Historia del Islam en el IV año de la hégira - La prohibición de las bebidas alcohólicas

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

EL IV AÑO DE LA HEGIRA

LA PROHIBICION DE LAS BEBIDAS ALCOHOLICAS

El alcohol y los embriagantes en general constituyen uno de los mayores azotes de las sociedades humanas. Para justificar nuestro rechazo a este mortal veneno es suficiente decir que atenta contra el mayor capital que posee el hombre: su razón. La felicidad del hombre está garantizada por el intelecto. Todos sabemos que en el intelecto radica la diferencia entre el ser humano y los otros seres vivos. Y el embriagante es justamente su anulador. Esta prohibición se encuentra en los mandatos de todos los Mensajeros y Profetas enviados por Dios y tiene vigencia en todas las religiones sin excepción.

En la península arábiga el alcoholismo era una enfermedad generalizada. Se había convertido ya en una epidemia. La lucha decisiva y fundamental contra la misma necesitaba de un extenso período de tiempo. Por eso, la situación general del ambiente y el estado general de los árabes no permitían que el Enviado de Dios prohibiera la bebida sin una previa preparación del terreno. Al igual que un médico procede con su paciente, él debía preparar la mente de su sociedad para luego emitir una prohibición definitiva. Por esta causa, los cuatro versículos del Corán que rechazan las bebidas embriagantes no son idénticos. Se fueron revelando con conminaciones graduales hasta llegar a la prohibición definitiva.

Un análisis de estos versículos revela la sabia estrategia con que Dios difunde Sus mandatos. Muchos legisladores actuales sacarían mucho provecho copiando esta táctica en su lucha contra los males sociales.

La primera condición en la lucha contra un acto indebido es despertar la atención de los hombres, mediante la información, sobre los prejuicios y consecuencias de aquello que se quiere erradicar. Sin una preparación espiritual previa y un elemento promotor interno en la misma sociedad no será posible obtener el éxito en la lucha contra determinada lacra social. Es esencial que los mismos individuos garanticen su ejecución. Dice el Sagrado Corán: “y también entre los frutos de las palmeras y las vides de que extraéis una bebida y nutritivo alimento” (16:67). Dios da a entender que hacer vino de la vid no es aprovechar de buena manera lo nutritivo de la misma para el hombre. Este versículo sacudió los pensamientos y preparó el terreno para que el Profeta (B.P.) pudiera, en un futuro no muy lejano, intensificar el tono en este tema, anunciando a través de otro versículo que el escaso beneficio que brindan el alcohol y el juego son insignificantes frente a los perjuicios que provocan. “Te interrogan acerca del embriagante y el juego. Diles: en ambos radica un grave pecado y también algún provecho para el hombre, pero su perjuicio es mayor que su provecho” (2:219). No cabe duda que la comparación entre el perjuicio y el beneficio que brinda el alcohol es suficiente prueba para aquellos que reflexionan. Pero la masa humana no se somete a simples consejos, necesita de órdenes categóricas. A pesar de que se había revelado el anterior versículo, Abdu Rahmán Ibn Auf dio un banquete en el que estuvo presente el alcohol. Luego de beber los invitados oraron. Y he aquí que durante la oración uno de ellos pronunció mal un versículo del Corán cambiando de esa forma el sentido del mismo. En lugar de decir (en la sura AI-Káfirún, “los impíos”, 109): “No adoro lo que adoráis” (109:2), dijo “adoro lo que adoráis”. Tal circunstancia motivó que se prohibiera el alcohol en ciertas ocasiones. Esto sucedió más tarde cuando se reveló un versículo que vedaba a los musulmanes orar en estado de ebriedad: “¡Creyentes! No observéis la oración cuando os halléis ebrios, hasta que sepáis lo que decís”. (4:43)

El efecto que causó este versículo fue tan grande que algunos abandonaron la bebida definitivamente, pues consideraron que lo que afectaba la oración debía ser eliminado de sus vidas por completo. Otro grupo, sin embargo, continuó bebiendo. Inclusive cierta vez luego de la mencionada revelación se realizó una reunión en casa de uno de los ansár. Una vez ebrios riñeron y se quebraron cráneos y muñecas. El que sería el segundo califa del Islam, que hasta aquel día consumía alcohol, creyendo que los versículos revelados no eran suficientes para abandonarlo, alzó sus manos en súplica y dijo: “¡OH Dios! ¡Revélanos una aleya convincente!” Evidentemente todos estos sucesos prepararon el ambiente para la recepción de una orden de prohibición definitiva: “¡Creyentes!, por cierto que la bebida embriagante, el juego, los idolos y la superstición de la suerte de las flechas son maniobras abominables de Satanás. ¡Absteneos pues de ellas para que prosperéis!” (5:90)

Esta aleya logró que los que hasta entonces se escudaban en la no confirmación del Corán de la prohibición, abandonaran el alcohol. Ambas escuelas del Islam narran que después de escuchar este versículo el que sería el segundo califa dijo: “Desde ahora nos apartaremos de la bebida”.

UN ANÁLISIS MÁS PROFUNDO DEL TEMA

El que sería el segundo califa del Islam no logró convencerse con los tres versículos revelados en primer término. Aguardaba uno más, terminante. Finalmente el cuarto logró convencerlo. Sin embargo los musulmanes occidentalizados de nuestra época tampoco lo considera convincente. Alegan que para poder aceptar la prohibición debería utilizarse esta misma palabra (prohibido, ilícito), pues de lo contrario su pecaminosidad no es evidente. Este grupo, prisionero de su concupiscencia y su pasión, que busca cualquier pretexto para abrazar la botella de Satanás, razona incoherentemente. Justamente el Sagrado Corán, para contrarrestar estas ideas diabólicas utiliza la palabra prohibición, pero de un modo diferente. Esto lo descubrimos si analizamos el versículo que dice “que su perjuicio es mayor que su provecho” (2:219), donde al comenzar a los términos embriagante y juego se los califica de “izmun kabír”, que significa una falta o pecado grave. Otra aleya prohíbe todo tipo de “izm” (delito, pecado), cuando dice: “Diles: Mi Señor vedó únicamente las obscenidades, paladinas o íntimas, y el pecado (izm).” (7:33). Es decir que Dios afirma por una parte que el embriagante es un “izm”, y por otra dice que todos los “izm” están prohibidos. ¿No es esto suficiente evidencia, o imitaremos a los que esperan aún algo más convincente? Nosotros no necesitamos mayores evidencias. Los cuatro” versículos que declaran que el alcohol es algo abominable, comparándolo al juego; que lo consideran contraproducente y causa de enemistad y rencor nos son suficientes. Su prohibición ya está suficientemente esclarecida. El Enviado de Dios purificó el ambiente del mal de la bebida y la fe de los musulmanes fue suficiente para llevar a cabo tal prohibición. No obstante en occidente, pese a sus cuantiosos recursos propagandísticos y al reconocido efecto nocivo del alcohol, no se ha podido aún hoy dar ni un paso al frente en esta cuestión. Todas las medidas tomadas no dieron ningún resultado positivo. El fracaso estadounidense cuando prohibió el alcohol en los primeros años del 30 fue famoso, y el lector puede si lo desea informarse en las páginas de la historia sobre lo acontecido.

LA BATALLA DE DHATUR-RUQ’A

Ruqa‘ en árabe significa parche. La santa lucha librada por los musulmanes fue denominada así porque en el campo de batalla había abundantes dunas que se asemejaban a los parches de una prenda. Otra versión dice que se debió a las vendas que los musulmanes ataron a sus pies para poder seguir adelante. De cualquier manera, este combate, al igual que los anteriores, no fue provocado por los musulmanes. El objetivo de la expedición islámica era sofocar la chispa que estaba por encender la guerra, iniciada por las dos ramas de la tribu de Gaftán, llamadas Banu Muhareb y Banu Za‘laba , y de esta forma ahogar en sus inicios las actividades antiislámicas de esos grupos. Era costumbre del Profeta enviar expertos cerca del enemigo para obtener información sobre la situación general de éstos. Así fue que supo que ambas tribus estaban reuniendo armas para tomar Medina. Muhammad (B.P.) partió entonces con su ejército hacia Nayd y acampó próximo al territorio enemigo. Los antecedentes de valentía y constancia en el combate que poseían los combatientes musulmanes, que habían sorprendido en toda la península arábiga, hicieron que el enemigo desertara. Sin resistirse se ocultó tras las montañas. No obstante la oración del temor que el Profeta y sus soldados realizaron (detallada en la aleya 102 de la sura 4), nos hacen pensar que el rival poseía suficiente fuerza y armamento. Se libraron algunas escaramuzas hasta que finalmente los musulmanes obtuvieron el triunfo. Varios historiadores islámicos como Ibn Hisham y Aminu-l Islam Tabarsí han relatado diversos acontecimientos de esa batalla que muestran la hombría del Profeta (B.P.) frente al enemigo. Nosotros hemos narrado algo similar cuando nos referimos a la batalla de “Dhu ‘amr”, por lo cual para ser breves no daremos aquí el relato de este combate.

Los devotos guardianes.

 Aunque el ejército islámico regresó a Medina sin entablar una gran lucha, obtuvo una pequeña cantidad de trofeos. En la mitad del viaje de .regreso el ejército decidió acampar en una extensa quebrada y pasar allí la noche. El Enviado de Dios había ordenado la vigilancia de la abertura de la quebrada a dos valientes combatientes: Ibad y Ammar. Ambos se iban turnando. Primero asumió la guardia ‘Ibad y luego le seguiría Ammar. Un miembro de la tribu de Gaftán decidió seguir a los musulmanes en su regreso, infligirles algún daño y luego regresar con los suyos. Aprovechando la oscuridad de la noche el malvado arrojó una flecha al guardia que se encontraba orando. Aquel guardia estaba tan sumergido en el recuerdo de Dios que no reparó demasiado en el dolor que sentía, extrajo la flecha y continuó rezando. Pero la escena se repitió tres veces. La última flecha penetró profundamente en su pierna. Ya no podía orar correctamente, por eso se apresuró y terminó la plegaria. Recién en ese momento se despertó Ammar. La penosa situación de Ibad logró impresionarlo, le reprochó: “¿Por qué no me despertaste antes?” Ibad respondió: “Estaba hablando con mi Creador. Recitaba una sura del Corán cuando de pronto recibí el primer flechazo. El placer que significaba hablar con Dios y el dulce vínculo que me unía a El me impidieron abandonar la oración. Si no hubiese sido porque el Profeta me encargó la vigilancia de este lugar habría continuado con mi oración; habría dejado mi vida hablando con Dios”.

LA SEGUNDA BADR

Al finalizar la batalla de Uhud Abu Sufián había dicho a los musulmanes: “¡Nos encontraremos el año próximo en Badr!”. Los creyentes se mostraron dispuestos a concurrir. Pasado un año de aquella promesa Abu Sufián se encontraba enfrentando diversas dificultades. Na‘im   Ibn Mas'ud, que mantenía relaciones amistosas con ambas partes, entró en la Meca. Abu Sufián le pidió que fuera a Medina y le pidiera al Profeta una prórroga, y agregó: “Dile que este año no podremos abandonar la Meca. Las maniobras bélicas de los musulmanes en el centro comercial de Badr podrían causar nuestra ruina”. Na‘im   se dirigió a Medina, pero sus palabras no surtieron ni el más mínimo efecto en el Profeta (B.P.). Junto a 1500 hombres, algunos caballos y algo de mercancías, Muhammad salió de Medina y acampó en Badr. El hecho tuvo lugar en el mes de Dhul Qa‘adah del cuarto año de la Hégira.

Permanecieron allí los ocho días de mayor movimiento comercial. Los musulmanes vendieron sus mercancías y obtuvieron grandes ganancias. Más tarde disminuyeron las transacciones y se retiraron las multitudes que se habían congregado, pero el ejército islámico permaneció aguardando a los mequinenses.

Toda la Meca se enteró del arribo de los musulmanes a Badr. A los jefes inicuos no les quedó más remedio que partir con su ejército, pues no podían perder su prestigio. Abu Sufián y sus huestes llegaron a Marrus Zahrán y allí, con el pretexto de la escasez de alimentos y la sequía, emprendieron el regreso a la Meca. Esta deserción fue tan vergonzosa que Safuán, en tono de reproche, le dijo a Abu Sufián: “Por culpa de esta deserción perdimos los honores que obtuvimos anteriormente. Si el año pasado no les hubieras prometido esta cita para el combate no habría pasado esto”. (Maqazí Uaqidí, tomo 1, Pág. 484).

El día tercero del mes de Sha‘ban del IV año de la Hégira tuvo lugar el nacimiento del segundo nieto del Profeta, Husain Ibn Alí (P.). Ese mismo año falleció Fátima Bint Asad, madre del Imam Alí (P.). Además el Profeta encomendó a Zaid Ibn Zabit la tarea de aprender el idioma que hablaban los judíos.

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam

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www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

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