Bibliografía de los que brillaron en la historia del Islam

Bahr-ul ‘Ulum

El Mar de los Conocimientos

    Era una noche fresca de otoño. A esa hora de la noche, la ciudad de Nayaf, cansada de los alborotos de los visitantes y los vendedores ambulantes se había entregado a los vientos estacionales de finales de otoño. Seied Yawad subió un poco la mecha de su lámpara que estaba a punto de apagarse por el soplo del viento. Cerró su libro, dio la espalda a las rejas del balcón, y mientras se cubría con su manto exclamó:

- ¡Señora! Esta noche tengo mucho que hacer, por favor prepare mi cena más temprano que de costumbre.

-   La bandeja de su cena está preparada, Seied, ya se la traigo.

-   Se lo agradezco mucho.

En unos instantes el rico aroma de la comida se dispersó en el ambiente, y el Seied Yawad, que tenía mucha hambre, diciendo un Bismil·lah preparó el bocado, pero aún antes de llevárselo a su boca sintió un fuerte y apresurado golpe en la puerta. Dejó el bocado sobre la bandeja y preocupado se levantó, y mientras bajaba los escalones murmuraba: “¿Quién puede ser?”. Y preguntó:

-¿Quién es?

-   ¡Seied Yawad, soy yo, abra la puerta!

Reconoció la voz. Era Seied Yaber, el sirviente de su maestro. Rápidamente abrió la puerta, y dijo:

-   ¿Eres tú, Seied Yaber? ¡Qué sorpresa! Con tanta prisa que traes, espero que sean buenas noticias.

-   In Sha’Allah así es. El maestro sirvió la cena y le está esperando.

-   ¿Esperándome a mí? ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido? No tenía ninguna cita acordada.

-   No lo sé, cuando preparé la comida me dijo que rápidamente le avisara a usted.

Seied Yawad estaba estupefacto. Pensó: “No me avisó nada antes. ¿No será que se siente mal? ¿No será que Seied Yaber se equivocó? ¿Cuál es la verdad?”. Y volvió el rostro hacia el hombre y le dijo:

-   No entiendo nada, quizás me olvidé. De todas maneras, vamos-, y ambos salieron.

    La casa del maestro estaba a unas tres calles. En unos minutos estuvieron allí. Golpeó la puerta y entró con todo el debido respeto y saludó. Su maestro muy terminantemente le respondió el saludo y dijo:

-   Sr. Seied Yawad, ¿acaso no temes a Dios? ¿No te avergüenzas ante Él?

Su corazón se partió. Nunca había visto a su maestro tan furioso. Preguntó sorprendido:

-  ¿Qué ha sucedido?

-   ¡¿Qué ha sucedido?! ¡Pregúntame mejor qué no ha sucedido! Investigas, estudias religión, escribes libros, vistes la misma vestimenta que el Enviado de Dios (BP), ¡pero contrarías su conducta y comportamiento!

Seied Yawad no sabía qué había hecho, qué falta había cometido que tanto había enojado a su maestro. Se sumergió en el silencio y miró a su maestro quien le dijo:

-   Uno de tus hermanos (en religión) vuelve a su casa con las manos vacías. Se queda avergonzado frente a su mujer e hijo. El almacén de la esquina de su casa se abstiene de darle el dátil más barato que tiene por lo que todos ellos duermen hambrientos, ¿y tú no estás enterado de ello? Es tu vecino, ¿cómo te conformas con el hecho de que tú te encuentres en bienestar en tanto tu vecino está en la pobreza y la abstinencia? ¡Y tú lo conoces bien! Me refiero a Fulano, ¿lo recuerdas?

-   ¡Pero maestro, por Dios que no sabía nada!

-   Si hubieras sabido y cenabas sin tenerlos en cuenta te hubieras convertido en un incrédulo. Lo que me sorprende y enfurece es que tú no sepas nada de tus hermanos en la religión y no te esfuerces por saber cómo se encuentran. Toma esta bandeja de comida, ve a su casa y cena con él, y pon esta bolsa de dinero debajo de su alfombrilla, y no devuelvas la bandeja.

... Poco después Seied Yawad atravesaba la distancia entre la casa del maestro y su vecino. Se detestaba a sí mismo, no podía soportarse, había oído que su maestro cada noche se paseaba por las callejuelas de Nayaf llevando alimento para los menesterosos. Incluso había oído que una noche había llevado un recipiente lleno de comida y había ido a casa de una pareja de recién casados que pasaban hambre debido a su pobreza y había cenado con ellos. Recién se había percatado de la poca distancia que existe entre la fe y la incredulidad. Se había dado cuenta de la riqueza y la pobreza de la atención y desatención, y de muchas cosas más. Había entendido por fin por qué cada vez que se sentaba en el piso frente a su maestro, se sentía como una gota frente al mar y una piedrecilla frente a una montaña.

¡Seguramente les gustaría conocer al maestro del Seied Yawad!

Quizás alguna vez hayan oído su nombre. Él fue Seied Muhammad Mahdi Tabatabaí, conocido como Bahr-ul ‘Ulum (El Mar de los Conocimientos), un distinguido Seied que nació en el año 1155 de la Hégira en Karbala. Cuando tenía solo siete años participó en las clases de los ‘Ulama’ y sabios de su época. Solo tenía 12 años cuando terminó todos los estudios del nivel medio y llegó al nivel superior elevado (dars-ul jâriy). A los 17 años obtuvo el título de Iytihad (experto en estudios islámicos y en derecho y jurisprudencia). Tuvo como maestros a su padre y grandes ‘ulamá, como Wahid Al-Bihbani, Shaij Iusuf Al-Bahrani, Muhammad Mahdi Isfahani Jorasani.

Cierto día, mientras presenciaba la clase de Filosofía y Teología de Mirza Mahdi Isfahani, su maestro, sorprendido por su gran inteligencia y capacidad, le dijo: “Innama anta Bahr-ul ‘Ulum” – esto es: “Ciertamente que tú eres el Mar de los Conocimientos”.

Desde aquel momento en adelante todos lo llamaron Bahr-ul ‘Ulum. Al salir él de cada ciudad la gente se sumergía en la tristeza y al ingresar en cada ciudad, la recepción repleta de fervor y alegría de la gente era tal, que la comparaban con las grandes festividades.

En el año 1193 de la Hégira, con la intención de realizar la peregrinación a la Casa de Dios, entró en el Hiyaz. La gente lo recibió tan bien que permaneció allí dos años, en el curso de los cuales estableció clases de Teología. Impartía sus clases tan bien que los sabios y adeptos de todas las escuelas islámicas participaban en ellas y se deleitaban escuchándolo. En los últimos días de su estancia en La Meca, anunció su creencia Shi’a. En estos días vinieron sabios de diferentes escuelas y charlaron con él. Él, con su vasto conocimiento, les respondió a todos y atrajo sus corazones hacia la verdad del Islam a través de argumentos poderosos y lógicos, hasta tal punto que el Imam de la Oración del Viernes (Imam-ul Yum’ah) de La Meca, que era un gran sabio, adoptó su creencia. Escriben al respecto que un día, Bahr-ul ‘Ulum rezaba detrás de ese sabio mequinense. Tras la oración, fue a su casa y visitó la gran biblioteca del sabio y le preguntó por varios libros de sabios de la escuela sunnah, pero esos libros no se hallaban allí. Entonces, Bahr-ul ‘Ulum le dijo:

-Abu Hanifa tiene un libro sobre Riyal (ciencia que estudia la confiabilidad de los transmisores de los dichos o tradiciones. Es de hacer notar que en las escuelas de tendencia sunnita se denomina a esta ciencia ‘Ilm Al-Yarh wat Ta‘dîl).

El sabio mequinense respondió:

- No lo tengo pero creo que alguna vez lo he visto.

    El Seied dijo entonces:

- En ese libro hay un gran capítulo donde Abu Hanifa describe al Imam As-Sadiq (P). Allí Abu Hanifa cuenta que ha estudiado en las clases de Imam As-Sadiq (P) y que cada día aprendía setenta cuestiones de él.

Entonces el sabio le dijo:

- Me sorprende. ¡Cuánto conocimiento deberá haber tenido este Imam As-Sadiq como para que alguien como Abu Hanifa lo describa de tal manera!

    El Imam-ul Yum’ah de La Meca escuchó en silencio las palabras de Bahr-ul ‘Ulum hasta que él se levantó para partir. El sabio acompañó a Bahr-ul ‘Ulum hasta su casa, y ya allí Bahr-ul ‘Ulum lo invitó a entrar y el sabio aceptó de buena gana porque deseaba conocer su casa.

    Pasó un año desde entonces. Hasta que cierto día, el Imam-ul Yum’ah de La Meca mandó a alguien para buscar a Bahr-ul ‘Ulum. Cuando se presentó en casa del Imam-ul Yum’ah, lo vio en los umbrales de la muerte, yaciendo en su lecho. Se sentó a su lado y el Imam-ul Yum’ah pidió que los dejaran a solas. Luego le dijo:

- Desde aquel día que describiste al Imam As-Sadiq (P), el descendiente del Profeta (P), yo me convertí en su shi’a (seguidor) y nadie más que tú lo sabe ahora. Tú eres mi Wasí, y te pido que hagas todos los arreglos, según la jurisprudencia shi’a, para los ritos del baño mortuorio, amortajamiento y entierro. Seiied Bahr-ul ‘Ulum, luego de cumplir con el testamento del Imam del Yum’ah partió de La Meca.

    Era hábil en todas las ciencias y era la materialización de la devoción y piedad. Respecto a la grandeza de su jerarquía es suficiente decir que el gran sabio Aiatullah Sheij Yafar Kashiful Guita, muchas veces quitaba el polvo del calzado de Bahr-ul ‘Ulum como señal de su humildad ante él.

    Cuando tenía solo 31 años llegó al título de Marya’iiah (referente para los asuntos religiosos), convirtiéndose en el más grande marya’ del siglo XIII de la Hégira. Demostraba su amor a toda la gente, respetaba a todos, al igual que un cariñoso padre escuchaba las penas y tristezas de todos y atendía sus problemas. Quien lo visitaba no deseaba levantarse, hablaba por Dios, y continuamente recordaba a Dios. Sus alumnos estaban cautivados por sus virtudes y su buen carácter. No le importaba el mundo y sus vanidades. Solo temía a Dios. Siempre atendía los asuntos de los pobres. En forma anónima llevaba comida para huérfanos, pobres y familias desprotegidas, y la repartía entre ellos. Educó a grandes sabios, como Kashif-ul Guita, Seiied Muhammad ‘Amili, Seiied Iaqub Kuh Kamarei y muchos otros más.

    Escriben que de entre sus alumnos Kuh Kamarei tenía poca memoria. Una noche soñó al Príncipe de los Creyentes, Imam ‘Alî (P) y se quejó ante él de su poca memoria, entonces el Imam (P) le dijo: “Di: Bismil·lahi Ar-Rahmani Ar-Rahim”. Él lo repitió y al despertar se dio cuenta que había cambiado su memoria y sabía mucho. Luego en la clase de su maestro Bahr-ul ‘Ulum se enfervorizó y empezó a hacer preguntas una tras otra y a discutir con su maestro, hasta que Bahr-ul ‘Ulum le dijo: “¡Querido! El mismo que te enseñó el Bismil·lah, me enseñó hasta el Wa lad·Dâlin” (la última aleya de la sura Al-Fâtihah).

    Hoy en día se conservan varios libros importantes de él, entre ellos un libro de poesías. Este gran sabio falleció en el año 1112 sumiendo a sus alumnos y los shi’as en el dolor y la tristeza. En realidad, en todos los aspectos de su comportamiento y proceder se observaba la conducta de los Profetas e Imames inmaculados, y ciertamente que fue uno de los verdaderos seguidores de los Imames (P).

Que su alma esté satisfecha.

Le dijeron al Sheij Abu Said Bujair –un famoso místico musulmán-: “Fulano, por lo abundante de su adoración, llegó a tener la capacidad de volar por el cielo”. Dijo: “No es gran cosa, una mosca también vuela en el cielo”. Le dijeron: “¡Fulano puede caminar sobre el agua!”. Dijo: “No es gran cosa, el sapo también puede hacerlo”. Dijeron: “¡Sheij! Entonces quién es un hombre divino?” Dijo: “Un hombre divino es aquel que es de la gente, está con la gente, vive para la gente y vive entre la gente. Tiene relación con la gente y se casa como la gente y mientras tanto no olvida a Dios ni por un solo instante”.

Dijo el Imam (P): “Las gentes son como la familia de Dios. Quien los sirva más a ellos se acercará más a Dios”.

Traducción: Zohre Rabbani

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

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