¿La naturaleza de la sociedad: homogénea o heterogénea?
Profesor Ayatola Murtada Mutahhari
¿Debería cada comunidad, cada pueblo, cada civilización y cada cultura poseer necesariamente una ideología particular? La ideología significa la suma total de las ideas generales y significa que puede conducir una sociedad hacia el logro de la perfección y a su “summum bonum” (bien supremo). También sabemos que todas las especies exigen condiciones, capacidades y cualidades específicas, y que lo que representa el “summum bonum” para el caballo no es idéntico a lo análogo para la oveja o el hombre.
Por ende, si todas las sociedades —asumiendo su existencia objetiva— debieran compartir la misma esencia y naturaleza, podrían también, posiblemente, compartir una sola ideología. Siendo sus mutuas diferencias iguales a las que hay entre los miembros de una misma especie, se puede aplicar a ellas cualquier ideología en boga, permitiendo ajustes dentro de su estructura para individuos distintos, de acuerdo a sus distintas aptitudes. Pero si las sociedades tienen diferentes esencias y naturalezas, naturalmente exigen distintos programas, planes e ideales y diversos “summum bonum”, particulares para cada una. En este caso, no se puede aplicar una sola ideología a todas ellas.
Un problema similar se plantea a los cambios y mutaciones de la sociedad en un largo período de tiempo. ¿Modifican las sociedades su naturaleza y esencia en el curso de los cambios y mutaciones de la misma manera como las especies se transforman en el proceso de la evolución? ¿Ocurre tal proceso de transformación a nivel de las sociedades? ¿O los cambios sociales son iguales a los cambios de circunstancias de un individuo de una cierta especie, cuya naturaleza y características generales se preservan en medio de todas las modificaciones y transiciones?
La primera cuestión se relaciona con la sociología mientras que la segunda se relaciona con la historia. Discutiremos el primer problema ahora y pospondremos la discusión de la segunda cuestión hasta que hablemos de la naturaleza de la historia.
¿Pueden los estudios sociológicos revelar si hay o no alguna característica común entre distintas sociedades? ¿Las diferencias entre ellas son solamente secundarias y superficiales, resultantes de factores extraños a la esencia y naturaleza de la sociedad, la cual permanece inalterable? ¿O es cierto que las sociedades humanas son básicamente diferentes en esencia y naturaleza, e incluso si son supuestamente similares desde el punto de vista de las condiciones externas, funcionan de manera intrínsecamente distintas? Estos puntos de vista alternativos son sugeridos por la filosofía en su esfuerzo por aclarar las oscuridades que rodean la formal unidad o pluralidad de las cosas.
También hay un camino más corto, que es el propio hombre. Es un hecho establecido acerca del hombre que el “homo sapiens” es la única especie que no ha mostrado ninguna mutación biológica desde su aparición. Algunos pensadores dicen que como el proceso evolutivo de los organismos vivientes culminó con la aparición del ser humano, la naturaleza alteró su curso y desvió el movimiento evolutivo del curso biológico al curso social y del proceso de evolución psicológica al de desarrollo espiritual e intelectual.
En un capítulo anterior, cuando discutíamos la cuestión de si el hombre es gregario, llegamos a la conclusión que el mismo —que es una sola especie— está predestinado por la propia naturaleza a ser gregario y sociable. Es decir, que el intrínseco e inherente instinto gregario que manifiesta el hombre bajo la forma de sociedad y espíritu colectivo, se deriva de la naturaleza esencial de la especie humana. El hombre tiene inclinaciones sociales porque a través de ellas puede obtener el tipo de perfección que es capaz de conseguir. Su inclinación gregaria le asegura el fundamento para el espíritu colectivo, que es un medio por sí mismo para lograr el fin: la auto-perfección. En consecuencia, es su propia naturaleza humana la que determina el curso tomado por el espíritu colectivo. En otras palabras, el espíritu colectivo sirve a la naturaleza humana. Mientras el hombre existe, la naturaleza humana debería llevar a cabo su actividad apoyando y alentando su espíritu social. El espíritu colectivo se deriva, por tanto, del espíritu individual, el que a su vez emana de la naturaleza humana. El hombre pertenece a una sola especie, de modo que las sociedades humanas también tienen la misma naturaleza, substancia y esencia.
Sin embargo, como en el caso de un individuo, que puede desviarse del curso de la naturaleza y ocasionalmente incluso se deshumaniza, también una sociedad puede ser desviada de su curso natural y deshumanizarse. La variedad en la sociedad es realmente similar a la diversidad en la moral de los individuos, que en todo caso no es extraña al campo de la naturaleza humana. Así, las sociedades, las civilizaciones, las culturas y, finalmente, el espíritu social que gobierna las sociedades, a pesar de las diferencias en el carácter y las formas, tienen en última instancia un carácter humano y no una naturaleza humana.
Si afirmamos con la cuarta teoría, acerca de la síntesis de la sociedad y consideramos al individuo solamente como pasivo, materia receptiva, un recipiente vacío sin ningún contenido, estaríamos negando la naturaleza humana. Podemos plantear una hipótesis relativa a la diversidad de la naturaleza y esencia de las sociedades, pero este punto de vista como lo presenta la teoría Durkheimiana no es aceptable para nada, porque deja la cuestión fundamental sin responder. Si el origen del espíritu colectivo o social no se encuentra dentro del individuo y si no surge de los aspectos natural y biológico del ser humano, ¿de dónde viene entonces? ¿Proviene el espíritu social de la nada absoluta? ¿Es suficiente para su explicación decir que la sociedad ha existido en tanto el hombre ha existido? Además de esto, Durkheim cree que los fenómenos sociales tales como la religión, la moral, el arte, las profesiones, etc., son productos del espíritu social y de esa manera tienen “durabilidad temporal” y “extensibilidad espacial”. Por sí mismo esto es una prueba de que Durkheim cree implícitamente que todas las sociedades tienen una esencia y naturaleza singular que se manifiesta por sí misma en el espíritu social.
Las enseñanzas islámicas enfatizan la absoluta unidad de la religión y consideran las diferencias en los códigos y tradiciones religiosas como secundarias y no primarias y esenciales. Sabemos que la religión no es sino un programa para la perfección del individuo y la sociedad. Ello revela que los fundamentos de estas enseñanzas han sido puestos sobre la base de la unidad de las sociedades. Si hubiese distintas «especies» de sociedades, entonces los fines de la perfección y sus respectivos medios habrían sido también diversos, necesitando una diversidad y pluralidad de religiones.
El Corán enfatiza repetidamente que no hay más que una sola fe en todo el mundo. Ha habido una sola religión en todas las regiones, en todas las sociedades y en todos los tiempos. De acuerdo al Corán, las religiones —en forma plural— nunca existieron. Solamente “la religión” (en su forma singular) ha existido. Todos los Profetas predicaron y enseñaron la misma fe, el mismo camino y el mismo propósito: “Os ha prescrito en materia de religión lo que ya había ordenado a Noé, lo que Nosotros te hemos revelado y lo que ya habíamos ordenado a Abraham, a Moisés y a Jesús: ¡Que rindáis culto y que esto no os sirva de motivo de división!…” [Corán 42:13].
Los versículos del Corán que demuestran que la fe permanece igual en todos los tiempos, en todas las regiones y en todas las escrituras de todos los verdaderos Profetas de Dios (P), son numerosos. La diferencia se encuentra solamente en ciertas normas y ordenanzas, de acuerdo al relativo estado de desarrollo o retraso de las sociedades. La lógica que muestra que esencialmente no hay más que una religión, se basa en el punto de vista de que el hombre y el género humano es uno y sola una especie, y que los hombres no son diferentes en su esencia humana. De la misma manera, la sociedad humana, como una entidad objetiva, representa una sola especie, no una pluralidad de especies.
Extraído del libro SOCIEDAD E HISTORIA Desde la visión del Islam y otros pensamientos; Editorial Elhame Shargh
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