Civilización del Islam

HISTORIA

Por: Ricardo H. S. Elía

«El futuro y el pasado se parecen como dos gotas de agua» (Al-Muqaddimah, p. 101).

Ibn Jaldún

   Los musulmanes contaron entre los siglos IX y XVII con grandes historiadores que escribieron obras memorables. Gracias a Dios, y al trabajo de estos eruditos y de los arabistas e islamólogos occidentales, es que se ha podido reunir muchos de estos datos y elaborar una mínima cronología del Islam.

   La historiografía en el Islam se ha expresado a través de una disciplina específica, el tarij cuya equivalencia habitualmente admitida por los traductores es «historia». Vinculado a necesidades particulares y muy diversas de la vida práctica (religiosos, legislativos, jurídicos, políticos, administrativos, sociales, científicos), el interés por el pasado se manifestó desde el siglo I de la Hégira (VII de la era occidental). Se asiste entonces a un vasto movimiento —que no hará más que extenderse, especialmente entre los siglos VIII y XVII de la era occidental— de recopilación y escritura de informaciones de todas clases (ajbar: relatos, informaciones; athar: huellas, vestigios, declaraciones, obras; hadith: dichos, narraciones, tradiciones).

   Entre el siglo I y el IV de la Hégira (siglos VII al X d.C.), la cultura islámica acumula un vasto saber sobre el tiempo. Ese saber, que tiene sus raíces en la tradición árabe anterior, se enriquece con los aportes persas, indios, greigos y egipcios y se nutre de los trabajos de los astrónomos y los geógrafos. La magistral síntesis que de él lleva a cabo al-Biruni en la primera mitad del siglo V/XI impresiona por su tono de objetividad. Es la más vasta y rigurosa suma de conocimientos sobre el tiempo que el hombre haya acumulado antes de la época moderna. A partir del siglo II/VIII experimentan una expansión progresiva la datación, la adopción del orden cronológico y la elaboración de cuadros y esquemas. Consignar la fecha indicando el año, el mes y el día se impone ahora como regla casi absoluta cuando el historiador tiene que relatar la mayoría de los hechos. El contraste es manifiesto con la historiografía del Occidente medieval donde sólo a partir del siglo XI se generalizará el sistema cronológico unificado y donde todavía en el siglo XIV es poco segura la cronología de los principales acontecimientos.

   La originalidad de la historiografía musulmana, pero también sus límites, residen en su concepción de la información histórica (jabar). El jabar (pl. ajbar) es el hecho, el acontecimiento tal como lo trata el discurso o como se presenta en un “relato”. El historiador no se ocupa de los hechos desnudos, sino que parte de un elemento dado que es el relato tal como lo transmite la tradición, escrita u oral, o tal como lo presenta un testigo vivo (que puede ser el historiador mismo). Su tarea consiste pues, prioritariamente, en autentificar o validar los relatos mediante la crítica de los testimonios y de los cauces de transmisión. El historiador no endereza su labor a buscar o sentar hechos sino a acopiar, clasificar y organizar informaciones, fundamentando su validez. La verdad intrínseca de los relatos no pasa de ser cuestión relativamente secundaria hasta Ibn Jaldún, el cual erige el conocimiento de las leyes del umran (el orden humano, la sociedad) como fundamento de la crítica histórica.

   El historiador musulmán clásico está obligado a respetar, a menudo literalmente, los relatos que le llegan de la tradición. Y esos relatos puede clasificarlos en géneros muy diversos, organizarlos libremente en obras de compilación más o menos vasta, pero lo que no puede es elaborarlos a su guisa, reconstruirlos o refundirlos según una perspectiva propia.

   Por consiguiente, no hay en la historiografía musulmana reconstrucción del pasado a la manera griega ni historia teológica tal como se nos muestra en la Edad media cristiana. De ahí esa imparcialidad que suele reconocérsele. De ahí también su conceción de un tiempo estacionario que no lleva en su seno dinámica alguna de evolución o de progreso sino que simplemente ordena desde el exterior la sucesión de los acontecimientos. Una vez más Ibn Jaldún quien, al contemplar la evolución del nacimiento al ocaso, de vastos conglomerados humanos como los árabes, los bereberes, los persas y los “rum” (griegos, romanos, bizantinos), conferirá a esa visión una dimensión nueva.

   El primer período, que llega hasta el siglo III de la Hégira, culmina con esa suma que es el Kitab ar-rusul wa-l-muluk (Libro de los profetas y los reyes) de at-Tabari. La era de la Hégira entra rápidamente en vigor. El método de la isnad (constitución de una cadena de fiadores y crítica de los testimonios). concebido en un principio para satisfacer las necesidades de las ciencias religiosas, se aplica a la biografía del Profeta, al relato de las conquistas musulmanas y, progresivamente, a todo tipo de relatos.

   Aparecen los primeros relatos históricos, que a veces cristalizan en géneros: maghazi y sira (incursiones y biografía del Profeta), futuh (conquistas), ahdath (acontecimientos políticos principales), ajbar al-awa’il (narraciones relativas a los reyes y a las naciones anteriores al Islam), ayyam al-arab (relatos referentes al pasado de los árabes), ansab, ma athir, mathalib (genealogías, hazañas, vicios), biografías de sabios, también conocida como ‘Ilm al-Riyal (ciencia de las biografías), listas de maestros, crónicas políticas y administrativas, historias de las dinastías omeyas y abasíes, colecciones de cartas de los secretarios. Poco a poco se va imponiendo la costumbre de fechar hechos y acontecimientos y de seguir el orden cronológico.

   Ven la luz gran número de síntesis, como las Maghazi (sing. maghzat) de Muhammad Ibn Umar al-Waqidi (747-823), la Sira de Muhammad Ibn Ishaq Ibn Yasar (704-767), las Tabaqat (categorías; clasificaciones) de Ibn Sa’d (m. 845), las Ajbar al-tiwal (largas historias) de al-Dinawari (815-902), los Ansab al-Ashraf (nobles linajes) de Ahmad Ibn Iahia al-Baladhuri (m. 892) y el Tarij de al-Ya’qubi (m. 897). Todas estas obras forman ya una vasta literatura histórica de la que ha llegado hasta nosotros relativamente poco, pero acerca de la cual disponemos de un testimonio muy preciso gracias a la lista de los títulos de obras que se incluyen en las bibliografías elaboradas posteriormente, como el Fihrist (índice) deIbn al-Nadim al-Bagdadi (936-995), terminado en el año 377 de la Hégira (988 d.C.).

   El segundo período, el así llamado ‘clásico’, se caracteriza por la aplicación de todas esas tendencias, aunque con cierto menoscabo del método de las isnad (cadenas de testimonios) y, a la vez, por la aparición de nuevos géneros. Después de at-Tabari, pero sin ejercer la misma influencia que él, al-Mas’udi compone las Praderas de oro, otra historia de tendencia universalista. A partir del siglo IV de la Hégira (X d.C.), la historiografía, más o menos oficial, se apoya más decididamente en los archivos del estado o en los archivos provinciales. Así acontece con las obras de Hasan Ibn Thabit Ibn Sinán as-Sabi (el Sabeo).

   La historia de las ciudades se impone como género de importancia cardinal, con una abundante producción, cuyo ejemplo más ilustre es la Historia de Bagdad de al-Jatib al-Bagdadi. Al mismo tiempo se perfeccionan y multiplican los diccionarios biográficos, relacionados con la vida religiosa e intelectual: repertorios de poetas y de especialistas diversos, colecciones de doctores pertenecientes a las distintas escuelas teológico-jurídicas, catálogos de escritores, vidas de santos, etc. La tradición historiográfica se implanta sólidamente y florece en las diversas regiones del dominio islámico.

   En cuanto al tercer período, que se inicia a mediados del siglo V de la Hégira (XI d.C.), tiene su origen en la ruptura causada por las profundas transformaciones políticas que en aquella época experimenta el mundo del Islam. El horizonte de la producción historiográfica se enconge y estrecha hasta mediados del siglo VI (XII d.C.). seguidamente, es Siria la que va a desempeñar durante algún tiempo un papel prominente, con historiadores como Ibn al-Tayyi, Ibn Abi al-Dam e Ibn al-Nazif, autores de grandes historias universales, a los que un poco después viene a continuar Ibn al-Atir, autor de al-Kamil (Libro completo de las crónicas). Le toca después a Egipto la suerte de ser la cuna de grandes historiadores como Ibn Hayar, al-Maqrizi, al-Ayni, Ibn Tighiribirdi, al-Sajawi y al-Suyuti. En el Magreb vive y escribe por la misma época Ibn Jaldún, cuya obra innovadora será admirada en su siglo pero sin que tenga continuadores. Por último, le tocará el turno a los historiadores otomanos que se extienden hasta el siglo XIX.

Recopiladores de hadices

   Algunas categorías de hechos dan lugar a la formación, a partir del siglo II de la Hégira (VIII d.C.), de campos más o menos autónomos: maghazi y sira (campañas militares, biografía del Profeta), en particular con Muhammad Ibn Muslin Ibn Shibab az-Zuhri (m. 724); hadith (tradición del Profeta), que parece contar con el primer beneficio del esfuerzo más sistemático del tadwin (reunión de escritos dispersos), y del tasnif (puesta en orden siguiendo unos criterios precisos), en particular con: Ibn Yuraiy (m. 767), Abdallah Ibn al-Mubarak (m. 797) y Sufián Ibn Uyayna (m. 811).

   Paralelamente, desarrolla en torno del hadith o hadiz (en plural, ahadith, en castellano «hadices») —que se constituirá de manera progresiva en disciplina independiente— un método de crítica y de establecimiento de las cadenas de los testimonios (isnad) que tenderá a recubrir con rigor todo el campo en relación con la recopilación de huellas del pasado.

   Hay seis colecciones clásicas de tradiciones o ahadith del Profeta Muhammad de la escuela sunni que se conocen como Al-Sihâh Al-Sittah (“Las seis compilaciones de tradiciones auténticas»), a saber:

   1. Sahih al-Bujari, de Abu Abdillah Muhammad Ibn Ismail al-Bujari (810-870).

   2. Sahih Muslim, de Abu al-Husain Muslim Ibn al-Hayyay al-Qushairi al-Nishaburi (820-875).

3. Sunan Abu Daud, de Abu Daud Suleimán Ibn al-Ash’az al-Azdi al-Sawistani (817-889).

   4. Sunan Ibn Mayah, de Abu Abdillah Muhammad Ibn Iazid Ibn Mayah al-Raba’i al-Qazvini (824-886/87).

   5. Yami’ah at-Tirmidhi, de Abu Isa Muhammad Ibn Isa Ibn Sawrah Ibn Shaddad at-Tirmidhi (824-892/93).

   6. Sunan al-Nasa’i, de Abu Abderrahmán Ahmad Ibn Alí Ibn Shu’aib al-Nasa’i (830-915/16).

   Las cuatro colecciones pertenecientes a la escuela shií incluyen además de las tradiciones y dichos del Profeta, los de su Familia y Descendencia purificada, Ahlul Bait (Gente de la Casa), a saber:

   1. Al-Kafi fi’ilm ad-din (Lo suficiente en la ciencia de la fe), de Abu Ya’far Muhammad Ibn Yaqub al-Kulaini (m. 939), compuesta de 16.099 hadices.

   2. Kitab man la yahduruhu al-faqih (Tratado para quien no puede acceder al jurista), de Abu Ya’far Muhammad Ibn Alí Ibn Babuya al-Qummi (m. 991), compuesta de 9.044 hadices.

   3. Tahdhib al-ahkam (La educación en los mandatos jurídicos), de Abu Ya’far Muhammad Ibn al-Hasan at-Tusi (m. 1068), que consta de 13.590 hadices.

   4. Al-Istibsar (La percepción profunda), de Abu Ya’far Muhammad Ibn al-Hasan at-Tusi (m. 1068) con un total de 5.511 hadices.

   A continuación, vieron la luz diferentes formas de síntesis, como los ajbar y athar. Compilaciones más o menos extensas de informaciones relativas a los soberanos del Islam y de los reyes o naciones de los tiempos preislámicos, tales como at-Tarij al-Kabir de Ibn Abi Jaithama (801-892), y Muruw adh-Dhahab de al-Mas’udi (m. 957). Recopilaciones de ajbar semihistóricos semil-literarios, como el Kitab al-arif de Ibn Qutaibah (m. 889). Colecciones de biografías clasificadas por categorías y/o localidades, tales como los Tabaqat de al-Nishaburi o el Tarij al-kabir de al-Bujari, autores citados anteriormente. Compilaciones de genealogías, en particular con autores como Abu-l-Yaqzán (m. 805), al-Ashma’i (m. 830) y az-Zubair Ibn Bakkar (m. 870).

   La palabra tarij significa en principio: era, datación, cronología. A partir del siglo VIII de la era occidental (II de la Hégira), designa los escritos en los que se hace un uso más o menos sistemático de la datación y de la cronología (colecciones de biografías de sabios, informaciones relativas a los califas y a los funcionarios, hechos administrativos), así como tratados de cronología. Sólo hasta los siglos XI-XII, aproximadamente, el tarij no intenta presentarse como una disciplina (‘ilm), aplicándose a todas las formas de colecciones y compilaciones de los ajbar, cualesquieran sean sus temas. Lo que parece justificar este uso de la palabra tarij, es el deseo de abarcar todos los hechos dignos de memoria, integrándolos, en la medida de lo posible, en una cronología y consignándolos según unas reglas rigurosas de notación (dabt).

   Ibn Jaldún (ver aparte), que justamente critica este método, que juzga insuficiente, y propone un nuevo método de comprobación de los hechos fundado sobre el conocimiento de la leyes de la sociedad, no discute en lo fundamental esta concepción global del tarij. Véase Franz Rosenthal: A History of Muslim Historiography, E.J. Brill, Leiden, 1968.

Al-Ya’qubi

   Ahmad Ibn Abu Ya’qub Ibn ya’far Ibn Wahb Ibn Wadih al-Ya’qubi (m. 897). Historiador y geógrafo musulmán shií nacido en Irak. Hacia 870 vivió en Armenia y Jorasán bajo el patronazgo de los Tahiríes. Viajó a la India y al Magreb (Occidente musulmán) y murió en Egipto. Autor de Tarij Ibn Wadih, una historia universal redactada hacia 872 (edit. por M.Th. Houtsma, Historiae, Leiden, 1969). Tambien compuso el Kitab al-buldan, un tratado sobre geografía histórica, el primero de su clase en la literatura árabe.

At-Tabari

   Abu Ya’far Muhammad Ibn Yarir at-Tabari (839-923) nació en Amol, Tabaristán (hoy provincia de Mazandarán, República Islámica del Irán). Viajó por Egipto, Siria y el Irak, y se estableció en Bagdad a orillas del Tigris, lugar donde murió, razón por la que muchos imaginan que su origen era árabe. Fue un historiador y teólogo consumado. Su obra principal es Kitab ajbar ar-Rusul ua al-Muluk (Crónica de los Profetas y de los Reyes), que parte desde la creación del mundo hasta el año 915 d.C. (traducida por M.J. de Goeje como Annales, 15 vols., Leiden, 1964). También es muy conocido por su Tafsir o Exégesis del Sagrado Corán.

Ibn al-Qutíyya

   Abu Bakr Muhammad Ibn Umar Ibn Abdul Aziz Ibn al-Qutíyya (muerto hacia 977) es uno de los más importantes historiadores y filólogos de al-Ándalus. Su apodo quiere decir «el hijo de la goda» Nació en Córdoba y murió en Córdoba. Era descendiente de Sara la Goda, sobrina del rey Witiza (m. 710), desposada con un musulmán. Su obra Tarij iftitah al-Andalus (“Historia de al-Ándalus”) es fundamental para comprender la entrada de los musulmanes en la Península. Este manuscrito se guarda en la Biblioteca Nacional de París. Véase la traducción de Julio Ribera y Tarragó: Historia de la conquista de España de Abenalcotía el cordobés, Madrid, 1926.

Ibn Miskawayh

   Abu Ali Ahmad Ibn Muhammad Ibn Ya’qub Ibn Muskuyah (c.932-1030), arabizado Miskawayh, fue un historiador, científico y filósofo persa de pensamiento shiï nacido en la ciudad de Rayy, en el seno de una familia de origen mazdeo. Sus investigaciones y estudios abarcan numerosas disciplinas, entre ellas la alquimia. Su obra histórica principal, Kitab Tayarib al-umamwa ta’qub al-himam (Libro de las historias de las naciones), trata especialmente de la dinastía shií de los Buyíes que en la siguiente centuria va a continuar Abu Shuja. También es conocido por su tratado de ética, Tahdhib al-ajlaq (La reforma de las costumbres) que tuvo eco en la obra de Nasiruddín At-Tusi (ver aparte). Ibn Miskawayh recibió una fuerte influencia de las ideas de Avicena. Cuando Ibn Miskawayh falleció en 1030 en Isfahán, Avicena vivía en esa ciudad bajo la protección del emir Ala al-Daula, del que Ibn Miskawayh había sido tesorero.

   Véase Muhammad Arkoun:

Ibn Hayyán

   Uno de los más notables de los cronistas andalusíes, a través de quien podemos aproximarnos al reflejo oficial de la historia de al-Ándalus. Abu Marwán Hayyán Ibn Jalaf Ibn Hayyán fue hijo de un alto funcionario del canciller del califa Hisham II, Muhammad Ibn Abu Amir al-Mafiri (940-1002), más conocido como Al-Mansur (“el Victorioso”), latinizado Almanzor, el gran estratega y conquistador de Barcelona y Santiago de Compostela.

   Ibn Hayyán nació en la mejor Córdoba califal, en 987-988, y murió en la taifa de Córdoba, ya ocupada por Sevilla, en 1076. Legalista pro-Omeya, como lo sería su compatriota Ibn Hazm, criticó amargamente la caída de esta dinastía, la ruptura del centralismo andalusí, la guerra civil en un país disminuído, pero supo adaptarse a los cambios, y el prestigio que logró, incluso entre sus contemporáneos, componiendo una única obra, su «Historia» (dividida en dos partes: Kitab al-muqtabis fi-tarij rishal al-Andalus y Kitab al-muqtabas fi ajbar balad al-Andalus), sobre toda la historia de al-Ándalus, hasta pocos años antes de su muerte, le permitió no sólo mantenerse en Córdoba toda su vida, sino expresar cuanto quiso, reflejando su criterio, y dando una dimensión activa a la escritura histórica.

Al-Turtushi

   Abu Bakr al-Turtushi (c.1059-c.1126) nació en Turtush, nombre árabe de Tortosa . Su padre, muy probablemente fue el alfaquí y cadí Abu l-Qasim Jalaf Ibn Sulayman Ibn Fathum (m. 1111), nacido en Orihuela y residente en Játiva y Denia. Luego de estudiar y escribir sus primeras obras en Zaragoza, en 1083 se dirigió al Oriente, dos años ante de la caída de Toledo (1085) y tres años antes de la llegada de los almorávides (1086). Nunca volvería a al-Ándalus. Luego de hacer escalas en Alejandría y Antioquía se establece en Irak donde perfecciona sus estudios teológicos en Bagdad, Basora y Wasit entre 1084-1097. Hace la peregrinación a La Meca (1087), vive en Jerusalén —donde tiene un encuentro con al-Gazali (ver aparte)— y Damasco (1087-1096) y finalmente fija residencia en Alejandría donde muere (1096-1126).

   Al-Turtushi es un consumado teólogo, jurisconsulto e historiador. Sus obras principales son Siray al-Muluk (Abubéquer de Tortosa: Lámpara de los príncipes, 2 vols., traducción española de Maximiliano Alarcón, Madrid, 1930-1931) y Kitab al-Hawadit wa-l-bida‘ (El libro de las novedades y las innovaciones), traducción y estudio de Maribel Fierro, CSIC, Madrid, 1993.

Al-Shahrastani

   Abu-l-Fath Muhammad Ibn ‘Abd al-Karim al-Shahrastani (1076-1153), historiador de origen persa nacido en Shahrastãn (Jorasán). Afiliado a la escuela asharita de jurisprudencia, escribió un libro de teología titulado Nihãyat al-Iqdãm fiilm al-Kalãm (“Los límites de la habilidad en teología”) y una obra sobre filosofía llamada Musana‘ãt al-Falãsifah (“Las producciones de los filósofos”). Sin embargo, al-Shahrastani es conocido por su trabajo sobre las religiones que marcó un hito en su tiempo: el Kitab al-Milal ua’l-Nihal (“Libro de las religiones y sistemas de pensamiento).

Ibn al-Qalanisi

   Un contemporáneo de Ibn Munqidh fue el cronista damasceno Ibn al-Qalanisí (1070-1160), que ocupó altos cargos en la antigua capital de ash-Sham (Siria). Dejó una compilación intitulada Zail ta’rij Dimashq que abarca la historia de Damasco entre 1075 y 1154, en la cual una buena porción narra las peripecias sufridas por los musulmanes durante las dos primeras invasiones cruzadas. También es una fuente valiosísima para conocer detalles biográficos de personajes de la época, como el cadí Abu al-Fadl Ibn al-Jashshab, el general mameluco Maudud, el ortóquida Balak, Imaduddín Zengui y su hijo Nuruddín (Véase Terry Jones y Alan Ereira: Crusades, Penguin/BBC Books, Londres, 1996, y el double video pack de la serie homónima de la BBC de 195 minutos).

Al-Isfahani

   Imaduddín, llamado al-Katib al-Isfahani (el Secretario de Isfahán), es el biógrafo por excelencia del sultán Salahuddín Yusuf Ibn Ayub (1137-1193), llamado Saladino por los europeos, el mismo que venció a los cruzados en los Cuernos de Hattin (Lago Tiberíades) y reconquistó Jerusalem en 1187. Imaduddín nació en Isfahán, Persia, en 1125, y estudió en la Nizamía, la famosísima universidad islámica de Bagdad. Hacia 1167 se trasladó a Damasco y allí conoció a Salahuddín. Desde entonces lo acompañaría en todas sus campañas. Su obra principal es al-Fath al-Qussí fi’l Fath al-Qudsí (ed. de Landsberg, Leiden, 1888), que es una historia de la reconquista de Siria y Palestina por Saladino. También es autor de una importante antología de poetas musulmanes de su siglo llamada Jaridat al-qasr wa-waridat ahl-al-asr, una historia de los selwukíes (Nusrat al-fatra), y una historia general de Siria y Egipto (Sana al-Barq al-shami). Murió en 1201. Véase David Nicolle: Hattin 1187. La mayor victoria de Saladino, Osprey/Ediciones del Prado, Madrid, 1995.

Ibn al-Kardabús

   Aunque muy poco es lo que sabemos sobre el alfaquí e historiador andalusí Abu Marwán Abd al-Malik al-Tawzari Ibn al-Kardabús (vivió entre la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII), podemos precisar que estudió en Alejandría y su vida transcurrió prácticamente en la ciudad de Tawzar (Tozeur) en Ifriqiyya (Tunicia meridional). Su Kitab al-iktifá fi ajbar al-julafá (“Libro de lo suficiente relativo a la historia de los califas”), es una historia general del Islam, desde los tiempos del Profeta hasta la época del califa almohade Abu Yusuf Ya’qub al-Mansur (que gobernó entre 1184-1199), el constructor de la torre minarete de la Giralda de Sevilla. Esta obra fue traducida por el profesor Felipe Maíllo Salgado de la Universidad de Salamanca con el título Historia de al-Andalus (Akal, Madrid, 1993), y en ella encontramos datos interesantes, como el origen shií del general Musa Ibn Nusair (640-717), el primer gobernador de al-Ándalus (ver pp. 56 y 57).

Al-Marrakushi

   ‘Abd al-Wãhid Ibn al-Tamimi al-Marrakushi nació el 8 de julio de 1185 en Marrakesh (Marruecos), capital del imperio almohade. Realizó estudios en la ciudad de Fez y hacia 1208-1209 pasó por Sevilla para establecerse en Córdoba por dos años. Luego de una corta visita a su ciudad natal, decidió finalmente establecerse en Sevilla y trabajar al servicio del gobernador almohade de al-Ándalus. A fines de 1217 decide realizar un viaje al Este pasando por Ifriqiyya (Túnez) y llegando a Egipto. Parece ser que permaneció el resto de su vida en Oriente de acuerdo a su propio testimonio. Estuvo en el Alto Egipto hasta 1220 y luego hizo la peregrinación a La Meca tres años más tarde. En 1224, probablemente en Bagdad, compiló su obra principal: Muyiz fi Taljís Ajbar al-Magrib (“Resumen de las Noticias del Poniente”)

   El Muyiz ofrece una historia bastante precisa de la historia de al-Ándalus hasta la época almohade. El autor se basa más en sus memorias y experiencias personales más que en la historiografía oficial almohade. Para los primeros períodos de su historia, al-Marrakushi basa sus observaciones en las fuentes del historiador andalusí al-Humaydi (1029-1095). El valor de la obra de al-Marrakushi, está realzado por su rico material concerniente a la historia literaria, especialmente del siglo de las primeras Taifas (c.1010-c.1090). Se ignora la fecha y lugar de su muerte.

Ibn al-Abbar

   Abu Abdallah Muhammad Ibn Abdallah ibn Abu Bakr al-Qada’i, conocido por Ibn al-Abbar (Al-Abbar era el laqab o sobrenombre de su antepasado acaso indicativo de su oficio: ‘fabricante de agujas’), nació en Valencia en 1199 y murió en Bugía (Argelia) en 1260. El principal historiador andalusí de la escuela de pensamiento shií. Durante su estadía en Tunicia escribió Takmila li-Litab al-Sila, sobre biografías de sabios de al-Ándalus. En Bugía o Bejaïa redactó al-Hullá l-siyara, biografías de los príncipes poetas que hubo en el Islam, I’tab al-Kuttab (Disculpa de los secretarios) y Durar al-simt fi jabar al sibt (Las cuentas del collar de la historia del nieto —del Profeta, es decir al-Husain Ibn Alí), su obra principal. Esta es una exposición del Shiísmo a través de los hechos históricos y las biografías de Ahlul Bait (la descendencia del Profeta del Islam). Veáse Ibn al-Abbar: La Epopeya de los Alíes, Miraguano Ediciones, Madrid, 1990.

Ibn Idhari

   Otro historiador también originario de Marrakesh fue Ibn Idhari al-Marrakushi, que floreció hacia 1270. Es muy conocido su trabajo histórico llamado en árabe Kitab al-bayán al-mugrib fi ajbar muluk al-Andalus wa-l-Magrib (traducido por Felipe Maíllo Salgado bajo el título La caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1993). Hay otra versión de esta obra que parece que terminó hacia 1316 titulada «Historia de al-Andalus» (Málaga, 1999).

Baha al-Din

   Yusuf Ibn Rafi Ibn Shaddad, conocido como Baha al-Din (1145-1234) fue un historiador que enseñó en Bagdad y Mosul. Entró al servicio de Saladino poco antes de la batalla de Hattin (1187) y fue, hasta su muerte, un confidente y consejero del sultán. Fue cadí (juez islámico) del ejército musulmán que combatía a los invasores cruzados y de al-Quds (Jerusalem). Malik az-Zahir lo hizo cadí de Alepo, cargo en el que continuó durante el breve reinado de su hijo Malik al-Aziz (muerto en 1236). Es famosa su biografía de Saladino (Sirat Salahuddín), publicada en francés por Méditerranée, París, 1981.

Ibn al-Atir

   Abu al-Hasan Alí Izzuddín Ibn al-Atir, latinizado Abenaltir, nació en vazira Ibn Umar, sobre el Tigris, al pie de las montañas del Kurdistán, en 1160, y falleció en Mosul en 1234. El historiador Ibn Jalikán le encontró en Alepo, Siria, en 1229, y ensalza su extrema modestia. Su historia universal, Kitabal-Kamil fil Tarij (Libro completo de las crónicas), se extiende desde la creación hasta el año 1231. Son muy interesantes sus detalles y comentarios sobre las invasiones cruzadas y el punto de vista musulmán al respecto. Esta fue traducida por el islamólogo sueco Carl J. Tornberg y publicada por E.J. Brill en Leiden, 1851-76. Para ampliar sobre este tema, consultar la obra de David Nicolle: Medieval Warfare Source Book. Volume 2:Christian Europe and its Neighbors: Christian-Muslim Confrontation (750-1050), pp. 49-88; Crusade, Reconquista and Counter-Crusade (1050-1400), pp. 223-282; Arms and Armour Press, Londres, 1996.

Ibn al-Qifti

   Abu al-Hasan Alí Ibn Yusuf Ibn al-Qifti (originario de Qift, antigua Coptos, en el Alto Egipto), nació en 1172 y murió en 1248. Ejerció cargos políticos, como el de visir de Alepo en tiempos de al-Malik al-Aziz. De sus veintiséis obras se conocen sus títulos, pero sólo nos han llegado dos. Su obra principal es Ajbar al-Ulamá (Información a los Sabios) y consta de 414 biografías de médicos, filósofos y astrónomos. La otra, Tarij al-Hukumá (Historia de los polígrafos), contiene alrededor de un millar de biografías de sabios de todas las disciplinas y fue editada por Lippert en 1903.

   Otro dos grandes cronistas contemporáneos de al-Qifti son el damasceno Sibt Ibn al-yauzi (1186-1256), que publicó una voluminosa historia universal titulada Miraat az-zamán (El espejo del tiempo).

Ibn al-Adim

   Kamaluddín Abu-l-Qasim Umar Ibn al-Adim (c.1191-1262) fue un diplomático y político que viajó mucho por Siria, el Hiyaz, Irak y Egipto, y escribió una ‘Crónica de Alepo’ llamada Buguiat-ut Tálab (publicada por el Instituto francés de Damasco en 1968), su ciudad natal; es una relación, en diez tomos, de los sabios y personajes históricos de Alepo, abreviada por el autor con el poético título de Zubdat-ul-Halib (La crema de leche); Alepo es una forma afrancesada tomada del árabe halab o halib, que significa ‘leche’. La tradición musulmana menciona el origen de tal nombre: el Profeta Abraham (Ibrahim), habría acampado en la cumbre que hoy corona la alcazaba de Alepo (ver aparte), durante su migración entre su ciudad natal Ur (la antigua Edesa, la actual Urfa en Turquía) y el Haurán (sur de Siria), y habría ordeñado su vaca roja.

   Cuando los mogoles conquistaron Alepo (26 de enero de 1260), Ibn al-Adim acompañó al príncipe ayubí al-Malik an-Nasir a Egipto. A pesar de todo, Hulagú, el nieto de Genghiz Jan, le designó gran cadí de Siria y, por esa razón, regresó a Alepo, y viendo a su querida ciudad en ruinas la lloró en una elegía, de la que se ha conservado un fragmento. Ibn al-Adim era un hábil calígrafo, y la Biblioteca Imperial de San Petersburgo (ex Leningrado) guarda modelos de escritura trazados por su mano. Falleció en El Cairo el 21 de abril de 1262.

   Véase D. Morray: An Ayyubid Notable and his World. Ibn al-Adim and Aleppo as Portrayed in his Biographical Dictionary of People Associated with the City, E.J. Brill, Leiden, 1994.

Abu Shama

   Abdurrahman Ibn Ismail, llamado Abu Shama (1203-1268), nació y murió en Damasco, viviendo un tiempo en Alejandría. La historia de los reinos del atabeg sirio Nuruddín y el sultán Salahuddín, es su obra principal titulada Kitab ar-Raudateinfi ajbar al-daulatein (Libro de los dos jardines), publicado por M. Hilmi Ahmad, El Cairo, 1962. Véase también referencias en la obra de Steven Runciman: Historia de las Cruzadas, 3 vols., Alianza, Madrid, 1999.

Ibn Jalikán

   Shamsuddín Abu-l-Abbás Ahmad al-Barmaki Ibn Jalikán nació en Irbil, o Arbela (Irak), en 1211, y murió en El Cairo en 1282. Fue profesor en la madrasa Fajría de El Cairo, y aprovechó el tiempo que estuvo en este cargo para terminar su gran diccionario biográfico. Este se llama en árabe, Uafiát al-a’ián wa-anba’ abna az-zamán (Las perfecciones de los conspicuos y la información de los hijos de la época), traducido por el irlandés William McGuckin de Slane, con el título: Ibn Khallikan: Biographical Dictionary, Londres, 1842-1871. Es un diccionario de los grandes hombres del Islam, excluyendo a los compañeros del Profeta, a los cuatro primeros califas, y en general a los personajes del primer siglo de la Hégira. Comenzado en El Cairo en 1256, fue completado en la misma ciudad en 1274, después de haber sido interrumpido por la misión del autor como gran cadí de Siria, en la ciudad de Damasco. El manuscrito se encuentra en el Museo Británico (publicado por Dar al-Taqafa en 8 vols., Beirut, 1968). Véase Ibn Khallikan’s Biographical Dictionary, Librairie du Liban, Beirut, 1970.

Ibn Uasil

   El sirio Yamaluddín Muhammad Ibn Uasil (1207-1298), diplomático y jurista, dejó una crónica del período ayyubí y del comienzo de la era mameluca llamada Mufarriy al-kurub fi ajbar bani Ayyūb (ed. H.M. Rabie, El Cairo, 1979). En 1261 fue enviado como embajador del sultán mameluco Baibars a la ciudad italiana de Barletta (al norte de Bari), a entablar una alianza con Manfredo(1232-1266), rey de Sicilia y Nápoles. Este era hijo de Federico II, y como su padre, fue excomulgado (1258) por el pontífice Alejandro IV, por su actitud favorable hacia los musulmanes. Ibn Uasil describe a Manfredo como «un hombre distinguido, amante de las ciencias especulativas que conocía a fondo las diez proposiciones del Libro de Geometría de Euclides». Manfredo moriría peleando contra las fuerzas de Carlos de Anjou (1226-1285) en la batalla de Benevento.

   Un contemporáneo de Ibn Uasil fue el historiador egipcio Ibn Abd az-Zahir(1223-1293), secretario de los sultanes Baibars (1223-1277) y Qa’laûn (muerto en 1290), que tuvo la mala fortuna de ver su obra principal, la Sirat Baibars (Vida de Baibars), resumida por un sobrino ignorante que no nos ha dejado sino un texto truncado e insulso. Los pocos fragmentos que nos han llegado de la obra original revelan un verdadero talento de escritor y de historiador.

Rashíd al-Din

   Rashíd al-Din Fadlallah (1247-1318) nació en el seno de una familia de médicos judíos de Hamadán (Irán) y se convirtió muy joven al Islam sunní. Fue ministro de los iljanes mongoles que reinaron en Irán durante la segunda mitad del siglo XIII y médico personal de uno de ellos, Ulwaitú Jodabandah, que se convirtió al Islam shií y gobernó entre 1304 y 1316. También promovió la construcción de hospitales e importantes edificios en Tabriz y Sultaniyya. Pero Rashíd al-Din sobresalió sobre todo por su labor de historiador. Siguiendo las instrucciones de Mahmud Gazán (g. 1295-1304), el primer jan mongol que adoptó el Islam, escribió una monumental Yami at-tawarij, literalmente «Colección de las historias» que sería traducida por K. Jahn como Histoire universelle (E.J. Brill, Leiden, 1911 y 1951). Su crónica parte desde Adán, aborda la historia de los profetas monoteístas —Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad—, de los reyes persas y de las dinastías musulmanas —con sus correspondientes genealogías—, hasta la destrucción de Bagdad por los mongoles en 1258.

   En diversos capítulos examinó la historia de los árabes, los persas, los turcos, los indios, los chinos e incluso los francos, sobre los cuales estaba muy bien informado. Igualmente, investigó el judaísmo, el hinduismo y se encargó de redactar la primera historia de los mongoles, conocida como la «Historia secreta de los mongoles» (Mongyol-un ‘uca Tobca’an), que hasta entonces se había transmitido en forma oral (cfr. Shagdaryn Bira: La Historia Secreta de los Mongoles, en la revista «El Correo de la UNESCO», París, Septiembre 1989, pp. 36-39).

   Su discípulo, el historiador y geógrafo Hamdullah Mustawf al-Qazvini (1281-1350) escribió la obra épica Safar Nameh (Libro de viajes) en 1335, que continúa el Shah Nameh de Firdusi.

Abulfeda

   Ismail Ibn Alí al-Malik al-Mu’ayyad Imaduddín, llamado Abu-l-Fida (latinizado Abulfeda), nació en 1273 y murió en 1331. Pertenecía a la familia de los ayubíes, como Saladino, y sus antepasados habían sido gobernadores de Hama. Recibió educación de guerrero y de letrado; a los doce años acompañó a su padre al sitio de la fortaleza de al-Marqab (sobre la costa, entre Tartús y Latakia), arrebatada a los Hospitalarios en 1285. Más tarde combatió nuevamente contra los cruzados en la toma de Trípoli (Líbano) y en el asedio de San Juan de Acre (Palestina) donde mandaba un pelotón de diez hombres. Experimentado historiador y geógrafo. Mujtasar ta’rij al-bashar, una historia universal desde la Creación al año 1329, y Taqwím al-buldán (Localización de los países), un tratado de geografía, son sus obras más conocidas.

   Abu-l-Fida escribió alrededor del año 1300 que Arbuna (Narbona, en el Bajo Languedoc, Francia) fue un importante centro comercial bajo los musulmanes: por entonces los barcos podían remontar el curso del Aude hasta la ciudad, e incluso llegar más arriba. De ahí partían navíos hacia Alejandría, el mayor puerto del Oriente musulmán, cargados de cobre y estaño procedentes de Toulouse, donde previamente habían descendido la mercancía que traían de Inglaterra, pasando por Burdeos y el Garona (cfr. La Géographie d’Abu l-Fida. Traducción de J.T. Renaud, París, 1848, t. III, p. 307; Mujtasar ta’rij al-bashar, Ed. al-Husainiyya al-Misriyya, El Cairo, 1905-1906).

An-Nuwairi

   An-Nuwairí (1279-1332), nacido en el Alto Egipto, fue katib (secretario) de la administración mameluca. Es el autor de una monumental enciclopedia que encierra todo el saber de su época, en cuyo título destaca su predilección por la estética y el conocimiento: Nihayat al-arab fi funun al-adab (El fin último en las técnicas de la literatura), editada por Ahmad Zaki Pashá en 18 volúmenes en El Cairo, entre 1923-1944, reimpresa en 1963. An-Nuwairi, Ibn Fadl Allah al-Umari y al-Qalqashandi son los tres más grandes representantes de la literatura y la historia enciclopédica islámica de la época mameluca (1250-1517).

Ibn Fadl Allah al-Umari

   Shihabuddín Ahmad Ibn Fadl Allah al-Umari (1301-1349), nació en Damasco. Siendo muy joven, reemplazó a su padre en el cargo de canciller de la administración central en El Cairo. Es el autor de una vasta enciclopedia de más de veinte tomos intitulada «Los caminos de los perspicaces en los reinos de los confines» (Masalik al-absar fi mamalik al-amsar), de la cual sólo se publicó el primer volúmen (El Cairo, 1924), y el islamólogo francés Maurice Gaudefroy-Demombynes (1862-1957) hizo una traducción parcial, editada en París (1927).

Al-Maqrizi

   Taqiuddín Abu-l-Abbás Ahmad al-Maqrizi debe su apodo por el cual es conocido, a un suburbio de la ciudad libanesa de Baalbek, donde su abuelo había habitado antes de emigrar a Damasco; después su padre se estableció en El Cairo, donde nació nuestro autor en 1365. Tras ocupar funciones en la administración mameluca y en la enseñanza, decidió abandonar la carrera pública para consagrarse a la historia. escribió numerosas obras, entre ellas una historia de los fatimíes llamada Itti’az al-hunafa’ bi-ajbar al-a’imma al-fatimiyyín al-julafá (publicada en El Cairo en tres vols., 1967), otra de los sultanes mamelucos con el título de Suluk limaarifa Dúal-al-Muluk (“La marcha hacia el conocimiento de las dinastías reales”), de la cual el especialista francés Etienne-Marc Quatremère tradujo dos volúmenes (Histoire des sultans Mamlouks, París, 1837-45).

   En este último trabajo se detalla con abundantes referencias a la clase político-militar de los mamelucos (del árabe mamluk, pl. mamalik: poseído, gobernado). Estos ex esclavos de origen no musulmán provenientes de Grecia y Anatolia se constituyeron en una milicia (unos doce mil) que fue traída a Egipto en el siglo XIII por el sultán ayubí as-Salih Ayub (g. 1240-1249). Notablemente experimentados en el arte de la guerra y dotados de un valor extraordinario, estos soldados del Islam frenaron el avance de los mongoles de Hulagú y de Taimur Leng y, a la vez, lograron conquistar en Siria y Palestina los enclaves cruzados, como el de Akka (San Juan de Acre) en 1291. Los mamelucos constituyeron una dinastía que gobernó en Egipto y Siria entre 1250 y 1517. Hubo veintisiete sultanes mamelucos denominados bahríes o marinos (de bahr, «mar»), entre 1250-1382, y veintisiete buryes (de bury, «torre», puesto que originalmente su cuartel estaba coronado por una torre de vigilancia). Entre los bahríes el más famoso fue Baibars (antes citado). Entre los buryíes se destacó particularmente el circasiano al-Malik al-Ashraf Saifuddín Barsbai, apodado «la Pantera», gobernante entre 1422 y 1438, que lanzó una expedición contra Chipre en 1425 y que finalizó con la captura del rey isleño Janus, cuyo hijo Juan II (g. 1432-1458) se declaró vasallo del sultán.

   Al-Maqrizi es igualmente conocido por su trabajo Kitab al-Maua’iz wa-l-i’tibar fi dikr al-jitat wa-l-atar (Libro de las exhortaciones y consideraciones), también llamado al-Jitat (El Catastro), que es una historia y geografía del Egipto que trata especialmente de la topografía de El Cairo. Asimismo, tiene un inconcluso diccionario alfabético de biografías de todos los príncipes y hombres célebres del Egipto islámico; la obra completa debía constar de ochenta volúmenes; solamente deciséis han sido debidamente identificados. Sus trabajos cubren la historia de Egipto entre 1181 y 1442. Al-Maqrizi falleció en 1442.

Ibn Jaldún

   Hace seis siglos se manifestaba por primera vez una concepción científica y sociológica de la historia aunada con un profundo pensamiento teológico. El hecho ocurrió en el mundo islámico y el honor recayó sobre el polígrafo tunecino Ibn Jaldún.

   Abu Zaid Abdurrahman Ibn Jaldún al-Hadrami (1332-1406), llamado Abenjaldún por los latinos, nacido en Túnez, en el seno de una familia proveniente del Hadramaut y que vivió desde el siglo VIII al XIII en la Sevilla musulmana, es uno de los más importantes historiadores de todos los tiempos y el primer sociólogo del Islam.

   Ibn Jaldún tuvo una existencia bastante agitada. Cuando tenía quince años, la epidemia de peste bubónica conocida como «La peste negra» de 1347-1348, que se cobró más de cien millones de vidas en Europa, se llevó a sus padres y causó estragos en Túnez.

   Como consecuencia de una conspiración en la que participó contra el sultán mariní Abu ‘Inán (gobernó entre 1348-1358), fue encarcelado durante dos años (758-759 H./1357-1358). Estuvo al servicio de varios príncipes del Magreb y de al-Ándalus. Conoció numerosas tribulaciones con altibajos en Fez, en Granada, en Sevilla, en Bugía y en Biskra (Constantina, Argelia), pasando sin cesar de una función política efímera a sus amados estudios. De este modo descubrió sobre el terreno el desmembramiento social y político del Occidente musulmán, lo que reforzaba su gusto por el estudio y la reflexión.

   Muy impresionado por la muerte de su gran amigo y colega, el médico, historiador y místico granadino de la escuela shií, Lisanuddín Ibn al-Jatib (1333-1375), estrangulado en la cárcel de Fez, se refugió durante cuatro años (776-780 H./1375-1379) en el castillo de Qalat Ibn Salama, en el sudoeste de Frendah. Terminó entonces la primera redacción de su Muqaddimah. Regresó a la ciudad de Túnez, pero para enseñar y acabar la primera redacción de la llamada «Historia Universal» (en árabe Kitab al-’ibar: “Libro de los bereberes”). Una intriga tramada por los celosos enemigos de su éxito, le obliga esta vez a marchar a Egipto, donde ocupará —también con numerosas vicisitudes— el cargo de Gran Cadí (Juez supremo) en la administración de los sultanes mamelucos buryíes (1382-1517) de origen circasiano.

   Posteriormente, residió un tiempo en Damasco (1399-1401) y durante el asedio de esta ciudad por los invasores mongoles (enero y febrero de 1401), salvó la vida gracias a la admiración que Taimur Lang (1336-1405), llamado Tamerlán en Occidente, tenía por los sabios (cfr. David Nicolle: The Age of Tamerlane, Osprey, Londres, 1990). Finalmente, se estableció como magistrado en El Cairo y fue profesor de la Universidad de Al-Azhar.

   Su obra cumbre es el Kitab al-’ibar (Libro o Historia de los bereberes). La misma se divide en tres partes, y una es su propia autobiografía (al-Ta’rif bi-Ibn Jaldún). La más famosa es al-Muqaddimah (Los prolegómenos), que ha sido traducida a todos los idiomas. En esta introducción a su “Historia de los bereberes”, también conocida como “Historia universal”, Ibn Jaldún comienza por establecer las reglas de la crítica histórica que permiten fijar con certeza los hechos; entra el tema de su materia estableciendo la gran división entre pueblos de tribus nómadas y sedentarias; describe la formación de las ciudades, la influencia que ellas ejercen sobre sus habitantes, el nacimiento de todo poder por el espíritu del seno de la familia, la fundación de imperios y las causas de su decadencia; la naturaleza de los diferentes especies de reinos, del califato y del imamato, es decir, del poder temporal y del poder espiritual del califa.

   La Muqaddimah fue redescubierta por los eruditos franceses Barthèlemy d’Herbelot (1625-1695), Antoine Isaac Barón Sylvestre de Sacy (1758-1838) y el austríaco Josef von Hammer-Purgstall (1774-1856), antes que otro galo, el académico Etienne-Marc Quatremère (1782-1857), hiciera la primera traducción completa en 1858 (el mismo año apareció en El Cairo otra edición por Nasr al-Hurini).

   El barón irlandés William McGuckin de Slane (m. 1875) realizó una traducción que aún no ha sido superada (París, 1863-1868) y que respeta el estilo y las intenciones semánticas del autor tunecino mucho más que las recientes del islamólogo francés convertido al Islam Vincent Mansour Monteil (Ibn Khaldun: Discours sur l’histoire universelle, 3 vols., Beirut-París, 1967-1968) y de Franz Rosenthal en inglés (Ibn Khaldun: The Muqaddimah, an introduction to History, 3 vols., Princeton, 1958 y 1967).

   La literatura acumulada desde el siglo XIX sobre esta Muqaddimah permite hablar de un fenómeno Ibn Jaldún. En el clima del Renacimiento árabe-islámico (Nahda), y especiamente a partir de la revolución nacionalista egipcia —23 de julio de 1952, derrocamiento del rey Faruk I (1920-1965)—, en los países musulmanes se recurre a Ibn Jaldún para ilustrar los recursos e ingenios de la civilización árabe-islámica frente a la agresión y colonización cultural (ghazwah fikri) de Occidente. Es muy interesante al respecto la tesis de Aziz al-Azmeh presentada en Oxford: Ibn Khaldun in modern scholarship. A study in Orientalism (Londres, 1981).

   Ibn Jaldún es tal vez uno de los primeros en analizar la historia desde un punto de vista sociológico y por eso su vida y su obra han sido objeto de numerosos estudios y han dado lugar a diversas interpretaciones. Sin embargo, el hecho de que hasta el momento presente no se cuente con una edición verdaderamente crítica de la Muqaddimah y del Kitab al-’ibar es suficiente para probar la inconsecuencia de cuantos han multiplicado las disertaciones y las teorizaciones con fines más personales (ensayos e incluso tesis) o políticos (múltiples congresos y seminarios), que verdaderamente científicos. Lo que equivale a decir que queda un gran trabajo a realizar para que Ibn Jaldún sea citado por la historia para interpretar e incluso juzgar la historia del Magreb y del Islam. Con mucha razón los autores serios e investigadores lo consideran «el padre de la sociología», «el fundador de la economía política» y «un hombre sin época».

   Sobre el particular, la bibliografía asequible es vastísima (no menos de 900 títulos). Algunos trabajos recomendables son: P. Casanova: Un sociologue arabe au XIV siècle: Ibn Khaldoun (leçon de rentrée), París, 1910; N. Schmidt: Ibn Khaldun, Historien, Sociologist and Philosopher, Nueva York, 1930; G.A. Astre: Un précurseur de la sociologie au XIV siècle: Ibn Khaldoun. Pub. en “L’Islam et l’Occident, París, 1947, pp. 131-150; J. Chaix-Ruy: Sociología y psicología de la vida social en la obra de Ibn Jaldún. Pub. En “Revista Mexicana de Sociología”, XXI, México, 1955, pp. 7-14; M. Mahdi: Ibn Khadun’s philosophy of history, Londres, 1957; G.C. Anawati: Ibn Khaldoun, un Montesquieu Arabe. Pub. En “Revue du Caire, num. 223, pp. 175-191, y num. 226, pp. 303-319, El Cairo, 1959; M. Rabic: The political theory of Ibn Khaldoun, Leiden, 1967; Ibn Jaldún: Introducción a la historia universal, Al-Muqaddimah. Traducción de Juan Feres. Estudio preliminar, revisión y apéndices de Elías Trabulse, Fondo de Cultura Económica, México, 1977, p. 101); Nassif an-Nassar: El pensamiento de Ibn Jaldún, FCE, México, 1980; Ibn Khaldun: Le voyage d’Occident et d’Orient, trad. del árabe presentada por Abd al-Salam Saddadi, Sindbad, París, 1980.

   Algo conocido por muchos pero rara vez mencionado es que la mayor parte de los sabios entre los musulmanes han sido de origen persa, turco y bereber (al-Ándalus y el Magreb).

   Este fenómeno es ampliamente certificado con lujo de detalles por Ibn Jaldún: «Es un hecho muy notable que la mayor parte de los sabios que se han distinguido entre los musulmanes por su talento en las ciencias, sean religiosos, sean racionales, eran extranjeros (no árabes). Los ejemplos inversos son sumamente raros, pues incluso los que de ellos son de extracción árabe difieren de este pueblo por la lengua que hablan, por el país en que fueron educados y por los maestros bajo la dirección de los cuales habían hecho sus estudios...He aquí la causa de este fenómeno. Los muslimes de los primeros tiempos desconocían totalmente las ciencias y las artes porque su civilización simple y basta se había formado en el desierto. Se conformaban en aquella época con aprender de memoria las máximas de la ley divina, es decir los mandatos y prohibiciones de Dios... Cuando la conquista musulmana, las poblaciones sedentarias se componían de no árabes... y de gentes educadas al estilo de la vida sedentaria; seguían el ejemplo de los no árabes en todo lo que se relaciona con dicho género de vida, la práctica de las artes y el ejercicio de los oficios. Aquellos pueblos eran perfectamente formados para ese tipo de civilización, habiéndose arraigado entre ellos durante el prolongado dominio de los persas. Los primeros maestros en el arte de la gramática fueron Sibawaih (m. 796), primero, luego al-Farisí (m. 987) y después az-Zadwaw (m. 949). Los tres eran de origen persa, sin embargo, habían pasado su juventud en la práctica de la lengua árabe, ventaja que debían a la educación que recibieron y al trato con los árabes del desierto. Redujeron a sistema las reglas de esta lengua e hicieron de ella una rama de ciencia que habría de ser útil a la posteridad. Igualmente fue el caso de los hombres que memorizaban las Tradiciones (hadices) sacras y las conservaban en su retentiva, en gran provecho de los musulmanes, pues la mayoría de ellos pertenecían a la nación persa o se habían asimilado a ella por la lengua y la educación. Todos los grandes sabios que han tratado los principios fundamentales de la jurisprudencia, todos los que se han distinguido en la teología dogmática, y la mayor parte de los que han cultivado la exégesis coránica, eran persas, como es bien sabido. No hubo en aquel entonces más que hombres de esta nación para consagrarse a la conservación de los conocimientos y a la tarea de ponerlos por escrito. Hecho suficiente para demostrar la veracidad de la expresión atribuida al Profeta: “Si la ciencia estuviera suspendida en lo alto del cielo, algunos persas habría para alcanzarla”. Los árabes, al salir de la vida nómada y convertirse en espectadores de aquella civilización y sus actividades, se hallaban bastante ocupados en el ejercicio de los mandos militares y en la administración, para recoger conocimientos científicos, y aún para darles la menor atención... Por lo tanto, encargaron ese ramo a los persas y los mestizos (es decir, las personas nacidas de padres árabes y madres no árabes, o viceversa). Pues jamás dejaron de reconocerles el derecho a ejercerlo, puesto que eran de religión musulmana y les incumbían los conocimientos que se relacionan con ella... Lo que acabamos de exponer aquí muestra el por qué los hombres más versados en el conocimiento de la ley eran casi todos persas» (Ibn Jaldún: Al-Muqaddimah. Op. cit., pp. 1008-1010).

   Paradójicamente, «... de una familia de vieja ascendencia árabe emigrada a España y de allí al Magreb, Ibn Jaldún es uno de los escasos sabios árabes que disfrutan de una notoriedad universal» (Ahmed Abdesselem. Ibn Jaldún y sus lectores, FCE, México, 1987, p. 9)

   El profesor emérito del departamento de Islam de la Universidad Autónoma de Madrid, Miguel Cruz Hernández (Málaga, 1920), nos brinda esta síntesis del pensamiento jalduní: «Ibn Jaldún es partidario de la vida ascética, un tanto forzada, de las tribus nómadas, que debe ser aplicada a todas las clases sociales. Así elogia a unos estudiantes inteligentes y virtuosos que sólo tomaban de alimento leche, ya que, por muy buenas condiciones que tenga un hombre, la buena vida, el lujo y la molicie, las hacen desaparecer; y ni siquiera basta la religiosidad para conservar al hombre en el camino recto. Ibn Jaldún distingue, además, entre la sumisión a una autoridad exterior y la obediencia a un ideal que se ha adoptado espontáneamente, como es el religioso. La tiranía hace perder el espíritu de independencia, pero el acatamiento de la ley divina no; por eso los árabes que hicieron las grandes conquistas pudieron aceptar la disciplina religiosa sin perder su espíritu de independencia. Su unión les venía de adentro, del entusiasmo y sumisión a la ley religiosa, y no del temor a una autoridad. Pero posteriormente este poder moderador de la religión fue reemplazado por la fuerza de un partido determinado, lo que ocasionó la debilitación y caída del califato, que fue reemplazado por la monarquía. Con una gran agudeza Ibn Jaldún observa que el progreso, a pesar de ser deseable, trae consigo la corrupción y el despotismo; y al tener que elegir entre la servidumbre o la barbarie, se encuentra ante un grave dilema, ya que la independencia y la dignidad no son compatibles con la vida y el bienestar de las ciudades. Para entender la postura de Ibn Jaldún hay que tener en cuenta su personalidad. A pesar de su cultura y vasta erudición, Ibn Jaldún no fue un hombre de estudio encerrado en su despacho, sino un hombre de acción que durante gran parte de su vida intervino en luchas y conspiraciones... Era temerario y su carácter duro lo conservó hasta su vejez; siendo qadi maliki en Egipto, más de una vez fue destituido del cargo debido a este carácter inflexible. Esta fuerte personalidad se refleja en su obra, sobre todo en la objetividad con que enjuicia los hechos... que le llevará a decir que “la experiencia es una linterna que ilumina el camino recorrido”... La unidad histórica no la forman los individuos ni los estados, sino los grupos sociales homogéneos; los individuos concretos “protagonistas” de la historia no son conductores individuales de la masa, sino un “producto” engendrado por dichos grupos. No es la herencia, sino el medio social —dice Ibn Jaldún antes que Marx—, quien condiciona al individuo y los grupos sociales» (Miguel Cruz Hernández: Historia del pensamiento en el mundo islámico, Vol. 3: Del pensamiento de Ibn Jaldún a nuestros días. Alianza Editorial, Madrid, 1996, pp. 663-702).

Al-Qalqashandi

   Al-Qalqashandi (1335-1418), al igual que su antecesor Ibn Fadl Allah al-Umari, fue canciller de los mamelucos, conocido con el título del «secretario del secreto» (katib al-sirr). Su obra enciclopédica la terminó en 1412, a la edad de setenta y siete años. El nombre que le dio, un tanto extraño debido a las exigencias de estilo de la época, en la que los títulos debían tener una rima elegante, encierra una metáfora relativa a la búsqueda de la luz y la inspiración literaria: ‘La mañana del hemeralope en las artes de la redacción’ (Subh al-a’sha fi sina’at al-insha’). Esta contiene una información valiosísima, muy precisa y detallada, sobre la historia y la civilización islámica en el Egipto y la Siria de los siglos IX a XV. Fue publicada en 14 volúmenes en El Cairo, entre 1913 y 1919.

   Al-Qalqashandi, al igual que sus pares antes citados, demuestra tener una cultura y unas informaciones históricas, geográficas y científicas considerables, producto del riquísimo universo mameluco, tan poco estudiado hasta el presente.

   Véase Esin Atil: Renaissance of Islam. Art of the Mamluks, Smithsonian Institution Press, Washington, 1981; Claude Cahen: Introduction a l’histoire du monde musulman médiéval XIIe-XVe Siècle, J. Maisonneuve, París, 1982; Robert Irwin: The Middle East in the Middle Ages:The Early Mamluk Sultanate, 1250-1382, Southern Illinois University Press, Illinois, 1986; David Nicolle: The Mamluks, 1250-1517, Osprey, Londres, 1993; Nasser O. Rabbat: A New Interpretation of Royal Mamluk Architecture, E.J. Brill, Leyden, 1995.

Al-Suyuti

Yalaluddín Abu-l Fadl Abdurrahman al-Assuiuti, más conocido por la fonética de al-Suyutí (1445-1505), era oriundo de una familia persa establecida desde hacía más de tres siglos en Assuiut, en el Alto Egipto. Afamado polígrafo y enciclopedista, es autor de trescientos quince escritos sobre la Tradición del Profeta (Sunna), Narraciones y dichos (Ahadith), jurisprudencia (fiqh), lingüística, ciencias, historia y literatura. Su «Historia de los Califas» (Tarij al-Julafa) fue muy admirada por sus valiosos detalles (publicada por al-Sa’ada, El Cairo, 1959). Se extiende desde Abu Bakr hasta el año 1497. Su «Historia de Egipto y de El Cairo», llamada en árabe Husn al-Muhadara, es una compilación de veintiocho obras históricas. Su Taqrir al-istihad fi tafsir al-iytihad fue publicado por Dar al-Dawah, El Cairo, 1983.

Kemal Pashazadeh

   Shamsuddín Ahmad Ibn Suleiman Ibn Kemal Pashazadeh (1468-1534), es uno de los primeros historiadores otomanos. Fue alumno del gran teólogo Mollah Lutfí (m. 1494). Poeta y teólogo, fue comisionado por el sultán Bayaceto II (1447-1512) para escribir una historia llamada Tevarihí Al-i Osman, que abarca el período otomano entre 1481 y 1526 (Bayaceto o Bayazid fue el sultán que le abrió las puertas y brindó protección a los judíos que emigraron de la Granada islámica, conquistada en 1492 por los Reyes católicos). Más tarde, fue designado Sheij al-Islam por el sultán Suleimán el Magnífico. Véase A.J.B. Pavet de Courteille: Histoire de la campagne de Mohacz par Kemal Pacha Zadeh, París, 1859.

Tashkopruluzadeh

   Ahmad Tashkopruluzadeh (1495-1561) es uno de los primeros historiadores otomanos. Es autor de cuatro grandes trabajos escritos en árabe. Uno es el Nauádir al-Ajbar (“Curiosidades de la historia”), que es un diccionario, clasificado alfabéticamente, de los hombres ilustres del Islam. Shaqaiq an-Numania («Las anémonas»), es una obra consagrada a la biografía de 522 hombres ilustres, ulemas y místicos del imperio otomano. El tercero es el Miftah as-Sa’ada ua Misbah as-Siada (“Llave de la felicidad y linterna de la maestría”). Esta es una enciclopedia terminada hacia 1560, sobre el objeto de las ciencias. El cuarto es Maudu’at at al-’ulum, una enciclopedia de las ciencias. En este período también destacaron dos importantes pensadores e historiadores de origen libanés, adherentes a la escuela shií: Nuruddín Alí al-Karaki (1466-1534), y Zain al-Din al-Amili (m. 1539). Véase Tashköpruluzadeh: Es-Saqaiq en-no’manijje, enthaltend die Biographen der türkischen un im osmanischen Reiche wirkenen Gelehrten, Derwisch-Scheikh’s und Artzte, traducido por O. Rescher, Constantinopla-Gálata, 1927.

Al-Maabari

   En la India islámica, el Sheij Zainuddín al-Maabari escribió en árabe la historia del desenvolvimiento del Islam en Malabar, del establecimiento de los portugueses y sus persecuciones contra los musulmanes, desde 1498 a 1577. Esta obra se llama Tuhfat al-Muyahidín (Regalo de los combatientes) y fue traducida al inglés por el orientalista y arqueólogo inglés Sir Henry Creswicke Rawlinson (1810-1895).

Ibn Taghribirdi

   Abul-l-Mahasin al-Taghribirdi (1530-1604) nació en el seno de una distinguida familia mameluca de Egipto. Es autor de un diccionario de notables mamelucos, llamado Manhal al-safi y de dos grandes tratados de historia: el Hawadith al-duhur fi uada l-ayyam wa-l-suhur, que es una continuación de la crónica de al-Maqrizi, y el Kitab al-Nuyúm al-zahira fi muluk Misr wa-l-kahira. Al-Taghribirdi es uno de los más importantes historiadores egipcios.

Bada’uni

   Abd al-Qadir Bada’uni (1540-1615) fue un historiador indo-persa que tuvo el patrocinio del soberano mogol Akbar desde 1574. Autor de Mutajab at-tawarij o Tarij-e Bada’uni, una historia de la India musulmana, contribuyó a la realización del Tarij-e alfi, una historia de mil años del Islam. También tradujo textos sánscritos e hindúes.

Al-Maqqari

   En el otro extremo del mundo islámico, en pleno Magreb, Tremecén, nació en 1591, Sihabuddín Abu-l-Abbás al-Maqqari al-Tilimsani, así llamado por su pueblo natal, Maqqara. Se educó en esta ciudad, en la que su tío fue muftí durante sesenta años. Más tarde fue a completar sus estudios en Fez y Marrakesh, donde permaneció hasta 1618. Luego viajó a El Cairo, Jerusalem y Damasco, y peregrinó cinco veces a La Meca. Su obra por excelencia es Nafh at-tib min ghusn al-Andalus ar-ratib (Exhalaciones de perfume de la rama tierna de al-Ándalus). Este trabajo monumental se divide en dos partes principales. La primera se refiere a la historia política de al-Ándalus y a los sabios andalusíes; la segunda habla de la vida del polígrafo granadino Lisanuddín Ibn al-Jatib (ver aparte). Al-Maqqari falleció hacia 1634.

   Véase Al-Maqqari:

Peçevi

   Otro historiador otomano importante fue Ibrahim-i Peçuy, generalmente conocido como Peçevi (1574-1649), cuya historia cubre el período de 1520-1639. Nació en la ciudad húngara de Pecs y su madre era de una familia serbia islamizada. La crónica de Peçevi contiene elementos pocos conocidos en detalle como los pormenores de la gran batalla de Mohacs (29-30 de agosto de 1526), en la que los veinte mil caballeros y campesinos del rey Luis de Hungría (muerto en la refriega) fueron derrotados por las tropas de Suleimán el Magnífico; la alianza entre otomanos y franceses para realizar operaciones navales conjuntas contra España en 1552 y además una reseña de la insurrección morisca en España entre 1568-1570 y del decisivo combate naval de Lepanto (7 de octubre de 1571).

   En 1635 Peçevi escribe: «Los ingleses infieles trajeron en el año 1009 H. (1601) el fétido y nauseabundo tabaco y lo vendieron como un remedio para curar —según ellos— ciertas enfermedades producidas por la humedad» (cfr. F. von Kraelitz-Greifenhorst: Der osmanische Historiker Ibrahim Pecewi, Der Islam, Viena, 1918, pp., 252-60; Bernard Lewis: Istanbul and the Civilization of the Ottoman Empire, Norman, Oklahoma, 1963; Tarij Peçevi, Estambul, 1283 A.H.

Naima

   Mustafá Naima (1655-1716) es uno de los más grandes historiadores otomanos. Su crónica llamada Tarij-i Naima cubre el período del año 1000 a 1070 de la era islámica (1591 a 1659 de la era occidental). Véase M. Naima: Annals of the Turkish Empire from 1591 to 1659, traducido por C. Fraser, Londres, 1832.

   En este mismo período se destacan otros dos cronistas como Husain Ibn Ya’far Hezarfen (m. 1691), conocido por su trabajo titulado Tenkih al-Tevarih (completado en 1673; véase H. Wurm: Der osmanische Historiker Huseyn b. Ga’fer, gennant Hezarfenn, Freiburg im Breisgau, 1971), y Ahmad Dede Ibn Lutfullah, llamado Muneyyimbashi (1631-1702), astrólogo en jefe del sultán Mehmed IV (g. 1665-1687), y autor de una gigantesca historia universal (yami ad-duwal) que fue titulada en turco Sahaif-ul-Ajbar (Estambul, 1869).

Cevdet

   Ahmed Cevdet Pashá (1822-1895) fue un político e historiador turco. Consejero del gran visir Rashíd Pashá (g. 1846-1858), se desempeñó en distintos cargos de la administración otomana: ministro de justicia y gobernador provincial. En 1844 fue designado juez en materia religiosa y tuvo un rol preponderante en la codificación de la ley otomana. Es autor de varias obras monumentales, entre ellas el Tarih-i Cevdet, Tezakir Cevdet, y Maruzat; también escribió una gramática conocida como Kavaid-i Osmaniye. Fue un agudo crítico de los cruzados a los que comparó con los colonialistas europeos decimonónicos.

Fuente: CIVILIZACION DEL ISLAM, Edición Elhame Shargh

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