Historia de la emigración del Profeta del Islam desde Meca a Medina (I)
Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)
Por: Aiatollah Yafar Sobhani
El gobierno de la Meca poseía una casa llamada Daru-n-Nadua que se destinaba a discutir los asuntos políticos de la comunidad. En ella se reunían los jefes de las tribus e intercambiaban ideas respecto a asuntos complejos. En los años 12 y 13 de la misión profética los mequinenses idólatras se enfrentaron de pronto con un gran peligro proveniente de los musulmanes que amenazaba su existencia e independencia. El importante asentamiento que los musulmanes habían conseguido en la ciudad de Iazrib y la protección que las tribus locales brindaban a los musulmanes y al Profeta eran un antecedente grave. En el mes de Rabi‘ Al-Auual del año 13 de la misión profética, el mismo mes en que el Profeta emprendería su emigración a Iazrib, no permanecían en la ciudad más que pocos musulmanes: El Profeta (B.P.), Alí, Abu Bakr y un grupo pequeño. Faltaba poco para que todos abandonaran la Meca cuando los quraishitas decidieron emprender una acción categórica y peligrosa. La reunión del consejo se concretó en Daru-n-Nadua. Un vocero del grupo, al comienzo de la reunión, se refirió a la concentración de fuerzas de los musulmanes en Iazrib y el apoyo y pacto realizado entre estos y los Ausíes y Jazrayíes. Luego agregó: “Nosotros, gente del Haram (templo sagrado de la Ka‘aba), éramos respetados por todas las tribus, pero Muhammad ha arrojado la piedra de la desunión y se ha convertido en un gran peligro. Ya se ha desbordado la copa de nuestra paciencia. El único camino que nos resta es elegir un hombre valiente de entre nosotros para que lo mate ocultamente, y si Banu Hashim comienza una disputa le pagaremos el precio de su sangre.”
Un anciano desconocido que se presentó como Naydí rechazó esta idea diciendo: “Jamás se conseguirá eso que dices. Banu Hashim no dejará con vida al asesino de Muhammad y el precio de su sangre no los satisfacerá. Cualquiera que desee poner en práctica este plan debe en primer lugar estar preparado para sacrificar su vida y tal persona no está entre ustedes.”
Otro de los líderes presentes, llamado Abul Bajtarí, dijo: “Es mejor encarcelarlo, dejándolo totalmente incomunicado y así impedir la difusión de su doctrina.”
El anciano volvió a tomar la palabra para decir: “Esta idea no es mejor que la anterior, pues en ese caso Banu Hashim lucharía contra ustedes para liberarlo y si no tuviera éxito pediría auxilio de otras tribus en épocas de peregrinación y juntos lo lograrían.”
Una tercera persona expresó su idea diciendo: “Es mejor que lo montemos a un camello rebelde y salvaje, le atemos los pies al mismo y lo dejemos libre de modo que éste lo golpee contra montañas y piedras despezándolo. Si se salva y baja en territorios de tribus ajenas y desea difundir el Islam, ello lo matarán porque son idólatras empedernidos. Se salvarán y nos salvarán de su maldad.”
Otra vez el anciano rechazó la idea y dijo: “La dulzura y encanto de su palabra y la magia de su discurso ya han quedado en evidencia, y por su medio seguramente logrará que se le unan quienes lo rescaten y os atacarán.”
El desconcierto y el silencio reinaban en la reunión. De pronto Abu Yahl (y según otras fuentes el anciano) expresó esta idea: “El único camino que no presenta obstáculos es que elijamos un miembro de cada tribu para que todos en conjunto ataquen su casa y le den muerte. De este modo la culpa recaerá sobre todas las tribus y Banu Hashim no podrá vengarse de todas ellas.” Esta idea sí fue aceptada por una votación unánime. A continuación se eligió a los asesinos y se les instruyó sobre cómo concretar su misión esa misma noche.
Los inicuos creían que el movimiento de la profecía era igual que otras organizaciones humanas que podían destruirse con planes como esos. Jamás se les ocurrió pensar que el Enviado de Dios (B.P.), al igual que los Profetas y Mensajeros que le precedieron, gozaba del auxilio invisible de Dios, y que el mismo poder que había podido ponerlo a salvo y hacerlo crecer durante 13 años, también podía desbaratar sus planes con facilidad.
Según lo que afirman los intérpretes del Sagrado Corán, el ángel de la Revelación descendió y le comunicó al Profeta (B.P.) los siniestros planes de los impíos en la siguiente aleya coránica: “¡Mensajero! Los incrédulos se confabulan contra ti para aprisionarte, matarte o expulsarte. Se confabulan pero Dios desbarata sus planes, porque Dios es el más ducho de los desbaratadores. “(8: 30)
Al Enviado de Dios le fue ordenado entonces partir de la Meca hacia Iazrib. No obstante ponerse a salvo de la mano de los verdugos del gobierno idólatra con la constante vigilancia que ejercían sobre él no era una tarea fácil. Si no abandonaba la Meca sobre un plan bien concebido corría peligro que se enteraran, lo persiguieran y lo mataran antes de que llegara a su destino. El ángel de la Revelación había ordenado al Profeta (B.P.) emigrar esa misma noche. El Enviado de Dios pidió entonces a Alí que durmiera en su lecho y sacrificara su vida por la continuación del Islam para que así, los inicuos imaginasen que el Profeta no saldría y se concentraran en rodear su casa, dejando libre el paso de la gente en otros sectores de la ciudad.
El beneficio del papel que jugaría Alí consistía en que los secuaces de Quraish vigilasen la casa del Profeta para que al mismo tiempo éste pudiera refugiarse en otros puntos sin que se dieran cuenta.
Alí, quien fuera el primero en creer en la misión profética de Muhammad, fue el elegido para ocupar su lugar en el lecho del Profeta poniendo en peligro su vida. El Profeta (B.P) le dijo a su primo: “Esta noche duerme en mi lecho y la sábana verde que siempre pongo sobre mí ponla sobre ti, pues han hecho un complot para matarme y yo debo emigrar a Iazrib.”
Alí desde el comienzo de la noche durmió en el lecho del Profeta. Pasaron unas horas y 40 de los conjurados terroristas bloquearon rodeándola, la casa del Mensajero de Dios. A través de una hendija miraron dentro de la misma. Observaron que la situación era normal y pensaron que el que estaba dormido era el Profeta (B.P.). En ese momento el Enviado de Dios decidió salir de la casa. Los enemigos vigilaban. Por otro lado la voluntad de Dios Omnipotente era salvar al líder del Islam de las garras de esos inicuos. El Enviado de Dios recitó la sura Ya Sin (36) por la concordancia que tenían sus aleyas con la situación. Recitó hasta llegar a la siguiente aleya: “y les pusimos una barrera delante y otra detrás y les ofuscamos sus ojos para que no pudieran ver.” (36:9)
Sin demora el profeta (B.P.) salió de la casa y se dirigió a un lugar previamente determinado. Pero la forma en que pudo romper el círculo de bloqueo de la ciudad sin que los vigilantes no se dieran cuenta no queda claro. De un dicho narrado por un conocido intérprete del Corán, Alí Ibn Ibrahim, se desprende que en el momento de salir el Profeta todos se habrían dormido esperando que amaneciera para atacar la casa, ya que no se imaginaban que Muhammad pudiera estar informado del complot.
Otros historiadores dicen que ellos estaban despiertos hasta el momento en que atacaron la casa, y que el Enviado de Dios pasó entre ellos milagrosamente sin que lo vieran (valiéndose del poder de la aleya coránica de la sura Ya Sin antes mencionada).
Algunos otros por último dicen que el Enviado de Dios (B.P.) había abandonado la casa antes del bloqueo, o sea antes del anochecer.
La ofensiva contra la casa del Profeta (B.P.)
Las fuerzas complotadas rodeaban la Casa del Profeta esperando la orden para atacar y asesinar al Profeta en su propio lecho. Un grupo insistía en concretar el plan en medio de la noche. Entonces Abu Lahab, que se encontraba entre ellos, se levantó diciendo: “Los hijos y las mujeres de Banu Hashim están en la casa y es posible que en el intento sean dañados.” Algunos dicen que el motivo del retraso fue que querían asesinar al Profeta al amanecer ante los ojos de miembros de Banu Hashim para que quedara en claro que el asesino no era una sola persona sino un grupo de varias tribus. Decidieron finalmente que se procedería al amanecer.
Los velos de la noche se descorrían y la mañana finalmente rompió la negrura del horizonte. Se produjo entonces una extraña emoción en el grupo incrédulo: se veían ya en la concreción de su propósito. Empuñando sus espadas y puñales irrumpieron todos en la casa entrando de lleno en la habitación del Profeta. En ese momento Alí, corriendo la sábana verde que lo tapaba, se levantó y dijo: “¿Qué hacéis?” “¡Queremos a Muhammad! ¿Dónde está?”, le espetaron los inicuos. Alí hábilmente contestó: “¿Acaso me lo habíais confiado a mí para que ahora me lo pidáis? No está aquí.” Los verdugos se enfurecieron entonces por haber esperado hasta el amanecer. Culpaban a Abu Lahab por haberles impedido atacar por la noche. Muy irritados pensaban los conjurados que en tan poco tiempo Muhammad no podía haber salido de la Meca. O se había escondido en la ciudad o estaría iniciando su viaje a Iazrib. Con esta última convicción comenzaron los preparativos para encontrarlo y prenderlo.
EL PROFETA EN LA CUEVA DE SOUR
Lo que es seguro es que el Enviado de Dios pasó la noche de la emigración y dos noches más junto con Abu Bakr en la cueva de Zaur ubicada en el sur de la Meca. En cuanto a su compañía no se sabe como se produjo. Algunos creen que fue accidental, es decir que el Enviado de Dios lo vio en el camino y lo llevó con él. Otros, dicen que Muhammad, la misma noche, fue a la casa de Abu Bakr y a media noche los dos la abandonaron y se dirigieron a la cueva. Algunos por último sostienen que Abu Bakr fue a la casa del Profeta (B.P.) cuando éste ya había salido, y Alí le indicó cual era su escondite.
Los intentos de Quraish por encontrar al Profeta
El fracaso les hizo cambiar el plan a los quraishitas. Cerraron los caminos y pusieron vigilantes en todas las rutas conocidas hacia Medina, empleando hábiles rastreadores para conocer en dónde se encontraba el Profeta (B.P.).
También expidieron un comunicado que decía que cualquier persona que tuviera información del escondite de Muhammad tendría 100 camellos cómo recompensa. Los jóvenes quraishitas emprendieron la búsqueda por los caminos del norte de la ciudad, mientras que el Profeta, para desbaratar sus planes había ido hacia el sur, la dirección opuesta hacia donde se encuentra Iazrib. El hábil rastreador de la Meca, Abu Karz, que conocía el rastro del Profeta (B.P.), llegó a la cueva y dijo: “Los rastros de Muhammad llegan hasta aquí y es probable que esté en la cueva”. Ordenó a uno de sus acompañantes entrar a la misma a buscarlo. Cuando éste llegó a la entrada de la cueva notó que su entrada estaba sellada por gruesas telas de araña y en el paso había un nido de palomas habitado. Esto es considerado un milagro por los historiadores. Regresó quien había ido a revisar la cueva sin entrar y dijo: “Hay telas de arañas en la entrada que demuestran que nadie ha entrado allí.” La búsqueda continuó durante tres días y sus noches hasta que los invadió el desaliento y abandonaron la persecución.
Un punto a destacar de este acontecimiento de la historia islámica es el sacrificio de Alí en pro de la verdad. Esta disposición al sacrificio es un signo de hombres que aman la verdad, y que están dispuestos a sacrificarse con su vida y bienes por su triunfo. La plenitud y felicidad que entrevén en su objetivo los lleva gustosos a renunciar a la transitoria vida del mundo por la vida eterna.
El acto de Alí (P.) de ocupar el lecho del Profeta (B. P.) en esa difícil noche es un señal evidente de su jerarquía y de su fe, de su firmeza en la defensa del Islam, y el convencimiento de que este trae la felicidad para toda la sociedad. Esta forma de sacrificio tiene un valor tan elevado que el Creador del universo lo considera especialmente en el Sagrado Corán como obteniendo la complacencia divina. Según la mayoría de los intérpretes del Libro sagrado la siguiente aleya fue revelada con motivo de la acción de Alí: “Entre la gente hay quien se sacrifica por obtener la complacencia de Dios. Pues Dios es Compasivo para con Sus siervos.” (2:207)
Este acto de Alí provocó que todos los grandes sabios del Islam lo consideren como una de las grandes virtudes del Príncipe de los creyentes, y que lo presenten como el más valiente y sacrificado de los creyentes.
La verdad no puede ser enterrada en el olvido, pues tarde o temprano su realidad brillará detrás de las cortinas de la falsedad con que se ha querido ocultarla. La enemistad de Mu‘auiah con la familia del Profeta (B.P.), especialmente con Alí, lo llevó a tratar de manchar su memoria en las páginas de la historia con falsedades y mentiras, y para ello se valió de sobornos a algunos de los compañeros del Profeta. No obstante no tuvo éxito.
Samarat Ibn Yandab, que vivió en la época del Enviado de Dios, en los últimos años de su vida apelaba a Mu‘auiah y, a cambio de dinero, tergiversaba las acontecimientos históricos. Cierto día Mu‘auiah le pidió directamente que subiera al púlpito y desmintiera que la revelación de la aleya antes citada se refería a Alí, y que afirmara que la misma había sido revelada por el asesino de Alí, Abdurrahmán Ibn Mulyam. Como este favor representaba la total venta del honor y la religión para Samarat, Mu‘auiah le ofreció 100.000 dirhams. Aquel no estuvo satisfecho por lo que Mu‘auiah debió subir su oferta a 400.000.
El ambicioso anciano se prestó entonces a tergiversar la verdad y oscureció más aún las páginas de su innoble vida. En una reunión general dijo al pueblo: “La aleya se refiere a Ibn Mulyam y no a Alí”. Los ignorantes y confiados creyeron en su palabra y no se les ocurrió pensar que en la época en que se había revelado este versículo Ibn Mulyam no estaba en el Hiyaz y que probablemente ni siquiera lo había dado a luz su madre.
La verdad no obstante no se oculta tan fácilmente y a la larga sale a la luz. Mu‘auiah y su gobierno fueron víctimas de diversas viscisitudes. Los escritos de los falsificadores de su época se perdieron o cayeron en el olvido, y nuevamente el sol de la verdad despejó las nubes de la ignorancia y la mentira. Los grandes historiadores e intérpretes del Sagrado Corán, a lo largo de los siglos, han confirmado que la citada aleya se rebeló en Lailatul Mabit (la noche del albergue), que así se llama la noche del complot contra el Profeta, y que se refiere sin duda al sacrificio hecho por Alí (P.).
El recuerdo de Alí de la noche del complot
El Príncipe de los creyentes cuenta los sucesos de esa noche en una hermosa poesía. He aquí una breve traducción de la misma:
“Con mi vida resguardé al mejor hombre
que haya hollado la tierra.
Al mejor de los que circundan la Ka‘aba,
Esa persona es Muhammad.
Lo decidí en el momento en que los incrédulos
contra él se conjuraban.
Pero el Altísimo Dios lo protegió de su confabulación.
Pasé la noche en su lecho, esperando al enemigo,
Preparado para la muerte o la prisión.”
Una tradición conocida
Muchos sabios de las dos principales escuelas del Islam relatan la siguiente tradición: “En aquella noche Dios les dijo a los dos grandes ángeles Gabriel y Miguel: ‘Si yo decretara la vida de uno de ustedes y la muerte para el otro, ¿cuál de vosotros aceptaría esto último (la muerte) dando la vida por el otro?’ Ninguno de los dos se mostró dispuesto. Entonces Dios les comunicó: ‘Ya mismo Alí ha elegido para sí la muerte sacrificando su vida por la vida del Profeta’. A continuación les ordenó descender y asumir la custodia de Alí.”
Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam
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