EL ISLAM Y EL HOMBRE CONTEMPORANEO
“La razón de la Creación y Resurrección”,
según la cosmovisión islámica
Por: Ayatola Al-lamah Tabātabā’i
Pregunta
¿Fue creado el mundo? ¿Cuál era el propósito de su creador? ¿Somos responsables de algunos deberes? Estas preguntas han desconcertado a los seres humanos desde tiempos inmemoriales. Si respondemos positivamente a estas preguntas, surgen otras más específicas, para las cuales nuestra mente, debido a su curiosidad innata, querrá respuestas lógicas y definitivas. Las preguntas anteriores son parte de las preguntas esenciales a las que se enfrenta la humanidad. Nuestra naturaleza nos impulsa a encontrar respuestas lógicas y definitivas para estas preguntas.
Respuesta
La razón por la que indagamos acerca del propósito de la creación es que cuando realizamos nuestras actividades personales y sociales, nos esforzamos por alcanzar ciertos objetivos e ideales que sirvan a nuestros propósitos: comemos para calmar el hambre; bebemos agua para saciar nuestra sed; nos vestimos para protegernos del clima hostil; hablamos para comunicar nuestras intenciones. Ninguna persona hace una actividad de forma consciente sin tener un propósito, sin la intención de sacar algún beneficio. Ya que este es nuestro caso, asumimos que el resto de criaturas inteligentes se comportan igual. Y entonces hacemos esta pregunta: “¿cuál es el propósito de Dios en la creación?” ¿pero, es válido hacer esta comparación? ¿todo el tiempo se puede extrapolar un principio que se emplea para algunos casos e incluir todos los casos? La respuesta es negativa.
La manera definitiva de encontrarle una respuesta a nuestra pregunta consiste en analizar el concepto de propósito, ya que nuestra pregunta no puede ser resuelta por medio de la inducción y el análisis de los innumerables casos a los que puede aplicarse. Luego de analizar las acciones voluntarias que realizamos en nuestra rutina diaria, resulta evidente que cada vez que actuamos, tenemos el propósito de alcanzar algún beneficio que satisfaga alguna de nuestras necesidades. Comemos con el propósito de calmar el hambre; una vez nuestro propósito ha sido satisfecho, ya no hay necesidad de continuar con la acción que nos ayudó a saciarlo. Esto pasa con toda acción que ejecutemos conscientemente, como beber, sentarnos, pararnos, escuchar, caminar, etc. Aún, las acciones que realizamos aparentemente sin ningún interés de nuestra parte (como las acciones que hacemos de forma altruista algunas veces), en el fondo nos reportan algún beneficio, este beneficio es el que nos impulsa a realizar dicha acción; en casos como el anterior, estamos satisfaciendo alguna necesidad emocional; por ejemplo, aliviarnos un poco de la pena que sentimos por los desamparados.
Basándonos en el análisis anterior, podemos concluir que generalmente el propósito que tenemos al realizar una acción consciente, es el anhelo de cumplir un deseo—satisfacer una necesidad—que se logra con dicha acción.
Aparentemente, pareciera que estas acciones intencionadas, las realizaran sólo los agentes conscientes, los cuales poseen inteligencia y libre albedrío. Un análisis más profundo muestra que las mismas propiedades que rigen las acciones de éstos rigen las de los agentes inanimados. Un agente inanimado también posee ciertas facultades responsables de que pueda satisfacer sus necesidades naturales. Tal como en el caso de los agentes conscientes, los agentes inanimados se esfuerzan por llegar a un fin determinado, con el ánimo de satisfacer una inclinación inherente en ellos. Lo único que distingue a un agente consciente de uno inanimado es la consciencia: el agente consciente tiene conocimiento de lo que hace, mientras que el agente inanimado se guía ciegamente por lo que le dicta su naturaleza.
Presencia universal del propósito
La discusión anterior es clara al decir que el propósito está presente en todas las criaturas, y ya que el principio de causa-efecto rige toda la creación, no hay posibilidad de que un agente realice alguna acción sin un propósito.
Tomemos por ejemplo un agente de cualquier clase: un humano, un insecto, un árbol de manzana, una espiga de trigo, un pedazo de hierro, una molécula de oxigeno; todos se parecen en cuanto a que se adaptan a su entorno y realizan ciertas acciones con el objeto de alcanzar un fin. Una vez el fin se ha alcanzado y el agente ha adquirido el beneficio que perseguía, la acción llega a su fin.
Lo anterior puede decirse aplica de forma general a las especies considerándolas formando grupos – la especie humana, las especies de caballos, los árboles de manzana, etc. Con sus actividades características, los individuos de todas las especies persiguen ciertos objetivos que les permitan compensar sus deficiencias inherentes y así garantizar la supervivencia de su especie. Y de manera más general, también podemos decir lo mismo del cosmos en su totalidad; cuyas distintas partes están enlazadas por un nexo cósmico.
En general, toda actividad que se emprenda, tiene un punto de origen y un punto final. La acción constituye una etapa intermedia durante la cual un ser pasa de un estado a otro. La acción comienza cuando un ser quiere satisfacer una necesidad. Este deseo puede ser causado por mera tendencia física (como es el caso de los fenómenos naturales), por instinto (como en los animales), o por una decisión consciente (como en el ser humano). La acción deja de realizarse cuando se ha satisfecho la necesidad, pero este final puede ser el comienzo de otra acción que persiga otro fin.
La explicación anterior basta para demostrar lo impensable de realizar una acción sin perseguir un fin en particular, o que la relación entre esta acción y su fin sea casual. Es igual de impensable que un agente inicie una acción sin que haya una relación de causalidad entre la acción y el fin que se persigue con ésta.
Los principios universales – uno de los cuales es el sorprendente orden causal que gobierna el cosmos- no pueden transgredirse. Ellos controlan el cosmos uniformemente, siendo imposible la casualidad.
De acuerdo con cierto erudito, la posibilidad de que un cuerpo compuesto de diez átomos exista al azar, es de una en diez billones. Por lo tanto, utilizar la casualidad para explicar los fenómenos del mundo es algo vano. El intelecto, el cual se origina en la naturaleza Divina del ser humano, critica categóricamente los esfuerzos por negar la relación que existe entre una acción, su agente, y su propósito, ya que dicha negación iría en contra de los principios fundamentales de la ciencia e invalidaría los principios auto-evidentes de la mente.
Los componentes de este universo en expansión, desde las partículas más pequeñas hasta las galaxias gigantes más sorprendentes, están enlazadas en un auténtico nexo, formando un todo uniforme. Este todo, con sus innumerables propiedades y modos de existencia, se encuentra en movimiento, movimiento general y universal. (Este punto de vista es corroborado por razonamientos filosóficos y teorías científicas.) El cosmos, como un todo uniforme, persigue un objetivo particular; se dirige a su destino. Una vez llegue a su destino, este mundo ruidoso y siempre cambiante, se transformará en un mudo sereno e inmutable. El mundo posterior, a diferencia de la conmoción presente, se caracterizará por la estabilidad y la armonía, sus imperfecciones serán arregladas y sus potencialidades serán realizadas.
De lo anterior surgen las siguientes preguntas: ¿Acaso esa estabilidad será relativa y comparable con el presente orden de cosas? ¿o será serenidad y estabilidad absoluta, sin verse afectada por el cambio? La verdad es que el mundo futuro gozará de una absoluta y auténtica estabilidad, una perfección total. La inestabilidad, algo característico en el mundo de hoy, será sellada y guardada bajo llave ya que el mundo habrá vuelto al punto donde se originó, completando así un ciclo perfecto, punto el cual, utilizando el termino “moderno”, la comprensión será en cuatro dimensiones ya que los fenómenos no tendrán una orientación temporal relativa.
Lo que hemos dicho en el párrafo anterior, aunque en forma breve (se trata de un tema muy complejo y hemos tratado de resumirlo en pocas palabras), deja en claro que el mundo futuro, hacia el cual se dirige la caravana cósmica a gran velocidad, será un lugar de estabilidad perfecta. Es seguro que a medida que tratemos de asimilar este tema, surgirán numerosas preguntas, las cuales serán la base para profundas y complicadas discusiones filosóficas (decimos complicadas porque los temas en cuestión son abstractos y escapan al entendimiento de los sentidos).
Desde el mismo momento en que abrimos los ojos y vemos las maravillas del mundo, todo está en movimiento, transformándose, evolucionando y luego deshaciéndose. Siempre hemos estado entre los pasajeros de esta caravana, y nunca volvemos a saber de los que la dejan -“No se volvió a saber del que escuchó la verdad”.
Por lo dicho anteriormente, el tema en cuestión sólo puede resolverse por medio de un razonamiento filosófico meticuloso, basado en argumentos racionales apodícticos que se deriven de premisas válidas. (Es válido señalar que este tema filosófico se corresponde con la doctrina religiosa de la Resurrección como lo declaran las autoridades religiosas islámicas).
Propósito de Dios en la creación del mundo
Según lo dicho arriba, queda claro que el propósito tiene sentido sólo cuando hay dos elementos presentes: un agente (el cual se esfuerza en conseguir dicho propósito para satisfacer una necesidad inherente ) y una acción (la acción que realiza el agente con miras a obtener dicho propósito).
Además, racionamientos lógicos han demostrado que Dios es Perfección Absoluta, sin defectos o necesidades. Al yuxtaponer las premisas anteriores, se puede concluir que se puede hablar de un fin al referirse a la acción de Dios, pero con respecto a la Esencia Divina, sería incorrecto hablar un propósito.
En otras palabras, la pregunta: “¿Cuál es el propósito de Dios en la creación?” puede interpretarse en una de las siguientes maneras: si la intención es indagar acerca del fin que busca la acción de Dios (es decir, cuál es su objetivo final), podría responderse que nuestro mundo imperfecto se dirige a un estado de mayor perfección. Si por el contrario, se quiere determinar cuál es la necesidad que Dios desea satisfacer o cual es el beneficio que Él quiere obtener al crear el mundo, la pregunta sería incorrecta.[1]
nuestras fuentes religiosas dicen a este respecto que el propósito de Dios en la creación del mundo es beneficiar a los demás no a Él.
Del análisis anterior se puede concluir que puede hablarse de propósito cuando el agente o la acción tienen una deficiencia que puede satisfacerse si se obtiene el propósito. Es por esta razón, que propósito, como se define generalmente, no puede aplicarse a los seres que trascienden el campo de la materialidad- es decir, Dios y los intelectos estrictamente inmateriales.
Los filósofos, sin embargo, por medio de un análisis meticuloso han logrado comprender el propósito de una manera más ingeniosa. Para ellos, el propósito tiene dos significados. Uno se relaciona con la acción y determina su realización; el otro se relaciona con el agente e indica la satisfacción de una necesidad. El primer significado es perfectamente aplicable a las acciones de los seres inmateriales. Pero para entender esto es necesario ahondar en la explicación.
Las acciones de los seres inmateriales son instantáneas; es decir, no implican movimiento. Por lo tanto, sus acciones constituyen en sí mismas la realización de su propósito. Esto mismo puede decirse respecto del propósito existencial de los seres inmateriales. Al ser perfectos, su existencia es en sí misma la realización del propósito de su existencia. Desde este punto de vista, el propósito de Dios en crear el mundo es sólo Su Esencia, y el propósito del mundo es llegar a la perfección. El propósito de ese mundo perfecto es él mismo: el propósito en la creación de cualquier criatura perfecta es él mismo.
¿Cuál es el propósito de Dios en probar a la humanidad?
Pregunta
Si un alfarero hace dos vasijas, una con una sola agarradera y otra con dos, él no puede rechazar la de una sola agarradera por tener sólo una agarradera, ya que él la hizo. Es más, si las vasijas le son escondidas, el sabría su forma, su color y otras características. Si se trata de un pintor, él tiene perfecto conocimiento de una pintura una vez ha acabado de trabajar en ella, sería absurdo por lo tanto si el dijera que quiere examinarla para determinar si hizo un buen o mal trabajo.
Teniendo en cuenta los ejemplos anteriores, permítame formular la siguiente pregunta: Dios ha creado todos los seres celestiales y terrestres, todos los seres espirituales y materiales. Él tiene un conocimiento absoluto y eterno del mundo, ya que Él es el creador, y sería imperfecto si no lo tuviera, pero Su Esencia es Perfección Absoluta. Entonces, ¿para qué necesita probar a la humanidad la cual Él creó y cuyo destino está en Sus Manos?
Respuesta
En el Corán, Dios, el Glorificado, aborda el tema del propósito de la creación de la humanidad de dos maneras. Una es utilizando el lenguaje de las personas del común. Bajo este enfoque, Dios se presenta como el Rey Absoluto con soberanía absoluta, haciendo a todos Sus esclavos. Al utilizar este lenguaje, Él caracteriza este mundo como la etapa preparatoria para el otro mundo, el Mundo Eterno. En esta etapa preparatoria Sus esclavos deben obedecer sus órdenes, por las cuales ellos serán recompensados en el Más allá. Bajo este enfoque, la vida en este mundo es una prueba, un concurso donde Dios formula las preguntas:
“Todos gustarán la muerte, y los probaremos con el bien y el mal...”[2]
El segundo enfoque es estrictamente intelectual, y se basa en el conocimiento verdadero del mundo. Bajo este enfoque, la creación junto con su bien y su mal es vista como una pintura, una pintura con escenas feas y escenas agradables. Bajo este punto de vista, probar a la humanidad no tiene sentido. En todo caso, hay que prestarle atención a esto: las manchas de pintura sobre este lienzo actúan voluntariamente. Es decir, la manera en la que se han puesto sobre el lienzo les permite algo de libertad. Ellas deberían utilizar esta libertad para formar escenas agradables, pero la pueden usar para crear escenas desagradables también. Su futuro dependerá del tipo de cuadro que creen.
Creación del cielo y la tierra en seis días
Pregunta
La voluntad de Dios se realiza instantáneamente. Cuando Él quiere algo, esto aparece ex nihilo. Con base en esta verdad, ¿por qué el acto de la creación duro seis días?
Respuesta
Esta pregunta ha sido abordada ampliamente por la filosofía. Pero el problema que subyace en el fondo de la pregunta es más fundamental de lo que la pregunta pretende. Los fenómenos materiales, en general, son gobernados por el movimiento; todo surge a través de un sendero de movimiento; la creación en los fenómenos materiales es un proceso gradual. Por el contrario, la acción en los seres inmateriales es instantánea. Entonces, el problema radica en explicar la dicotomía entre la instantaneidad de la causa (los agentes inmateriales que afectan el mundo material) y la gradualidad del efecto (el mundo material).
En libros tradicionales de filosofía islámica, se alude a este problema como “la relación de lo temporal con lo atemporal” o “la relación de un efecto temporal con una causa trascendente. “Este es un asunto muy complicado (puedes buscar en libros de filosofía una explicación más completa). En esta carta puede decirse brevemente que los conceptos de gradualidad, cambio, y tiempo son relativos, como pasa con los conceptos de pequeño y grande. Estos conceptos relativos se originan al comparar entre sí los fenómenos de este mundo. Con relación a Dios, sin embargo, todas las cosas son inmutables, y los conceptos relativos pierden su significado. Los siguientes versos del Corán atestiguan esta verdad:
“Su orden, cuando quiere algo, es decirle tan solo: <<¡Sé!>> Y es...”[3]
“Nuestra orden no consiste sino en una sola palabra, como un abrir y cerrar de ojos.”[4]
Según el primer versículo, Dios crea sólo (de forma instantánea), y de acuerdo con el segundo, la relación de los fenómenos con Dios va más allá del ámbito del tiempo; con relación a Él, todas las cosas son estables, inmutables e instantáneas.
La voluntad Divina no es un atributo de la Esencia; más bien es un atributo de la Acción, y como tal, es exterior a la Esencia de Dios. Dicho de otro modo, se aplica solo al campo de la Actividad Divina. Decir que Dios ha deseado algo equivale a decir que ha acondicionado el camino con los requisitos necesarios para su desarrollo.(Porque recuérdese que el cosmos está gobernado por el principio de la causalidad.) Así que, como la voluntad de Dios equivale a lo que desea, con referencia a los asuntos instantáneos, la voluntad Divina es instantánea, y con referencia a los asuntos graduales, es gradual.
Consecuencias de creer en la Resurrección
Pregunta
¿En qué forma pueden verse afectada nuestra conducta y nuestro carácter por creer en la resurrección?
¿En qué modo puede esta creencia afectar nuestras relaciones sociales? Estas preguntas surgen debido a que la sociedad humana subsiste por las actividades de sus individuos. Los seres humanos realizan sus actividades con el afán de satisfacer las necesidades en sus vidas. Como al ser humano lo impulsa un fuerte instinto de preservación, para él es un placer enorme conseguir lo que sea lo lleve a cumplir este objetivo. La vida le da fuerza, le da la voluntad de esforzarse sin descanso. Y cuando se encuentra realizando este esfuerzo, a medida que logra sus objetivos, mayor es su entusiasmo en persistir. Esto es lo que le da el impulso a las sociedades, y una vez que ésta se encamina por el camino del progreso, acelera constantemente, cada día aparece un nuevo y más profundo desarrollo. Pensar en la muerte, en el más allá, puede hacer que este progreso haga un alto o se detenga por completo.
Respuesta
No hay duda que todas las religiones divinas basan su llamado en gran medida en la moralidad humana y en la recompensa por las buenas obras.
El islam se fundamenta en tres pilares, uno de los cuales es la doctrina de la Resurrección. En el islam está doctrina está a la par de las doctrinas de la Unidad Divina y el profetismo. Por lo tanto, si no se acepta está doctrina, uno no puede ser considerado musulmán. Lo anterior deja ver la importancia de la doctrina de la Resurrección en el marco de la fe islámica.
El islam pretende restablecer la naturaleza humana primordial, para que reluzca en las personas la inmaculada naturaleza humana. De acuerdo con el islam, la creencia en la Resurrección es un factor fundamental en la vida del ser humano. Sin esta creencia, el ser humano es un cuerpo sin espíritu y por lo tanto incapaz de alcanzar la virtud y la felicidad.
Las leyes y doctrinas islámicas no son convencionalismos sin fundamento, ni han sido inventadas para mantener ocupadas a las personas en seguirlas ciegamente. Ellas forman un programa coherente- compuesto de elementos doctrinales, espirituales y prácticos- desarrollado por Dios de acuerdo con las necesidades inherentes de la naturaleza humana, los siguientes versículos coránicos dan fe de esta verdad:
“¡Oh, ustedes que tienen fe! Respondan a Dios y a su mensajero cuando éste los llame a lo que les dará vida...”[5]
“pon tu corazón en la religión como las personas de fe pura, la creación de Dios de acuerdo con la cual él originó la humanidad.”[6]
Así que, la ley islámica, al igual que la ley civil (la ley de las sociedades modernas), tiene como propósito proporcionar las instrucciones que garanticen la satisfacción de las necesidades sociales de las personas, así como la satisfacción de las necesidades fundamentales para la vida del individuo. Sin embargo, lo que diferencia estas dos leyes es fundamental.
A diferencia de las leyes civiles seculares, cuyo ámbito se limita a la vida temporal y material del mundo, y que tienen su origen en los sentimientos de la mayoría, la religión islámica tiene en cuenta la vida eterna del ser humano, la cual se prolonga más allá de la muerte. En esta perspectiva, nuestra felicidad o miseria en el más allá se relacionan directamente con nuestra conducta en este mundo.
Por consiguiente, el programa del islam está basado en la intelectualidad, no en los sentimientos.
Según la ley civil moderna, la voluntad de las mayorías se constituye en algo obligatorio. Pero de acuerdo con el islam, sólo pueden aplicarse las normas correctas y comprobables por el intelecto, independiente de si concuerdan con los sentimientos de las mayorías. El Islam manifiesta que el ser humano es impoluto, que no ha sido contaminado por la superstición y el egoísmo, reconoce a través de su naturaleza primordial la realidad de la resurrección y por consiguiente, de su vida eterna. A diferencia del ser humano material- quien no tiene conciencia de su origen ni su final, sigue ciegamente sus instintos animales, y sólo desea satisfacer sus apetitos materiales- el ser humano impoluto acepta que él debe vivir conforme a su intelecto (gracia especial que sólo ha sido dada a la humanidad), siempre consciente de lo que éste requiere de él.
Para el ser humano impoluto, la creencia en el Día del Juicio y en la Resurrección influye sobre todos los aspectos sociales e individuales de la vida: intelectual, moral y espiritual. Afecta nuestra vida intelectual cuando aclara el verdadero estado de nuestra alma y de otros fenómenos. Visto así, somos como una partícula limitada e insignificante en el universo, que viaja como una caravana, día y noche, hacia el mundo eterno. En otras palabras, nos encontramos inexorablemente impulsados por un lado de la Mano de la Creación (la Causa Eficiente) y jalados del otro lado por el Fin de la Creación (la Resurrección). Esta comprensión de nuestra perspectiva intelectual, influye a su vez en nuestro estado moral y espiritual. Cuando observamos el verdadero estado de las cosas, reprimimos nuestros sentimientos y deseos para recorrer el camino hacia el Fin Correcto de manera apropiada.
Cuando el ser humano se da cuenta de cómo sus necesidades lo hacen dependiente de los diversos constituyentes de este agitado mundo, y de como él, como una brizna de pasto, es movido de un lado a otro por el mar turbulento del cosmos, acercándose cada vez más al Final Cósmico, no se dejará llevar más por exhibiciones pomposas, ignorantes y egoístas. No se involucrará más en los trabajos vanos de este mundo material- que convierten a las personas en máquinas- sino que hará lo estrictamente necesario para una vida efímera. Esta actitud coloca al ser humano por encima de los conflictos personales y sociales, liberándolo de las estrictas pero vanas responsabilidades que socavan su vida correcta.
Cuando se posee esta información, se sabe que si se renuncia a esta vida pasajera (la cual es una barrera para la virtud), tendremos una vida eterna en felicidad, donde disfrutaremos de la recompensa por el bien que hayamos hecho.
Por lo tanto, no es necesario que nos inculquen supersticiones (las cuales abundan hoy en día) que nos persuadan a hacer sacrificios. Las sociedades seculares, sin embargo, hacen uso de ideales ilusorios para forzar a las personas a hacer sacrificios. Ellas dicen invocar lo “sagrado de la sociedad”: la libertad, la ley y el patriotismo. Estas sociedades animan a las personas a asegurarse un puesto en la historia, y de esta forma adquirir “vida eterna”. Lo cierto es que si la muerte es la aniquilación total, como afirman los materialistas, todos estos supuestos ideales son supersticiones vanas.
Entre las bondades espirituales de creer en el Más allá está el estímulo constante a nuestra alma, ya que sabemos habrá un día en el cual habrá venganza contra la opresión y seremos compensados con todos nuestros derechos, un día en el que nuestras buenas acciones serán apreciadas- altamente apreciadas. Pero la mayor bondad que se nos da es el ánimo vigilante que se instaura en nuestro espíritu: Somos conscientes de que nuestras acciones, ya sean públicas o privadas, son observadas por El Que todo lo sabe. El Dios que todo lo ve, sabemos que habrá un día en El que Dios escudriñará nuestras acciones con gran atención. El control que esta creencia ejerce sobre nosotros no la haría ningún policía encubierto, ya que la policía es un control externo, mientras que esta creencia es un guarda interno al que nada puede ocultársele.
Lo dicho anteriormente aclara la no validez de decir que la creencia en el más allá desmotiva a la sociedad por trabajar y progresar.
La motivación es un estado mental originado por un sentido de necesidad, y la creencia en el más allá sólo acentúa este sentido. Ésta es una verdad que se ve reflejada también históricamente. Cuando apareció el islam, los musulmanes eran más firmes en su fe y sabemos que el avance social de aquellos tiempos era asombroso; los musulmanes nunca han vuelto a actuar con el entusiasmo de esos años. Es bien sabido que la creencia en el más allá disminuye nuestra preocupación por lo sensorial; esta creencia impide que las personas arriesguen sus vidas por preocupaciones ilusorias y sin sentido.
Fuente: EL ISLAM Y EL HOMBRE CONTEMPORANEO (Conjunto de preguntas realizadas a Al-lamah Tabātabā’i); Editorial Elhame Shargh
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