La Interpretación Ejemplar del Sagrado Corán

Sura al- ‘Asr (La Época) - Nº 103

Ésta sura fue revelada en La Meca y consta de tres aleyas

Contenido y mérito de su lectura

La mayoría de los intérpretes, afirman que ha sido revelada en La Meca, aunque algunos, sostienen que es medinense. Sin embargo, el tono y la brevedad de las aleyas testimonian que es mequinense. La perfección y generalidad de la misma, son tales que algunos intérpretes se han atrevido a afirmar que en ella, se encuentra abreviada toda la ciencia y el objetivo del Corán.

En otros términos, pese a su brevedad, en esta sura se ha elaborado y presentado un programa conciso para la felicidad del hombre.

Comienza jurando por “Al-‘Asr”, (en breve citaremos su interpretación): sigue hablando de la pérdida paulatina de la vida del hombre y de que sólo un grupo, se exceptúa de esta ley general.

Es el grupo cuyo sistema de vida, se constituye por cuatro decretos: la fe, la acción benevolente, la recomendación mutua de la verdad y la recomendación mutua de la paciencia.

En síntesis, estos cuatro preceptos abarcan todos los programas ideológicos y prácticos, individuales y sociales del Islam.

Dijo el Imam As-Sâdeq (P) respecto al mérito de su lectura: “A quien recite esta sura en las oraciones aconsejables, Dios lo presentará el Día del Juicio con un rostro brillante y sonriente y sus ojos serán iluminados con Sus mercedes. Así estará hasta entrar al Paraíso”.[1]

Naturalmente este honor y esta felicidad será para quien aplique los principios citados.

Nº 103 - Sura Al-’Asr (La Época)

1. Ual ‘asr

2. Innal insâna lafî jusr

3. Il-lal ladhîna amanû ua ‘amilus sâlihât ua tauâsau bil-haqqi ua tauâsau bis-sabr

En el nombre de dios, el compasivo, el misericordiosísimo

1. Por la época

2. Que el hombre camina hacia su perdición

3. Salvo los creyentes que practican el bien, se aconsejan la verdad y se recomiendan la paciencia.

Único camino de salvación

La sura, comienza con un juramento. El vocablo “Asr” significa exprimir, prensar. Se lo ha utilizado para denominar “la tarde”, dado que es en ella, cuando la actividad diaria se intensifica. También se la ha utilizado para referir una época o parte de ella, como por ejemplo, la aparición del Islam y la revolución del Profeta (PB), etc. Dado su amplio sentido, los intérpretes han expuesto numerosas probabilidades.

1) Los que se refieren a la tarde, ponen como testigo aleyas del Generoso Corán que juran por el comienzo del día:

“Por la media mañana.” (Corán 93:1).

Y: “Y por la mañana, cuando alborea.” (Corán 74:34).

El juramento, se basaría en la trascendencia que tienen estas horas del día, ya que constituyen el cambio del sistema de vida de los seres vivientes. Las actividades cotidianas llegan a su fin, las aves regresan a sus nidos y el resto de los animales a sus refugios. Llega el ocaso y el cielo comienza a oscurecer. Este cambio, hace que el hombre reflexione en el infinito poder de Dios, que domina este soberano sistema. En realidad, constituiría uno de los signos del monoteísmo y una de las maravillas de Dios que merece ser tomado como objeto de juramento.

2) Otros sostienen, que son las épocas de la historia que encierran escarmientos y sucesos conmovedores y avivadores. Su grandeza sería merecedora de un juramento.

3) Una versión afirma, que se refiere a un período particular de la historia, como la revolución del Profeta (PB) o la del Imam Mahdî (P), destacadas épocas en la historia de la humanidad.[2]

4) Algunos, han profundizado en el significado original de este vocablo y afirman, que el juramento se refiere a todas las formas de presiones y dificultades que acontecen en la vida diaria, que despiertan al hombre del sueño de la distracción, le recuerda al Dios Altísimo  y desarrolla en él el espíritu de la perseverancia.

5) Otra versión dice, que se refiere a los hombres perfectos, que constituirían un extracto o síntesis de la creación. En esta época, estaría representado por el Imam Mahdî (P).

6) Por último, otra versión considera, que el juramento se refiere a la oración de la tarde, dado que el término salâtul-ustâ, sobre el cual el Corán ha hecho hincapié, es considerado la oración de la tarde, según quienes sostienen esta hipótesis.

Pese a que las mencionadas interpretaciones no se contradicen y es posible aceptarlas en su conjunto, la más adecuada -según nuestro parecer-, es que ‘Asr significa época e historia humana. Ya que hemos citado reiteradas veces, que los juramentos del Corán siempre mantienen una relación directa con su objetivo y es obvio que la pérdida de los hombres es el resultado del transcurso de su vida, es también aceptable el punto número tres, porque este programa de cuatro cláusulas fue revelado en esta época.

De todo lo citado, queda dilucidada la majestuosidad y amplitud de los conceptos de las aleyas coránicas, puesto que un solo término llegó a desembocar en profundas y diversas interpretaciones.

La siguiente aleya señala el objetivo del juramento:

2. Innal insâna lafî jusr

2. Que el hombre camina hacia su perdición

Quieran o no, los seres humanos pierden sus bienes esenciales. Las horas, los días, los meses y los años transcurren velozmente y las fuerzas materiales y espirituales van disminuyendo. Sí, el ser humano, posee en apariencia un gran capital, pero cada día le es arrebatado una parte de él. Ésta es la naturaleza de la vida mundana, que es la perdición continua. El corazón tiene una capacidad determinada y cuando llega a su límite, automáticamente deja de funcionar, aunque no hubiese defectos en su función ni estuviera enfermo. Éste es el destino del corazón sano, ¡qué será de aquel corazón enfermo!

Asimismo, otros aparatos del organismo del ser humano y otros capitales de sus diversas capacidades. Los términos “Jusr”, “Jusrân” -según Râgueb- significan disminución y pérdida del capital. La mayoría de las veces, estos vocablos se utilizan para determinar beneficios materiales, tales como los bienes y los cargos.

Otras veces para los beneficios, tales como la salud, el intelecto y la fe. Esto es lo que Dios Altísimo  denomina “Jusrân-ul Mubîn”, en la aleya que dice: “¡Adorad, pues lo que queráis en vez de Él! Diles: “Ciertamente que los desventurados, serán quienes se pierden así mismos con sus familias en el Día del Juicio Final. ¿No es esta acaso la pérdida irremisible?.” (Corán 39:15).[3]

Ha dicho respecto a esto Fajr Ar-Râzî: “Dijo uno de los grandes: He aprendido el significado de esta sura, nada menos que de un vendedor de hielo; él exclamaba: “¡Irhamû man iadhûbu ra’su mâlihi!” - “Tengan compasión de aquel cuyo capital se está derritiendo”. Entonces me dije: Éste es el significado de “Innal insâna lafî jusr”. El tiempo pasa y la vida se agota, sin que el hombre pueda obtener recompensa alguna. De este modo terminará saliendo perdedor.”[4]

Desde el punto de vista de la cosmología islámica, el mundo vendría a ser un mercado. Dijo el Imam Hâdî (P): “Ad-dunia suqon rabiha fîhâ qaumon ua jasira ajarûn” – “El mundo es un mercado, en el cual algunos obtienen ganancias y otros pérdidas”.[5] La aleya en cuestión, afirma que en este mercado todos perderán, salvo el grupo cuyo sistema de vida esté acorde a la aleya que le sigue.

Sí, sólo existe un camino para impedir esta enorme y compulsiva pérdida:

3. Il-lal ladhîna amanû ua ‘amilus sâlihât ua tauâsau bil-haqqi ua tauâsau bis-sabr

3. Salvo los creyentes que practican el bien, se aconsejan la verdad y se recomiendan la paciencia.

Es decir, que lo único que puede impedir semejante pérdida y convertirla en una ganancia, es un capital más precioso y valioso, que no solamente llene el vacío del capital perdido sino que sea mayor y mejor, decenas, centenares y millares de veces aún.

Cada respiración que el hombre realiza, es un paso que lo acerca más a la muerte. Dijo el Príncipe de los Creyentes (P): “Nafasul mar’ jutâhu ilâ aÿalihi”: “La respiración del ser humano son sus pasos hacia la muerte.”[6]

Cada latido del corazón, es un acercamiento más hacia el fin de su vida. Entonces ante esta pérdida definitiva debemos hacer algo que logre llenar el vacío.

Algunas personas, pierden el valioso bien que significa la vida, para obtener pequeños o grandes bienes, una pequeña casa o una bella mansión; otros, lo pierden a fin de obtener un cargo y otras tantas cosas, en el sendero de placeres pasajeros, materiales y lujuriosos.

Naturalmente, ninguna de estas cosas puede equipararse al precio de aquel precioso bien. Solo puede equipararse a él, la complacencia divina y el rango de proximidad a Él. Como dijo Amîr al-Mu‘minîn (P): “Ciertamente, que no hay para vosotros otro precio más que el Paraíso. No lo vendáis pues, a un menor precio”.[7]

Encontramos en una súplica (“du’â’”), de Imam As-Sâdeq (P) especial para el mes de Rayab:

“Jâbal uâfidûna ‘alâ gairik

Ua jasiral muta‘arridûna il·la laka”

“Se decepcionaron, los que acudieron a otro que Tú y salieron perdedores, por dirigirse hacia otro que no eras Tú”.[8]

Por ende, es razonable que uno de los nombres de la Resurrección, sea “Iaumut tagâbun”, es decir: “el día de la decepción recíproca”. Dice la aleya 9 de esa sura, que lleva su nombre: “Cuando se os congregue para el Día de la Asamblea, éste será el día de la decepción recíproca”.

Aquel día, se sabrá por fin quiénes perdieron y quiénes salieron victoriosos. Cabe destacar que Dios, el Altísimo, es el comprador de los capitales existenciales del hombre. Dice el Sagrado Corán: “Por cierto que Dios, ha adquirido de los creyentes, sus personas y su hacienda a cambio del Paraíso”. (Corán 9:111)

Dios también compra bienes pequeños: “Y quien haga bien, por insignificante que sea, lo verá”. (Corán 99:7)

Pero también abona precios elevados, y hasta los multiplica entre diez y setecientas veces o más aún: “El ejemplo de quienes erogan su hacienda en la causa de Dios, es como el de un grano que produce siete espigas, en cada espiga contiene cien granos. Dios multiplica más aún a quien Le place, porque Dios es Munificentísimo, Sapientísimo.” (Corán 2:261), así como vemos en las súplicas: “¡Oh Tú que aceptas las buenas acciones por pequeñas que sean y perdonas cantidad de pecados!”[9]. (Súplica del día 15 de Sha‘bân)

Y es tan generoso, que a pesar de haber sido Quien nos dio todos los bienes, Él es Quien los compra y ¡al precio más alto!

Cuatro decretos que conforman un programa de felicidad

Con el objeto de rescatar a los hombres de la gran pérdida, el Generoso Corán, ha elaborado un programa completo basado en cuatro principios:

El primero de ellos es la fe, que constituye la base de todas las actividades, dado que los esfuerzos prácticos del hombre, surgen de los principios de su creencia o ideología, a diferencia de los animales, cuyos actos son sólo los efectos de sus instintos. En otros términos, las acciones del hombre son la cristalización de sus creencias y pensamientos. Fue por este preciso motivo por el que, antes que nada, cada profeta divino se ocupó de reformar los principios ideológicos de la sociedad. Cada uno de ellos, debió luchar contra el politeísmo, fuente originadora de toda clase de vicios, desgracias y divisiones.

En este caso, esa fe incluye todas las creencias, vale decir, la fe en Dios y sus atributos, la fe en el Juicio Final, el cómputo y los Libros sagrados, en los profetas (P) y sus sucesores, etc.

El segundo principio, habla respecto al fruto del árbol nutrido por la fe: los actos benévolos. Sí, el término Salîhât” encierra todos los actos benevolentes, no sólo la adoración, la caridad, el Yihâd y la sabiduría, sino cada mínima obra benévola, que constituya un medio más para alcanzar la perfección del alma, el desarrollo de la moral, la aproximación a Dios y el progreso de la comunidad humana en todos los terrenos.

La expresión, abarca desde pequeños actos, tales como levantar una piedra en medio del camino, hasta salvar a millones de seres humanos del camino del desvío, o difundir el verdadero credo y la justicia en todo el mundo.

Probablemente, a veces los actos benévolos provengan de personas no creyentes. Con certeza su raíz no es muy fértil, ni esos actos son constantes y grandes puesto que no surgen de los profundos incentivos divinos.

La aleya, presenta al acto benévolo en plural y acompañado por el artículo “al” (ال), que en lengua árabe encierra un sentido general, que expresa que el camino que impide aquella pérdida natural y compulsiva luego de tener fe, es realizar todos los actos benévolos y no basarse sólo en uno o alguno de ellos. Si realmente la fe se albergara profundamente en el alma humana, tales efectos surgirán indudablemente. La fe no es sólo una creencia espiritual, no carece de efectos, es algo que pinta la existencia del hombre de un bello color. La fe es como una lámpara encendida en una habitación, no sólo ilumina la misma, sino que sus rayos se reflejan a través de sus ventanas hacia el exterior y los transeúntes, sabrán que allí dentro hay una lámpara encendida. Del mismo modo, cuando la lámpara de la fe se enciende en el corazón humano, su luz se refleja en la lengua, el ojo, las manos, y los pies. El comportamiento de cada uno demostrará que existe una luz en el corazón.

Es por este motivo, que usualmente las aleyas coránicas presentan al acto benévolo junto a la fe y a ambos se los ha utilizado como dos virtudes inseparables. Dice el sagrado Corán:

“A quien practique el bien, sea hombre o mujer, y es creyente, le concederemos una vida placentera y le remuneraremos con un galardón superior a lo que haya hecho”. (Corán 16:97).

He aquí con claridad el lamento de los malvados luego de abandonar este mundo, efecto irreparable por no haber realizado acciones benévolas: “Seguirán idólatras hasta que cuando la muerte sorprenda a alguno de ellos, diga: ¡Oh Señor mío! ¡Devuélveme a la tierra, a fin de poder practicar el bien que omití hacer!”. (Corán 23:99-100)

Dice la sura Al-muminum: “¡Oh Mensajeros! disfrutad de todo lo bueno y practicad el bien, porque Soy sabedor de cuanto hacéis”. (Corán 23:51)

Luego de los dos principios mencionados, vienen otros dos que constituyen los soportes y los garantes de la aplicación de aquéllos. El tercer principio, indica la recomendación mutua de la verdad, a fin de que todos puedan diferenciarla de la falsedad, jamás la olviden ni se extravíen durante el transcurso de sus vidas.

El vocablo “Tauâsaû”, deriva de su raíz “Tauâsî” y significa recomendación mutua. En cuanto a Haqq”, quiere decir realidad o coincidencia con la realidad. En el libro “Uÿûhul Qur’ân”, han sido citados doce significados y casos de aplicación por coincidencia con este vocablo, (como por ejemplo: Dios, Corán, Islam, Unidad, Justicia y veracidad).

La frase “Tauâsaû bil haqq”, tiene un vasto significado que incluye: “al amr bil ma‘rûf wa-n nahi ‘anil munkar” (recomendar lo lícito y prohibir lo ilícito), la enseñanza y orientación del ignorante, la advertencia del desatento y la estimulación y difusión de la fe y el bien. Lógicamente, quienes se recomiendan mutuamente la verdad, deben ser partidarios de ella y deben llevarla a la práctica.

El cuarto principio, plantea el tema de la recomendación mutua de la perseverancia, dado que luego del conocimiento y en el trayecto de su práctica, cada ser humano debe enfrentarse a diversos obstáculos y si no es paciente jamás podrá sostener la verdad, ni realizar actos benévolos y resguardar su fe. Sí, en efecto, sería imposible sostener la verdad y aplicarla en una sociedad, excepto a través de una marcha general de tolerancia y resistencia frente a los obstáculos.

El término Sabr”, también encierra un amplio sentido.

Sabr”, es la paciencia en la adoración a Dios, y también es la paciencia frente a la motivación del pecado, y frente a los infortunios y las calamidades, ante la pérdida de las fuerzas, los bienes y las ganancias.[10]

Si consideráramos todo lo citado respecto a esta sura, que en realidad nos expone el más completo programa de felicidad, se nos esclarecería la razón por la cual, antes de despedirse, los compañeros del Profeta (PB) la leían conjuntamente.[11]

Y ciertamente, si los musulmanes de la actualidad aplicaran estos cuatro principios tanto en la vida privada como social, todos sus problemas y sus crisis serían resueltos, sus retrasos serían compensados, sus debilidades y fracasos se convertirían en victoria y quedaría apartada de ellos la maldad de los malvados del universo.

¡Oh Dios nuestro! Agrácianos con la paciencia, la resistencia y la aptitud suficientes para recomendar la verdad y la paciencia.

¡Oh nuestro Creador! ¡Ciertamente vivimos en aflicción y no podremos compensar la perdida sino a través de tu favor!

¡Oh Señor nuestro! Anhelamos ser practicantes de tus cuatro decretos.

¡Haz tu mismo pues, que el éxito nos acompañe!

¡Así sea, oh Señor de los Mundos!

Fin de la Sura al-‘Asr.

Fuente: La Interpretación Ejemplar del Sagrado Corán- tomo 27; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] Tafsîr Maÿma‘ al-Baiân, t. 10, p. 535.

[2] Dice el Imam As-Sâdeq (P) en un hadîz, al interpretar esta aleya: Al- ‘Asr, es la época de la manifestación del Restaurador.” (Nûr az-Zaqalain, t. 5, p. 666, hadîz 5).

[3] Mufrâdât Râgueb, bajo la raíz “Jusr”.

[4] Tafsîr Fajr Ar-Râzî, t. 32, p. 85.

[5] Tuhaf-ul ‘Uqûl, p. 361. Biharul Anwar, t.72, p. 366, hadiz 1.

[6] Nahÿ al-Balâgha, Máxima nº 74.

[7] Íbíd, Frase (Hikmah) nº 456.

[8] Biharul Anwar, t. 92, p. 389.

[9] Ibíd, p.100, hadiz 2.

[10] En cuanto a Sabr”, sus grados y sus derivaciones, hemos expuesto un extenso estudio en la explicación de la aleya 152 de la Sura al-Baqarah.

[11] Ad-Durr al-Manzûr, t. 6, p. 392.

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