Civilización del Islam

PEREGRINACIÓN

Por: Ricardo H. S. Elía

Las ciudades sagradas del Islam

«Y proclama la peregrinación a las gentes y vendrán a ti, de toda apartada comarca, ya a pie, ya montando sobre macilentos camellos».

El Sagrado Corán

Sura 22, Ale­ya 27.

   La santidad y el renombre de las ciudades musulmanas depende en gran medida de los lugares de peregrinación que albergan y de la calidad de la enseñanza que dispensan. Las tumbas de los profetas, imames y santos, especialmente venerados por los shiíes, fueron desde un primer momento puntos de encuentro y convención.

   «Lugares propiamente religiosos e históricos, centros místicos, cénaculos de la ciencia, el arte o la filosofía, existen en todas las religiones, y muy particularmente en el Islam, los espacios tocados por lo sagrado que evocan para los fieles los refugios que permiten retomar el aliento, orientarse y dar sentido a una introspección. Como puentes entre los visible y lo invisible, lo instantáneo y lo eterno.

   Mausoleos, tumbas y santuarios, mezquitas, lugares de peregrinación, universidades teológicas... la presencia de Dios, de seres humanos excepcionales, de un saber o de un arte, que dan acceso a los misterios del universo y de la belleza, están cargados de un potencial espiritual, moral, estético o incluso mágico.

   Del Magreb a Indonesia, del África al Asia central, de los Balcanes a la India, estos miles lugares del Islam marcan una ruptura para el visitante; existe un “antes” y un “después”... Sólo la sed por lo sagrado y la búsqueda del conocimiento parecen permanentes en un Islam plural y multicultural, muy alejado de la imagen reduccionista que hemos recibido y que nos hemos forjado en Occidente» (Mohammad Ali Amir-Moezzi, Christian Jambet, Pierre Lory, Yann Richard y otros autores: Lieux d’islam. Cultes et cultures de l’Afrique à Java, Autrement, París, 1996). Véase Colin Wilson: Atlas de los lugares sagrados. Guía ilustrada de la ubicación, la historia y la significación de los sitios más importantes del mundo, Editorial Diana, México, 1997.

Damasco

   Damasco está situada al pie del monte Qasium (Antilíbano) y en el centro del Guta, fértil oasis célebre por sus vergeles, que está regado por el río Barada (“frescor”).

   Evocada ya en el Génesis (15-2), Damasco (en arameo, Dammesheq, en árabe, Dimashq) es una de las ciudades más antigua del mundo. En 635 fue conquistada por los musulmanes. Se la conoce desde tiempo inmemorial como Dimashq ash-Sham (la “ciudad de Sham”, o Sem, el hijo del Profeta Noé). Con los omeyas (661-750), fue la capital del Dar-al Islam que se extendía desde el Indo a los Pirineos. En esta época, en Damasco se levantó la ya mencionada mezquita de Walid Ibn Abd al-Malik, uno de los monumentos más bellos del Islam.

   El viajero andalusí IbnYubair (1145-1217) que la vio por primera vez el 11 de julio de 1184, escribió en su Rihla: «En cuanto a Damasco, es el paraíso del Oriente, el horizonte donde se alza su resplandeciente luz... La ciudad es tan gloriosa que Dios hizo residir allí al Mesías y a su madre -Dios les bendiga y salve a los dos-... Los huertos la rodean como el cerco nimbado de la luna, la encierran como encierra el cáliz a la flor...Si hay un paraíso en la tierra, Damasco, sin duda, es parte» (Ibn Yubair: A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988, p. 305).

   El fundador de la dinastía ayubí y libertador de Jerusalem, el sultán Saladino (1138-1193), fue enterrado en Damasco y su tumba siempre ha sido objeto de gran veneración. En 1898, el kaiser Guillermo II de Alemania (1859-1941) tomó a su cargo la resturación del santuario y viajó especialmente hasta el lugar para rendirle honores militares.

   El místico andalusí Ibn al-Arabi falleció en esta ciudad el 10 de noviembre de 1240. El sultán otomano Selim I (1467-1520) hizo construir en 1518 en su memoria un mausoleo que guarda sus restos, el cual recibe desde entonces a miles de peregrinos todos lo años.

   Cerca de la urbe se alza el mausoleo de Zainab Bint Alí, la hija de Alí Ibn Abi Talib y hermana de Husain Ibn Alí. Cuando las tropas omeyas impiden a al-Husain, el Tercer Imam, llegar a Kufa, éste se ve obligado a acampar en Karbalá, una pequeña población del desierto. El enemigo le corta el acceso al agua del Eufrates. Abbás Ibn Alí consigue llenar unos pocos odres, escasos para dar de beber a sus 72 compañeros y las familias que los acompañan (cfr. S.H.M. Jafri: The Origins and Early Development of Shi’a Islam, Anyariyan, Qum, 1985, p. 187). Es entonces cuando Zainab distribuye el precioso líquido entre los niños y los más débiles: «Entre los monumentos de las Gentes de la Casa —Dios esté satisfecho de ellos— está el monumento de la hija de Alí Ibn Abi Talib —Dios esté satisfecho de los dos— que se llamaba Zaynab (Zenobia)... Su monumento venerado está en una aldea llamada Rawiya (la que da de beber), al mediodía de la ciudad, a una distancia de una parasanga... Nosotros nos encaminamos hacia él y pasamos allí la noche para procurarnos la baraka (bendición) por mediación de su visión. Dios haga que eso nos sea provechoso» (Ibn Yubair: O. cit, págs 327-328). En 1977 fue sepultado allí el pensador iraní Alí Shariatí, que había fallecido en Londres, y el entonces líder de los musulmanes shiíes del Líbano, el desaparecido Imam Musa Sadr (1928-1978?), pronunció las oraciones durante las exequias.

   Damasco también es sede de numerosos edificios que recuerdan las épocas brillantes de su historia: el hospital (maristán) de Nuruddín Ibn Zenguí (1118-1174), y la universidad islámica Nuriyya, construida entre 1146 y 1174. Los soberanos mamelucos la dotaron de edificios religiosos emparentados arquitectónicamente con las mezquitas y los mausoleos de El Cairo, su capital. Los otomanos erigieron en Damasco la Tekiyya, un conjunto monumental que engloba una mezquita, una madrasa y un convento de derviches (tekké).

   Damasco se convirtió en la capital de la República Arabe Siria en 1946 y su población es superior a los dos millones de almas (cfr. Jean Hureau: Siria hoy, Jeune Afrique, París, 1984; Ann-Marie Bianquis y Elizabeth Picard: Damas. Miroir brisé d’un Orient arabe, Autre­ment, París, 1993).

Karbalá

   Karbalá está situada a 90 kilómetros al sur de Bagdad, la capital del Irak. Esta ciudad, también llamada Mashhad al-Husain, «lugar del martirio de al-Husain», constituye el tercer centro de peregrinación más importante de los shiíes duodecimanos, después de La Meca y Medina. Fue allí donde al-Husain, hijo de Alí Ibn Abi Talib y nieto del Profeta Muhammad, fue asesinado junto con sus 72 compañeros el viernes 10 del mes de Muharram del año 61 de la Hégira (10 de octubre de 680) por los esbirros del omeya Yazid Ibn Mu’auiah.

   En un principio, los shiíes construyeron en el lugar un pequeño santuario que fue demolido por orden del abbasí al-Mutauakkil en 850. Los buyíes, dinastía de emires shiíes duodecimanos originarios de Dailam, una provincia del sur del Mar Caspio, terminaron por tutelar el califato de Bagdad entre 945 y 1055 e hicieron construir en Karbalá una mezquita que guardara los restos de al-Husain. Esta se incendió en septiembre de 1016 y fue reedificada un poco más tarde. El sultán selyukí Malik Shah (1055-1092) la visita en 1086. En 1535, Suleimán el Magnífico, en beneficio de este lugar sagrado, hizo ampliar y profundizar el canal al-Husainiyya, que provee de agua a la ciudad y que permitió crear vastos jardines. En el siglo XVIII, donaciones y fundaciones piadosas solventaron la realización de mejoras y reconstrucciones en el mausoleo. Hacia 1790, el fundador de la dinastía qaÿar de Persia (1779-1925), Aga Muhammad Jan (1742-1797), hizo revestir la cúpula de oro.

   Hoy día el santuario de al-Husain en Karbalá es un espléndido monumento que es visitado por millones de musulmanes sunníes y shiíes a lo largo de todo el año. Lamentablemente, la invasión estadounidense que se produjo a fines de marzo de 2003 trajo graves consecuencias para todas las ciudades irakíes, entre ellas Karbalá.

Lucknow

   Lucknow, situada sobre el río Gomti, afluente del Ganges, es la capital del estado más populoso de la India, Uttar Pradesh.

   La ciudad de Lucknow (ortografía inglesa usual para Lajnou) cobró fama y prestigio a partir 1528, cuando pasó a formar parte de la India musulmana regida por los Grandes Mogoles. Coincidiendo con la declinación de la dinastía mogol, surgieron dos estados shiíes en el subcontinente indio. Uno fue en el sur, en Mysore, con el concurso de dos valerosos guerreros como Haidar Alí y su hijo Tipu Sultán, que se extendió entre 1761 y 1799. El otro, en el norte, el de Awdh (Udh), estaba enclavado entre Delhi y Benares, al pie del Himalaya, con capital en Lucknow, y permaneció entre 1732 y 1859. Su fundador fue el gobernador de Faizabad, Burhan al-Mulk. Los diez nababs de Udh era de origen iraní, shiíes del Jorasán, los Nishapuríes (de Nishapur), que al principio se consideraban gobernadores al servicio mogol y luego caudillos independientes. Fue entonces que Lucknow se convirtió en la «Morada del Shiísmo» (Dar ash-Shí’a).

   El nabab Asaf ud-Daula fue el constructor de la moderna Lucknow hacia 1774, a través de un ambicioso programa urbanístico que atrajo arquitectos, obreros y artesanos de toda la India. Así se construyó la Bara Imambara, equivalente de las huseiniyyas (lugares donde se realiza el duelo por el Imam Husain) del Irán. Esta sala abovedada que goza de la reputación de ser la sala más grande del mundo, mide 50 metros de largo y su techo, de 15 metros no se apoya sobre pilares. Frente a la Imambara hay una puerta inmensa, Rumi Darwaza. Tras la puerta se encuentra la Husainabad Imambara, situada en un gran cuadrilátero frente a un lago artificial.

   Las manifestaciones de los shiíes de Udh en Muharram eran tan extraordinarias que un viajero europeo de principios del siglo XIX, el vizconde G. A. Valentia, habla del indescriptible dolor y misticismo reinantes, y de la profusión de luces encendidas por doquier (cfr. G.A. Valentia: Voyages and Travels to India, Ceylon, the Red Sea, Abyssi­nia and Egypt in 1802-1806, 3 vols, Londres, 1809; citado por J.R.I. Cole: Roots of North Indian Shi’ism in Iran and Iraq. Religion and State in Awdh 1722-1859, University of California Press, Berkeley-Los Angeles-Londres, 1988, p. 96).

   Lucknow fue famosa también por sus grandes sabios islámicos, como el Sheij Alí Hazín (m. 1766), el Seied Deldar Nasirabadí (m. 1820) y su hijo Muhammad (m. 1867). En 1857, los shiíes de Lucknow liderados por el nabab Wayid Alí Shah, hábil estratega, se sumaron a la gran sublevación contra el poder inglés en la India y aunque Lucknow cayó en manos británicas en marzo de 1858, la resistencia continuó en el interior de Udh hasta fines de 1859.

   Actualmente, la ciudad tiene una población de más de dos millones de almas y es el principal centro musulmán shií de la India. Lucknow tiene muchas más festivididades y festivales en común con Irán que cualquier otra ciudad como Aligarh, Hyderabad o Faizabad. Uno de los canales de agua que la atraviesa se llama Haidar (“león valiente”) en honor de Alí Ibn Abi Talib que tenía ese apodo. Uno de sus principales distritos se llama Husainabad, donde se encuentra la Bara Imambara y la Mezquita Yami, meta de miles de peregrinos musulmanes de la India, Pakistán y Bangla Desh (cfr. J.N. Hollister: The Shi’a of India, Londres, 1953; A.H. Sharar: Lucknow: the Last Phase of an Oriental Culture, Londres, 1975).

Mashhad

   La ciudad santa de Mashhad (la antigua Sanabad) es el lugar de peregrinaje shií más importante de Irán, pues allí está el mausoleo del Octavo Imam, Alí ar-Rida (765-818), que fue asesinado por orden del abbasí al-Ma’mún (786-833) con unas uvas envenenadas. El mausoleo original del siglo IX fue destruido en la centuria siguiente y reconstruido por el sultán Mahmud de Gazna en 1009.

   El santuario se convirtió en un centro de piedad shií, sobre todo a partir del siglo XIV, con la conversión al Islam de un ilján (“sometido al jan”) que agregó a su patronímico mongol Ulwaitú, «afortunado», el nombre musulmán Jodabandah, equivalente persa del nombre árabe Abdallah, «siervo de Dios». Este gobernó Irán entre 1304 y 1316 y adhirió a la escuela duodecimana, protegiendo sus centros teólogicos y mezquitas (cfr. B. Spuler: Die mongolen in Iran, Berlín, 1968, pp. 247-49).

   En otras épocas, el acceso a este santuario era particularmente difícil, pues había que atravesar territorios inhóspitos infestados de bandidos turcomanos, tan bien descritos por el viajero, erudito y diplomático francés, el conde de Gobineau (1816-1882) en Les nouvelles asia­tiques (1876), soportar los rigores del desierto Dasht-e Kavir, o embarcarse y adentrarse en las rutas que pasaban por Asia central bajo el dominio ruso zarista, para llegar a ese oasis de frescor donde se alza el inmenso Haram (“santuario exclusivo para los musulmanes”) del Imam ar-Rida. Su cúpula dorada, está flanqueada por otros domos de cerámica tornasolada de la época timurí (siglo XV), como el de la famosa Mezquita de Gouharshad, de más de cincuenta metros de altura, hecha construir entre 1405 y 1418 por la esposa de Shah Ruj Mirzá, una de las damas más extraodinarias del Islam. Sir Mark Sykes (1879-1919), diplomático e historiador inglés, la describió como «la mezquita más noble de Asia central». Otro es el Gonbad-e Sabz, llamado también «el Domo Verde», un mausoleo utilizado por los derviches naqshbandíes y originalmente construido en la época safaví. Mashhad tiene casi dos millones de habitantes y se encuentra a 850 kilómetros de Teherán.

La Meca

   Centro de la peregrinación (Hayy) que constituye una de las obligaciones canónicas (furu’-ud-din) del Islam, La Meca es también el lugar hacia el cual desde los cuatro puntos cardinales más de mil doscientos millones de musulmanes dirigen cada día sus cinco oraciones canónicas. El origen de La Meca, es la Ka’ba. La Ka’ba, cuyo significado en árabe es el de «cubo», constituye la materialización de un santuario monoteísta primordial, que, según la tradición islámica, fue edificado primeramente por el Profeta Adán y reconstruido por Abraham y su hijo Ismael (Sura 2, Aleyas 125-127; 3-96). El Islam (“la sumisión al Unico Dios”) es la religión monoteísta original y el Mensaje de Muhammad no fue una innovación religiosa, como algunos malin­ter­pretan, sino la revivificación del Islam Abrahámico.

   La Ka’ba es un edificio cúbico de quince metros de altura y casi doce metros de ancho, situado en el centro de la gran mezquita de La Meca, y está recubierto por una funda (kishwa) de brocado negro. En uno de sus ángulos está encastrada la Piedra negra, a un metro y medio del suelo.

   En el año 630 La Meca fue liberada por el ejército islámico encabezado por el Profeta Muhammad. La oligarquía de comerciantes mequíes politeístas fue derrotada y sus 360 ídolos guardados en la Ka’ba destruidos. En el primer siglo de la Hégira comenzó a construirse la gran Mezquita que rodea la Ka’ba, reformada y engrandecida en múltiples ocasiones posteriormente. En 1571, el gran arquitecto otomano Sinán realizó notables trabajos para su embellecimiento.

   La Meca sufrió varios ataques a lo largo de su historia. Uno de los primeros fue la expedición del reyezuelo yemenita Abraha, de origen etíope, en 570, el año del nacimiento del Santo Profeta del Islam, y que fue repelida milagrosamente como se narra en el Sagrado Corán (Sura 105). En 929, la ciudad fue asaltada por los cármatas, una secta desviada del Islam, que se apoderaron de la Piedra negra de la Ka’ba. Pero, veinte años después, fueron forzados por el califa fatimí al-Mansur (946-953) a devolverla.

   Una de las obligaciones básicas para todo musulmán es la peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida. Desde mediados del siglo XIX, el número de peregrinos a las ciudades santas de La Meca y Medina no cesa de aumentar: cincuenta mil en 1850, doscientos cincuenta mil en 1925, cuatrocientos mil en 1960, dos millones en 1985 y seguramente unos tres millones para el año 2.000. Actualmente, La Meca (trescientos mil habitantes) sigue convocando, como lo ha hecho desde hace catorce siglos, a los peregrinos musulmanes del mundo entero (cfr. William Montgomery Watt: Muhammad’s Mecca: history in the Qur’an, Edinburgh University Press, Edinburgo, 1988; F.E. Peters: The Hajj: The Muslim Pilgrimage to Mecca and the Holy Places, Princeton University, Princeton, 1994).

Medina

   En el siglo VII, Yatrib, ciudad caravanera del Hiyaz, era un floreciente oasis agrícola situado cuatrocientos kilómetros al norte de La Meca. Algunos de sus habitantes se convirtieron al Islam entre 620 y 622 y se ofrecieron como ayudantes y protectores (ansar) del Profeta. Amenazado por el clan politeísta de Quraish asentado en La Meca, el cual era violentamente hostil al Islam, Muhammad se vio obligado a hacer la «emigración» —hégira (hiyra en árabe)— en 622 con sus fieles compañeros a Yatrib, que adoptó el nombre de Medina (Madinat al-Nabí, “la ciudad del Profeta”).

   El 20 de noviembre de 625, los musulmanes fueron derrotados por los mequíes politeístas en Uhud, en las cercanías de Medina. Pero en 626, un ejército quraishí se vio obligado a abandonar el asedio de Medina a raíz de la victoria musulmana en la batalla del Foso (al-Jandaq). El Profeta entró victoriosamente en La Meca en 630 acabando con la oligarquía de los comerciantes politeístas, y falleció en Medina en junio de 632, donde fue enterrado. La ciudad permaneció como capital del Estado musulmán hasta que Alí Ibn Abi Talib, el cuarto Califa (656-661), trasladó su cuartel general a Kufa (Irak).

   Entre 682-683 el pueblo de Medina se sumó a la revolución shií de Abdallah Ibn az-Zubair (624-692). En 683, Medina fue saqueada por las tropas del tirano omeya Yazid Ibn Mu’auiah y cayó en la decadencia. Una parte de sus habitantes emigraron a al-Ándalus. Véase Etienne-Marc Quatremère: Mémoire historique sur la vie d’Abd Allah ben Zobair, en el Nouveau Journal Asiatique, IX y X, París, 1832; Fouad El-Khouri: Las revoluciones shi’íes en el Islam (660-750), Fundación Argentino Arabe, Buenos Aires, 1983.

   Hoy día, Medina cuenta con doscientos cincuenta mil habitantes. Los peregrinos que la visitan en el mes de Dhul’hiyyah (duodécimo mes del calendario islámico) acuden prioritariamente para recogerse en la mezquita del Profeta, construida cerca del emplazamiento de la primera mezquita —prototípica— del Islam, que él mismo mandó a edificar. El cementerio Ÿannatu’l-Baqí también recibe numerosas visitas. Allí se encuentran las tumbas de los Imames al-Hasan al-Muytaba Ibn Alí (625-670), Alí Ibn al-Husain Zainu’l-’Abidín (659-713) y Ya’far Ibn Muhammad as-Sadiq (702-765), y en un lugar desconocido la de Fátima az-Zahra (615-632).

Nayaf

   La ciudad de al-Nayaf o Mashhad Alí (“lugar del martirio de Alí”), en el Irak, está situada en el borde del desierto y a diez kilómetros al oeste de Kufa. En esta última ciudad fue martirizado Alí Ibn Abi Talib, el 21 de Ramadán del año 40 de la Hégira (27 de enero de 661) a consecuencia del ataque artero llevado a cabo por Ibn Mulÿam, un fanático jariÿí que fue el instrumento del usurpador Mu’auiah Ibn Abi Sufián (602-680). «Y este advenedizo no era otro que el hijo de Abu Sufián, archienemigo del Profeta y jefe de la rama aristocrática omeya de los coraixíes...no sólo usurpó el califato arrebatándoselo a su legítimo poseedor, sino que además lo pasó a su progenie... Por si fuera poco, cambió la dirección del Islam de califal a real y se entronizó como el primer rey, o malik, título menospreciado por los árabes de entonces. Entre otras innovaciones citaremos que se rodeó de una guardia personal, erigió un trono en su palacio y un recinto para su uso privado (maqsura) en la mezquita» (Philip K. Hitti: El Islam, modo de vida, O. cit., pp. 129-132).

   En 977, los Buyíes shiíes erigieron un mausoleo en su honor. Con el advenimiento del poder mongol en 1258 (caída de la Bagdad abbasí), muchos de los nuevos gobernantes se convirtieron al Islam y adoptaron la escuela duodecimana. Así, a principios del siglo XIV, una guardia mongola fue estacionada ante el santuario de Alí en Nayaf, «que podía interpretarse como señal del respeto de los mongoles por el primero de los imames» (John Joseph Saunders: La conquista mongólica, Eudeba, Buenos Aires, 1973, p. 97).

   Pero será a partir de la época safaví (1503-1510) que al-Nayaf se irá convirtiendo en uno de los principales centros teológicos del Islam y del Shiísmo en particular. Durante cinco siglos (XVI al XX) numerosos sabios vivirán en al-Naÿaf e impartirán la enseñanza de las disciplinas islámicas. Entre ellos se puede mencionar al gran muytahid Seied Bahr al-Ulum (m. 1797), al marya-e taqlid Mirzá Muhammad Taqi Shirazí (m. 1895), Muhammad Kazim Jorasaní (m. 1911) y Muhammad Husain Na’iní (m. 1936).

   Lady Anne Isabella Blunt, (1837-1917), esposa del islamólogo inglés Wilfrid Scawen Blunt (1840-1922), que viajó a través del Norte de África, Arabia y el Asia menor, hizo una visita a Nayaf durante su travesía por el desierto de Naÿd entre diciembre de 1878 y febrero de 1879, describiendo en un libro la sensación de espiritualidad que le embargó la contemplación del santuario alida (cfr. Lady Anne Blunt: Viaje a Arabia. Peregrinación a Nedjed, Laertes, Barcelona, 1983).

   Desde los años 1950, al-Nayaf contiene 24 madrasas con una población fluctuante de dos mil estudiantes provenientes mayoritariamente de Irak, Irán, Pakistán, India, Líbano, Afganistán, Turquía, Cachemira e incluso el Tibet (270 estudiantes en 1957). El Imam al-Jomeiní vivió exilado en al-Nayaf entre 1965 y 1978, antes de establecerse temporalmente en París y retornar a Irán en febrero de 1979. Las crueles y sangrientas persecuciones contra los musulmanes ordenadas por el déspota Saddam al-Takrití (Takrit, 1937) hizo descender la población estudiantil a fines de los años setenta de tres mil a seiscientos.

Qum

   Qum constituye, después de Mashhad, que ampara la tumba del Octavo Imam, Alí ar-Rida, el segundo centro de peregrinaje shií en Irán. Fátima Ma’suma, hermana del Imam ar-Rida, enfermó en Saveh y fue trasladada a Qum donde falleció en 816. La aldea, situada a 150 kilómetros al sur de Teherán, ha crecido desde entonces en torno a su tumba. Contiene una población de confesión shií, mayoritariamente de origen árabe, hoy cercana al millón de habitantes. Ha constituído antes que al-Nayaf, un centro de enseñanza shií tradicionalista importante en los siglos IX y X. Favorecida por los buÿíes, gozó de renombre bajo los selÿukíes, por sus madrasas y otras fundaciones religiosas, así como por sus administradores y visires shiíes influyentes. Ha sido lo mismo para la rica aldea de Kashán, vecina y complementaria de Qum.

   Saqueada y puesta a prueba bajo los mongoles, Qum recomenzará a beneficiarse de la protección del poder político recién a partir del siglo XV. Después de los timuríes, fue el objeto de la atención de los soberanos safavíes. Un aspecto de la política religiosa del Abbás I el Grande, consistente en atraer a los peregrinos shiíes hacia Mashhad y Qum, fue decisiva para el desarrollo de las ciudades-santuario. Los ulemas célebres estudiarán o enseñarán en Qum, tales como Abd al-Razzaq al-Lahiwí (m. 1661), Mullá Sadrá al-Shirazí (1571-1641), su yerno Mohsen Faiz al-Kashaní (m. 1680), y Qazí Sa’id al-Qumí (1633-1692), todos ellos elevados gnósticos.

   La política británica ejercida sobre Irak en coincidencia con la puesta en el poder de Reza Jan, empuja a los grandes ulemas iraníes a que vengan a instalarse en Qum y produce el renacimiento de este centro teológico. Este movimiento se consolida bajo el impulso del Ayatollah Abdulkarim Hayerí al-Yazdí (m. 1937), quien se había instalado en la ciudad santa en 1922. Entre sus numerosos estudiantes, se encuentran los más grandes ayatollahs, y en particular Muhammad Taqi al-Jaunsarí, Seied Shahabuddín al-Nayafí al-Mar’ashí, Hayy Mirzá Hedayatollah Wahid al-Golpayeganí y Ruhollah Musaví al-Jomeiní.

   A partir de 1944, establece su cátedra el Ayatollah Boruÿerdí. De 2.500 estudiantes en ese año, Qum pasa a albergar 4.000 en 1955, llegando a 6.000 en 1962, año de la muerte de al-Boruÿerdí. Para romper la dicotomía entre enseñanza laica y religiosa Boruÿerdí patrocina las escuelas primarias y secundarias donde se impartan ambos tipos de enseñanza. También auspicia un acercamiento entre sunnismo y shiísmo.

   Las medidas represivas de la monarquía contra el principal líder de la oposición religiosa, el Ayatollah Ruhollah Musaví al-Jomeiní (1902-1989), y sus partidarios, a partir de 1962, encadena el proceso que llevará al derrocamiento inexorable de los Pahlaví y el triunfo de la Revolución Islámica. La madrasa Faiziyya, aquella donde al-Jomeiní predicara, se convirtió en un símbolo. Los brutales ataques gubernamentales contra esta madrasa en 1963 y 1975, coincidentes con los duelos shiíes de Muharram, sumados a las agresiones directas contra el Imam de los iraníes, y la represión sangrienta contra manifestantes en Qum en enero de 1978, abrió el camino para la victoria de los musulmanes contra el régimen prooccidental. Tras la muerte de los primeros mártires, tanto de Qum, como de Tabriz y de otras ciudades de Irán, el mecanismo de las conmemoraciones de duelo cada cuarenta días, así como otras expresiones de luto shiíes conducirán al endurecimiento de la represión, favoreciendo la organización revolucionaria y el liderazgo del Imam al-Jomeiní.

   Capital simbólica del Irán islámico, Qum conserva su rol después que el Guía de la revolución retorna allí en 1979 (cfr. M. Momen: An Introduction to Shi’i Islam, New Haven-Londres, 1985).

Del libro CIVILIZACION DEL ISLAM, Edición Elhame Shargh, Fundación Cultural Oriente

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