La epopeya de Ashura

Relato de cómo acudió a la batalla el amado de Fátima Zahrá, el noble Imam Husain (a.s.), y de su martirio, en día de Ashura en Karbalá

Por el Sheij Huseyn Ansarián

La mayor, la más dolorosa y difícil pérdida de toda la tragedia de Karbalá fue la que hizo llorar a los cielos y la tierra, a los genios y a los humanos, a los ángeles, a los profetas divinos y a los amigos de Dios, el martirio del noble Señor de los Mártires, el Imam Al-Huseyn (a.s.).[1]

El Imam Yafar as-Sádiq (a.s.) le dijo a Zurárah:

“¡Oh Zurárah! ¡Los cielos lloraron sangre cuarenta días por el martirio del Imam Huseyn y la Tierra se oscureció de llanto cuarenta días. El Sol empalideció y se tiñó de rojo llorando cuarenta días, las montañas se desmoronaron por el llanto y los mares se encresparon.”[2]

Suyútí, unos de los más notables sabios de Ahl us-Sunnah escribió lo siguiente:

“Cuando Al-Huseyn ibn Ali (a.s.) fue matado, la luz del Sol empalideció siete días, algunas estrellas chocaron entre sí en el cielo y, el día de Ashurá en que este noble fue matado, el Sol sufrió un eclipse y el horizonte se tiñó de rojo durante seis meses.”[3]

La tragedia del Imam Al-Huseyn (a.s.), de Ahl ul-Bayt y de los Imames Purificados (a.s.) ha sido recogida, bien en forma de recitaciones de visita, bien en forma de relatos o de libros de historia sobre Karbalá, en obras como Kitáb Al-Irshad,[4] Maqtal de Abu Mihnaf,[5] Al-Luhúf,[6] Muntaha al-‘Amál,[7] Nafs Al-Mahmúm[8] y Kámál az-Ziyarat.[9]

Una cuestión importante que los musulmanes deben recordar y transmitir a las siguientes generaciones, y que es un tesoro espiritual del que deben beneficiarse y que deben proteger, es el llanto por la tragedia del noble Señor de los Mártires (a.s.) en el que han participado todos los enviados divinos, todos los Imames y amigos de Dios y, conforme a las palabras del Imam As-Sádiq (a.s.), todas las criaturas del mundo, de los cielos y la Tierra, los genios y los humanos, las aves y los animales.[10]

Dice el Imam As-Sádiq (a.s.):

«مَنْ ذُکِرْنا عِنْدَهُ فَفَاضَتْ عَيْنَاهُ حَرَّمَ اللهُ وَجْهَهُ عَلیَ النّارِ»؛

“Dios prohíbe al fuego del Infierno que toque los rostros de quienes recuerdan los nombre de Ahl ul-Bayt (a.s.) y sus ojos se llenan de lágrimas con nuestro recuerdo.”[11]

Así, es aconsejable que quienes recitan lamentos y realizan ceremonias de duelo no terminen sus palabras sin mencionar la tragedia de este noble Imam. Esta es una verdad sobre la que han insistido los doctores de la ley y los grandes sabios. Algunos fuqaha[12] han emitido fatwas[13] disponiendo que es recomendable realizar actos de duelo y llanto por ellos y que quien dirija esos actos debe terminar sus palabras recordando la tragedia de Karbalá.

Por ejemplo, Ayatolá Al-‘Uzma Golpáigání, la misericordia de Dios sea con él, y hasta algunos de los más importantes doctores de la ley como Marhúm Háerí Mázandarání, la misericordia de Dios sea con él, autor de más de cien obras científicas, han emitido fatwas estableciendo que allá donde se establezca una huseyniya[14] se deben aplicar las mismas disposiciones canónicas que son aplicables a las mezquitas.

Así, por ejemplo, tal como establece el sagrado Corán, que la persona en estado de impureza por yanaba[15] no debe entrar en las mezquitas, tampoco deberá hacerlo en las huseyniyas.

Las opiniones vertidas por los propagandistas occidentales en sus palabras y escritos condenando la práctica del llanto y los lamentos por la tragedia del Imam Huseyn (a.s.) y los miembros de Ahl ul-Bayt (a.s.) deben ser valoradas como lo que en realidad son, susurros satánicos para apartar a los creyentes de prácticas alabadas por Dios Altísimo mismo. Por lo tanto, se deben proteger la práctica del llanto y el lamento por los amados de Dios y las ceremonias de recuerdo de sus vidas y trágicos martirios en los que se llora y se procura provocar el llanto de los asistentes.

Sheyj At-Túsí, la misericordia de Dios sea con él, en su obra Al-Ámálí ha transmitido de Muawiah ibn Wahab, que Imam As-Sádiq (a.s.) dijo:

«کُلُّ الجَزَعِ وَالبُکاءِ مَکرُوهٌ»؛  «سِوَی الجَزَعِ وَالبُکاءِ عَلیَ الحُسَيْن(ع)»؛

“Todo lamento y llanto es desaconsejable excepto el lamento y el llanto por Al-Huseyn (a.s.).”[16]

Sheyj Sadúq trasmitió lo siguiente:

“El Imam As-Sádiq (a.s.) dijo a Abu Ammára:

“Recita para mí unos versos sobre la tragedia del Imam Huseyn”

Abu Ammára dijo:

“Recite para él unos versos y el Imam As-Sádiq (a.s.) lloró. Continué recitando y el Imam volvió a llorar y cada vez que recité algo, el Imam lloraba hasta que sus llantos se podían escuchar en toda la casa.”

Y dijo el Imam As-sádiq (a.s.):

“Quien recite sobre la tragedia de Imam Huseyn (a.s.) y haga llorar a cincuenta personas tiene asegurado el Paraíso. Y lo mismo para quien haga llorar a treinta personas o a veinte o a diez o hasta a una sola y quien recite algunos versos por Imam Huseyn (a.s.) y llore él mismo, también tiene asegurado el Paraíso.”[17]

Desde luego, debe tenerse en cuenta que llorar por el martirio del Imam Huseyn (a.s.) no es causa automática de salvación. Deberá ir acompañado de la práctica de la oración y el ayuno, del pago del jums y del zakát y de la peregrinación.

Llorar por el Señor de los Mártires (a.s.) es también un medio muy importante para que el ser humano encuentre su guía hacia el Paraíso.

El Imam Ar-Rida (a.s.) le dijo a Ibn Shabíb:

«يَا ابنَ شَبيبٍ إنْ کُنْتَ بَاکِياً لِشَيءٍ فَابْکِ لِلْحُسَيْنِ ابْنِ عَليِّ ابْنِ أبي طَالِبٍ»؛

«يا ابن شَبيبٍ إن بَکَيْتَ عَلَی الحُسَيْنِ حَتَّی تَصِيرَ دُمُوعُکَ عَلی خَدَّيْکَ»؛

«غَفَرَالله لَکَ کُلَّ ذَنْبٍ أَذنَبْتَهُ صَغِيراً أوْ کَبِيراً قَليلاً کَانَ أَوْ کَثِيراً»؛

“¡Oh Ibn Shabíb! Si vas a llorar por algo, llora por Huseyn ibn Alí ibn Abu Tálib. ¡Oh Ibn Shabíb! Si lloras por Huseyn tanto que las lágrimas corran por tu rostro, Dios te perdonará todas las faltas y pecados que hayas cometidos, sean pequeños o grandes, sean pocos o muchos.”

El Imam As-Sádiq (a.s.) dijo:

«مَن ذَکَرَ الحُسَيْنَ عِندَه»؛ «فَخَرَجَ مِن عَينَيهِ مِنَ الدُّمُوعِ»؛ «کانَ ثَوابُهُ عَلَی الله عَزَّوَجَلّ»؛

«وَلَم يَرضَ لَهُ بِدونِ الجَنَّة»؛

“Quien recuerda a Al-Huseyn y llora una sola lágrima obtendrá su recompensa de Dios Poderoso y Majestuoso y Él no se conformará con algo menos que el Paraíso.”[18]

Alámah Maylesí, en la obra Bihár al-Anwár, relató lo siguiente:

“El Creador recordó, a veces sin intermediario y otras veces por medio de un intermediario, la tragedia de Huseyn a Adán, a Noé, a Abraham, a Ismael, a Moisés a Zacarías, a Jesús y al más noble de los profetas (s.) y todos ellos lloraron. Llorar para Aba Abdellah (a.s.) es, en realidad, sintonizar con todos los enviados divinos, los Imames y los amigos de Dios.”[19]

El Imam As-Sádiq (a.s.) dijo:

«أنَّ زينَ‌العابِدين بَکیٰ عَلیَ أَبِيهِ»؛ «جاءَ غُلٰامُه بِطَعامِهِ وَشَرابِهِ»؛

“Zayn al-‘Ábidín lloró por su padre durante cuarenta años. Ayunaba durante el día y pasaba las noches rezando y al llegar el momento de romper el ayuno lloraba por Huseyn. Cuando un sirviente le traía comida y bebida para romper su ayuno, él le decía:

«قُتِلَ ابْنُ رَسُولِ الله(ص) جَائِعاً»؛ «قُتِلَ ابْنُ رَسُولِ الله(ص) عَطْشَاناً»؛

“Fue matado el hijo del Mensajero de Dios estando hambriento. Fue matado el hijo del Mensajero de Dios estando sediento.”

«أخَذَ إناءً لِيَشْرِبَ»؛ «يَبْکِی حَتَّی يُبَلَّ طَعَامُهُ بِدُمُوعِهِ ويُمْزَجَ شَرَابُهُ بِدُمُوعِهِ»؛

Al tomar un recipiente para beber comenzaba a llorar hasta sangrar por sus ojos y empapar de sangre su bebida y sus alimentos.”[20]

La tragedia del Imam Huseyn (a.s.) es tan grande que el propio Polo del Mundo Contingente, el Imam de la Época, quiera Dios Altísimo acelerar su regreso, en la recitación llamada Náhiah Muqadasah, dice:

«فَلَأَنْدُبَنَّکَ صَباحاً وَمَساءً وَلَأبْکِيَنَّ عَلَيْکَ بَدَلَ الدُّمُوع دَماً»؛

“Me lamento por tu tragedia día y noche y lloro por ti lágrimas de sangre.”[21]

Por lo tanto, llorar por el noble Señor de los Mártires (a.s.) es un asunto de la mayor importancia y proteger esa práctica es algo obligado. Llorar y hacer llorar por la tragedia de Karbalá es una obligación moral.

Los detalles del martirio del noble Imam Al-Huseyn (a.s.) son los siguientes:

Estando el Imam combatiendo escuchó gritos diciendo que las tiendas de su campamento estaban ardiendo. Volvió apresuradamente. Los miembros de su familia, las mujeres, las hijas, los niños, todos corrieron a rodear a Aba Abdellah (a.s.). Algunos de los niños gritaban: “¡Fuego! ¡Fuego!” y pedían agua y, cuando vieron las heridas y los cortes que el Imam Huseyn tenía en su cuerpo, comenzaron a gritar y a golpearse en el rostro.

El Imam (a.s.) les dijo:

«مَهلاً فَإنَّ البُکاءَ أَمَامَکُم»؛ «يا سُکَيْنه، يا فَاطمَة، يٰا زَينَب، يا امَّ کُلْثُومْ، عَلَيْکُنَّ مِنّي السَّلام»؛

“¡Tranquilizaos! ¡No lloréis! ¡Pronto tendréis mucho que llorar!”

Entonces, gritó: “¡Oh Sukaina! ¡Oh Fátimah! ¡Oh Zaynab! ¡Oh Umm Kulzúm! ¡Me despido de vosotras!”

Zaynab al-Kubra (a.s.) fue junto a él y le dijo: “¡Oh hermano! ¡Estás listo para el martirio!”

Él dijo: “¿Cómo no estarlo si ya no me queda quien me auxilie?”

La noble Zaynab al-Kubra (a.s.) rompió su collar, mesó sus cabellos y comenzó a golpearse el rostro. El Imam dio unos pasos en dirección al campo de batalla, pero vio que todas las mujeres de su campamento venían hacia él. Regresó para hacerlas volver y se estaba preparando para ponerse en movimiento cuando, repentinamente, Sukaina, que es ese tiempo tenía trece años, cogió a su caballo por delante.

El Imam (a.s.) bajó del caballo y comenzó a hablar con su hija. Sukaina le dijo:

«رُدَّنا إلیٰ حَرَمِ جَدِّنا»؛

“¡Oh padre! Llévanos de vuelta a la ciudad de nuestro abuelo.”

El Imam le respondió:

«لَو تُرِکَ القَطاة لَنامَ»؛

“Si dejaran libre a la codorniz, dormiría toda la noche.[22] Pero estas gentes no me dejarán libre. No podré llevarte de vuelta a la ciudad de tu abuelo. Hija mía me pides algo que no puedo darte. Ahora yo tengo algo que pedirte a ti.”

Sukaina dijo: “¡Oh padre! ¿Qué es lo que quieres pedirme?”

Él dijo:

لا تُحْرِقي قَلْبي بِدَمعِکَ حَسْرَةً * مَادَامَ مِنِّي الرُّوح فِي جُثْمانِي

وَإذا قَتَلْتُ فَأَنْتَ أوْلَی بِالذِي * تَأتِيَنَّه يا خِيَرَة النِّسوان

No sabes que mientras aliente mi alma en mi cuerpo

tus lágrimas abrasarán mi corazón

Cuando me maten tu quedarás libre

para llorar tanto como desees.[23]

El Imam As-Sádiq (a.s.) dijo:

“El Imam atacó a sus enemigos. En la batalla recibió treinta y tres heridas de lanza y treinta y cuatro cortes de espada. Estaba cansado, sediento, hambriento y desconsolado. De pronto, escuchó un llanto. Apoyó su lanza en la silla de montar.”[24]

Alámah Maylesí recogió en la obra Bihár al-Anwár lo siguiente:

“Abu Al-Jutúf Ya’afa hirió la frente del noble Imam con una flecha que le rompió el hueso frontal. Quiso parar la sangre que manaba de la herida pero vio que era imposible. Se desató el cinturón y tomó el faldón de su camisa para tratar de taponar la herida de su frente, pero otra flecha de tres puntas envenenadas se le clavó en el pecho.

Cuando, después de muerto, su hermana Zaynab acudió al campo de batalla y vio aquella flecha clavada en su pecho, exclamó entre lamentos:

“¡Oh Huseyn mío! ¡Ojalá esta flecha se hubiera clavado en el corazón de tu hermana cortando la vena de mi vida para no haberte visto en estas condiciones!”

Cuando la flecha de tres puntas se clavó en el bendito pecho del Imam, éste no pudo sacársela por delante, se inclinó y la saco por detrás, tras lo cual, comprendió que ya no tenía fuerzas para mantenerse a caballo, exclamó:

«بِسمِ اللهِ وَبِالله وَعَلی مِلَّةِ رَسولَ الله»؛

“En el nombre de Dios! ¡Por Dios y con la creencia del Mensajero de Dios!”.

El caballo de Imam, bien entrenado, comprendiendo que su jinete ya no tenía fuerzas para mantenerse en su silla, dobló sus patas para que Huseyn (a.s.) pudiera descabalgar con más facilidad, cosa que el Imam hizo lentamente.”[25]

 Imam Huseyn (a.s.) cayó a tierra. La noble Zaynab Al-Kubra (a.s.) y los niños acudieron al campo de batalla y se sentaron alrededor de Aba Abdellah (a.s.). El Imam aún estaba vivo.

«بِسُوطٍ بَينَ کِتْفَيْها»؛ «تَنَحَّیٰ عَنْه»؛

Repentinamente, los enemigos se lanzaron al ataque golpeando con sus látigos a la noble Zaynab y a los niños mientras gritaban: “¡Apartaos de él u os mataremos con él!”

La noble Zaynab volvió la cabeza y vio que era Shimr quien se lo decía.

«فَأَعْتَنَقَتْ أَخٰاهٰا»؛ «لا أتَنَحّی عَنه إن ذَبِحتَهُ فَاذْبِحْنِي مَعَه»؛

Se abrazó a su hermano diciendo: “¡No me apartaré de él! ¡Si quieres degollarle entonces degüéllame a mí también!”

Shimr golpeó con su látigo a la noble Zaynab (a.s.), diciendo:

«وَالله وإن تَقَدَّمْتِ إلَيه أضرِبُ عُنُقَکِ»؛

“¡Juro por Dios que si te pones por delante te cortaré el cuello a ti!”

El Imam Huseyn (a.s.) apenas consciente, hizo un gesto con su mano para que la gente de su casa regresase hacia el campamento.

Alámah Maylesí, la misericordia de Dios sea con él, escribió:

“Entonces, Shimr se abalanzó sobre el noble Imam sentándose en su pecho para cortarle la cabeza.

Cuando el noble Imam Huseyn (a.s.) vio a Shimr encima de él, le dijo:

“Sabía que tú serías quien me diera muerte pues he visto en un sueño que los perros me atacaban, me mordían y desgarraban mi carne y uno de ellos era el que más me atacaba y mi abuelo el Mensajero de Dios (s.) me dijo:

«رَأَيْتُ کَأَنَّ کَلْبَاً أَبْقَعُ يَلَغُ في دِمٰاءِ أَهْلِ بيتي»؛

“¿He visto a alguien como un perro poniendo sus garras sobre la sangre de la gente de mi casa?”

Shimr, enfurecido con aquellas palabras, dio la vuelta al cuerpo de Aba Abdellah (a.s.) y, asestándole numerosos golpes con la espada por la parte posterior del cuello, cortó la cabeza del noble Imam, separándola del cuerpo y para que todos los enemigos supiesen que el Imam había sido martirizado, Umar ibn Sa’ad ordenó que colocasen la cabeza del noble Imam sobre una lanza y la pasearán por el campo de batalla.”[26]

El Imam Muhammad al-Báqir (a.s.) dijo:

«وَلَقَد قَتَلوهُ قَتلَةً نَهی رَسولُ الله أن يقتَلَ بِها».

 “Mataron a mi abuelo Al-Huseyn (a.s.) justamente como el Mensajero de Dios (s.) había prohibido que se matara a la gente.”

Cada ser tiene establecida la manera en la que debe ser matado: A camello se le mata clavándole una lanza por la traquea, al cordero degollándole, pero el Imam Muhammad al-Báqir (a.s.) dijo:

«لَقَد قُتِلَ بِالسَّيف وَالسَّنان وَبالحِجارَة وَبِالخَشَبِ وَبِالعَصا وَلَقَد أَوطَئُوه الْخِيَل بَعدَ ذٰلِکَ»؛

“A mi abuelo Aba Abdellah Al-Huseyn (a.s.) le mataron a golpes de espalda, de lanza, de piedra y de palos y después le pisotearon con los cascos de los caballos.”[27]

«بَکَیٰ أَميِرَالْمُؤمِنينِ عَلیٰ الحُسَيْنِ فِی عُبُورِهِ بِکَربَلا»؛ «وَحَيثُ قَد غُشیَ عَلَيهِ طَويلا»؛

Amir al-Muminín (a.s.) lloró al pasar por la tierra de Karbalá, recordando la tragedia que su hijo habría de sufrir más tarde en aquel lugar, hasta el punto que perdió el conocimiento y sus compañeros no podían hacerle volver en sí.

«اَلسَّلامُ عَلَيْکَ يٰا أَبٰا عَبٰدِالله، السَّلامُ عَلَيْکَ وَرَحْمَةُ اللهِ وَبَرَکاتُه».

¡La paz sea contigo o Abu Adellah!

¡La paz sea contigo y la misericordia de Dios y Su bendición![28]

Extraído del libro La epopeya de Ashura, un vistazo a la épica del Señor de los Mártires; Imam Huseyn (P); Editorial Elhame Shargh, 2014

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] Sobre el llanto de todas las criaturas de los cielos y la tierra ante la tragedia del Imam Al-Huseyn (a.s.) poseemos numerosos relatos de los Imames Purificados (a.s.). Cfr. Ibn Qúlawiyah Qommí, Kámal Az-Ziyárát, p. 79, cap. 26-29; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 201, cp. 40.

[2] Ibn Qúlawiyah Qommí, Kámal Az-Ziyárát, p. 167, cap. 26, hadíz 219.

[3] Suyútí, Táríj Al-Julafá’, p. 207.

[4] Shey Al-Mufíd, Kitáb Al-Irshád, t. II, p. 127.

[5] Abu Mihnaf Waqi’at ut-Táf, p. 250-255.

[6] Seyed Ibn Táwuus, Malhúf ‘ala qatli at-Tufúf, p. 126-130.

[7] Seyed Abbás Qommí, Muntaha Al-Ámál, t. II, p. 887 y sig.

[8] Seyed Abbás Qommí, Nafs al-Mahmúm, p. 164-173.

[9] Ibn Qúlaweyh Qommí, Kámil az-Ziyárát, p. 199, cap. 31-36.

[10] Ibn Qúlaweyh Qommí, Kámil az-Ziyárát, p. 165, cap. 26, hadíz 1/211, p. 181 en adelante.

[11] Ibn Qúlaweyh Qommí, Kámil az-Ziyárát, p. 207, cap. 32, hadíz 12/296.

[12] Fuqaha, plural de faqíh, doctor de la ley islámica.

[13] Fatwa: disposición canónica

[14] Huseynilla, lugar de reunión para realizar ceremonias de recuerdo de la tragedia de Karbalá y, en general, para la realización de reuniones de recuerdo de Ahl ul-Bayt (a.s.), que también se utilizan para realizar oraciones y recitaciones de súplicas, pero que no tiene el estatus legal de mezquita, ya que pueden ser lugares alquilados, mientras que las mezquitas deben ser propiedad.

[15] Yanaba: Estado de impurificación mayor, producido por la realización de juegos sexuales, con penetración y/o eyaculación.

[16] Sheyj At-Túsí, Amálí, p. 162, sesión 6, hadíz 20/268; Cfr. Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLIV, p. 270, cap. 34, hadíz 9.

[17] Sheyj Sadúq, Amálí, p. 141, sesión 29, hadíz 6; Cfr. Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLIV, p. 282.

[18] Sheyj Sadúq, Amálí, p. 129, sesión 27, hadíz 5; ‘Aiwán Ajbár ar-Ridá, t. I, p. 268-269, cap. 28; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. CLIV, p. 285

[19] Maylesí, Bihár al-Anwár, t. CLIV, p. 242.

[20] Seyed Ibn Táwuus, Malhúf ‘ala qatli at-Tufúf, p. 233-234; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. IV, p. 249, cap. 39; Abdellah Bahrání, ‘Awálim al-‘Ulúm, p. 449.

[21] Muhammad ibn Mashhadí, Mazár al-Kabír, p. 501; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XCVIII, p. 320, cap. 21.

[22] Refrán árabe indicando la situación de alguien que se ve obligado a realizar una acción que le desagrada y de la que quisiera librarse, pero que no posee libertad para eludir. Cfr. Machma al-Imzál, t. II, p. 174, nº 3.230.

[23] Qandúzí. Yanábi’u al-Mawadda, t. III, p. 79; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. CLV, p. 47 y 58, cap. 39.

[24] Seyed Háshim Bahrání, Madinat ul-Ma’áyiz, t. IV, p. 77, hadíz 146/1093; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 57, cap. 37; Abdellah Bahrání, Awálim al-‘Ulúm, p. 301; Seyed Mohsen Amín, Lawáich al-Ashyán, p. 147.

[25] Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 53, cap. 38; Sheyj Abbás Qommí, Muntahá al-Ámál, t. II, p. 900-901.

[26] Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 56.

[27] Abdellah Bahrání, Awálim al-‘Ulúm, p. 317; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 91, hadíz 30; Y en ambas fuentes, se recoge de la obra Nawádar de Ali ibn Asbát.

[28] Alámah Tustarí, Fawá’id al-Masháhid, t. II, p. 374.

Article_image