La libertad espiritual y social (II)
Prof. Ayatola Murtada Mutahhari
“...les descargará (el Profeta) del fardo que sobre ellos pesaba, y los liberará de las cadenas que los agobian...” (7:157)
… Esta noche deseo dedicarme al tema de la libertad espiritual, a su significado y necesidad para el género humano. Y esto es particularmente imperativo porque en la actualidad se presta muy poca atención a la libertad espiritual en las sociedades humanas, lo cual provoca muchos de los problemas modernos. Esto es tan evidente que mucha gente considera la libertad espiritual como algo abolido, aún cuando la necesidad que de ella tenemos es mucho mayor que en el pasado.
¿Qué significa libertad espiritual? Hablar de libertad requiere de dos componentes, para decir que uno se libera del vínculo con el otro. En la libertad espiritual, ¿de qué debe liberarse el hombre? La libertad espiritual es la liberación del propio ego, en contraste con la libertad social que es la liberación de las ataduras (o limitaciones injustas) que nos imponen los otros. En este punto uno podría preguntarse si el ser humano puede ser esclavizado por el ego. ¿Puede una persona ser al mismo tiempo el esclavo y el propietario del esclavo? La respuesta es afirmativa. Para el caso de los animales puede que esto no sea cierto. ¿Pero que hay respecto de esta extraña criatura llamada hombre? ¿Cómo es posible para él ser al mismo tiempo el esclavo y el amo?
La razón es que el ser humano es una criatura compleja, y esto es un hecho que ha sido confirmado por la religión, la filosofía, la ciencia y la psicología, y del que no cabe la menor duda.
Comencemos con una interpretación del Sagrado Corán, de un versículo que habla de la creación del hombre y que dice: “(Dijo Dios a los ángeles) Y cuando le haya formado (a Adán, el primer hombre) y le haya insuflado de Mi Espíritu, ¡prosternáos ante él!” (15:29). No es necesario comprender aquí qué es el Espíritu divino, sino que es suficiente saber que este ser terrenal está dotado de algo que está más allá de la materia. Según una tradición del Profeta, Dios creó a los ángeles y los dotó solamente con el intelecto, sin pasiones ni ira; y creó a los animales y les dio solamente apetitos e ira, pero no intelecto; pero creó al hombre dotándolo de ambas cosas: el intelecto y las pasiones y la ira. Tal tradición es usada en un profundo poema de Rumi[1].
Ahora bien, luego de leer estos versículos del Sagrado Corán, y de citar la tradición profética y la opinión de los filósofos, ¿qué significa realmente la libertad espiritual, expresada en un lenguaje llano y simple?
Comenzaremos con algo que todos pueden comprender. Indudablemente todos nosotros necesitamos comida para vivir, y cuanto más haya de ella mejor; y necesitamos vestidos, y cuanto más finos y delicados, mejor es. Y necesitamos una morada, y obviamente cuanto más grande, cómoda y lujosa, mejor será. Y así siguiendo: deseamos esposa, hijos, lujos, dinero y cosas materiales. Pero en algún punto podemos alcanzar una encrucijada donde debamos conservar nuestro honor y nobleza y conformarnos con la pobreza, comiendo pan seco usando vestidos raídos, viviendo en una pobre choza, sin recursos y angustiados. Si ignoramos nuestro honor y nobleza y nos sometemos a la humillación, entonces todos los beneficios materiales nos serán suministrados. Vemos que mucha gente no está dispuesta a sufrir la humillación por las cosas materiales, mientras que otras personas aceptan prestamente este trueque, aún cuando ellos y sus conciencias se sientan avergonzados de sí mismos.
En su libro Gulistán, Sa‘dí[2] cuenta la anécdota de dos hermanos, uno de los cuales era rico y el otro pobre. El primero estaba al servicio del gobierno y el otro era un obrero que proveía a su manutención con su labor manual. Un día el hermano rico le dijo al pobre: “¿Por qué no aceptas un puesto en el gobierno y te liberas de la angustia y la dificultad?”. A lo que el hermano pobre respondió: “¿Por qué no trabajas y te liberas de la humillación?”
Este tipo de servicio, con toda la riqueza que lo acompaña, significa enajenar la libertad, porque implica inclinarse ante los demás y ser humillado. Sa‘dí continúa diciendo que, según el sabio, sentarse a comer el propio pan es mucho mejor que usar un cinturón de oro y permanecer parado sirviendo a otros.
Puede que ustedes estén bien al tanto respecto de este asunto, pero deseo de todas maneras que lo analicen desde un punto de vista psicológico. ¿Qué sentimiento hace que un ser humano prefiera el dolor y la dificultad, el trabajo y la pobreza, a humillarse delante de otros? El hombre considera una suerte de cautividad el servir a otros, aunque no se trata de un tipo de esclavitud material. No es su fuerza o su cuerpo lo que resulta esclavizado, sino el espíritu. Hay unos versos que se atribuyen a ‘Alí, con él sea la paz, y que dicen:
“Trabaja como el esclavo si deseas ser libre,
y corta toda esperanza de poseer la riqueza de los hijos de Adán (e.d.: los hombres)
de cualquier de ellos, incluso de Hatam Ta‘i[3]
Y no tengas expectativas, ni de la gente mezquina ni de los generosos.”
Y sigue diciendo que cuando una tarea es ofrecida a alguien, esa persona considera por debajo de su dignidad el aceptarla. El o ella piensan que todo tipo de trabajo manual es algo indigno. Pero ‘Alí (P) cree que todo tipo de trabajo y tarea es mejor que extender tus manos a los otros suplicando algo. Dice: “Nada es peor que ir a otros a suplicarles algo”.
No tener necesidad de los otros es ser superior a ellos. Una vez me crucé con una observación de Hafiz, —que era un hombre de extraordinaria elocuencia y tenía un profundo respeto por ‘Alí—, donde ha citado nueve dichos suyos que son importantes para nuestra discusión. Uno de ellos decía: “Tú puedes estar necesitado, pero recuerda que si tienes necesidad de alguien te convertirás en su esclavo. En cambio si te apartas de esa necesidad, serás igual a él; y si muestras benevolencia a alguien, entonces serás su señor”.
Pueden ver entonces que nuestras necesidades nos hacen esclavos de algo o alguien. ¿De qué tipo de esclavitud? La esclavitud del espíritu. Estos dichos son sutiles y profundos, pero hoy día son desatendidos dado que los hombres prefieren discutir otros problemas y prestan poca atención a las cuestiones éticas.
También Alí (P) dijo una vez: “La codicia es una esclavitud perpetua”. El consideraba entonces a la codicia como peor que la esclavitud. Pues aquí la esclavitud espiritual (representada por la codicia) es calificada como algo peor que la esclavitud física. Y existe también una esclavitud respecto de la riqueza, sobre la cual han advertido todos los moralistas a la humanidad.
Otro dicho de Alí (P) es: “El mundo es un lugar de paso, no de residencia (permanente)”. Y dijo: “Hay dos grupos de gente en el mundo. Uno de esos grupos son los que vienen, se venden y se esclavizan y se van; el otro grupo es el de los que vienen, compran su libertad y se van”. Estas dos actitudes pueden ser aplicadas además a la riqueza, sea que se sea esclavo o se esté libre de ella. Todo ser humano debe plantearse no ser esclavo de la riqueza, y cuestionarse a sí mismo: “Soy un ser humano. ¿Por qué he de esclavizarme a cosas inanimadas como el oro, la plata, las tierras y otras similares?”
Pero lo cierto es que cuando una persona se piensa esclava de la riqueza, en realidad es un esclavo de sus características mentales, un esclavo de su codicia y de sus apetitos animales. Porque las cosas inanimadas como el dinero, la tierra, las máquinas e incluso los animales, no tienen poder para esclavizar a esa persona. Cuando uno analiza en profundidad este asunto descubre que el origen de la esclavitud son las propias inclinaciones del alma, como la codicia, la concupiscencia, la pasión, la ira y demás deseos carnales.
Dice el Sagrado Corán al respecto: “¿Qué opinas de quien toma a sus pasiones por dios?” (45:23) La riqueza por sí misma no es algo despreciable cuando uno está atento a sus propios deseos. De esta forma, si uno se libera a sí mismo de la codicia, verá que no está al servicio de la riqueza.
Es entonces que uno encuentra y descubre su verdadera valía (como hombre), y comprende el significado de este versículo del Corán: “El (Dios) es quien creó para vosotros (hombres) todo cuanto hay en la tierra” (2:29). Las riquezas están entonces al servicio del ser humano, y no a la inversa. Si es así, entonces la envidia y la avaricia también carecen de sentido, y si uno se ata a ellas se está por ende esclavizando a sí mismo. En suma, existen dos estadios bien definidos para el ser humano: un estadio inferior, animal, y otro superior, el verdaderamente humano.
Los Profetas (P) son enviados para preservar (y recuperar) la libertad espiritual de la humanidad. ¿Qué significa esto? Significa impedir que el honor del hombre, que su humanidad, inteligencia y conciencia sean humilladas por las pasiones y el amor por la ganancia. Si ustedes controlan su pasión, entonces serán libres. Sólo si conquistan sus deseos, y no a la inversa (no son dominados por ellos), serán verdaderamente libres. Si se les presenta la oportunidad de obtener una ganancia ilegítima, pero su fe y su conciencia le impiden hacerlo, entonces puede decirse que se han impuesto sobre sus pasiones y que son espiritualmente libres.
Si ven a una mujer pero controlan sus deseos lujuriosos y obedecen a su conciencia, entonces son hombres libres; pero si tanto sus oídos como sus estómagos los incitan a satisfacerlos a cualquier costo, entonces son sus esclavos.
El ser humano está dominado por dos tipos de ego: un ego animal y un ego humano. Este hecho y este contraste están muy bien ilustrados en una anécdota de la leyenda de Maynun[4] y el camello que Rumi expone. La historia cuenta que Maynun montó una camella con la intención de visitar la casa de Laila, su amada. Pero ocurría que la camella tenía un pequeño vástago, y Maynún a fin de llegar más rápido a su destino, había encerrado al pequeño camello en la casa (para que no le estorbara y retrasara la marcha si lo llevaba con su madre). El iba profundamente ensimismado pensando en su amada mientras la camella a su vez pensaba en su retoño. Toda vez que Maynun, en el vuelo de sus pensamientos, aflojaba las riendas, la camella volvía para atrás, hacia la casa. Esto se repitió varias veces hasta que la camella cayó muerta por el esfuerzo. El poeta analiza y dice que el ser humano tiene dos tipos de inclinaciones: las del espíritu (los pensamientos y deseos de Maynun) y las del cuerpo (los deseos de la camella)[5].
Si ustedes quieren ser libres de verdad, libres en espíritu, no deben ser ni glotones, ni adoradores de las mujeres, ni amantes del dinero, ni personas concupiscentes y apasionadas[6]. Me he cruzado con un relato en el Nahyu-l-Balagha[7] que dice que cierto día el Profeta recibió a algunos de sus compañeros, de los llamados Ahl Al-Suffah[8]. Uno de ellos le dijo: “Siento como si todo el mundo careciera de valor ante mis ojos”. El no quiso decir con esto que hacía un uso similar de las piedras y del oro, sino que ninguno de ellos tenía el poder de atraerlo. El Profeta (BPD) lo miró y le dijo: “Ahora puedo decir que eres libre”. Podemos afirmar entonces que la libertad es algo real.
Podemos dar otras razones para mostrar que la personalidad del ser humano es compleja y que uno puede ser espiritualmente libre o esclavo. Dios, exaltado sea, ha confiado una especial capacidad a las personas, la de ser sus propios jueces. En la sociedad un juez permanece aparte del fiscal y el defensor. ¿Han escuchado alguna vez de una persona que sea al mismo tiempo su propio fiscal, defensor y juez, todo simultáneamente?
Se dice de una persona que es justa. ¿Pero qué es un ser humano justo? ¿No significa esto que tal persona pueda juzgar imparcialmente acerca de sus propios problemas y establecer un veredicto contra sí mismo cuando es culpable? ¿No muestra esto la compleja naturaleza del ser humano? Muchas veces ustedes habrán sabido de gente que juzga limpiamente acerca de sí mismos, y que prefieren los derechos de los demás a los propios. El desaparecido Sayyed Husain Kuh Kamari, quien era una gran autoridad religiosa que tuvo como seguidor y tío al Ayatullah Hujjat Kuh Kamari, que fue nuestro maestro, era un hombre así, cabalmente justo. Se narra acerca suyo de que tenía un curso de teología en Nayaf (Irak) que todavía no había adquirido la reputación que tuvo más tarde, especialmente porque su estancia en esa ciudad no había sido lo suficientemente prolongada, ya que él tenía la costumbre de viajar de una a otra parte del país para beneficiarse de las enseñanzas de distintos maestros en ciudades como Mashhad, Isfahan y Kashan (Irán). El desaparecido Sheij Ansari, quien se vestía pobremente y cuyos ojos sufrían de tracoma, enseñaba por entonces en la misma mezquita que el Sayyed Husain, cada uno en un turno diferente, el Sheij primero y el Sayyed Husain después, sin encontrarse. Un día ocurrió que este último llegó a la mezquita una hora antes de lo usual. Como no tenía tiempo para volver a su casa y retornar, pensó que esperaría allí hasta que llegaran sus discípulos. Notó entonces a un sheij de aspecto peculiar sentado allí y enseñando a dos o tres personas. Se sentó entonces en una esquina desde donde podía escuchar las palabras del Sheij. Notó entonces que era un hombre profundo y sabio. Fue una extraña experiencia para un gran estudioso como él encontrarse con un maestro como ese desconocido tan sabio. Decidió entonces ir más temprano a la mezquita una vez más, para ver como seguían las cosas. La segunda visita demostró ser tan beneficiosa como la primera y descubrió que el Sheij era realmente muy sabio, y que de hecho conocía más que él mismo. Repitió la experiencia una tercera vez, y quedó completamente convencido del profundo conocimiento de este hombre. Ante esto, decidió unirse a la pequeña clase y cuando llegaron sus propios alumnos les dijo: “Tengo noticias para vosotros. Este sheij es mucho más sabio que yo como me he dado cuenta y os aconsejo acompañarme y sumarnos a su clase”. Ellos se levantaron todos y asistieron a la clase del sheij.
¿Cuál es la implicancia de esta imparcialidad? El Sayyed Husain se convirtió en un discípulo del Sheij Ansari y eliminó su pretensión de ser una autoridad (en ciencias religiosas). El debe haber sentido, como nos sucede nosotros, lo que el respeto y el magisterio son, y debía sentirse honrado de ser una autoridad. Y no obstante su noble y libre espíritu le permitió juzgar libremente entre sí mismo y aquel hombre, y establecer un veredicto contra sí mismo. Esta es una demostración de la compleja estructura del alma humana.
Una persona comete un pecado y luego se reprocha a sí misma. ¿Qué es esta espina de la conciencia? Los gobiernos explotadores educan a los individuos de forma tal que matan sus conciencias. Y no obstante, cuando esa conciencia se supone que está muerta, se nota todavía una pequeña luz que arroja sus rayos en el momento adecuado. El piloto del avión que bombardeó Hiroshima fue concienzudamente educado para tal crimen, pero cuando arrojó su bomba y vio la ciudad incendiada en ruinas, y a los hombres, mujeres y niños inocentes que nada tenían que ver con la guerra totalmente aniquilados, se sintió espiritualmente enfermo. Le dieron en su país una feliz bienvenida, pero no pudieron evitar que la tortura de su conciencia lo condujera finalmente a un asilo de enfermos mentales. Dice el Sagrado Corán: “¡Que va! ¡Juro por el alma reprochadora!”[9]
Dijo Alí (P): “Aquél en quien Dios no puso un advertidor dentro suyo (en su propia alma), no se beneficiará de la advertencia de otro”. No se engañen pues pensando que podrán ser influenciados por otros sino pueden ser influenciados por su propia conciencia. Uno de nuestros deberes religiosos es juzgarnos a nosotros mismos y condenarnos a nosotros mismos cuando es necesario. Se ha dicho: “Pídete cuentas a tí mismo antes de que seas llamado para rendir cuentas”, y también: “Pésate a tí mismo antes que seas pesado por tus actos en el Día de la Resurrección”.
Todo esto muestra la compleja personalidad del ser humano que posee un costado animal, bajo, y un costado propiamente humano y elevado. La libertad espiritual. La libertad espiritual significa que nuestro ser elevado esté libre y no sometido al inferior.
En conexión con el auto-castigo, recuerdo un caso vinculado a Hazrat ‘Alí (P). Un hombre vino a verlo para arrepentirse, suponiendo que diciéndole o manifestándole la fórmula usual del arrepentimiento todo estaría bien. Alí lo reprendió duramente diciendo: “¡Qué tu madre se lamente por tí (e.d.: por tu incapacidad)! ¿No sabes lo que significa el arrepentimiento? Es algo mucho más elevado que pronunciar una frase”. Entonces le explicó al hombre que el arrepentimiento estaba basado en varias cosas: dos principios, dos condiciones de aceptación, y dos condiciones de cumplimiento. Esto es, un total de seis puntos.
Y le explicó todo esto así: “El primer principio es que uno debe estar verdaderamente arrepentido de sus acciones malvadas del pasado. El segundo es que decida firmemente jamás volver a cometer tal falta en el futuro. Tercero, que otorgue a la gente su derecho si uno se lo debe (en virtud de su falta o pecado). La cuarta es realizar las obligaciones devocionales que uno pueda haber abandonado”. Y los últimos dos puntos que Alí mencionó son los más relevantes de esta enseñanza: “Quinto, hacer desaparecer la carne que ha crecido en tí por la concupiscencia, mediante la tristeza y la pena constante; y finalmente darle a este cuerpo, que antes se hizo adicto al placer del pecado, el dolor de la devoción y la adoración”.
¿Ha habido gente en el pasado que ha alcanzado este estado? Sí, ha habido. Hoy quizás nosotros olvidemos que existe el arrepentimiento. Podemos citar al respecto un notable ejemplo mencionado por el Mulla Husain Quli Hamadani, quien fue un gran moralista de los tiempos modernos, y discípulo de grandes sabios en el Islam, como Mirza Shirazi y el Sheij Ansari. Un pecador fue a verlo cierta vez para ser aconsejado y guiado por él. Cuando el hombre retornó después de algunos días difícilmente podía ser reconocido debido a su extraordinaria delgadez. El Mulla no usaba ni látigo, ni armas ni amenazas, pero era capaz de ofrecer una verdadera guía espiritual. El dirigió la conciencia de este hombre para que despertara y luchara contra sus pasiones.
Lo más significativo del programa de los Profetas es conceder libertad espiritual. Y la autopurificación es, de hecho, libertad espiritual. Dice el Sagrado Corán: “Habrá triunfado aquél que la purifique (al alma), y habrá fallado aquél que la corrompa” (91:9-10).
El mayor error y daño de nuestra época es hablar de libertad y confinar su significado al de la libertad social. Jamás se habla de libertad espiritual, y como consecuencia de ello, tampoco la libertad social está asegurada. Se comete un gran crimen en nuestra época con la forma de doctrinas y escuelas filosóficas que son totalmente ignorantes del ser humano, de su alma y de su jerarquía ante Dios. Aquella frase “Insuflé en él (el hombre) de Mi Espíritu” (15:29) es completamente olvidada. Estas doctrinas niegan que el ser humano tenga dos aspectos, un aspecto animal y un aspecto humano. Sostienen que el ser humano no es diferente de los animales y que está sujeto a la supervivencia del más apto. Esto significa que el esfuerzo de cada individuo es solamente en su propio interés. ¿Pueden ustedes imaginarse cuánto daño hace esta actitud a la humanidad? Dicen (los que pergeñaron estas doctrinas) que la vida es una batalla y el mundo el campo de batalla. Y dicen también que un derecho es lo que uno toma, no lo que uno da. Pero la verdad es que un derecho debe ser ambas cosas, lo que se toma y lo que se da, y no solamente algo que es arrebatado por la fuerza.
Los Profetas no vinieron para hacer tal afirmación, de que un derecho debe ser obtenido por la fuerza. Ellos vinieron en realidad a persuadir a los oprimidos a que recuperen sus derechos, y también a obligar a los opresores a arrepentirse de sus malas acciones y conceder a los demás lo debido.
Para concluir, ruego a Dios nos libere de nuestras pasiones para hacernos así seres verdaderamente generosos, y nos otorgue la libertad social y las bendiciones en este mundo y en el otro, que nos instruya en los hechos del Islam, satisfaga nuestras legítimas necesidades y conceda la salvación a nuestros muertos.
Fuente: DISCURSOS ESPIRITUALES; Conferencias sobre la dimensión espiritual del Islam; Editorial Elhame Shargh
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[1] Esta tradición se atribuye también a ‘Alí (P).
[2] Famoso poeta místico persa, que escribió en verso sobre las realidades espirituales y el camino de la perfección humana. Es muy citado por su profundidad por los intelectuales y sabios iraníes de todas las épocas. (Nota del traductor al español)
[3] Personaje pre-islámico famoso por su generosidad.
[4] La historia de Maynún (lit.: el loco) y su amada Laila (lit.: la noche) es una leyenda clásica de amor del cercano oriente y el mundo islámico. Esta historia fue recreada múltiples veces por todos los grandes poetas, pues contiene un inestimable tesoro de sabiduría espiritual sobre el alma humana y el amor místico que la impele hacia Dios. (Nota del traductor al español)
[5] En otra versión de esta alegoría, Maynún abandona finalmente a la camella (es decir: se desprende de sus pasiones animales), y marcha a pie al encuentro de su amada. (Nota del traductor al español)
[6] Todas estas cosas constituyen la prueba del hombre en el mundo, pues él las apetece. Dice al respecto el Sagrado Corán: “Le fue engalanado al hombre el amor por la concupiscencia: las mujeres, los hijos, el atesoramiento del oro y de la plata; los caballos de raza, el ganado y las sementeras. Tal es el goce de la vida del mundo; pero en lo de Dios hay una más bella y perfecta morada” (3:14). (Nota del traductor al español)
[7] El Nahyu-l-Balagha (Cumbres de la elocuencia) es una famosa recopilación de los dichos, sermones y cartas de ‘Alí Ibn Abi Talib. Por la profundidad y la sabiduría de la palabra de ‘Alí (P), el sucesor espiritual del Profeta (BPD) y primer Imam, este libro se ha convertido en uno de los clásicos de la literatura árabe y de la lengua clásica más perfecta. (Nota del traductor al español)
[8] Literalmente: “la gente del banco”. Llamados así porque vivían frente a la Mezquita de Medina, en un banco. Era un grupo de los discípulos pobres del Profeta de los que habían emigrado con él desde La Meca, muy devotos y entregados a la vida espiritual, que no se dedicaban a las tareas del mundo. El Profeta primero les permitió vivir en la Mezquita, pero se manifestó una orden divina que lo instaba a encontrar otra morada para ellos, ya que una Mezquita no era un lugar apropiado para vivir, y obedecieron la orden. Es por eso que subsecuentemente permanecían en un gran banco aledaño a ella. (Nota del traductor al español)
[9] El alma reprochadora, que la Revelación destaca especialmente al jurar por ella, es uno de los estados o facultades del alma humana, asimilable a la conciencia de culpa que da origen al remordimiento por las malas acciones. Esta facultad o estado del alma humana le permite al hombre tomar conciencia de sus faltas y llegar al arrepentimiento. (Nota del traductor al español)