La creencia en lo oculto

Prof. Ayatola Murtada Mutahhari

 “...aquellos que creen en lo oculto y realizan la oración, y dan (en caridad) de lo que les hemos provisto...” (2:3).

Es una costumbre para nosotros el llamar mu’min a un creyente individual, queriendo significar con eso que es una persona devota, que tiene fe en lo que hace y que cumple tanto con los actos obligatorios de devoción como con los optativos. De la misma forma decimos de tal o cual persona que no tiene fe. No hay problema en usar así estos términos, pero el Sagrado Corán también usa las mismas palabras con el significado de “tener fe en la religión” o “no tener fe”[1]. Debemos entonces comenzar nuestra discusión considerando las creencias como una cuestión interior, del corazón.

El Sagrado Corán, dirigiéndose a un grupo de árabes nómades que vinieron al Profeta (BPD) a decirle: “¡Creemos!”, les responde: “No creéis; decid más bien, ‘Nos hemos islamizado (e.d.: sometido)’, porque la fe aún no ha penetrado en vuestros corazones” (49:14).

¿Es esto fe en Dios, en Sus Atributos, o en Su Profeta, la Revelación o la Resurrección? Todas éstas son partes de la fe pero el Sagrado Corán las reúne todas en el primer versículo de la surah 2: “Esta es la Escritura, en la que no hay duda, guía para los temerosos (de Dios), que creen en lo oculto...” (2:2).

Lo oculto es lo invisible. ¿Oculto de qué? Para quienes estamos dentro de esta sala cerrada lo que está más allá de estas paredes permanece oculto, pero si estamos seguros de lo que está ocurriendo detrás de ellas, ¿es esto fe en lo oculto? No. Lo que pasará mañana también está oculto para nosotros, pero si pudiéramos predecir lo que va a ocurrir, ¿sería esto fe en lo oculto? Nuevamente no. ¿Qué es entonces lo oculto?

En este mundo hay cosas que no pueden ser aprehendidas con los sentidos, la vista, el oído, el tacto, el olfato o el gusto. Llamamos “objetos perceptibles” a aquellos que podemos captar con nuestros sentidos. Los animales también poseen estos sentidos que en algunos casos son más agudos que los del hombre. Un perro, por ejemplo, tiene un olfato y una audición mayor que la del hombre. Una minúscula hormiga puede encontrar fácilmente el camino hacia un pedazo de carne guiada por su fino olfato. Pero todas estas facultades no están relacionadas con lo oculto. “Creencia en lo oculto” significa admitir que en el mundo de la manifestación y la existencia hay ciertos hechos que no podemos distinguir con nuestros sentidos, ni siquiera estando presentes enfrente nuestro. Los sentidos con que han sido dotados los seres vivos son solamente medios limitados de contacto con el mundo exterior a cada criatura. A los ojos se les permite distinguir la forma, el color y la dirección. Los oídos distinguen ondas sonoras, su dirección e intensidad. Y los otros sentidos sirven a distintos propósitos. Pero, si no podemos distinguir otras cosas que están más allá de la percepción de los sentidos, ¿podemos decir que no existen?

   Evidentemente no, sería algo erróneo. El gran error que comete el ser humano es suponer que los sentidos que uno posee lo capacitan para distinguir y comprender todo lo que existe, y negar en consecuencia (la realidad de) aquello que no es perceptible. Todas las cosas en las que el ser humano debe creer están expresadas en el Sagrado Corán bajo el encabezamiento de “lo oculto”. Si no podemos distinguirlas a través de los sentidos, ¿cómo debemos creer en ellas? Otras formas y medios se ponen a nuestra disposición para creer en lo oculto. El versículo del Sagrado Corán concerniente a la fe en lo oculto, que recién citamos, no significa que debemos aceptar todos los asuntos ocultos simplemente porque tenemos fe. Si un exorcista afirma que tiene a su disposición un ejército de genios, no debemos creerle simplemente porque habla de lo oculto, de lo que no podemos ver[2]. Pero tampoco debemos negar todo lo oculto e invisible.

Si se nos pregunta cuáles son las formas para acceder a la fe en lo invisible u oculto, diríamos que en ella hay estadios. El primer estadio es distinguir los diversos signos que hacen imposible negar lo oculto. Ello significa pasar de la etapa de la negación a la de la duda.

Permítanme darles un ejemplo. En el pasado la única onda que se conocía en el espacio era la onda sonora, que era comparada con las ondas que se generan al arrojar una piedra en un estanque de agua. Pero actualmente la ciencia ha descubierto otras ondas que no son distinguibles ni por nuestros oídos ni por ninguno de nuestros otros sentidos, tales como las ondas electromagnéticas que no son ondas sonoras. Porque si lo fueran se desplazarían por el espacio a la misma velocidad que aquéllas y, por ejemplo, se sabe que el sonido del Big Ben de Londres puede ser escuchado en otros países del mundo (al transmitirse por radio) antes que en las comarcas aledañas[3].

¿Cómo podemos distinguir la presencia de otras ondas aparte de las del sonido en el espacio? Sólo por conjetura científica, no por los sentidos. Negar por tanto tales ondas sólo sería una muestra de ignorancia.

¿Es fe en lo oculto la creencia en Dios, en los ángeles, en la Escritura o Revelación y en la Resurrección? No. Es algo superior a eso. Significa creer en una relación entre uno mismo y lo oculto, y no pensar que los dos están totalmente separados. Cuando en nuestra oraciones decimos: “Sólo a Tí adoramos y a Tí sólo imploramos ayuda” (1:5), evidenciamos que adoramos un Dios invisible y suplicamos Su ayuda porque creemos que en Su mano está todo el poder. Al suplicar ustedes ruegan Su ayuda para que fortalezca sus cuerpos, o su resolución y sus pensamientos. Pero, ¿por qué es eso?

Se dice que la diferencia entre la filosofía y la religión es que la primera puede, a lo máximo, creer que hay un Dios aparte del universo, mientras que el objeto principal de la religión es la relación entre una criatura y su Creador, es la que establece la relación entre nosotros y lo invisible, y la que nos inclina a la acción y al esfuerzo para adorarlo y, al mismo tiempo, nos dice que dada nuestra relación con lo invisible somos de alguna forma ayudados a través de nuestras súplicas, para alcanzar nuestro objetivo. Nos dice que supliquemos. Y desde luego, la plegaria requiere de ciertas condiciones para su cumplimiento. No podemos sentarnos a esperar la asistencia de lo invisible.

El Sagrado Corán, hablándole al Profeta (BPD), dice: “Recordad la merced de Dios para con vosotros, cuando erais enemigos y unió vuestros corazones y os convertisteis, por Su Gracia, en hermanos. Estabais al borde de un abismo de fuego y os salvó de él...” (3:103).

Esta es la asistencia de lo oculto. Algunas veces ustedes sienten que si siguen un cierto objetivo señalado por Dios, recibirán algún auxilio invisible, una ayuda que está más allá de lo pueden concebir o comprender, y tal creencia le da a uno una firmeza que es muy necesaria en la vida.

Recuerdo ahora una anécdota del Ayatullah Borujerdi, un hombre verdaderamente virtuoso y una noble autoridad en cuestiones religiosas digna de ser imitada. Fue un monoteísta de la más elevada jerarquía y tenía una profunda convicción y confianza en el auxilio divino al hombre. Había hecho una promesa de que si se curaba después de una intervención quirúrgica haría una peregrinación a Mashhad[4]. Anunció su intención a sus compañeros cierto día y preguntó quien lo acompañaría. Discutimos entre nosotros y no creíamos aconsejable para él la realización de esta visita dado que por esa época no se encontraba muy bien y sobre todo no pensábamos que el recibiría allí la bienvenida que él se merecía. Pensábamos que este voto podía ser cumplido uno o dos años más tarde, cuando las condiciones fueran más favorables.

Otro día, cuando él repitió la invitación, uno de nosotros le dijo que como él estaba recobrándose de su enfermedad, era demasiado pronto para un viaje tan largo en coche. El comprendió las verdaderas razones por las cuales sus amigos no le aconsejaban el viaje. Estaba excitado cuando dijo que durante setenta años Dios lo había favorecido, no por sus propias determinaciones, sino porque había sido su destino. Y dijo: “Siempre he pensado que mi deber es seguir la Causa de Dios. Jamás consideré si estaba por encima o por debajo de mi dignidad actuar de cierta manera. Cualquier cosa que me ocurra es mi destino. Es indigno que a los setenta años esté planeando mis pasos cuando lo tengo a Dios y Su Favor. Cuando me veo a mí mismo como Su siervo, sé que El no me olvidará. Sí. Partiré hacia allí”. Y supimos luego que concitó allí el mayor respeto y consideración de parte de todos los musulmanes.

Dios jamás ha abandonado al mundo sin un maestro. Siempre que la humanidad corre serio peligro, El envía de Su parte un hombre que los salve. Ustedes saben qué pesimista se ha vuelto la gente más inteligente cuando se trata del futuro del género humano. ¿Saben que este pesimismo es propio por lo general de causas y factores aparentes? Nosotros, musulmanes, no apreciamos esta bendición, por lo que, como nuestros ancestros de hace cien años atrás, decimos que el mundo durará otros mil o cien mil años más. Pero alguna gente esclarecida sostiene que la destrucción de la humanidad está cercana, y Einstein fue uno de los que creía en eso. Dijo que el hombre con toda probabilidad se destruiría a sí mismo con todos los medios que el progreso científico occidental ha puesto a su disposición.

       En el pasado, este poder de destrucción era muy limitado. Hayyay ibn Iusuf llegó a matar 30.000 personas. Nerón incendió Roma pero, ¿pudo incendiar todo el mundo? Hoy, sin embargo, un dictador loco podría aniquilar toda la humanidad. Hasta ahora en las guerras ha habido un bando derrotado y otro triunfador. Pero en la próxima guerra mundial no habrá vencedores ni vencidos porque la destrucción alcanzará a ambos bandos por igual. Estas aparentes razones nos llevan a estar de acuerdo con los pesimistas.

Pero hay, no obstante, una inspiración que recibimos de la religión. Vemos que en el pasado han tenido lugar grandes peligros en escala más pequeña, proporcionados al tamaño de tribus, países o regiones. Pero Dios siempre ha protegido al género humano, por lo que aunque aparezca un peligro a escala mucho mayor, a nivel mundial, nuevamente Dios estará allí para salvarlo. Gandhi dijo que Europa se estaba llenando tanto de locura como de talento al mismo tiempo. Sus locos son genios, y sus genios son locos.

La lógica de la religión nos dice que no debemos entristecernos por el destino del género humano. Dios nos ha hecho la promesa de que vendrá un tiempo en que la sabiduría gobernará el mundo, en que la vida será más larga y la salud y la seguridad completas. La tierra está tan llena de recursos ocultos que puede proveer a una humanidad de muchos miles de millones de seres.

El mundo que nos está prometido es como una amplio y claro espacio que se abrirá ante nosotros más allá del oscuro túnel que es nuestra época presente. No es posible que la corrupción y el vicio dominen todo el mundo. La ayuda de lo oculto para un individuo es a escala personal; para las comunidades es una escala social y, para el mundo, lo será en una escala universal. Un único gobierno mundial establecerá un día la justicia, la seguridad, el bienestar, el progreso y el bien en toda la tierra.

Y ruego a Dios que nos dé fe para esperar al Imam, nuestro salvador, y fe en los rectos de la familia del Profeta (BPD), y nos adentre en las verdades de la sagrada doctrina del Islam.

Fuente: DISCURSOS ESPIRITUALES; Conferencias sobre la dimensión espiritual del Islam; Editorial Elhame Shargh

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[1] Lo que el profesor Mutahhari quiere decir es que no podemos calificar la fe sólo por los actos, pues estos podrían ser hipócritas. (Nota del Traductor al Español)

[2] El Sagrado Corán afirma la existencia de una categoría de seres que comparten el mundo con el hombre y que son de un estructura material diferente, a los cuales el hombre no puede ver, aunque sí ellos pueden verlo. Llama a estos seres “genios” (árabe: yinn). A algunos seres purificados, como los Profetas o los Imames, se les hacen visibles los yinn, entre ellos hay creyentes e impíos, como entre los humanos. Nótese que la doctrina de la existencia de estos seres invisibles al hombre existe en numerosos pueblos y religiones de la antigüedad, por lo que no es exclusiva del Islam. Cfr. Corán sura 72. (Nota del Traductor al Español)

[3] Pues las ondas electromagnéticas se desplazan a la velocidad de la luz, 300.000 km. por segundo, mientras que las ondas del sonido se desplazan tomando el aire como vehículo y lo hacen a una velocidad mucho menor, apenas unos 340 metros por segundo. (Nota del Traductor al Español)

[4] Ciudad sagrada de Irán, donde se encuentra el mausoleo del Imam `Alí Al-Rida (P). Es un centro religioso muy importante. (Nota del Traductor al Español)

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