Relato de apresamiento de la noble Zaynab y de la gente de la casa de Imam Huseyn y su traslado a la ciudad de Kúfa
Un vistazo a la historia del Islam en el primer siglo
Por el Sheij Huseyn Ansarián
Sheyj Al-Mufíd,[1] Alámah Maylesí,[2] Seyed Ibn Táwuus[3] e Ibn Qúlaweyh Qommí, la misericordia de Dios sea con todos ellos,[4] relataron el sobrecogedor apresamiento de Ahl ul-Bayt (a.s.):
“El día décimo primero del mes de Muharram, Umar ibn Sa’ad dio orden de que montasen a las gentes de la casa profética (a.s.) sobre camellos sin sillas o sobre camellos con las tiendas, que sobre ellos se disponen para transportar a las mujeres, rotas.
Subieron al Imam Zayn ul-‘Abidín (a.s.) sobre un camello sin silla, ataron sus pies al vientre del camello y pusieron sobre su cuello una pesada argolla de hierro, lo cual le hizo exclamar:
“¡Se diría, por la manera en que nos tratan, que somos prisioneros Daylamitas o Kázaros!”
Ibn Qúlawaih transmitió que Imam As-Sayyad (a.s.)[5] dijo:
“Ese día en Karbalá se abrieron para nosotros las puertas de la pena, la angustia y la desgracia. Pude ver a mi padre muerto embadurnado de tierra y sangre. Los hermanos de mi padre, los hijos de mis tíos y los hijos de mi propio padre yacían martirizados y asesinados ante mis ojos y las mujeres y mis hermanas apresadas como si fueran turcos o bizantinos. Esta desgracia y estos hechos provocaron en mi pecho una angustia tal que la opresión que sentía estuvo a punto de hacerme morir.
Cuando la hermana de mi padre me vio en tal estado, dijo:
«مَالي أَراکَ تَجُود بِنَفسِکَ يَا بَقيّةَ جَدّي وَأبي وَإخْوَتي»؛
“¿Cómo puedo verte así, jugando con tu propia vida? ¡Tú que eres lo que queda de mi abuelo, de mi padre y de mis hermanos!”
Yo respondí a mi tía:
«وَکَيفَ لا أَجْزَعُ وَأَهْلَعُ»؛
«وَقَد أَرَی سَيِّدي وَإخوَتي وَعُمومَتِي وَوُلْدَ عَمِّي وَأَهْلِي مُصْرَعِينَ بِدِمائِهِمْ مُرَمَّلينَ بِالعَراءِ مُسْلَبين لٰا يُکَفَّنُونَ وَلا يُوارَوْنَ وَلَا يُعَرِّجُ عَلَيْهِم أَحَدٌ وَلا يَقْرَبُهُمْ بَشَرٌ»؛
“¿Cómo no sentirme angustiado y hundido al ver a mi padre y señor, a mis hermanos, a mis tíos, a mis primos y a la gente de mi casa, empapados en su propia sangre, caídos sobre la tierra de ese desierto abrasador? Nadie se apiada de ellos. Nadie viene a amortajarlos y nadie se acerca a sus cuerpos.”
Mi tía me consoló y me informó de cómo en el futuro, alrededor de sus tumbas florecería una ciudad.”[6]
Después, en aquellas lamentables condiciones, apartaron a los prisioneros de sus mártires y les condujeron a la ciudad de Kúfa. En ese estado ausente les hicieron atravesar las calles y el bazar lleno de gentes. Pusieron las cabezas cortadas clavadas en lo alto de las lanzas para que todos pudieran contemplarlas y de todos lados vinieron hombres y mujeres a observar aquellas cabezas cortadas y a aquellas prisioneras.
Seyed Ibn Táwuus relató lo siguiente:
“Una mujer de Kúfa les gritó desde lo alto de su casa:
«مِنْ أَيِّ الْأُسَاریٰ أَنْتُنَّ»؛
“¡Vosotras! ¡Prisioneras! ¿Quiénes sois?”
Las mujeres de Ahl ul-Bayt (a.s.) respondieron:
«نَحنُ اُسَاریٰ آلِ مُحَمَّدٍ»؛
“Somos la familia de Muhammad que ha sido aprisionada!”
La mujer bajo de lo alto de su casa y les entregó telas y pañuelos con los que pudieran cubrir sus angelicales rostros y cabezas y a sus hijas e hijos.”[7]
Alámah Maylesí, la misericordia de Dios sea con él, escribió:
“Muslim Gachkar dijo: Estaba enfoscando con yeso una pared de Dar al-Imára, la Casa del Gobierno, cuando comencé a escuchar gritos y lamentos procedentes de los arrabales de Kúfa, así que le dije al ayudante que estaba a mi lado: “¿Qué pasará que la gente de Kúfa tanto grita?”
Él dijo: “Han traído la cabeza de alguien que se había sublevado contra Yazíd.”
Yo le pregunté: “¿Ese rebelde quién es?”
Él me dijo: “Es Huseyn ibn Ali.”
Dejé lo que estaba haciendo y salí fuera de la casa. Me golpeé el rostro hasta que temí dejarme ciego con mis propias manos. Me lavé las manos manchadas de yeso y entré en la ciudad y vi a las gentes esperando para ver a los prisioneros.
De pronto, vi cuarenta pabellones rotos y desgarrados sobre cuarenta camellos y en ellos iban las mujeres y los hijos de la casa de Fátima Zahrá, las bendiciones de Dios sean con ella.
Repentinamente, vi a Ali ibn Al-Huseyn, la paz sea con él, subido en un camello sin montura, las venas de su cuello iban sangrando y las gentes de Kúfa quisieron dar dátiles, pan y nueces a los niños, pero Umm Kulzúm gritó:
«يا أهلَ الکوفَه، إنَّ الصَّدَقَةَ عَلَينا حَرامٌ»؛
“¡Oh gente de Kúfa! ¡No está prohibido aceptar limosnas!”
Tomó los alimentos de las manos de los niños y los arrojó al suelo. Las gentes, al ver aquello, comenzaron a llorar.”[8]
Zayn ibn Arqam dice:
“Pude escuchar el sonido de la recitación coránica que salía de la boca de la cabeza cortada de Aba Abdellah (a.s.):
(أَمْ حَسِبْتَ أَنَّ أَصْحٰابَ الْکَهْفِ وَالَّقيٖمِ کٰانُوا مِنْ آيٰاتِنٰا عَجَباً).
¿Has pensado que los compañeros de la cueva y Ar-Raqím son partes de Nuestras sorprendentes señales?”[9]
Yo le dije: “Tu historia es más sorprendente aun que la de los compañeros de la cueva.”[10]
Muslim Gachkar dice:
“Cuando Umm Kulzúm escuchó los llantos de los hombres y las mujeres, sacó su cabeza del pabellón y dijo:
“¡Oh gentes de Kúfa! ¡Callaos! ¡Vuestros hombres han sido quienes han matado a los nuestros! ¡Vuestras mujeres lloran por nosotros! ¡Dios juzgará entre nosotros y vosotros el Día del Juicio Final!”
De pronto, trajeron las cabezas cortadas sobre las lanzas. La cabeza de Aba Abdellah (a.s.) sobresalía por encima de todas las demás. Resplandecía como la luna llena. Los portadores de las lanzas iban mostrando el rostro ensangrentado de la persona más parecida al Profeta, moviéndolo a derecha e izquierda. Zaynab se dio cuenta de la cabeza cortada del hermano sobre la lanza.
«فَنَطحت جَبینَها بِمُقَدّمِ المَحمِل حتَّی رَءَینَا الدّمَ یَخرُجُ مِن تَحتِ قِناعِها و اَومَئَت اِلَیه بِحُرقَةٍ»؛
Zaynab, al ver la cabeza cortada de su hermano sobre una lanza golpeó su propia cabeza contra un pilar del pabellón y pude ver como la sangre de la frente de Zaynab Al-Kubrá (A.s.) caía sobre la tierra, con el corazón destrozado señaló hacía la cabeza cortada y con los ojos anegados en lágrimas gritó:
يَا هِلَالاً لَمَّا اسْتَتَمَّ کَمَالاً * غَالَهُ خَسْفُهُ فَأَبْدَا غُرُوباً
¡Oh luna! Cuando plena resplandecías
Se eclipsó tu luz y te sobrevino la oscuridad.
مَا تَوَهَّمْتُ يا شَقيقَ فُؤادِي * کانَ هَذَا مُقَدَّراً مَکْتُوبَاً
¡Oh Alma mía! Nunca pude imaginar nuestro destino
Pero estaba decretado y escrito que así fuera.
يَا أَخي فَاطِمَ الصَّغيرةَ کَلِّمْهَا * فَقَدْ کَادَ قَلبُهَا أَنْ يَذُوبا
¡Oh hermano mío! Habla a tu hermana pequeña Fátima
Pues su corazón desfallece de dolor y tristeza.[11]
***
Extraído del libro La epopeya de Ashura, un vistazo a la épica del Señor de los Mártires; Imam Huseyn (P); Editorial Elhame Shargh, 2014
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www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente
[1] Sheyj Al-Mufíd, Kitáb Al-Irshád, t. II, p.117.
[2] Alámah Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 58-179, cap. 39.
[3] Seyed Ibn Táwuus, Malhúf ‘ala qatli at-Tufúf, p. 189.
[4] Ibn Qúlaweyh Qommí, Kámil az-Ziyárát, p. 26-261, cap. 88.
[5] Ali Zayn ul-Abidín, hijo de Huseyn ibn Ali (a.s.)
[6] Ibn Qúlaweih Qommí, Kámil az-Zayárát, p. 445, cap. 88; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XXVIII, p. 57, cap. II y t. XLV, p. 179.
[7] Seyed Ibn Táwuus, Malhúf ‘ala qatli at-Tufúf, p. 190.
[8] Alámah Maylesí, Bihár al-Anwar, t. XLV, p. 114, cap. 39.
[9] Sagrado Corán, 18:9.
[10] Sheyj Al-Mufíd, Kitáb Al-Irshád, t. II, p. 115; Tabarsí, I’lám Al-Wará, t. I, p. 473.
[11] Alámah Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 115, cap. 39; Abdellah Bahrání, Awálim al-‘Ulúm, p. 372-373; Seyed Sharaf ud-Dín, Mayális al-Fájirah, p. 314-315, sesión 16; Qundúzí, Yunábí’u al-Mawaddah, t. III, p. 86-87.