluntad de Dios está por sobre todos los otros factores y leyes, y cree que las fórmulas y enunciados cientí­ficos son de la creación y parte de los designios de Dios, que es la Fuen­te de ayuda, misericordia, sabiduría, compasión y justicia.

De esa manera, un individuo creyente en Dios se encuentre en el mundo de manera conciente y con una buena guía basada en la justicia, y no en un mundo sucio y oscuro en el cual no tiene sentido.

Como resultado de su creencia siente que Dios está siempre con él. ¡Qué apoyo natural es éste! ¡Qué fuente de poder e impulso! ¡Qué proposición inspiradora y provechosa!

La cosmología divina, junto a reconocer las necesidades naturales y admitir la necesidad de proveer a las mismas, también toma en consideración la dimensión espiritual del hombre. Atiende a la sublimación del alma, a la pureza de corazón, al amor por la verdad y la devoción por la pureza, el refinamiento, el cariño, la imparcialidad, la paciencia y el humanitarismo. Estas son las cualidades cuya falta se siente hoy día agudamente. Las sociedades industrializadas comprueban que las necesitan, siendo totalmente concientes de su ausencia. Ocasionalmen­te intentan satisfacer sus ansias por ellas de manera superficial adop­tando alguna forma occidentalizada de neo-gnosticismo.

No se debe olvidar que la cosmología divina no significa simple­mente espiritualidad, gnosticismo y atención a los requerimientos éticos. Significa realmente prestar toda la atención al hombre tanto desde el ángulo material como espiritual. En resumen, impulsarlo hacia su completa perfección.         .

DOS ESTADIOS EN UNA VIDA DILATADA

Desde el punto de vista religioso la vida del hombre es dilatada y permanente. No se limita a los pocos años de la existencia mundanal. Al hombre se le ha dicho positivamente que es un ser eterno y que no es aniquilado con la muerte. Por otra parte, él reasume una vida nueva en otro mundo, donde todas las cosas se presentarán de una manera más intensa, más sincera y más duradera. Así como en ese mundo tendrá el máximo de placeres y éxitos imperecederos (según sus logros), también así serán la intensidad de los sufrimientos y las aflicciones.

Además se le ha dicho al hombre que si él es hábil para cuidar sus propios intereses, si quiere evitar los sufrimientos y desea ser feliz y tener éxito, debe tener presente que el éxito y la felicidad, como así también el sufrimiento y la aflicción, serán más dilatados después de esta vida terrenal.

Todo su futuro depende de las obras que haga en este mundo y será solamente la reacción a los esfuerzos hechos aquí.

Un hombre juicioso que piensa en los resultados de su trabajo y se esfuerza conscientemente para lograr su objetivo, debe estar totalmen­te conciente del resultado de su proceder. Debe revisar su conducta si comprueba que cierta acción suya le resulta dañina o inconveniente.

CONCLUSION

El panorama de un hombre religioso no queda confinado a su per­sona. El tiene un horizonte más amplio, y su objetivo es agradar a Dios y servir a Sus criaturas. No piensa solamente en sus necesidades materiales tomando en consideración también sus necesidades espirituales.

Busca la felicidad tanto en este mundo como en el Más Allá y le disgusta­ ta Y elude la mala fortuna tanto en éste como en el otro mundo. No se concentra solamente en el esfuerzo cuyos efectos positivos o negativos se confinan solamente a la vida presente.

EFECTOS PRÁCTICOS y ESPIRITUALES DE LA CREENCIA RELIGIOSA

El ser humano que tiene el apoyo de una firme creencia religiosa, encuentra en sí mismo una fortaleza especial. En todo lo que le toca actuar lo hace con la pureza y sinceridad más grande. Para obtener su objetivo no recurre a la difamación o mancillamiento ni rebaja su posición. Incluso si sufre algún apuro o pérdida en el esfuerzo por su objetivo, no se descorazona.

Quiere a los demás como se quiere a sí mismo y desea el bien para todos. Siente un afecto recíproco por quienes piensan como él. Encuentra placer en trabajar por el mejoramiento de la sociedad y en prestar sus servicios a otros.

Se compromete profundamente en la promoción de sus objetivos divinos y no puede soportar la compañía del egoísmo y el engaño ni desvía sus esfuerzos para servir a los mismos. Como resultado, a su sin­ceridad agrega firmeza y resistencia. Una persona verdaderamente re­ligiosa se preocupa profundamente por la felicidad y éxito de los de­ más y con ese propósito no vacila en sacrificarse de alguna manera, porque cree que encontrará en el otro mundo una recompensa grande y dichosa, incluso por sus más mínimas buenas acciones. El reconoce que todos sus esfuerzos en este mundo son gobernados por un sistema de acción-reacción.

Incluso si pierde la vida por el logro de su objetivo, no se conside­ra derrotado, porque a través del sacrificio supremo alcanza todo y se vuelve inmortal. Si gasta su dinero para mejorar la suerte de la sociedad, no pierde nada y gana mucho, porque aunque lo haga debido a su fe y por propia satisfacción, recibirá un rédito por ello. Además se bene­ficiará con la prosperidad de la sociedad en su conjunto, obtenida como resultado de los servicios que él le prestó.

Todo esfuerzo positivo y regular hecho por la causa de Dios y para beneficio de Sus criaturas, ya sea intelectual, organizativo, litera­rio, físico o pecuniario, es constructivo y recibe premio en ambos mun­dos.

Si comparamos a una persona así con otra egoísta cuyas acciones son solamente materialistas y sus preocupaciones tienen que ver sola­mente con el beneficio personal, podemos imaginar fácilmente lo que resulta de tal comparación porque ya sabemos qué tipo de personas re­quiere una sociedad para su desarrollo y evolución integral. Para un desarrollo así se requiere que busquemos la complacencia de Dios y no que nos mostremos egoístas.

Fuente: libro INTRODUCCION A LA COSMOVISION DEL ISLAM; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com; Fundación Cultural Oriente

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