Los aportes del Islam a la humanidad (XXII)

Misticismo Islámico (Irfán)

Por el Profesor Abdul Husein Zarrinkub

 

¿Hasta qué punto el misticismo islámico tiene autenticidad y valor? En verdad, el misticismo islámico llegó a su perfección práctica en el tasawwuf[1] —sufismo. A pesar de esto, el sufismo, el cual se inició por medio del ascetismo y del modo de vestimenta sencilla hecha de lana, se convirtió en algo no grato para los faqihes —jurisconsultos— y creyentes en general, por estar vinculado con la proclamación de algunos sufíes a no someterse ante la ley de la sharia y convocar hacia la unión o compenetración con Dios. Los Ashab Siffa —los humildes compañeros del Profeta del Islam (PB) —, aunque el vocablo sufí no tiene relación alguna con ellos, fueron quienes con su pobreza y ascetismo se convirtieron aparentemente en modelos para los ascetas musulmanes.

 Entre las primeras personalidades que transitaron el camino del misticismo islámico estuvieron: Abu Dhar Ghifari, que fue una especie de socialista islámico, Salmán el Persa, un espiritualista con votos de pobreza, Malik Dinar, un monje árabe, Hasan Basri, un predicador piadoso y Rabi’a Adawiya, una mujer con una gran pasión hacia el Amor Divino. Posteriormente, gracias a Ibrahim Adham pasaron elementos del budismo al sufismo, e igualmente con Zun-Nun entró la influencia cristiana y neoplatónica. El Hariz Mohasibi, inició la retrospección del alma como su camino, y Bayazid Bastamí proclamó la compenetración o unión con Dios. Cuando llegó Hal-lay, el sufismo se había desviado un poco de las limitaciones de la sharia y el silencio que guardaron algunos sufíes como Yunaid no pudo devolverle la notoriedad a esta corriente espiritual. Igualmente los esfuerzos de Imam Qushairi, Abu Nasr Siray, Al-Ghazali y sheij Shahabud-Din Suhrawardi, aunque acercaron el sufismo relativamente a la sharia, no lo salvó de la objeción de los faqihes y de los creyentes. Muhyi ad-Din Ibn Arabi y Sadr ad-Din Qunawi, condujeron al sufismo de su camino practico al ámbito de los estudios teóricos, y a través de sus obras el sufismo islámico se convirtió en una metafísica iluminista —ishraqí—. Ibn Farid, Attar, Rumí y sheij Shabestari convirtieron la poesía en un campo de manifestación de esta nueva filosofía, y especialmente fue en la creatividad de Rumí donde el sufismo llegó al lugar cimero de la expresión. Ibn Sab’in le dio las tendencias filosóficas y Abdul Karim Yilí le otorgó una cosmovisión gnóstica. La existencia de los khanqahes[2] y las cadenas de la pobreza y la hermandad sufí propagaron también el sufismo entre el común de la gente, e igualmente a través de las relaciones con los héroes combatientes se formó las llamadas “órdenes de la caballería”.

El estilo del sufismo se desarrolla en una vida de pobreza y aislamiento espiritual. Para ellos el arrepentimiento y el ascetismo era una entrada a la purificación del alma, que a su vez se consideraba fuente del conocimiento verdadero. El recuerdo de Dios —zikr o dhikr—, especialmente el recuerdo interior oculto —zikr jafí— era una herramienta importante para la conexión permanente con el Haqq —Realidad divina—, y la negligencia, si no se derivaba del estado espiritual involuntario se consideraba una señal de privación de la Misericordia divina y del velo del conocimiento. Dedicar atención al recuerdo interior, especialmente en la soledad del khanqah, guiaba al discípulo iniciado en el camino hacia los estados y niveles espirituales bajo la dirección de un sheij sufí, y posteriormente las manifestaciones de los estados espirituales, las repeticiones y la permanencia en éstos, elevaba al discípulo en este sendero hasta el punto que su existencia divisaba la epifanía de la manifestación de la Esencia y los atributos de su Señor. La epifanía de atributos —el abandono de los atributos humanos— era el punto de conexión con el Haqq y la llegada a la eternidad, que verdaderamente es la única meta de la conciencia del hombre.

Para los sufíes pasar por este sendero y elevarse a los estados y niveles no requería impartir clases de jurisprudencia o teología. El cuaderno del sufí no se adecua a la palabra escrita, y él quiere ver lo que el filósofo sabe, como se ha narrado en el encuentro entre Abu Said Abul-Jair y Avicena. Ante el sufí, el corazón que se ha purificado con el arrepentimiento y el recuerdo, es como la pared mítica en la que se dice que los chinos han pulido para que con su claridad y brillantez puedan reflejarse los bellos dibujos hechos por los romanos en la otra pared del frente.[3] De esta forma, el mismo conocimiento que el filósofo alcanza por medio del pensamiento y la argumentación, el sufí se esfuerza en obtenerlo a través del aislamiento, el ascetismo y la atención interior. También, la misma desatención a la ciencia y la argumentación generó el insulto de los faqihes y teólogos hacia los sufíes. La discrepancia entre sufíes y jurisprudentes dio como resultado por lo general el rechazo, la negación e incluso el asesinato de los sufíes. De esta manera algunos maestros sufíes como Hal-lay y ‘Ain al-Quzat Hamedani fueron ejecutados con saña como resultado de estos discrepancias. El sufí desprecia a la ideología filosófica, porque cree que esta especie de razonamiento busca la “aprobación” de la existencia del Haqq —cuya Esencia no precisa de ninguna existencia sino de Él mismo—, a través de las criaturas, las cuales no poseen una esencia verdadera y por lo tanto el sufí los considera desviados y desorientados.

De esta forma, el método sufí que se inicia en la “sharia” concluye en la “haqiqa” —La Realidad—, pero por este sendero no se participa en el ámbito de los faqihes, ni en el espacio de los filósofos. El verdadero conocimiento ante el sufí se inicia desde el Haqq y termina en Él, así como su existencia también inicia en el Haqq y retorna a Él.

Por lo tanto, el Irfán —el misticismo islámico—, a pesar de tener elementos no islámicos se rige por los preceptos del Islam. El ascetismo y el voto de pobreza no poseen la misma condición que el celibato cristiano, ni su epifanía tiene relación alguna con la “nirvana” de los hindúes (y budistas), que algunos lo han considerado erróneamente el origen de la teoría de la epifanía. Igualmente si el sufí habla tanto de la gracia e iluminación como del desvelamiento espiritual, no lo ve lejos del Corán y de la Tradición profética, y a pesar de todo el sufí puede encontrar numerosas bases en ellos para la aprobación de su modo de pensamiento y su modelo de vida y práctica. Es un craso error buscar el origen del sufismo islámico fuera del espacio de la legislación islámica, su génesis no obedece al cristianismo y al maniqueísmo, ni a las corrientes hindúes, ni a la filosofía neoplatónica.

Además, ¿acaso el sufismo islámico que a su vez fue influenciado por la gnosis cristiana, hindú y neoplatónica, no ha influenciado al mundo occidental? Aparentemente no se puede aceptar que la escolástica europea y su gnosis no se hayan influenciado totalmente por este movimiento espiritual. Dos corrientes célebres, la orden de los hospitalarios y la orden de los caballeros templarios, después de las Cruzadas y por medio de los contactos con los sufíes de Siria y Egipto aprendieron indudablemente algunos de sus credos y ritos. Tanto Dante en su obra La Divina Comedia —que tuvo honda influencia de Ibn Arabi y algunos otros escritores orientales—, como el sabio místico Ramon Llull —que viajó por el Magrib y luego escribió su obra “El Árbol del Conocimiento se aprecian innegablemente la impronta de la mística islámica. La aventura de la búsqueda del Santo Grial de Cristo no carece de la influencia del misticismo islámico. Existen algunos dichos de San Francisco de Asís que recuerdan las palabras de algunos maestros sufíes, aunque quizás no fueron tomados directamente de ellos. De toda forma, la aproximación del pensamiento es interesante y llama a la reflexión. Cuando San Francisco enseñaba a sus discípulos que se alejaran de las ciencias, diciéndoles que: “quien busca la ciencia en este mundo, en el día de la Resurrección será pobre y estará con las manos vacías”, nos hace recordar una frase famosa de los sufíes que dicen: “el cuaderno del sufí no contiene palabras ni vocablos y la ciencia es el velo mayor del conocimiento”. También tiene mucha semejanza con la historia de Ibn Masruq que vio en sueños que la abundancia de sus estudios en el hadiz —la ciencia relacionada con las narraciones proféticas— le iba a privar del banquete con el que el Profeta (PB) solo premiaría a los sufíes en el día de la Resurrección. Igualmente, cuando Francisco de Asís reprende a los historiadores, quienes no hacen algo por ellos mismo y más bien escriben hechos de otros, trae al recuerdo el relato de Abu Said Abul-Jair —que cuenta que en una ocasión cuando un discípulo le había solicitado anotar algo de sus virtudes— le dijo: “No seas un escritor de historias ajenas, sé de los que los demás escriben su historia.” También, recetar la música y estimular a los seguidores a cantar para la gente como cantantes de Dios, indica claramente los orígenes y principios de sama’ o sima’, danza ritualdel sufismo. Aunque su viaje a Damieta, Egipto y Babilonia, —según se dice sobre los estados de este santo y místico famoso de la Edad Media— no es exenta de leyendas, pero en esas épocas los dichos de los sufíes eran divulgados en los ámbitos religiosos y científicos de Europa a través de los comerciantes, viajeros de caravanas, peregrinos, buscadores de ciencias y otros viajeros. El seminario de Ibn Sab’in, el sufí y sabio famoso islámico, sin duda fue influyente en la difusión de principios e ideas del sufismo entre los buscadores occidentales de la sabiduría. El místico cristiano San Joaquín de Fiore residió en Palestina. Es probable que el místico antiguo alemán, Maestro Elkhart, fuera influenciado por el misticismo islámico a través de la escolástica. Más allá de la probabilidad de la adopción e influencia, la semejanza de los estados espirituales y frases de los místicos de Europa con los del mundo islámico son considerables. Ejemplo de ello es la frase de los quietistas, que dicen que la salvación de una persona no es probable sino por la Gracia divina, muy semejante al dicho de sufíes como Hafez que expresaban: “Si no hay atracción del otro lado, ¿qué beneficio tiene esforzarse?” Igualmente existe semejanza en algunos aspectos entre Ibn Arabi y Dante. Ibn Arabi, al igual que Dante, tuvo su propia Beatriz llamada “Nezam Ain ash-Shams”.[4] También, los estados espirituales de San Francisco de Asís en algunos aspectos nos recuerda los estados del sheij Shibli y Ma’ruf Karkhí. Igualmente la sencillez ascética y el fervor del amor divino de Santa Teresa de Jesús se asemejan al arrebato de amor a la divinidad de Rabi’a Adawiya. El filósofo alemán Leibniz dijo sobre Teresa de Jesús: “Pareciera que no existe nada más que ella y su Señor en el universo”, algo que nos recuerda algunos estados y dichos de Rabi’a Adawiya acerca del amor divino, la cual dice: “Por el amor divino, su corazón no tiene más lugar para la amistad con el otro ni para la enemistad, e incluso en el cariño a Dios no tiene oportunidad para amor a Su Mensajero ni tiempo para el odio y la enemistad hacia el diablo.” Es evidente que no existe la posibilidad de que una poetisa plagiara las expresiones de la otra, pero la semejanza de sus pensamientos indica la pureza interior y la altura espiritual entre ambas.

En verdad el sufismo islámico ha jugado un rol considerable en la difusión del Islam en el mundo. Por ejemplo, la influencia de las corrientes sufíes como chishtiya, shatariya y naqshbandiya en la expansión del Islam entre los pueblos de la India y Malasia fue mucho más que por la influencia de las guerras que sufrieron, y además, fueron importantes en la divulgación de la libertad del pensamiento, el sentido de la hermandad entre la gente y dejar a un lado el prejuicio entre los seguidores de diferentes escuelas religiosas en el territorio del Islam. El sufismo, que ha difundido tanto espíritu de sinceridad y abnegación entre los musulmanes, sin duda tuvo efecto en el mundo vecino. Cuando se habla de su origen, el cual tiene relación con el cristianismo, neoplatonismo e hinduismo, hay que hablar también de la influencia gradual que ha penetrado al misticismo cristiano e hindú.

 

Fuente: Los Aportes del Islam a la humanidad; Editorial Elhame Shargh

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[1] Este punto de vista del autor obedece tal vez a la cercanía intelectual que tenía con las doctrinas sufíes, pero es una opinión que puede ser rebatible. Para más información, véase el libro Misticismo Islámicio, por Murtada Mutahhari, Editoroal Elhame Shargh, 2010. (N. del T.)

[2] Khanqah, es un lugar para el retiro espiritual de los sufíes. (N. del T.)

[3] Se refiere a una historia del Maznawi de Rumí. (N. del T.)

[4] Zarrinkub A., Arzeshe miraze Sufiye (El valor del legado del Sufismo), ed. III en persa, 111

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