Los aportes del Islam a la humanidad (XIX)
El método educativo del Islam
Por el Profesor Abdul Husein Zarrinkub
A diferencia del cristianismo, el cual no tuvo un interés en la formación secular —elemento que lo llevó a ser abandonado por parte de la Europa moderna—, el Islam hizo gran énfasis en este tipo de educación, y en consecuencia fundó un sistema educativo equilibrado en sus territorios, el cual fue una combinación balanceada y homogénea a partir de sus intereses religiosos y seculares.
Las bases de la educación islámica son la fe y la buena acción, supervisadas por la sharia —ley— y la sunna —tradición profética—. En realidad, seguir lo que es denominado la “tradición del Mensajero”, ha sido para los musulmanes la condición de un ideal moral y espiritual. Las “nobles cualidades morales”, por la cual el Mensajero fue designado para completarlas y perfeccionarlas, fueron concebidas para el musulmán tan solo por medio del seguimiento de su tradición. El Islam, agrupó distintos individuos y tribus de diferentes caracteres y linajes bajo una especie de hermandad universal y a pesar de todo, no hizo responsable a nadie de la consecuencia de la acción de otro, fortaleciendo el sentido de la responsabilidad individual como base de su moral. El Islam ofreció criterios frescos, morales y educativos desconocidos en esa época, no solo para los árabes sino para muchas de las naciones y razas que en sus territorios fueron conquistadas por los musulmanes. Desde sus inicios, la moral de los musulmanes preservó la sencillez y la generosidad beduina y refinada según el orden de la ley. El honor familiar y tribal era una manifestación de esta moral beduina, aborreciéndose la prostitución; ser paciente frente a las dificultades, no someterse ante aquel que se opone a la verdad, eran algunos requerimientos de ese carácter beduino. La objetividad ingresó a la moral beduina por efecto de la vida urbana—, equilibrando este carácter y haciéndolo factible.
Este punto, equilibró a la educación islámica, cuyo propósito era formar un carácter tal que le enseñaba al hombre a ser para este mundo como si fuese a vivir eternamente en él, y que fuese para Dios estando preparado para morir en cualquier instante. De esa manera, para una nación que quiere quedarse como “una nación de equilibrio”[1] —o una nación moderada—, la moderación entre el cuerpo y el alma es una ley moral. Fue por esa misma razón que los musulmanes tomaron en serio, como debía ser, una adecuada educación corporal, no solo espiritual.
Según las narraciones, Umar ibn Jattab estimulaba a los musulmanes a que enseñaran a sus hijos el tiro con arco, montar a caballo y la natación.[2] Y Abdul-Malik Ibn Marwan, el califa omeya, exhortaba al maestro de sus hijos a que les enseñara la natación y que les acostumbrara a estar siempre atentos.[3] Hayyay Ibn Iusuf, incluso creía que era mejor aprender a nadar antes que escribir.[4]
Esta insistencia en la enseñanza de las tácticas militares, muestra una atención a la necesidad de una educación secular viva y activa. Su punto de partida, fuera persa o griego, fue aprovechada por los musulmanes por las dos vías. Por supuesto, esta educación militar no fomentaba la disminución del fervor y el entusiasmo de los musulmanes para adquirir conocimiento religioso y la ciencia, tal como pasó con otros pueblos.
Hacer énfasis en el asunto de la educación en el Islam fue tan importante, que el Profeta mismo canjeó la enseñanza a los niños de Medina por el pago del rescate de algunos de los prisioneros de la tribu de Quraish en la batalla de Badr. Puso doce niños bajo la enseñanza de cada prisionero, y cuando los niños se familiarizaron suficientemente con la escritura y la lectura, los prisioneros fueron liberados.[5] En la época del Profeta, en Medina ya existía escuela, libros y maestros, y entre quienes fueron nombrados como maestros se puede encontrar a Kumait, el famoso poeta árabe y a Hayyay Ibn Iusuf, el príncipe sanguinario de Irak. Según algunas narraciones, fue Hayyay mismo quien utilizó por primera vez signos y puntos sobre las letras árabes en la escritura.[6]
En la escuela, la enseñanza era vinculada a las reglas religiosas y morales. Además de leer y escribir, se enseñaba a los niños la matemática básica, la historia de los profetas y relatos de los hombres piadosos. Algunas narraciones indican que la enseñanza de los libros cristianos era desaconsejable; así como que para la purificación moral de los niños los sabios prohibían aprender las poesías vanas.[7] A veces la muhtasib (la policía o guardia en esa época) vigilaba que la poesía y libros inmorales no llegaran a las manos de los niños en la ciudad.[8] Por lo tanto, la educación espiritual y moral entre los musulmanes era acompañada de la vigilancia y supervisión del gobierno.
A pesar de que en la educación y la enseñanza se le ponía más atención a los hijos varones, e incluso a veces se hablaba de la prohibición de la educación de las hijas, la historia del Islam muestra casos de la atención de los musulmanes a la educación de las mismas —o por lo menos no prohibirla—, incluso en los periodos que la desviación de la tradición no parecía viable. La existencia de algunas narradoras del hadiz —dichos y narraciones del Profeta (PB) — entre las mujeres, muestra[9] que los sabios narradores no le prohibían a la mujer el aprendizaje.
La hija de Malik Ibn Anas podía corregir los errores de quienes narraban del libro de su padre, Al-Muwatta’. Bint al-Murtada, la hija de Murtada Alam al-Hoda, narraba el libro Nahy al-Balaga —La Cima de la Elocuencia— que tenía su tío, el sabio Saiyed Radi, y también se dice que Abdur-Rahim Bagdadi narraba de ella.[10] Así como las dos hijas del sheij Tusí, conocidas como Bint ash-Sheij —hija del sheij—, narraban de las obras del padre y de su hermano sheij Abu Ali Tusí.[11] El número de mujeres mencionadas en la cadena de autorizaciones (para narrar) de los dos sabios Subki y Suyuti, cuenta la existencia de numerosas narradoras del hadiz entre las mujeres educadas. Zainab, la hija de Abdur-Rahman Ibn Hasan Yuryani —que falleció en 1218— poseía tanta fama en hadiz y jurisprudencia que se dice después de su muerte se cortaron algunas cadenas de las transmisiones de los hadices. Los seminarios religiosos tradicionales de enseñanza islámica de algunas mujeres llegaron a ser importantes. Zainab Bint Makki, fallecida en 1289 en Damasco tenía un seminario repleto de estudiantes religiosos. Fátima Jatún, la hija de Muhammad Ibn Ahmad Ibh Abi Ahmad era muy famosa por su conocimiento y piedad. Era esposa de ‘Ala’ ad-Din Abu Bakr Ibn Mas’ud Qashaní y tenía seminarios y obras compiladas. Además, se dice que cuando su marido fallaba en un dictamen —fatwa— ella lo dirigía hacia lo correcto. En Sham, Nurud-Din Mahmud Zangi —conocido como el Rey Justo— la respetaba enteramente y la consultaba en algunos asuntos.[12] Sit al-Wuzara Hanbaliia –fallecida en 1317— mujer recopiladora y narradora del hadiz, se dice enseñó el Sahih Bujari varias veces. En el año 624 hl. —1227 dC. — nació una mujer en Alejandría, afamada a Bint Jodaiverdí, quien se cuenta como una de las pioneras de Helen Keller. Dicen que ella no tenía mano, ni brazo y a pesar de esto se esforzó por aprender y tomando la pluma con su pie escribía bien. Incluso, medio siglo antes, la ciudad de Alejandría fue testigo de la antigua antecesora de Helen Keller, a quien llamaban (sin mano). Al parecer pertenecía a una familia iraní como es evidente por su nombre. No tenía manos, pero escribía muy bien en varios estilos de caligrafía.[13]
Algunas mujeres, no solo en el ascetismo y el sufismo igualaban a los hombres —como por ejemplo Rabi’a Adawiya[14] y Fátima Nisaburiya— sino que también en la literatura y poesía algunas de ellas tuvieron un talento agraciado, por lo cual los nombres de muchas de ellas fueron registrados en el libro Jairat al-Hisan —obra acerca de las biografías de mujeres famosas— y en los otros libros de tazkira y tarayim. Por lo tanto, bajo el abrigo de la educación islámica, las mujeres podían encaminarse junto a los hombres en el sendero del conocimiento y saber.
La moral y la educación desde el aspecto teórico, también tuvo un nivel elevado entre los musulmanes. Los dichos atribuidos a Luqman el Sabio, Hermes, Jamasp,[15] y Bozorgmehr se narraban repetidamente en sus libros. Desde la opinión de Miskawayh, la moral en cierta medida era el factor receptor con un tinte neoplatónico y Al-Ghazali la combinó con las percepciones del sufismo. Aunque después de él se compilaron numerosos libros y tratados en la moral y la educación moral, a pesar del libro Ajlaq Nasiri y otros libros posteriores que mostraba la inmensa reflexión y la profundidad en los asuntos referidos a la moral, no se acepta que algún musulmán haya llegado al nivel de Al-Ghazali o lo pudiera superar en este campo —o mejor dicho en la “psicología moral” que es el nombre real de la ciencia moral de Al-Ghazali—.
A pesar de esto, si los musulmanes no mostraron interés en la moral y en la educación teórica tanto como si lo hicieron con la “lógica”, indudablemente fue debido a que el Corán y la Tradición del Profeta (PB) eran fuentes tan completas y perfectas en estos asuntos que no quedaba espacio alguno para compensarlo a través de otras fuentes, y por la misma razón esto se ve en el plano de la política. Es correcto que los musulmanes no se hayan sumergido totalmente en las ciencias políticas como lo hicieron en los temas filosóficos, pero la causa de esto —aunque se cree así—, no fue debido al absolutismo de los gobernantes, ni por la falta de la libertad de pensamiento y de expresión. Además, los musulmanes de esa época, como la mayoría de los cristianos, no hicieron énfasis solamente en el “Reino de Dios” —la soberanía e intervención divina, tanto en lo político como en lo espiritual—, sino que también enfatizaron su atención al “Reino de la Tierra”, y finalmente en la mayoría de los casos, la ley determinaba los reglamentos en estos asuntos, donde no quedaba lugar para los debates teóricos. Si los musulmanes y cristianos en la Edad Media no pusieron en práctica el libro “La Politica” a pesar del entusiasmo e interés mostrado hacia las obras de Aristóteles, principalmente se debió a que este texto se basaba en el análisis de las circunstancias políticas de la sociedad griega —en la época de la incredulidad—, cuyas realidades no coincidían con el mundo cristiano de Occidente ni con el del Islam. Si el debate de Aristóteles hubiese sido incorporado a un plan o propuesta para el mejoramiento y modificación de la sociedad y política humana, hubiera tenido en la sociedad islámica un efecto sobre aquellos que no gustaban de la forma de gobierno de los califas. Fue este mismo tema lo que hizo que Farabi se interesara más en los libros de Platón. En realidad, el “Maestro Segundo” en sus ideales pensaba como Platón, que cuando el filósofo fuera el gobernante, entonces se realizaría la Utopía —llamada por él “La Ciudad Ideal”. Además, Farabi sentía que la teoría de la Ciudad Ideal —madina fadila— podía cambiar la política de la época —una política que había provocado la corrupción en la sociedad islámica—. Su libro Ara’ Ahl al-Madina al-Fadila (Opiniones de los habitantes de la Ciudad Virtuosa) fue un sueño platónico —en opinión de un sufí o un filósofo musulmán—. Mientras, si el análisis y el estudio del estatuto de la sociedad y la política basado en un método cercano al de Aristóteles fue apreciado por los musulmanes, se debe más a la “Traducción” de Ibn Jaldún, quien estudió las cuestiones referidas al gobierno y la civilización islámica con influencia de Aristóteles y adelantándose a Montesquieu.
Independientemente de todo, en moral y en política, lo que tuvo mayor influencia práctica en la sociedad islámica fue la educación y las exhortaciones que surgían del Corán y de la Tradición. Estos debates teóricos eran influenciados en los círculos científicos pero no cruzaban al status de gobierno. La violencia y la atrocidad de los gobernantes como Mu’tadhid abasí o Qutb Shah Hind y Tamerlán, poseían un espíritu maquiavélico por estar privado de la educación islámica. Hubo reyes y gobernantes musulmanes, quienes ofrecían una correcta educación islámica y que fueron fieles en la práctica de la ley islámica, como por ejemplo ‘Umar Ibn Abd al-Aziz[16] y Saladino. ‘Umar Ibn Abd al-Aziz incluso poseía más excelencia en la moral y humanidad que San Luis. En las Cruzadas, muchos de los príncipes y reyes europeos que llegaron al Oriente islámico no tenían el nivel de nobleza de Saladino. Durante estas guerras sanguinarias y largas, los cristianos de europea occidental mostraron que todavía tenían que aprender muchísimas cosas de los musulmanes en cuanto a valentía, cumplimiento con el pacto y misericordia con los débiles. Incluso, en el comercio, un hombre musulmán influenciado por la educación práctica del Islam, aventajaba a un cristiano en aspectos de la puntualidad y el cumplimiento de las promesas.[17] En verdad, los ideales morales de la caballería en Europa, estaban influenciados por los musulmanes en gran medida. A pesar de la existencia de los defectos morales entre algunos musulmanes, debido a la contaminación gradual con los vicios de lujos y bienes, en general los musulmanes mostraban ser más humanitarios. En el complimiento del pacto y la promesa eran más puntuales, y con los vencidos más misericordiosos.[18] Saint Hilaire Bartolomé con una expresión lejos de la exageración dice: “Lo que los europeos de la Edad Moderna denominaron “atributos cristianos” o sea la moral y la cortesía refinada, fue adquirido de los musulmanes no del cristianismo.[19] En estas guerras, la superioridad moral de los musulmanes era sorprendente, incluso para con sus enemigos. Europa, si percibe a las conquistas de los musulmanes como una invasión terrestre bajo el título de la expansión de la religión, ¿qué puede decir sobre esa guerra sanguinaria de doscientos años encendida por el estimulante discurso del Papa, donde en realidad su meta no era otra cosa que el saqueo y la usurpación del territorio de los musulmanes? Si en ambas gestiones, se supone que las ambiciones y los objetivos de las agresiones fueron equivalentes, entonces la humanidad y la misericordia de los conquistadores musulmanes no podía tener relación alguna con la violencia y la crueldad de los cruzados. En opinión de algunos musulmanes, estos guerreros de la Cruz Sagrada no se diferenciaban en nada en término de violencia y brutalidad con los animales salvajes.[20] Cuando el historiador observa la violencia de los cruzados en los territorios conquistados e imagina la opresión de sus príncipes saqueadores, quizás le da derecho a sí mismo simplemente para considerar el hecho de la resistencia de los musulmanes contra esa inundación destructiva como una defensa a la civilización y la humanidad frente a la invasión salvaje —con un salvajismo que si no fue más peligroso que la invasión mongola, fue más prolongada y extensa—.
Fuente: Los Aportes del Islam a la humanidad; Editorial Elhame Shargh
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[1] Una indicación al dicho del Profeta del Islam (PB) que dice: “Haz por tu mundo como si tú fueras a estar eternamente en él, y por el más allá como si murieras mañana.” (N. del T.)
[2] M. Mubarrid, Al-Kamil fi al-Lugah val-Adab, Leipzig 1874, 150
[3] M. Mubarrid, Al-Kamil fi al-Lugah val-Adab, Leipzig 1874, 150
[4] Al-Yahiz, Al-Baian, Vol. I pág. 213
[5] Sprenger, Muhammad, Berlin 1861-69, Vol. III, Pág. 131
[6] Sarton, Introduction, Vol. I, Pág 518
[7] Ibn Miskawayh, Tahzib al-Ajlaq –Purificación Moral-, 44
[8] Nihaia ar-Rutba fi Talab al-Hisba, Al-Mashriq, pág. 1085
[9] Goldziher, Muhammedanische Studien, II, 405-407
[10] Modarres M. A., Raihant al-Adab, VI, 263
[11] Modarres M. A., Raihant al-Adab, VI, 261
[12] Al-Yawahir…, Vol. II, 278
[13] Modarres M. A., Raihant al-Adab, VI, 260
[14] Rabi’a al-’Adawiya al-Qaisiya o Rabi’ah al-Baría (717–801 dC.). Fue una célebre musulmana mística sufí. (N. del T.)
[15] Jamasp o Yamasp-, es considerado uno de los primeros filósofos iraníes de la antigüedad.
[16] ‘Umar ibn Abd al-Aziz (682-720) conocido también como ‘Umar II. Se le recuerda como un califa moderado en sus costumbres y querido por su pueblo. (N. del T.)
[17] Durant Will, 11/117
[18] Durant Will, The Story of Civilization, 11/318
[19] Gustave Le Bon., La Civilisation des Arabes, ed. persa, 672
[20] Guillaume A., Islam, Pág. 86