La Península Arábiga y los árabes Antes del Islam
Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam
Por: Aiatollah Yafar Sobhani
LA PENINSULA ARABIGA
La península arábiga, cuna de la civilización islámica, se halla situada al suroeste de Asia y tiene un área de 3 millones de kilómetros cuadrados, ocupando una extensión dos veces mayor a la de Irán, seis a la de Francia, diez a la de Italia y ochenta a la de Suiza.
Limita al norte con Palestina y el desierto de Siria, y al este con Hirah (Jordania), el río Tigris y el Golfo Pérsico. El lado sur forma la orilla del Océano Indico, y el Golfo de Omán. Al oeste queda limitada por el Mar Mediterráneo, el Canal de Suez y el Mar Rojo.
Desde la antigüedad, la península se halla formada por tres regiones: al norte la Arabia Pétrea o Hiyaz; al este, la Arabia Desierta o desierto árabe; y al sur, el Yemen o Arabia Feliz. En estas zonas predominan los grandes desiertos prácticamente inhabitables. Uno de ellos, que se denominaba Badiesmaued, es conocido en la actualidad como Nafud; y otro que se extiende hasta el Golfo Pérsico, es el Rab Al Jali. Un tercio del territorio está compuesto por zonas áridas y sin vegetación. El clima es caluroso y seco, mientras que las costas son húmedas y excepcionales los lugares templados.
A raíz del clima tan desfavorable y la escasez de agua experimentada, la población no supera los quince millones de habitantes.
Una cadena de montañas se extiende de sur a norte, sobre el oeste; la cumbre más alta alcanza los 2470 metros sobre el nivel del mar.
Las minas de piedras preciosas, y de oro y plata, constituyeron desde tiempos antiquísimos sus fuentes de riqueza, y de entre los ganados proliferó la cría de camellos y caballos; las aves que abundaban eran palomas y avestruces.
En la actualidad la industria petrolera es la de mayor importancia y su enclave principal es la ciudad de Zahrán, a la que los europeos acostumbran a llamar Dahran, y la cual se encuentra en el Golfo Pérsico.
Ahora, para que el lector se interiorice sobre la situación de la península de Arabia, aportaremos mayores detalles de las regiones anteriormente nombradas.
Comprende el noroeste y se extiende desde Palestina hasta el Yemen sobre el Mar Rojo, limitando por el oeste con el gran desierto de Nayd. Esta región es de suelo montañoso, desiertos incultivables y formaciones rocosas.
Este territorio adquirió renombre desde la época del triunfo del Islam, ya que, al constituirse en centro espiritual y religioso alrededor de la Ka‘aba y ser ésta la Qiblat (orientación para el rezo), millones de musulmanes se encaran hacia este punto geográfico cuando formalizan sus oraciones, cinco veces al día. Ya antes de la aparición del Islam, la Ka‘aba era respetada por los árabes y no árabes, y estaba prohibido librar batallas en sus alrededores. Las ciudades más importantes del Hiyaz son la Meca, Medina y Taif. Además existen dos grandes puertos, el de Yiddah, que se encuentra a beneficio de los habitantes de la Meca, y el de Ianbu, del cual se abastecen tanto la Meca como Medina. Ambos puertos se sitúan a orillas del Mar Rojo.
La Meca es una de las ciudades más famosas del mundo y una de las más habitadas del Hiyaz. Se encuentra aproximadamente a 300 metros sobre el nivel del mar y por encontrarse entre dos cadenas montañosas, resulta dificultoso divisarla desde lejos. Según estadísticas de 1983 su población alcanza los 366.801 habitantes.
Historia de la Meca.
Su historia comienza cuando el Profeta Abraham (P.) envía a su hijo Ismael (P.) junto con su madre Agar a establecerse allí. Acorde con la orden de Dios, Abraham (P.) construye el templo de la Ka‘aba, y a partir de entonces la ciudad comenzó a surgir y a desarrollarse.
En las afueras de la Meca los suelos son tan salinos que son imposibles de cultivar y conforme a declaraciones de algunos especialistas, no existe en el mundo lugar alguno con semejantes condiciones climáticas y ambientales.
Historia de Medina.
Esta ciudad se encuentra al norte de la Meca y dista de ella unos 90 farsaj (cada farsaj equivale a unos seis kilómetros). Su suelo es fértil y prolífico en palmeras y jardines. En la época preislámica se llamaba Iazrib, pero luego de la Hégira (emigración allí del Profeta) se denominó “madinatu-r-rasúl”, cuyo significado es “La ciudad del Enviado (de Dios)”, y más tarde Madina (Medina).
Los primeros habitantes de esta comarca fueron los Amuliqué, quienes a su vez fueron sucedidos por un grupo de judíos y dos tribus, Aus y Jazray, llamados posteriormente “ansár” (auxiliares, socorredores, del Profeta) por los musulmanes.
El distrito del Hiyaz, a diferencia de otros, quedó preservado de la voracidad imperialista de los dos imperios conquistadores del momento:
Persia y la Roma oriental, Bizancio, ambos focos opresores de la era preislámica, pues sus suelos incultivables e inhóspitos eran de escaso valor.
Esta situado en la parte central-este y es conocido con el nombre de Nayd. Allí se encuentra Riad, la capital de Arabia Saudita, que es un una de las ciudades más importantes de la península en la actualidad.
Se ubica al suroeste de la península arábiga. Su extensión de norte a sur es de 750 Km., y de este a oeste de 400 Km. Cuenta con una superficie de 195.000 kilómetros cuadrados.
Entre las ciudades más importantes del Yemen podemos citar la de San’a, destacándose además el puerto de Al-Maidah o Al-Hadida, situado sobre el Mar Rojo. Esta es una región de mejores condiciones naturales lo que posibilitó la notable trayectoria de su antigua civilización. El Yemen estuvo gobernado durante muchos años por los reyes de la dinastía Tabaiieh. También constituyó uno de los centros comerciales más importantes, y de sus minas se extrae oro, plata y piedras preciosas para su exportación. Aún perduran los símbolos de aquella civilización y de esos hombres expertos en agricultura y floricultura.
Gustav Lebon, historiador y orientalista francés, escribió que no existe lugar más fértil y paisajes más pintorescos que los del Yemen dentro de Arabia. Otras investigaciones demostraron, a través de sorprendentes hallazgos, que esa antigua civilización yemenita era muy desarrollada, en particular las ciudades de San’a, Ma’arib y Bilquís.
En la ciudad de Ma’arib abundaban los palacios de grandes puertas y los estantes adornados con objetos de oro y plata. De ella sólo quedan las ruinas de una famosa represa que se derrumbó a raíz de una inundación, a la que el Sagrado Corán menciona con el nombre de Iram.
LOS ARABES ANTES DEL ISLAM
Para conocer la vida del árabe pre-islámico es preciso recurrir a las siguientes fuentes:
1) La Torá (el Pentateuco, aunque se encuentra modificado).
2) Los escritos griegos y romanos de la época medieval.
3) Los relatos e historia de los sabios islámicos.
4) Los antiguos objetos y hallazgos diversos producidos por exploraciones, excavaciones e investigaciones de arqueólogos y orientalistas.
A pesar de la existencia de dichas fuentes, muchos puntos han quedado sin esclarecer, los que se han convertido en una incógnita sin respuesta. Nos referiremos a este tema muy brevemente, ya que sólo nos es útil a modo de introducción a la vida del Profeta del Islam.
Desde épocas remotas la península arábiga estuvo habitada por tribus, algunas de las cuales, a raíz de diversas tragedias, sufrieron el extermino. Tres de ellas, que se supone han sido el origen de los diferentes grupos de árabes, predominaron sobre las otras, y son las siguientes:
1.-Ba‘idah. Esta tribu, como su nombre lo indica, llegó al exterminio luego de continuas desobediencias a su Señor y Creador. Su aniquilación se produjo tanto por fenómenos celestes como terrestres. Se cree que esta tribu constituyó los pueblos de ‘Ad y Zamud, a los que se refiere el Sagrado Corán en muchas oportunidades.
2.-Qahtan. Integraron esta tribu los hijos de la’rab, hijo de Qahtán, naturales del Yemen y de otros puntos meridionales de Arabia, a quienes se denominaba “árabes genuinos”. Los yemenitas de la actualidad y las tribus de Aus y Jazray (dos grandes tribus medinenses en los comienzos del Islam), provienen de la generación de Qahtán.
Los qahtaníes estuvieron en el poder muchos años, lo que les permitió cultivar las tierras, hacer habitable el Yemen, legar distintas civilizaciones y lograr que en la actualidad muchos de sus aciertos se citen en los trabajos científicos. Todos estos datos nos permiten asegurar que la tribu de Qahtán, que vivió en el Yemen, fue un gran centro de la civilización árabe.
3.-Adnán. Sus integrantes fueron los hijos de Ismael, hijo de Abraham (P.). La historia de esta tribu comienza cuando le es ordenado al profeta Abraham (P.) trasladar a su hijo Ismael (P.) junto a su madre Agar hacia un profundo valle desértico, la Meca. La misericordia de Dios fue con ellos cuando puso a su disposición la fuente de agua llamada Zamzam. Más tarde Ismael (P) contrajo matrimonio con una mujer de la tribu de los Yarham, próxima a la Meca. Dios les concedió una gran descendencia, entre la que se contó Adnán. Los hijos de éste se dividieran en varios grupos; el más famoso fue el de Quraish, del que formaba parte la rama de Banu Hashim, en que nació el Profeta Muhammad (Mahoma) (PB).
LOS CARACTERES GENERALES DEL ARABE
Nuestro objetivo a continuación es conocer las características morales y los modales y costumbres sociales de los árabes preislámicos.
Sintetizando sobre sus cualidades podemos decir que los árabes de la época de la ignorancia, y en especial los hijos de Adnán, eran generosos y hospitalarios, no traicionaban a sus huéspedes, consideraban imperdonable la ruptura de un compromiso, se sacrificaban por sus ideales, gozaban de una lengua perfecta, destacándose en la recitación de discursos y poesías, pues poseían mentes memoriosas excepcionales. Su valentía y osadía eran ejemplares. Eran habilísimos arqueros y jinetes, y aborrecían el hecho de que alguien volviera la espalda a su enemigo durante el combate, etc. Podríamos seguir nombrando muchas más cualidades de las que eran poseedores, pero a pesar de ellas los aquejaban una serie de vicios morales y corrupciones que llegaron a hacerse crónicos y fueron anulando su reputación ética. Luego, si no hubiese sido por su Creador, que les indicó el camino correcto, habrían caído en el abismo de su propia destrucción. Es decir, que si a mediados del siglo VI de la era cristiana el sol resplandeciente del Islam no hubiese iluminado sus corazones, tal vez hoy no quedaría huella de los árabes, y la historia del pueblo de Ba‘idah se hubiera vuelto a repetir.
Dos fueron los factores causantes de que los árabes llevaran esa mísera vida: la carencia de un líder y una cultura, y la propagación de la corrupción y de vanas supersticiones.
Muchas veces emprendían guerras por causas insignificantes, que llegaban a durar entre 50 y 100 años. La indisciplina, la anarquía, la confusión y la carencia de un gobierno central poderoso hicieron que fueran nómadas.
Se veían obligados a emigrar, al menos una vez al año, por escasez de agua y alimentos apropiados para sus ganados. Cuando encontraban un sitio con mejores condiciones para morar, se establecían en él. Pero cuando descubrían un lugar mejor aún, emigraban nuevamente, y se repetía así este hecho sucesivas veces.
¿ERAN CIVILIZADOS LOS ARABES PREISLAMICOS?
El autor de la obra “La civilización del Islam y los árabes” deduce de sus investigaciones referentes a la situación del árabe preislámico que durante siglos éstos gozaron de una civilización. Sostiene que los grandes edificios cuyas ruinas se encuentran en diferentes puntos de Arabia, y las relaciones comerciales que mantenían los árabes con los pueblos del mundo civilizado testimonian que ellos también poseían una civilización, pues no se puede calificar de bárbaro a un pueblo capaz de construir tan importantes ciudades antes de la aparición de los romanos, y de mantener relaciones comerciales con las principales culturas del mundo antiguo. En otro pasaje de su libro considera que la literatura y la lengua árabes son signos de su vasta civilización. Afirma: “Si supuestamente no hubiésemos sabido nada de la historia de Arabia podríamos rechazar la hipótesis de su barbarismo, ya que cualquier idea que tengamos acerca de una lengua debemos tenerla también sobre el pueblo que la utiliza. Es probable que ambas surjan espontáneamente, pero lo que es seguro es que sus raíces se constituyeron gradualmente. Un idioma excelente con una gramática excelente no puede crearse sin ninguna base. Además el mantener relaciones comerciales con pueblos civilizados es motivo de progreso.” Para reafirmar su idea el mencionado autor se respalda en tres factores: a) Poseer un excelente idioma; b) mantener relaciones con pueblos avanzados, y c) haber construido asombrosos edificios en el Yemen -según los relatos de Hardut y Aratmidor, dos famosos historiadores cristianos, y por Mas‘údi y otros historiadores islámicos-. No cabe lugar a dudas de que algunas partes de Arabia eran civilizadas, pero los motivos que expuso este autor no dan testimonio de la existencia de una civilización en toda Arabia. Es cierto que la perfección del idioma lleva al progreso en otros campos, pero también es cierto que no podemos considerar a la lengua árabe independientemente de otras tales como la asiría, la caldea, la hebrea, etc., porque según lo afirmado por los especialistas en un tiempo todos esos idiomas conformaban uno solo. Por lo tanto cabe la posibilidad de que la lengua árabe se haya perfeccionado junto a las nombradas y más tarde se haya convertido en un idioma independiente.
Tampoco dudamos que el mantener relaciones con pueblos civilizados es señal de civilización, sin embargo, ¿todas las partes de Arabia mantenían tales relaciones, o el Hiyaz era una excepción? Por otra parte, las relaciones de los dos distritos del Hiyaz (Hirah y Gassan) con Persia y Roma no dan testimonio de civilización a pesar de que ambos constituían sus colonias. Hoy día la mayoría de los países africanos constituyen colonias de occidente y no por eso son civilizados.
No podemos negar la asombrosa civilización de Marab (ciudad de Saba, Yemen), pues además de lo expuesto en la Biblia y lo relatado por Hardut, escribe Mas‘údi : “Los hermosos edificios, los enormes árboles y los ríos habían llenado la ciudad. Esta era tan amplia y tan larga que un mes de recorrido a caballo no era suficiente. Los viajeros que pasaban por las rutas fronterizas no podían divisar el sol, los árboles se abrazaban por encima de las mismas y no permitían verlo. Sus fértiles tierras, sus aguas abundantes y su firme monarquía eran famosas en todo el mundo.
En conclusión podemos decir que los motivos de este autor y los historiadores no aseguran que una civilización imperara en toda Arabia, porque es evidente que el Hiyaz no había olido su perfume. Dice al respecto Gustav Lebon: “A excepción de su sector norte, Arabia estaba a salvo de la dominación extranjera. Nadie anhelaba su dominio. Los grandes imperios como Roma, Persia y Grecia, que se habían inmiscuido en el mundo todo, no le daban ninguna importancia.”
Ahora supongamos que es verdad, que todos los puntos de la península árabe eran civilizados, pero, ¿acaso perduró su civilización hasta la llegada de Muhammad (BP)? Es obvio que cuando el brillante sol del Islam apareció en el distrito del Hiyaz no había allí rastro alguno de civilización. Dice el Sagrado Corán: “Y aferraos todos al vínculo de Dios y no os dividáis, y acordaos de las mercedes de Dios para con vosotros, cuando erais adversarios, que El concilió vuestros corazones, y merced a Su gracia os convertisteis en verdaderos hermanos, cuando estuvisteis al borde del abismo infernal, os salvó de él. Así Dios dilucida Sus leyes para que os iluminéis.” (3: 103)
Las páginas del Nahyul Balagha (recopilación de dichos, cartas y sermones del Imam Alí), en sus referencias a la Arabia preislámica, dan testimonio de sus salvajes costumbres e inclinaciones perversas. Los árabes fueron víctimas de su moral corrupta. Un fragmento de la jutbat (disertación) 26 de esta obra narra que dijo el Comandante de los creyentes: “Ciertamente designó Dios al Profeta Muhammad (BP) como amonestador del universo y fiel a su revelación; y vosotros, ¡comunidad árabe!, tuvisteis la peor religión. Pasabais vuestras horas en los lugares más desgraciados, entre rocas y sordas víboras, bebíais aguas turbias y os alimentabais de comidas repugnantes (harina de carozo de dátil, carne de cocodrilo), derramabais vuestra propia sangre, cortabais los lazos familiares, no abandonabais los ídolos ni os apartabais de los pecados.”
Relatamos seguidamente la aventura de Asad Ibn Zurarah, que puede resultar esclarecedora de muchos aspectos de la vida del Hiyaz.
Hacia largo tiempo que el fuego de una destructiva guerra se había encendido entre las tribus de Aus y Jazray hasta que uno de los jefes de la última, llamado Asad Ibn Zurarah, realizó un viaje a la Meca para fortalecer el poderío de su tribu y derrotar al enemigo mediante la ayuda militar y financiera de los quraishitas.
Por la vieja amistad que lo unía a Utbah Ibn Rabi‘ah, se alojó en su casa, le comentó a éste el objetivo de su viaje y le pidió ayuda. Su viejo amigo le respondió: “Por el momento, no podemos darte una respuesta positiva pues en la actualidad tenemos un problema interno de gran extrañeza. Un hombre, de los nuestros, se ha levantado, ofende a nuestros dioses, considera ignorantes a nuestros antecesores, y con su dulce modo de hablar atrajo a un grupo de nuestros jóvenes y debido a esto se produjo entre nosotros una gran desunión. Este hombre en el mes de la peregrinación, parte de She‘abe Abu Talib y se sienta en el Hiyr Ismail, con el propósito de convocar a la gente hacia su religión; y en los meses restantes se aloja en She‘abe Abu Talib.”
Asad decidió volver a Medina antes de consultar a los demás jefes de la tribu, pero no lo hizo sin previa visita a la casa de Dios, la Ka‘aba, acorde con la tradición. Utbah quiso atemorizado diciéndole que tuviese cuidado al hacer el tauáf (circunvalación ritual de la Ka‘aba), pues el solo hecho de escuchar las palabras mágicas de aquel profeta, podía causar efectos sobre su persona. Pero luego, para solucionar el problema, le propuso que se pusiera algodón en los oídos.
Asad se dirigió hacia la Ka‘aba y comenzó a hacer el tauáf cuidadosamente; durante el transcurso de la primera vuelta divisó al Profeta Muhammad (BP) sentado sobre Hiyr Ismai1, custodiado por algunos hombres de Banu Hashim, al que no se aproximó en un primer momento por temor a sus mágicas palabras.
Pero finalmente reflexionó acerca de la ignorancia de su proceder, ya que era probable que en su tierra le preguntasen sobre este asunto, y por eso se hacía necesario conseguir información. Asad se acercó al Profeta y le dijo: “An‘am sabáhan” (buen día). El Profeta respondió: “Mi Señor envió un saludo mejor que éste, por eso cuando te encuentres con alguien di ‘salámu aleikum’ (la paz sea con vosotros)”. Posteriormente Asad pidió al Profeta que le explicara y le esclareciera el motivo de su convocatoria. El Profeta respondió a su pedido recitando las aleyas 151 y 152 de la sura Al-An‘am (6, Los ganados), que son, realmente, un claro reflejo de todos los sentimientos, costumbres y modales del árabe ignorante. Contienen, además, el dolor y la restauración de un pueblo que estaba en guerra desde hacía 120 años. La recitación logró causar efecto en el corazón de Asad, y éste rápidamente aceptó el Islam y pidió que el Profeta enviase a su ciudad (Medina) alguien que difundiera y explicara allí el Islam.
“Diles: ‘Venid para que os dicte lo que vuestro Señor ha vedado: ¡No le atribuyáis nada; tratad con benevolencia a vuestros padres, no seáis filicida, por temor a la miseria; porque, nosotros os sustentaremos a vosotros y a ellos. Absteneos de las obscenidades, tanto en público como en privado, y no matéis, sino con justa razón, al ser que Dios prohibió matar. Esto es lo que Dios os preceptúa para que razonéis. No dispongáis del patrimonio del pupilo sino para acrecentarlo prudentemente, hasta que llegue a la pubertad; dad justamente el peso y la medida. Jamás imponemos a nadie carga mayor a la que puede soportar. Cuando sentenciéis, sed ecuánimes, aunque se trate de un pariente carnal y cumplid vuestro compromiso con Dios ¡He aquí! ¡lo que El os preceptúa para que meditéis!’ Y que ésta es mi recta senda. ¡Seguidla y no sigáis las demás sendas para que éstas no os desvíen de la suya! Esto es lo que El os preceptúa para que le temáis.” (6: 151 a 153)
Cuando el Profeta Abraham izó la bandera del monoteísmo en tierras árabes y construyó, junto a su hijo Ismael, la casa sagrada de la Ka‘aba, halló un grupo que se unió a su prédica y mensaje y cuyos corazones se vieron iluminados por la luz esplendorosa de su fe. Desgraciadamente no se conoce aún con detalles hasta qué punto aquel Mensajero divino luchó contra la idolatría.
Los árabes fueron concupiscentes y creyeron en el poder de los ídolos. La clase intelectual árabe adoraba la luna y las estrellas. El renombrado historiador Kalbí, fallecido en el año 206 de la Hégira, escribía: “La tribu de Banu Malíh adoraba los genios, mientras que la de Humair el sol, y la de Cananeh la luna. Las tribus restantes adoraban las estrellas, aunque cada una rendía culto a una en particular.”
La clase iletrada, compuesta por la mayoría de los habitantes, además de adorar los ídolos que tenían en sus casas y los particulares de la tribu a la que pertenecía, rendía culto a 360 ídolos que representaban cada uno de los días del año.
Luego de la muerte del patriarca del monoteísmo la idolatría reaparece gradualmente en la Meca. Es cierto que, al principio, los ídolos eran reconocidos como mediadores entre los hombres y Dios, pero poco a poco se comenzó a suponer que los mismos poseían un poder propio. Toda la gente podía rendir culto a cualquiera de los dioses que se encontraban en la Ka‘aba, pero cada tribu rendía culto a los ídolos propios. Los ídolos tenían recintos especiales que se encontraban custodiados por las distintas generaciones de una misma familia.
Los ídolos caseros eran adorados día y noche por los moradores de la casa. Cuando alguien debía realizar un viaje no lo hacía sin antes rozar su cuerpo con los ídolos. Si el viaje debía realizarse por el desierto sus ídolos serían las piedras que hubiera en el mismo. Elegían cuatro piedras entre el montón y de esas la más bonita sería considerada un dios. Otra opción, en caso de viaje, consistía en llevar piedras de los alrededores de la Ka‘aba consigo. La humillación de los árabes frente a los ídolos era realmente asombrosa. Cuando querían obtener la satisfacción de sus dioses sacrificaban animales y mojaban los rostros y cabezas de sus ídolos con la sangre de los mismos. Cada ídolo tenía dos pequeñas maderas, una de las cuales decía “hazlo” y la otra “no lo hagas”. Cuando alguien debía realizar un acto de importancia, se dirigía a uno de ellos y sin mirar retiraba una de las maderas y según lo que dijera realizaba o no el acto.
Sus ideas sobre la vida después de la muerte.
Los árabes pre-islámicos creían que cuando el alma sale del cuerpo al morir se convierte en un búho que se lamenta, y que una vez enterrado éste permanecen juntos, cuerpo y alma, hasta la eternidad. Si el difunto quiere comunicarse con sus hijos o parientes se dirige (en esta forma de búho) a la azotea de sus casas. Si alguien fallece por muerte provocada el búho comienza a clamar “sacien mi sed”, como anunciando que hasta que no den muerte a su asesino no estará satisfecho.
Todas estas creencias ponen de manifiesto la gran diferencia en la vida y concepciones filosóficas de esta época con las de la etapa posterior a la llegada del Islam.
LA LITERATURA: ESPEJO DEL ESPIRITU DE UN PUEBLO
El mejor medio para analizar el espíritu y las creencias de un pueblo es la recopilación escrita de sus pensamientos. La literatura, las poesías, los cuentos y las fábulas son representantes de los pensamientos y las ideas de los grupos que las crean.
La literatura de cada pueblo puede asemejarse a esas pinturas que muestran paisajes naturales, familias reunidas y escenas de guerras. De la misma forma las poesías árabes y sus modismos son el medio más idóneo para revelar el verdadero rostro de su historia. Un historiador que quiere comprender el modo de pensar de un pueblo no debe dejar de lado sus herencias culturales. Afortunadamente los sabios islámicos han recopilado la literatura del pueblo árabe de la época de la gentilidad. Abu Tamam Habibi Ibn Aus, fallecido en el año 231 de la Hégira, y considerado un literato erudito de la escuela islámica shi‘ita, es quien ha recopilado la mayoría de las poesías de la era preislámica, dividiéndolas en 10 partes: 1) Osadía y valentía; 2) Cánticos para el infortunio; 3) Modales; 4) Cánticos referentes a la juventud; 5) La burla y la difamación de individuos y tribus; 6) Poesías referentes a la generosidad y la hospitalidad; 7) Elogios; 8) Los viajes; 9) Las bromas; 10) El reproche y el menosprecio a las ,mujeres. Los sabios islámicos han escrito variadas interpretaciones de este libro que incluso fue traducido a varios idiomas.
LA SITUACION DE LA MUJER ARABE
La historia muestra que la mujer árabe estaba privada de todos los derechos y vivía en una situación dramática. El Sagrado Corán reprocha esta actitud con las mujeres cuando dice: “Cuando la hija sepultada viva sea interrogada, por qué delito fue matada”. (81:8 y 9) ¿Tanta era su bajeza moral que asesinaban en sus primeros días de vida al ser que nació del fruto de sus corazones sin ni siquiera conmoverse? La primera tribu que comenzó a enterrar vivas a las recién nacidas fue la de Banu Tamim. La historia la relató Qais Ibn Asem cuando luego de convertirse al Islam visitó al Profeta Muhammad (BP) Y uno de sus discípulos le preguntó si tenía hijas y él respondió: “He enterrado vivas a todas mis hijas y sólo me he sentido conmovido por una de ellas. Cierta vez debí realizar un viaje faltando muy poco para que mi esposa diera a luz. El viaje se prolongó más de lo previsto. A mi regreso pregunté por mi hijo, a lo que mi esposa respondió que la criatura había nacido muerta. Pero la verdad era que había nacido una niña que mi esposa me había ocultado por temor a que yo la matara, dejándola al cuidado de una de sus hermanas. Transcurrieron los años, mi hija ya era una adolescente y yo no tenía la menor idea de su existencia, hasta que un día estando en mi casa me llegó una muchacha preguntando por su madre; era hermosa, tenía el cabello trenzado y un collar en su pecho. Le pregunté a mi esposa quien era ella y me respondió: “Es tu hija, la misma que nació cuando estabas de viaje y a la que oculté por temor”. Con mi silencio les hice creer que estaba satisfecho, que no la mataría. Pero un día cuando mi esposa salió de la casa confiando en mí, creyendo que no haría daño a aquella joven, llevé a nuestra hija muy lejos, y comencé a cavar una fosa. La muchacha me preguntaba por qué lo hacía, pero yo no le respondía. Cuando terminé con la excavación, la arrastré hacia la fosa y comencé a echar tierra sobre su cuerpo. Ella me decía: “¡Padre! ¿Me ocultas bajo la tierra y me dejas aquí sola?” Sin darle importancia a sus palabras continué arrojándole tierra hasta cubrirla por completo. Fue la única vez que me conmoví.” Lágrimas de dolor comenzaron a brotar de los ojos del Profeta Muhammad (BP) y dijo: “Por cierto que éste es un acto de crueldad y quien no se apiade de los demás Dios no se apiadará de él”.
La situación social de la mujer árabe.
La mujer árabe constituía un artículo comercial comprable y vendible. Se encontraba privada de todo derecho social y personal. Tampoco poseía derecho a la herencia. La clase intelectual la consideraba dentro del rango de los animales. Era muy común entre ellos el siguiente proverbio: “Las mujeres son como recipientes, están creadas para llevar hijos”. Muchos hombres, a menudo por temor a la indigencia o a la corrupción, arrojaban a las recién nacidas desde lo alto de una montaña o las ahogaban en el río.
Una breve comparación.
Si el lector reflexiona en los derechos de la mujer en el Islam se dará cuenta que sus mandatos y decretos, y los pasos seguidos en defensa de la mujer ante tantas barbaries, son un testimonio vivo y evidente de la veracidad del Islam y de su origen y relación con lo divino. ¿En qué lugar se puede encontrar más justicia que en el Islam, el que consolida a través del Corán los derechos de la mujer y convoca a los creyentes a ser amables con ellas?
Dijo el Profeta Muhammad (BP): “¡Humanos! Los hombres tienen derechos sobre las mujeres y las mujeres los tienen sobre los hombres. Sean benevolentes para con ellas, pues son sus ayudantes y compañeras, ofrézcanles la misma clase de alimentos que ustedes mismos consumen y vestimenta de la misma calidad a la que ustedes visten.”
EL ALMA COMBATIVA DE LOS ARABES
La avaricia tenía un ejemplo vivo en los árabes pre islámicos. Su tendencia materialista era increíble; no miraban ninguna cosa sin calcular la ventaja que de ella podían obtener. Se consideraban más nobles y superiores a los demás. Les fascinaba el libertinaje y odiaban cualquier cosa que constituyera un límite en su ejercicio. Escribe al respecto Ibn Jaldún: “Aquel pueblo era de una naturaleza bárbara y saqueadora, y este carácter se hizo tan común en ellos que se había convertido en algo agradable de poseer. Es por eso que no obedecían las órdenes de sus mayores. Evidentemente semejante modo de vida contraría a la civilización”. Luego agrega: “Era natural en ellos el saqueo y el hurto; robaban cualquier cosa que veían en manos de otro. Sus provisiones eran obtenidas bajo la sombra de la lanza. Y no hablemos de la usurpación, no tenía límite.” Se relata que cierta vez cuando un árabe oyó de la paz del Paraíso preguntó: “¿En el Paraíso se libran batallas?” Ni bien le respondieron que no, dijo: “¿Entonces de qué vale ir?”.
En la historia de Arabia se han librado más de 1700 guerras, algunas de las cuales duraron 100 años o más, es decir, que algunas generaciones pasaron toda su vida en guerra. A menudo un ínfimo problema desataba guerras interminables. El árabe creía que la sangre sólo podía lavarse con más sangre. El relato de Shanfarah, por ejemplo, parece al respecto más una leyenda que una realidad, y nos muestra su extremo fanatismo. Cuenta la historia que cuando este hombre fue ofendido por un integrante de la tribu de Banu Salman decidió matar a 100 de sus miembros. Después de mucho tiempo de acechanzas logró dar muerte a 99. Finalmente un grupo de ladrones lo mató a él cuando se encontraba cerca de un pozo. Y es increíble pero después de mucho tiempo Shanfarah mató al centésimo de la tribu de Banu Salman. Se dice que un día de gran tormenta pasó por allí un miembro de aquella tribu y por el fuerte viento su cráneo pegó en su pie. La intensa herida terminó por matarlo.
Los árabes se habían acostumbrado tanto al saqueo y al derramamiento de sangre que a mayor cantidad de bienes saqueados mayor honor poseían. Un poeta pre islámico que observaba la poca capacidad de su tribu para el saqueo exclamaba: “¡Ojalá perteneciera a la tribu de aquellos que ni bien montan sus caballos saquean y obtienen beneficios!”. Dice el Sagrado Corán al respecto: “...y acordaos de las mercedes de Dios para con vosotros, cuando eras adversarios, que El concilió vuestros corazones y, merced a Su gracia, os convertisteis en verdaderos hermanos, y cuando estuvisteis al borde del abismo infernal os salvó de él...” (3: 103)
EL CARACTER GENERAL DEL ARABE DE LA EPOCA DE LA GENTILIDAD
Diferentes factores como la ignorancia, la pobreza, el desaprovechamiento de una doctrina social correcta, la pereza, el salvajismo y otros tantos vicios habían oscurecido la Península Arábiga. Los delitos se habían convertido en hechos comunes y legales. El hurto y el saqueo, el juego y la usura, los secuestros, ya eran habituales en ellos. Una de sus más reprochables costumbres era la de beber. Este vicio estaba tan arraigado en la sociedad que constituía el tema principal de los poetas. Las tabernas estaban abiertas a toda hora. La venta del alcohol se había incrementado tanto que el verbo “comerciar” era casi idéntico para ellos a decir “vender vino”. Interpretaban la moral erróneamente. Elogiaban los celos, la valentía y la hombría. La valentía era sinónimo de derramamiento de sangre e incremento de bajas; los celos se cristalizaban cuando enterraban vivas a sus hijas mujeres y la hombría consistía en secundar a sus aliados en lo que fuera, mala o buena causa. Por último diremos que sólo les importaban las mujeres, el vino y la guerra.
LAS SUPERSTICIONES DE LOS ARABES
El Sagrado Corán expresa las metas sagradas de la misión del Profeta Muhammad (BP) en breves frases, de las cuales la de mayor importancia y merecedora de mayor atención es la siguiente: “Les descargará de su fardo y les librará de las cadenas que les agobian. Mas, quienes crean en él, le secunden, le defiendan y sigan la luz que le fue revelada, éstos serán los bienaventurados.” (7:157)
En cuanto al significado de la frase “les librará de las cadenas que les agobian”, el sentido de la misma no es decir que los árabes estaban agobiados por cadenas de hierro, sino que su significado es recalcar que lo que les privaba de la libertad eran las supersticiones y las falsas creencias que los rodeaban y que fueron el mayor obstáculo para su evolución. Sin duda que estas creencias falsas son más perjudiciales que las cadenas de hierro, pues éstas últimas, una vez retiradas de los cuerpos de los hombres permiten que los mismos inicien una nueva vida, mientras que las cadenas de la ignorancia y la fantasía se enredan en el intelecto humano y pueden permanecer en él hasta el fin de sus días.
Uno de los mayores honores del Profeta del Islam (BP) fue luchar contra la superstición. El purificó la mente y la razón del ser humano de las vanas supersticiones que la agobiaban. El Profeta decía: “He venido para fortalecer la mente del ser humano y para luchar contra la superstición, sea de la clase que fuere; la combatiría aún cuando resultase beneficiosa para el Islam.” Los políticos de todo el mundo, cuya única meta es imperar en él, casi siempre aprovechan de las circunstancias y hasta son capaces de respaldar una teoría falsa si fuera que ella aumentase su poderío. El Profeta del Islam no luchaba contra la superstición porque le fuera desfavorable, sino que lo habría hecho aún cuando resultara beneficiosa para sí mismo. Durante toda su vida procuró que la gente se sometiera a Dios y no a una superstición.
Cuando falleció uno de los hijos del Profeta Muhammad (BP), llamado Ibrahim, el Profeta estaba triste y dolorido. En ese mismo día se produjo un eclipse de sol y el pueblo supersticioso lo atribuyó a la importancia de aquella muerte al decir: “El sol se eclipsó por la muerte del hijo del Profeta”. Cuando esta noticia llegó a oídos de Muhammad se dirigió al púlpito de la mezquita y dijo: “El sol y la luna son dos maravillas del Poder Absoluto de Dios y están sometidos a Sus órdenes, jamás Se eclipsan por un nacimiento o una muerte. Cuando estos fenómenos se produzcan deben realizar la oración de aiát (signos celestes)”. Entonces todos comenzaron a rezar. Como podemos observar esta situación podría haber beneficiado mucho al Profeta (BP) y habría fortalecido su poder; pero él jamás intentó aprovecharse de una mentira para consolidar su posición. Su lucha contra la superstición tuvo su inicio cuando Muhammad era aún niño.
No hay más Protector que Dios.
Cuando Muhammad (BP) no había cumplido aún los cuatro años de edad vivía bajo el cuidado de su ama de leche Halimah. Cierto día el pequeño le pidió permiso para salir de paseo con sus hermanos de crianza. Halimah se lo concedió. Luego de aseado y vestido colocó en su pecho un collar proveniente del Yemen que tenía una piedra especial que creía lo protegería. Muhammad (BP) se la quitó de inmediato y le dijo: “Madre mía, quédate tranquila, mi Dios siempre me acompaña y es mi Protector por encima de todo”.
Las supersticiones.
La historia nos ha legado muchas historias de las supersticiones en la península arábiga, y que fueron la causa del atraso del pueblo respecto del resto.
El mayor obstáculo para el progreso del Islam lo constituyó la superstición. El Profeta (BP) luchó con todas sus fuerzas para eliminarlo de la sociedad. Cuando envió a Ma‘ad Ibn Yabal (para oficiar de juez islámico en el Yemen) le dijo: “¡Ma‘ad! Termina con todos los efectos de la ignorancia y las supersticiones y revive la fe y la tradición islámica que se basan en la lógica”. Decía el Profeta frente a la gente que había vivido largos años bajo la creencia en supersticiones: “Yo rebajo y rechazo todo lo referente a la época de la gentilidad.” A raíz de ello, deducimos que se trataba de un pueblo supersticioso; además podemos decir que la superstición constituyó el mayor obstáculo al progreso del Islam. Ahora, para establecer el valor de los conocimientos islámicos, expondremos algunas de sus creencias supersticiosas.
1) Encendían fuego para que lloviera. Puesto que esta zona estaba expuesta a grandes sequías, acumulaban leña de dos árboles especiales, las amarraban a la cola de una vaca, llevaban a ésta hacia la cima de una montaña y allí mismo prendían fuego a la leña. Cuando el fuego quemaba la cola de la vaca ésta comenzaba a correr y a bramir. Y de este acto tan cruel deducían que el fuego representaba los relámpagos y los bramidos del animal los truenos. Creían que luego de este ritual llovería.
2) Creían que herrando boca y patas de un camello, los que estuvieren enfermos sanarían.
3) Cuando a un ser generoso que durante su vida había sacrificado animales para los suyos o ajenos, le llegaba la hora, se desjarretaba un camello en su honor.
¿Cómo pudo el Islam enfrentar semejantes supersticiones? Estos procedimientos, además de contrariar a nuestra razón y a la ciencia significan un castigo y una opresión a los animales. Si comparásemos tal procedimiento con las firmes leyes del Islam respecto al auspicio y la defensa que se debe hacer de los animales, comprenderemos que ambos son totalmente antagónicos. Dijo el Profeta Muhammad (BP): “Todo propietario de animales debe respetar las siguientes normas: 1) alimentado bien, 2) darle de beber y detenerse en los viajes en los lugares en que haya agua, 3) no azotarlo en la cara, 4) no permanecer montado en el mismo cuando se quiere conversar con alguien por largo rato; 5) no cargarlo con más peso del que puede soportar, y 6) no obligarlo a caminar más de lo que sus fuerzas le permiten.”
4) ¿Cómo curaban a los enfermos? Cuando una persona había sido víctima de una picadura de serpiente, colgaban en su pecho joyas de oro. Para curar la rabia frotaban sobre la víctima la sangre del más importante de la tribu.
5) Curaban con saliva humana.
6) Para superar el temor utilizaban los siguientes métodos: cuando viajaban, antes de llegar a destino (y por temor a alguna enfermedad contagiosa) colgaban de sus cuellos huesos de zorro o imitaban diez veces el rebuzno de los asnos.
Si se extraviaban en el desierto se ponían la ropa al revés, para que les ayudara a retornar al lugar del que se habían extraviado.
7) Cuando un hombre debía realizar un viaje y temía que su esposa le fuera infiel, ataba un hilo a la rama de un árbol. Si al retornar, el hilo proseguía atado, quería decir que le era fiel; en cambio si lo encontraba desatado o ya no estaba allí condenaban a su mujer por traición.
Estas son sólo algunas de las supersticiones que oscurecían las vidas de los árabes pre islámicos.
LA LUCHA DEL ISLAM CONTRA LA SUPERSTICION
El Islam ha luchado contra ella a través de diferentes vías. Cuando un grupo de beduinos que curaban a sus enfermos con piedras y collares de huesos de zorro visitó al Profeta y le preguntó sobre las plantas medicinales, él les dijo: “Es preciso que cada enfermo elija la manera de ser curado. Así como Dios creó la enfermedad creó su curación”.
Cuando Sa‘d Ibn Abi Uaqqas se enfermó del corazón el Profeta (B. P.) le sugirió que visitara a Hariz Calda, famoso médico de Zaqif. Además le recomendó un medicamento.
He aquí un relato sobre el Enviado de Dios que rechaza la superstición: Una persona cuyo hijo padecía de anginas y portaba en su cuello un colgante propio de la superstición, se dirigió al Profeta, y éste le dijo: “No asusten a sus hijos con esos collares que les colocan”. Luego le recomendó proporcionar al niño un remedio de la India.
El Imam Al-Sadiq (P.) decía: “Ciertamente que la mayoría de esos collares y pulseras significan asociación (a Dios)”. Cuando el Profeta (PB) y los Imames (P) recomendaron tomar medicamentos dieron un gran golpe a las supersticiones que se habían adueñado de los árabes de la era de la gentilidad. Los más famosos transmisores de hadices han recopilado estas recomendaciones con el nombre de “La medicina del Mensajero de Dios”, “La medicina de Al-Rida”, etc.
LA SITUACION SOCIAL DE ARABIA EN LOS UMBRALES DE LA APARICION DEL ISLAM
El primer paso que dio el ser humano para vivir en sociedad fue cuando se agrupó en tribus. La tribu es la unión de varias familias que permanecen bajo la jefatura de un líder. Los árabes vivían en tribus separadas. Los modales y las tradiciones de cada una eran diferentes. Como cada tribu era ajena a otra no tenía ninguna obligación de respetar u otorgar un derecho a un miembro de una tribu ajena. El saqueo, los asesinatos, los secuestros de mujeres, etc., eran derechos legales de cada tribu salvo en ocasiones de alianza. Si una tribu se veía perjudicada por otra se adjudicaba el derecho de matar a todos los integrantes de la que la perjudicó. Creían que la sangre no se lavaba más que con sangre. El árabe, con su adhesión al Islam, pasó de un gobierno de tribu a un gobierno universal. El Profeta del Islam pudo hacer de aquellas tribus dispersas una comunidad unida. No cabe duda que instaurar una comunidad con tribus que a lo largo de la historia estuvieron derramándose la sangre es una obra sin precedentes. Si este gran cambio hubiera sido acarreado por la normalidad y el paso del tiempo seguramente habría necesitado innumerables medios y una extensa educación. Dice Tomás Carlyle: “Con el Islam Dios orientó a los árabes desde la oscuridad hacia la luz. De un pueblo silencioso y estancado, que no tenía voz ni movimiento, creó un pueblo que del anonimato pasó a la fama, del sueño al despertar, de la bajeza a la superioridad, de la debilidad a la fortaleza y cuya luz alumbró los cuatro puntos cardinales. Cuando aún no se había cumplido un siglo de la aparición del Islam los musulmanes ya tenían un pie en la India y otro en Andalucía”. Escribe Massignon, famoso historiador occidental: “Hasta el momento de este asombroso acontecimiento (la llegada del Islam) que nos presentó a los árabes, ninguna de las partes de Arabia se contaba entre las historias de las civilizaciones. Tampoco se observaban en ellos características científicas ni religiosas. Sí, las diferentes tribus de Arabia no habían visto en sí mismas ninguna señal de civilización, sus leyes o sus modales. Ellas habían estado privadas de los privilegios que brinda una sociedad y que originan el avance y el progreso”.
Jamás se pensó, que los árabes llegarían a tal cima de esplendor y majestuosidad tan súbitamente ni que fuera posible orientarlos desde su concepción tribal de la vida a una concepción tan excelsa y universal. Los pueblos del mundo se asemejan a los edificios, pues así como un edificio necesita materiales de buena calidad, capaces de resistir al viento y la lluvia, un pueblo necesita bases en qué fundarse, principios y una moral correcta para permanecer vigente y poder progresar. Por todo esto nos preguntamos, ¿de dónde ha surgido el tremendo cambio de los árabes?, el cambio de un grupo que hasta un momento antes era hipócrita y discrepante, muy distante de toda doctrina social, y que sin embargo pudo constituir un gobierno poderoso al cual los grandes pueblos del mundo se sometieron y obedecieron.
A propósito de esto, si es verdad que los árabes del Yemen poseían una gran civilización, ¿por qué entonces no se transmitió al resto de los pueblos que conformaban Arabia en aquella época? ¿Por qué los árabes de Gassan, que eran vecinos de Sham (Damasco, Siria) y constituían una colonia romana, no fueron civilizados? ¿Por qué los árabes de Hirah, que vivieron mucho tiempo bajo el dominio persa, no pudieron avanzar?..
Si todos estos pueblos árabes nombrados -que tuvieron contacto con las grandes civilizaciones de la época- hubieran obtenido un avance en su forma de vida y civilización, no sería sorprendente, pero sí es sorprendente y espectacular que los árabes del Hiyaz, que no tuvieron historia, hayan sido los herederos de la majestuosa civilización islámica.
LOS GOBIERNOS DE HIRAH Y GASSAN
Los distritos fértiles de Arabia estuvieron bajo el dominio de tres grandes imperios de los últimos años previos al Islam, es decir de la Roma oriental, Persia y Etiopía. El éste y el noreste estaban bajo la influencia de Persia, el noroeste era colonia romana, y el centro y sur estaban bajo el dominio de Etiopía.
A raíz de la proximidad con los pueblos civilizados y la continua competencia existente entre ellos se habían constituido gobiernos parcialmente independientes y civilizados, y cada uno obedecía la orden del civilizado gobierno vecino. Algunos de esos gobiernos eran los de Hirah, Gassan y Kandah.
Hirah.
Basándonos en la historia de los primeros años del siglo I de la era cristiana podemos afirmar que algunas tribus árabes se alojaron en los territorios próximos al río Eufrates, tomando una parte de lrak. Estos inmigrantes, poco a poco, fueron construyendo aldeas, luego fortalezas y más tarde ciudades. Una de las ciudades más importantes era Hirah, que estaba situada cerca de la actual ciudad de Kufah. Primero fue una fortaleza, después una ciudad. Su buen clima, sus abundantes ríos y su fértil suelo produjeron su desarrollo mediante el cual pudieron atraer a los beduinos hacia una vida más civilizada, conseguida gracias a su proximidad con Persia. Cerca de Hirah se construyeron grandes palacios, como por ejemplo el de Jumaq, que ostentaba un especial esplendor. Los árabes de ese lugar también conocieron la escritura y probablemente fue la escritura de Hirah la que se expandió por toda Arabia. Los gobernantes de Hirah pertenecían a la tribu de Banu Lajm. Eran apoyados por los reyes sasánidas, quienes lo hacían porque querían crear una barrera de contención entre los beduinos y Persia. El gobierno de Banu Lajm era el de mayor importancia en Hirah y ya demostraba cierto grado de civilización. El último de este clan, Nu'man Ibn Munzar, fue depuesto y asesinado por orden de Josrou Parviz.
Gassan.
A fines del siglo V o principios del VI un grupo de las corrientes migratorias árabes antes citadas se asentó en el noroeste de Arabia, cerca de la frontera con el imperio bizantino, y fundó Gassan. Esta comarca recibía el apoyo del imperio romano de oriente y sus gobernantes eran elegidos por los Césares de Bizancio, del mismo modo que los gobernantes de Hirah lo eran por los emperadores persas. Gassan poseía una incipiente civilización pues, por un lado, el corazón de su territorio y gobierno estaba cercano a Damasco (Siria), y por otro lado eran vecinos de Bosra, centro árabe en manos bizantinas. De esta forma, y debido a las discrepancias que mantenían con los árabes de Hirah y los persas, el clan de Gassan se alió a Bizancio y quedó bajo su influencia.
En total nueve o diez fueron los gobernantes del lugar que rigieron ese territorio.
La concepción religiosa más extendida en el Hiyaz era la idolatría. Solo existían algunas minorías judías que vivían en Iazrib (luego Medina) y Jaibar, y los habitantes de Nayran, ciudad limítrofe entre el Yemen y el” Hiyaz, que eran cristianos. En las partes septentrionales era común el cristianismo por el hecho de estar próximos al imperio bizantino. A excepción de estas zonas que mencionamos el resto del Hiyaz profesaba la idolatría en sus diferentes formas. Solamente un pequeño grupo, que podía contarse con los dedos de las manos, permaneció dentro del puro monoteísmo, y se llamaban “hanif”. Eran los seguidores de Abraham (P.). En la época de Abraham (P.) y su hijo Ismael (P.) la doctrina monoteísta se estableció en el-Hiyaz, y transmitió una serie de tradiciones religiosas y morales. Los sugestivos rituales del Hayy (peregrinación) que aún se conservan en el Islam, constituyen algunos de ellos.
La idolatría ingresó en la Meca debido a Amr Ibn Gossí, de la tribu de Jaza'at, quien tenía a su cargo por entonces el liderazgo del lugar. En uno de sus viajes a Sham (Damasco, Siria) este hombre observó que el grupo de los Amaleque adoraba bellos ídolos. La escena le agradó y por eso introdujo en la Meca el ídolo llamado Hubal y convocó al pueblo a su adoración y culto. Los ídolos más famosos que tuvieron los mequinenses fueron Hubal, As’af, Naelat, Lat, Uzza, Manat, Amianes, Sa‘d, Duljalsá y Manaf.
Los habitantes del Hiyaz eran llamados “ummí”, que significa iletrados. Es decir que su conocimiento se limitaba a lo que le habían enseñado o transmitido sus padres. Para que tengamos una idea de su escaso conocimiento y formación digamos que, cuando apareció la luz del Islam, sólo había entre ellos 17 alfabetizados, 11 de ellos pertenecientes a las tribus de Aus y Jazray que habitaban en Medina. El resultado de todo lo mencionado resalta a las claras el poder de las enseñanzas del Islam -que pudo transformar tan profundamente a este pueblo-, en todos los campos del saber humano: la fe, la economía, la moral, la cultura, etc. Para examinar el valor de las civilizaciones sin duda que, como primera medida, debemos analizar el período que precedió a su aparición para determinar su valía en el contraste.
Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.
www.islamoriente.com Fundación Cultural Oriente