El investigador familiarizado con el mundo del Islam no tiene reparos en percibirlo como una religión compatible con los estados del ser humano, más allá del patrón que puede ejercer culturas como la francesa que dicta la moda adecuada para la humanidad civilizada. Occidente solo cuando pueda concebir este tema podrá liberarse de sus antiguos prejuicios, igualmente el Oriente, cuando se cure de esa enfermedad llamada occidentalización.
El legado islámico no se limitó al campo de la ciencia y la industria, ni a su filosofía y su mística, ya que la literatura de este contexto tuvo una enorme trascendencia. La literatura islámica cobró vitalidad, variedad e impulso de la misma matriz que llevó a la cúspide a la ciencia y a la filosofía. A lo largo de toda esta literatura es visible una fuerte influencia del Corán, tanto para los métodos retóricos como para las narraciones, cuentos y temáticas, así como para el pensamiento y la moral. Por lo tanto, no se puede llamar a esta valiosa literatura con otro término que el de literatura islámica, —sea en cualquier idioma en que se haya escrito, árabe, persa, turco o sindhi—.
¿Hasta qué punto el misticismo islámico tiene autenticidad y valor? En verdad, el misticismo islámico llegó a su perfección práctica en el tasawwuf —sufismo. A pesar de esto, el sufismo, el cual se inició por medio del ascetismo y del modo de vestimenta sencilla hecha de lana, se convirtió en algo no grato para los faqihes —jurisconsultos— y creyentes en general, por estar vinculado con la proclamación de algunos sufíes a no someterse ante la ley de la sharia y convocar hacia la unión o compenetración con Dios. Los Ashab Siffa —los humildes compañeros del Profeta del Islam (PB) —, aunque el vocablo sufí no tiene relación alguna con ellos, fueron quienes con su pobreza y ascetismo se convirtieron aparentemente en modelos para los ascetas musulmanes.
¿Quién dice que en el Islam no hay concordancia entre la religión y el arte? Al contrario, ambos se encuentran a sí mismos en el espacio llamado “mezquita”. El Dios del Islam, Allah El Altísimo, no solo es El Misericordioso y El Sabio, sino que es también El Bello, por lo tanto, y como también dicen los místicos; “Él ama la belleza”.
La amplitud sin antecedente del territorio del Islam, y la diversidad existente en aspectos de región, raza, costumbres y ritos en una sociedad islámica diversa, hacía difícil manejar la inmensa congregación humana que la integraba, y el gran éxito de los musulmanes fue en este punto la administración de ese grandioso territorio a través de una única ley —la “sharia islámica”—.
A diferencia del cristianismo, el cual no tuvo un interés en la formación secular —elemento que lo llevó a ser abandonado por parte de la Europa moderna—, el Islam hizo gran énfasis en este tipo de educación, y en consecuencia fundó un sistema educativo equilibrado en sus territorios, el cual fue una combinación balanceada y homogénea a partir de sus intereses religiosos y seculares.
En el periodo del califato de Ma’mun, los musulmanes se dedicaron a la ciencia de las creencias y las escuelas religiosas con el mismo fervor que a la geometría y a la lógica. El propio califa escuchaba los razonamientos de los dos partes de la discusión interreligiosa con la paciencia e intelectualidad alejando a los dos bandos del insulto y el abuso.
Cuando la medicina de los siriacos llegó a la mano de los musulmanes, ésta tomó una fuerza sin precedentes, así como la minuciosidad de sus estudios e investigaciones. En lugar de las breves tesis científicas que eran habituales en los siriacos, se recopilaron y se escribieron las grandes enciclopedias de la medicina por parte de los musulmanes. Por supuesto, no quedó lejos de la mirada las investigaciones y los estudios clínicos, especialmente en las enfermedades locales. En verdad, las investigaciones de los sabios judíos, cristianos e incluso de los sabeos, que se realizaban en “territorio del Islam” fueron por el estímulo y el liderazgo de los musulmanes en estas áreas. El más antiguo ensayo existente de oftalmología es el de Hunayn Ibn Ishaq. La abundancia y propagación de toda variedad de enfermedades de la vista en el territorio del Islam, era la mayor motivación para dedicar la atención de los médicos musulmanes a la oftalmología y a sus ciencias relacionadas.
La civilización y la cultura islámica en el período de la cúspide de su florecimiento, expone la situación de la civilización humana en una larga etapa de su transformación, pero la historia de esta cultura, su inmensidad y su riqueza es algo casi milagroso. Así que teniendo esta visión bien se puede hablar de un milagro islámico, como también se habla de un milagro griego. En realidad, lo que puede nombrarse como milagro islámico se inició en sus principios por trasladar a su seno el milagro griego, como hicieron también éstos pues su cultura no salió de la nada sino que tuvo préstamos de otras culturas anteriores.
La familiarización del Islam con los legados del mundo antiguo aparece tan magnífico en el presente que, posiblemente excepto al levantamiento científico-técnico de los cien años reciente en Japón, no se puede encontrar algo semejante en la historia del mundo. El fervor y el entusiasmo que mostraron los musulmanes en la época de la gloria de su imperio les llevaron a ...