La Interpretación Ejemplar del Sagrado Corán
Sura At-Takâzur (La Concupiscencia) - Nº 102
Esta sura fue revelada en La Meca y consta de ocho aleyas.
Contenido y mérito de su lectura
La mayoría de los intérpretes, afirman que fue revelada en La Meca y que el versículo que habla de la jactancia, se refiere a las tribus del Quraish que rivalizaban por superficialidades e insignificancias. Una minoría entre la que se encuentra, por ejemplo, Tabarsí; sostiene que se reveló en Medina y que la aleya en cuestión se refiere a los judíos o a dos grupos de los “Ansâr” (secundadores del Profeta (PB)).
No cabe lugar a dudas, que la idea de la mayoría nos resulta más acertada, dada su semejanza a las suras mequinenses.
En el primer pasaje, ésta sura reprocha la jactancia mutua que se provocaba, en base a asuntos carentes de valor. La parte siguiente, nos advierte sobre la Resurrección y el fuego infernal; culminando, se cita otra advertencia respecto a las mercedes, sobre las cuales se harán diversos interrogantes. El nombre de ésta sura se ha extraído de la primera aleya.
Dijo el Profeta (PB) respecto al mérito de su lectura: “Dios, no pedirá rendición de cuentas en cuanto a las gracias que brindó en este mundo y recompensará como a quien haya recitado mil aleyas coránicas a quien lea esta sura”.[1]
Del Imam As-Sâdeq (P): “La lectura de esta sura, tanto en oraciones obligatorias como en aquellas aconsejables, confiere la misma recompensa de los mártires”.[2]
Obviamente la recompensa, pertenecerá a quien la lea, la lleve a la práctica y eduque su espíritu acorde con ella.
Nº 102 - Sura at-Takâzur (La Concupiscencia)
Bismil lâhi ar rahmâni ar rahîm
1. Al-hâkumut takâzur
2. Hattâ zurtumul maqâbir
3. Kal-lâ saufa ta’lamûn
4. Zumma kal-lâ saufa ta’lamûn
5. Kal-lâ lau ta’lamûna ‘ilmal iaqîn
6. Lataraûn-nal ÿahîm
7. Zumma lataraûn-nahâ ‘ainal iaqîn
8. Zumma latus’alunna iauma’idhin ‘anin na‘îm
En el nombre de dios, compasivo, Misericordiosísimo
1. La concupiscencia y la rivalidad os distraerán
2. Hasta que visitéis los sepulcros
3. ¡quia! ¡pronto lo sabréis!
4. ¡una vez más! ¡quia! ¡pronto lo sabréis!
5. ¡quia! ¡si lo supieseis a ciencia cierta!
(si conocierais, con certidumbre, la otra vida)
6. ¡ciertamente, entonces, veriais la hoguera!
(tendríais conocimiento de ella)
7. Luego la veriais, indudablemente (entraríais en ella)
8. ¡entonces, seriais interrogados en ese dia acerca de las mercedes divinas!
Ocasión en la que tuvo lugar su revelación
Como ya hemos señalado, los intérpretes creen que ésta sura, se reveló dirigiéndose a aquellas tribus que se jactaban mutuamente y rivalizaban en número y mérito, hasta tal punto que, a fin de incrementar el número de sus integrantes, se dirigían a los cementerios y hacían un recuento de sus muertos. Una versión habla de dos tribus de Quraish en La Meca; otra de dos tribus de los secundadores del Profeta (PB) en Medina y otra de la mutua jactancia entre judíos. No obstante es evidente que, cualquiera haya sido la ocasión de su revelación, su sentido no se vería alterado ni limitado.
El mal de la concupiscencia y la jactancia
1. Al-hâkumut takâzur
1. La concupiscencia y la rivalidad os distraerán
2. Hattâ zurtumul maqâbir
2. Hasta que visitéis los sepulcros
La versión más adecuada, es la que alude al recuento de los muertos. Sin embargo, existe la posibilidad de que la ambición y la rivalidad, los haya ocupado hasta llegado el momento de la muerte.
Pero deberíamos considerar que la primera, coincide más con la expresión árabe “Zurtumul maqâbir”, con la ocasión de su revelación y con un discurso del Nahj-ul Balâgha que citaremos en breve.
El vocablo “Al-hâkum”, es un derivado de la raíz “Lah-u” y significa ocuparse de pequeñeces y desatender los objetivos y actos de importancia.
Sostiene Râgueb: “Lah-u”, es un acto que mantiene al hombre ocupado y le impide llegar a las metas primordiales.
El término “Takâzur”, deriva de la raíz “Kazrat” y significa rivalizar en número y mérito, jactarse y ser ambicioso. En cuanto a “Zurtum”, deriva de “Ziârah” y “Zour” y originalmente significaba, tercio superior del tórax. Luego, se la uso para determinar una cita, una visita o un encuentro. Y “Zawar”, significa: torcer la parte superior del tórax y desde que la mentira, es una clase de desviación de la verdad, se lo denominó “Zûr”. “Maqâbir”, es el plural de “Maqbarat” y significa sepulcro. La frase: “visiten los sepulcros”, puede significar la muerte (según algunos intérpretes), o la visita a ellos a fin de hacer un recuento y jactarse de su número (según la interpretación más famosa).
Como hemos mencionado, la idea de la mayoría es la más correcta. Como prueba de ello transcribiremos las palabras del Príncipe de los Creyentes (P) en Nahy-ul Balagha:
“¡Qué asombroso! (dijo luego de recitar las primeras aleyas de esta sura)
¡Qué meta tan lejana, que visitadores tan distraídos!
¡Qué jactancia tan vana y vergonzosa! ¡Reivindican los huesos putrefactos, los restos de aquellos que se han convertido en cenizas!
¡Qué modo de recordar! ¡Recordar a quienes no lo benefician en nada!
¿Por ventura se jactan del sitio donde murieron sus padres, o se consideran más numerosos al hacer el recuento? Anhelan el regreso de cadáveres deshechos, de cuerpos cuyo movimiento se convirtió en quietud, de cuerpos descompuestos. Más que un motivo de jactancia, debería ser un motivo de escarmiento”.[3]
Este discurso, del cual sólo hemos citado una parte, es tan conmovedor, expresivo y directo que dijo a su respecto Ibn Abil Hadîd, el sabio mu’tazelita: “Juro por Aquel por el que juran las comunidades mundiales, que en cincuenta años lo le leído más de mil veces. Cada vez que lo hice, mi corazón se estremeció, mi espíritu se impresionó enormemente, los miembros de mi cuerpo vibraron. Jamás reflexioné en el discurso, sin recordar la muerte de parientes y amigos. Allí fue donde descubrí, que soy ese mismo que el Imam describe. ¡Cuántas veces oradores elocuentes se refirieron a este tema! ¡He oído y he reflexionado en sus palabras! Sin embargo en ninguno, he hallado el efecto que surtió en mí el Imam, efecto que se refugia en mi corazón, que emana de la fe del orador o de su intención, sinceridad y certeza, convirtiéndolo en algo que se adentra en las almas y se alberga en los corazones”.[4]
Agrega en otro pasaje:
“Si todos los más elocuentes de entre los árabes, se reunieran y se recitara para ellos este discurso, deberían prosternarse”.
Por último, señala lo dicho por Mu‘âwiah respecto a la elocuencia de ‘Alî (P):
“¡Por Dios, que nadie más que él, fue el instaurador de la elocuencia de Quraish”.
Las aleyas siguientes constituyen una amenaza:
3. Kal-lâ saufa ta’lamûn
3. ¡quia! ¡pronto lo sabréis!
4. Zumma kal-lâ saufa ta’lamûn
4. ¡una vez mas! ¡quia! ¡pronto lo sabréis!
Algunos intérpretes, consideran que son la reiteración y énfasis de un mismo asunto y que ambas se refieren al castigo que aguarda a los arrogantes, jactanciosos. Entre tanto, otros sostienen que la primera, señala el castigo de la tumba y el mundo de Barzaj y que la segunda, se refiere al día del Juicio Final.
Dijo Imam ‘Alî (P): “Algunos de los nuestros dudaban del castigo de la tumba, hasta que la Sura at-Takâzur se reveló y anunció:
“Kal-lâ saufa ta’lamûn”, que es el castigo de la tumba y luego;
“Zumma kal-lâ saufa ta’lamûn”, que es el castigo del Día del Juicio.”[5]
En Tafsîr al-Kabîr, de Fajr Ar-Râzî, se transmite el mismo asunto de uno de los Compañeros del Imam ‘Alî (P), llamado Zar ibn Yaish, quien dijo: “Estábamos en duda respecto al castigo de la tumba, hasta que oímos decir a ‘Alî (P) que esta aleya era un argumento al castigo de la tumba.”[6]
No es así como vosotros creéis, pues si creyerais en el Juicio, jamás procederíais de tal manera, ni os jactaríais de tan vanas acciones.
5. Kal-lâ[7] lau ta’lamûna ‘ilmal iaqîn
5. ¡quia! ¡si lo supieseis a ciencia cierta!
6. Lataraûn-nal ÿahîm
6. ¡ciertamente, entonces, veríais la hoguera!
7. Zumma lataraûn-nahâ ‘ainal iaqîn
7. Luego la veriais, indudablemente (entraríais en ella)
8. Zumma latus’alunna iauma’idhin ‘anin na‘îm
8. ¡entonces, seriais interrogados en ese dia acerca de las mercedes divinas!
Aquel día, deberéis declarar en qué camino habéis consumido las gracias de Dios, si las habéis utilizado en pro de la obediencia divina, o en su desobediencia, si las habéis malogrado, o las habéis aprovechado debidamente.
Las fuentes de la jactancia y el orgullo
De las aleyas mencionadas, deducimos que los factores principales de esa jactancia y rivalidad son la ignorancia y la falta de conocimiento de la recompensa; el castigo divino y la fe en la Resurrección.
Otros de los factores, lo compone la ignorancia del hombre respecto a sus debilidades y vulnerabilidades, en cuanto al inicio de su existencia y su final. A fin de romper estos males, el Generoso Corán, cita las aventuras vividas por los antiguos pueblos que, pese a contar con muchos recursos y gran poderío fueron aniquilados a través de las vías más sencillas.
Fueron eliminados a través del soplo de los vientos, de centellas celestiales, de sismos, diluvios y hasta con arcilla fugulina.
Habiendo sido así, ¿a qué se debe tanto orgullo y jactancia?
Otro de los factores, es el complejo de inferioridad y menosprecio, sentimiento éste que proviene de fracasos y frustraciones. Muchas personas se refugian en el orgullo y la altanería, a fin precisamente de cubrir esos fracasos.
Dijo el Imam As-Sâdeq (P): “Ningún hombre se enorgullece y se jacta, sino a causa de la inferioridad y el menosprecio que existe en su alma”.[8]
Contrariamente, cuando el hombre alcanza la perfección, prescinde totalmente de la jactancia.
Dijo el Imam Al-Bâqer (P): “Tres son las prácticas de las épocas de la gentilidad: Jactarse por la genealogía, injuriar el abolengo de familias prójimas y rogar que llueva apelando a las estrellas.”[9]
Dijo el Príncipe de los Creyentes (P): “Dos cosas llevan al hombre a la muerte: El temor a la pobreza (que lo obliga a obtener bienes a través de cualquier medio posible) y la jactancia y el orgullo.”[10]
Efectivamente ese temor irracional a la pobreza y la jactancia en individuos, tribus y sociedades son los factores esenciales de la avaricia, la ambición, el apego por lo mundanal, la destructora carrera competitiva y la mayoría de las corrupciones sociales.
Dijo el Profeta (PB): “No temo vuestra pobreza pero sí vuestra jactancia”.[11]
El vocablo “Takâzur” significa “jactancia”, pero también ambición y reunión de bienes. Dijo también el Profeta (PB): “Takâzur (cuando se utiliza respecto a los bienes), es la acumulación de éstos a través de medios ilícitos, es abstenerse del pago del impuesto islámico, para atesorarlo en cofres y baúles”.[12]
Para terminar con el tema, he aquí otro significativo dicho del Profeta (PB): “Suele decir el hombre: “¡Mi riqueza! ¡Mi riqueza!”. La riqueza de la que hablas no es más de lo que comes, lo que vistes y la caridad que otorgas por la causa de Dios”.[13]
La mayoría de las veces, el hombre obtiene ganancias, sin prestar la mínima atención en si su origen es lícito, o ilícito; finalmente no lo usa más que para comer, beber, vestirse o hacer caridad.
Por lo tanto, lo mejor sería incrementar ese beneficio o ganancia a través de la caridad.
La certeza es lo opuesto a la duda, así como la ciencia es lo opuesto a la ignorancia. Significa esclarecimiento y afirmación de algo. Según lo que se nos ha legado a través de narraciones y relatos, al grado más exaltado de fe, se lo denomina “Iaqîn” (certeza o certidumbre).
Dijo el Imam Al-Bâqer (P):
“La fe (ser creyente), supera al Islam (ser musulmán) en un grado, la devoción supera a la fe en otro grado y la certeza es superior a la devoción”. Luego agregó: “El Iaqîn es la gracia divina, que menos se distribuyó entre la humanidad”. Y preguntó el relatador de este dicho: “¿Qué significa Iaqîn?”. Respondió: “La realidad del “Iaqin”, es encomendarse a Dios y someterse a Su Pura Esencia, (estar complacido con su designio y confiar todo en sus manos)”.[14]
La superioridad de la Certeza respecto a la Devoción, la Fe y el Islam, ha sido enfatizada en diversos hadices[15]. Dijo el Imam As-Sâdeq (P): “Quien llega a la verdadera certeza, es quien no complace a los hombres, con aquello que provoque la ira de Dios y que no hace reproches, por aquello con que Dios no lo ha agraciado”. (no lo considera responsable de sus carencias)… Dios, por su Justicia y Equidad, ha dispuesto la tranquilidad y el sosiego en la certeza y satisfacción, y la aflicción y la tristeza en la duda e insatisfacción.
En conclusión, deducimos que, cuando el hombre alcanza el Iaqîn, se llena de una paz particular que rebosa en su corazón y alma. El mismo, consta de diferentes grados o etapas que han sido citados en la sura en cuestión y en la siguiente aleya: “Por cierto que esta, es la verdad indubitable (haqqul iaqîn)” (Corán, 56:95).
En total consta de tres grados[16]:
1) ‘Ilm-ul Iaqîn: Es cuando el ser humano cree en algo basado en diferentes fundamentos, como por ejemplo, quien al observar el humo cree en la existencia del fuego.
2) ‘Ain-ul Iaqîn: Es la creencia a través de la observación, el hombre ve el fuego con sus propios ojos.
3) Haqq-ul Iaqîn: Es experimentar ese algo en carne propia, el hombre entra en el fuego y percibe su ardor, y es éste último el grado más elevado.
Sostiene el gran sabio Muhaqqeq Tûsî: “El Iaqîn es una creencia certera, exacta y firme, imposible de eliminar y en realidad, está compuesta por dos elementos: El conocimiento, en cuanto al objeto de conocimiento (ma’lûm) y la certeza, en la imposibilidad de su opuesto (la duda), y tiene tres grados: ‘Ilm-ul Iaqîn, ‘Ain-ul Iaqîn y Haqq-ul Iaqîn”.[17] El primer nivel encierra un aspecto general, el segundo es el de timoratos y devotos y el último es especial de los próximos a Dios.
Cierta vez, se preguntó al Profeta (PB), si era cierto que algunos de los discípulos de Jesús (P), caminaban sobre el agua. Y él respondió: “Por cierto que si su certeza hubiese sido más firme, hubieran podido también caminar en el aire”.
Dice el sabio ‘Al·lâmah Tabâtaba’î luego de citar este hadîz : “Todas las cosas giran alrededor del eje de la certeza en Dios Alabado sea y en descartar de la mente, que las causas de la creación provocan efectos independientemente de Él. Entonces, a medida que aumenta la fe del hombre en el absoluto poder de Dios, aumenta la obediencia de las cosas y las causas hacia él (el hombre)”.[18] Este es el verdadero secreto de la relación entre el “Iaqîn” y el extraordinario dominio del hombre sobre la creación.
Sobre la frase “Lataraûn-nal Ÿahîm”, han surgido dos interpretaciones. La primera, sostiene que significa que los incrédulos, o todos los genios y humanos observarán el infierno en la otra vida, dado que, según algunas aleyas del Corán, todos deberán pasar junto a él.
La segunda, sostiene que sería la observación del corazón humano en este mismo universo. En este caso, la aleya tomaría un aspecto condicional: “¡Quia! ¡si lo supieseis a ciencia cierta! ¡Ciertamente, entonces, veríais la hoguera! (con los ojos del corazón en este mundo).”
Obviamente sabemos que el Paraíso y el Infierno han sido creados. No obstante la primera interpretación, coincide mayormente con las aleyas que le suceden y que hablan del día del Juicio Final. Entonces sería un caso definitivo e incondicional.
¿Respecto a qué mercedes se les interrogará en el Día del Juicio Final?
La última aleya de ésta sura, sostiene que seremos interrogados sobre las mercedes. Una versión dice que el término “Na‘îm”, en este caso, se refiere a la merced de la salud y la paz interior, otra que se refiere a la salud y la paz exterior y una tercera que encierra todas las mercedes.
En algunos hadices, se interpreta que es el alimento y el agua fresca y en otros que es Ahl-ul Bait (la gente de la casa profética). En un hadîz, leemos que Abû Hanîfah preguntó al Imam As-Sâdeq (P), respecto a la interpretación de esta aleya. El Imam le respondió con la misma pregunta y dijo: “¿Qué es “Na‘îm” según tú?”. Respondió: “Es comida, alimento y agua fresca”. Dijo: “Si en el Día de la Resurrección, Dios quisiera detenerte ante Él para preguntarte por cada bocado que comiste y cada sorbo que bebiste, ¡deberás permanecer mucho tiempo allí!”. Dijo: “Entonces ¿qué es Na‘îm?”. Dijo (P): “Somos nosotros Ahl-ul Bait. A través nuestro, Dios ha agraciado a sus siervos, brindándoles el acercamiento luego de la discordia, aproximando sus corazones y hermanándolos. Estaban enemistados y a través nuestro se los orientó hacia el Islam...” Sí, “Na‘îm” son el Profeta (PB) y su descendencia. [19]
Estas interpretaciones aparentemente divergentes, se deben a que este vocablo tiene un vasto significado, que incluye a todas las mercedes divinas tanto espirituales: (como la fe, el Islam, el Corán y la “Wilâiah” -ser amigo de Ahl-ul Bait y aceptar su soberanía y liderazgo-), como materiales, ya sean éstas individuales o sociales.
Y cuanto más trascendente sea la merced, más énfasis se hará en preguntar respecto a la misma.
Aparentemente los dichos que niegan en esta aleya la interrogación en cuanto a mercedes materiales, hacen referencia a que no se debe restar importancia a las mercedes más importantes, dando trascendencia a las mercedes más pequeñas.
¿Cómo es posible que no vayamos a ser interrogados, cuando las mercedes espirituales, constituyen grandes bienes puestos al servicio del ser humano, que éste debe valorar y agradecer?
¡Oh Dios nuestro! Garantiza la continuidad de tus infinitas mercedes hacia nosotros, particularmente la de la fe y la Wilâiah.
¡Oh nuestro Creador! Concédenos éxito a fin de que nos comportemos de la mejor manera frente a Tus bendiciones.
¡Oh Señor nuestro! Incrementa sobre nosotros Tus gracias y no nos prives jamás de ellas.
¡Así sea, oh Señor de los Mundos!
Fin de la Sura At-Takâzur.
Fuente: La Interpretación Ejemplar del Sagrado Corán- tomo 27; Editorial Elhame Shargh
Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.
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[1] Maÿma‘ al-Baiân, t. 10, p. 532.
[2] Ibíd(resumido).
[3] Nahj-ul Balâgha, Sermón 221.
[4] Sharh Nahj-ul Balâghah, de Ibn Abî Al-Hadîd, t. 11, p. 153.
[5] Maÿma‘ al-Baiân, t. 10, p. 534.
[6] Tafsîr Fajr Ar-Râzî, t. 32, p. 78.
[7] Algunos creen que el término "Kal.la", en estos casos, se utiliza para enfatizar y es sinónimo de "haqqa". Tabrezi en Mayma'ul Baian: el árabe usa para enfatizar los términos Kal.la y haqqa.
[8] Usûl al-Kâfî, t. 2, p. 236. Bâb-ul Kibr, hadîz 17.
[9] Bihâr al-Anwâr, t. 73, p. 291.
[10] Ibíd, p. 290, hadîz 12.
[11] Durrul Manzur, t. 6, p. 387.
[12] Nûr az-Zaqalain, t. 5, p. 662, hadîz 8.
[13] Citado por Maÿma‘ al-Baiân, t. 10, p. 534) de Sahîh Muslim
[14] Bihâr al-Anwâr, t. 70, p. 138, hadîz 4.
[15] Ibid, pp. 135-137.
[16] Bihâr al-Anwâr, t. 30, p. 143.
[17] Ibíd.
[18] Al-Mizân, t. 6, p. 200, en la explicación de la aleya 105 de la Sura No.5.
[19] Maÿma‘ al-Baiân, t. 10, p. 535.