Emigración a Etiopía - Historia de la primera emigración de los musulmanes

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

La emigración a Etiopía de un grupo de musulmanes dio cuenta de su gran fe y sinceridad en el Mensaje divino. Debieron abandonar la Meca para librarse de las persecuciones y torturas de los quraishitas y poder continuar con la adoración del Dios Único, dejando sus bienes, familias y comercios.

 Al principio estaban desconcertados sobre el lugar a donde emigrar: toda la península arábiga estaba sumido en la idolatría y, por ende era imposible elevar allí la voz del monoteísmo. Este grupo pensó en comunicar al Profeta la decisión de emigrar y supuso que la respuesta de éste sería afirmativa, por la aleya del Corán que dice: “¡Siervos míos creyentes! ¡Por cierto que mi tierra es amplia! ¡Adoradme pues!” (29:56)

La dramática situación era bien conocida por Muhammad. El contaba con la protección de su clan, Banu Hashim, pero entre sus seguidores había esclavos y esclavas desprotegidos, a quienes los hombres de Quraish no dejaban en paz. Cuando los creyentes le hubieron comunicado su decisión de emigrar el Profeta (B.P.) les dijo: “Si emigran a Etiopía será muy ventajoso, pues está gobernada por un rey fuerte y justiciero, y es una tierra de veraces”. El grupo quedó impresionado por las seguras recomendaciones del Enviado de Dios (B.P.) y se preparó para partir. Durante la noche y sin que los inicuos se dieran cuenta, unos de a pie y otros montados en sus camellos, se dirigieron al puerto de Yaddah. Eran entre 10 y 15 personas, 4 de sexo femenino.

Cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué el Enviado de Dios no les sugirió que emigrasen a otro lugar? La respuesta la obtendremos analizando la situación de Arabia y de otros puntos accesibles del mundo por entonces. Emigrar a: ciudades de la península, que generalmente estaban habitadas por idólatras, era demasiado peligroso pues los árabes no recibirían bien a los musulmanes con tal de no perder su amistad con Quraish, o bien por su apego a la religión de sus ancestros. Las tierras de los cristianos y los judíos de Arabia tampoco eran lugar conveniente a la emigración, pues entre ambas comunidades había conflictos debido a cuestiones religiosas y no era terreno propicio para un tercer rival. Por otra parte ambas comunidades tenían un muy bajo concepto de los árabes. El Yemen se hallaba bajo el dominio persa, y sus jerarcas no admitirían la radicación de los musulmanes allí. Prueba de ello es que cuando, tiempo después, Josrou Parviz -rey de Persia- recibió la carta del Enviado de Dios, la rompió y ordenó a su gobernador en el Yemen arrestarlo y enviarlo de inmediato a su corte en Persia. Sham (Damasco Siria) se encontraba demasiado lejos, y además, tanto ésta como el Yemen constituían centros comerciales habituales de los quraishitas, por lo que si los musulmanes se refugiaban en cualquiera de ambos territorios serían seguramente expulsados al menor ruego en ese sentido por los quraishitas. Hirah también estaba bajo el dominio de Persia.

El viaje por mar con mujeres y niños, y especialmente en aquella época, era demasiado dificultoso. Yaddah era un puerto comercial como lo es también hoy día. Justamente esa noche dos barcos partían hacia Etiopía. Por temor a ser perseguidos los creyentes embarcaron debiendo abonar 1/2 dinar (moneda de oro) por persona. Cuando la noticia de su emigración llegó a oídos de algunos jefes de Quraish éstos enviaron a algunos sicarios en su busca, pero llegaron cuando el barco ya había abandonado las playas de Yaddah.

La persecución de un grupo de personas que solo busca emigrar para resguardar su fe y modo de vida es un signo de la crueldad y ensañamiento de Quraish.

Llegó el momento de emprender una segunda emigración. Ÿa‘far Ibn Abi Talib estaba a la cabeza del grupo. Esta vez la emigración se pudo realizar en mejores condiciones pues fue posible que los musulmanes partieran con sus esposas e hijos. El número de musulmanes en tierras de Etiopía alcanzó a 83. Era ese un lugar favorable, un ambiente tranquilo y un sitio en el cual desenvolverse con libertad. Umm Salama se refiere a Etiopía diciendo: “Cuando nos alojamos en Etiopía (Habashé) nos sentimos protegidos por el mejor protector, nadie nos molestaba ni nos criticaba”.

QURAISH ENVIA REPRESENTANTES A LA CORTE DE ETIOPIA

Cuando llegó a oídos de los quraishitas la noticia de que los musulmanes gozaban de una gran paz en Etiopía, ello encendió el fuego del rencor en sus pechos. Temían también la influencia que podían ganar los creyentes en aquellas tierras; su mayor temor era la influencia del Islam en la corte y la posible conversión de Nayyashi (Negus), su rey, a la religión divina. Si esto ocurría el poder militar que ganaría el Islam podría derrotar a la idolatría imperante en tierras de la Meca. Los jefes de Darun Nadua (el salón del consejo donde Quraish tomaba sus resoluciones) se reunieron y decidieron el envío de dos expertos y audaces representantes a Etiopía. Enviaban con ellos valiosos obsequios para poner de su parte al rey y sus ministros. Los representantes eran Arnru Ibn Al-As y Abdullah Ibn Rabiat. El jefe de la delegación dispuso que previamente a la visita al rey se entrevistaran con sus cortesanos, para entregarles los obsequios y tratar de ponerlos de su parte. Cuando ambos se encontraron allí se entrevistaron con los cortesanos y dijeron: “Un grupo de jóvenes inmaduros dejó la religión de sus ancestros e inventó una nueva religión que va en contra de la nuestra y la vuestra. En este momento residen aquí. Nuestros jefes les ruegan encarecidamente que colaboren con nosotros cuando nos presentemos ante el rey. Además, como estamos al tanto de la situación de este grupo, no es necesario que ellos estén allí”. Los cortesanos, ambiciosos, prometieron que estarían de su lado y los apoyarían. Al día siguiente se presentaron en la corte y luego de prosternarse ante el rey y entregarle los obsequios le hicieron llegar el mensaje de Quraish diciendo: “¡Honorable rey de Habashé (Etiopía)! Un grupo de necios jóvenes de los nuestros abandonó la religión de sus ancestros y difunde una religión que no concuerda tampoco con vuestra doctrina, y abusando de la libertad de este país se han refugiado aquí. Los grandes de nuestra tribu te ruegan que los expulses”. Ni bien terminaron de expresar su petición los cortesanos presentes se pusieron de pie y expresaron su apoyo. Pero el rey, inteligente y justo, dijo a sus ministros expresando su ira: “¡Jamás! Esto es irrealizable. No pondré en manos de dos extraños a un grupo que buscó refugio en mi tierra sin investigar previamente. Primero debemos investigar profundamente sobre su situación, y si luego de la misma resulta que lo que dicen estos representantes es veraz, los expulsaré. De lo contrario no sólo no los expulsaré sino que además los ayudaré”. Y más tarde envió por los musulmanes. Estos se presentaron y Ÿa‘far actuó de vocero del grupo. El rey preguntó: “¿Por qué habéis abandonado la religión de vuestros ancestros?” Respondió Ÿa‘far: “Nosotros vivíamos en la ignorancia, adorábamos ídolos, comíamos carroña, éramos corruptos, cortábamos los lazos familiares, molestábamos a nuestros vecinos, permitíamos que los ricos y los poderosos oprimieran a los pobres, hasta que Dios nos envió un Profeta, del que conocemos un pasado brillante en cuanto a pureza y fidelidad, él que nos condujo hacia el monoteísmo, hacia la adoración del Dios Único. Logró que nos abstuviéramos de la idolatría, fuera de piedras o maderas; nos enseñó a ser veraces cuando hablamos; a restituir lo confiado, a mantener los lazos familiares, a ser amables con nuestros vecinos; a respetar al prójimo; a no condenar a los inocentes. Nos libró de la corrupción y la mentira; nos enseñó a orar, a ser caritativos y a ayunar, por lo tanto creímos en él y somos sus fieles seguidores. Pero a raíz de ello fuimos molestados, rechazados, y hasta forzados para que abandonemos nuestro nuevo modo de vida y volvamos al anterior. Fuimos castigados y torturados por nuestra resistencia a hacerlo, y ese fue el motivo por el que emigramos. Teníamos la esperanza de una vida segura y pacífica y tenemos fe en la justicia del rey”, Los sentidos argumentos de Ÿa‘far Ibn Abi Talib hicieron fluir lágrimas de los ojos del rey. Dada la situación reinante -la corte de Etiopía era cristiana-, Ÿa‘far recitó parte del capítulo del Corán dedicado a María, la madre de Jesús: “Y menciona a María, ¡OH Enviado!, en el Libro, cuando se retiró de su familia hacia un lugar oriental de su casa. Y colocó una cortina para ocultarse de ellos, y le enviamos nuestro espíritu, que se le apareció, personificando a un hombre perfecto. Dijole: ‘¡Por cierto que me amparo de ti en el Graciabilísimo, si eres temeroso (de Dios)!’ Le respondió: ‘Tan sólo soy el mensajero de tu Señor, encargado de agraciarte en un hijo inmaculado’. Dijole: ‘¿Cómo podría tener un hijo cuando ningún humano me ha tocado y jamás fui adúltera?’ Le dijo: ‘¡Así será!’ Dijo tu Señor: ‘¡Eso me es fácil!, y haremos de él un milagro para los humanos y será prueba de nuestra misericordia. Y fue una orden irrevocable’. Y cuando lo concibió se retiró con él a un lugar apartado. Los dolores de parto la constriñeron a refugiarse junto al tronco de una palmera. Dijo: ‘¡Ojalá hubiera muerto ante de esto, y que hubiese sido olvidada simplemente!’ Pero el niño Jesús la llamó de debajo de ella diciéndole: ¡No te apenes, porque tu Señor ha hecho correr un riachuelo a tus pies! Y tira hacia ti el tronco de la palmera y caerán sobre ti dátiles maduros, frescos. Come, pues, bebe y consuélate y si ves a algún humano, dile: “¡Por cierto que he hecho un voto de silencio al Graciabilísimo y hoy no hablaré con persona alguna!”. Regresó a su pueblo, llevándole en brazos y le dijeron: ‘¡María ¡ ¡He aquí que has hecho algo extraordinario! ¡Hermana de Aarón! ¡Tu padre jamás fue un adúltero ni tu madre una adúltera!’ Entonces les indicó que interrogaran al niño, y le dijeron: ‘¿Cómo hablaremos a un niño que aún está en la cuna?’ Les dijo (Jesús): ‘Por cierto que soy el siervo de Dios, quien me concederá el Libro y me designará profeta; me hará benefactor doquiera esté y me encomendará la oración y el diezmo (zakat) mientras viva. Y me hará piadoso con mi madre, y jamás permitirá que yo sea soberbio ni rebelde. La paz fue conmigo desde el día en que nací; será conmigo el día en que muera y el día en que sea resucitado’.” (19:16 a 33)

No habían terminado aún de oírse las aleyas que comenzaron a escucharse los llantos del rey y los monjes allí presentes. Sus lágrimas mojaban sus barbas y las biblias que portaban sus manos. Luego de unos momentos el Negus empezó a hablar diciendo: “Las palabras de su profeta y las de Jesús emanan de Dios. ¡Retírense, representantes de Quraish! Jamás someteré a estos hombres a vuestras garras”.

Contrariamente a lo que pensaban los inicuos quraishitas la reunión terminó volcándose en su contra. Amru Ibn Al-As, Un político hábil y astuto, conversó con su compañero esa misma noche y ambos resolvieron regresar a la corte al día siguiente. Amru decía: “Iremos ante el rey y le diremos que la idea de los emigrados respecto de Jesús no concuerda con lo que creen los cristianos”.

Al presentarse nuevamente explicaron que su propósito era ahora apoyar la religión de Etiopía, y sugirieron que la permanencia de ese grupo en sus tierras era peligroso para el cristianismo. El rey envió nuevamente por los musulmanes. Cuando éstos se hubieron presentado preguntó a Ÿa‘far: “¿Qué creen acerca de Jesús?” Respondió: “Creemos lo que nos enseñó nuestro Profeta: “Por cierto que el Mesías, Jesús, hijo de María, sólo es el Mensajero de Dios y su Palabra con que agració a María, y su espíritu dimana de El. Creed, pues, en Dios y en Sus mensajeros y no digáis “tres (es decir: trinidad)” Absteneos pues de ello, y será mejor para vosotros, por que Dios es un Dios Único. ¡Glorificado sea! ¡Lejos está de tener un hijo! A El pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra y Dios es más que suficiente custodio” (4:171)

El rey se alegró mucho de las palabras de Ÿa‘far y dijo: “Por Dios que Jesús no poseía más título que ése”. Esta respuesta no agradó para nada a los cortesanos caprichosos y desviados. Sin embargo el rey confirmó su admiración por las creencias de los musulmanes, los dejó en libertad y devolvió los regalos a los representantes quraishitas diciéndoles: “Cuando Dios me otorgó este poder no lo hizo por medio del soborno, entonces, ¿cómo podría yo vivir de este mal (soborno)?” Más tarde Nayyashí (Negus) adhirió al Islam y en el IX año de la Hégira falleció. Muhammad al enterarse le rezó la plegaria del difunto en ausencia.

EL REGRESO DE ETIOPIA

Un grupo de los emigrados a Etiopía abandonó esas tierras y se dirigió al Hiyaz a raíz de una falsa noticia que decía que Quraish se había islamizado. Al llegar descubrieron que todo era una farsa y que la opresión y la tortura aún prevalecían en la Meca. La mayor parte del grupo decidió regresar a Etiopía, el resto, en forma clandestina o bajo la protección de algún grande de Quraish, entró a la Meca. Uzmán Ibn Maz‘un lo hizo bajo el auspicio de Ualid Ibn Muqairah, por lo que se puso a salvo de las molestias de los inicuos. No obstante, seguía contemplando la opresión bajo la cual sufrían sus hermanos musulmanes. Su alma, apenada por semejante discriminación, no pudo resistir y pidió a Ualid que anunciara, en una reunión, que levantaba su protección para con él, para de esa forma participar en el dolor de sus hermanos. Y así fue. Al cabo de poco tiempo ingresó al templo de la Ka‘aba el elocuente poeta árabe Labid y comenzó a recitar sus poesías. Una de ellas decía: “Todo ser con excepción de Dios es insignificante”. Uzmán, que se encontraba presente, acotó: “Es cierto”. Y continuó el poeta: “Todas las mercedes de Dios son perecederas”. Uzmán entonces dijo: “¡Estás en un error! Las mercedes del otro mundo son eternas”. Esta objeción hirió a Labid quien dijo: “¡Quraishitas! Vuestra situación ha cambiado; en el pasado vuestras reuniones eran ordenadas. ¿Desde cuándo ocurre esto y quién es esta persona?”. Uno de los presentes dijo: “Este estúpido hombre ha abandonado nuestra religión y ahora profesa otra, no le hagas caso”, y se puso de pie y abofeteó a Uzman dejándole morado el rostro. Ualid exclamó: “¡Uzmán! Si hubieras permanecido bajo mi protección no habrías pasado por semejante ofensa. Pero él le respondió: “Estoy bajo la protección de Dios, el Altísimo”, y añadió Ualid: “Estoy dispuesto a protegerte nuevamente”. “Jamás aceptaré”, fue la respuesta de Uzmán.

DELEGACION ENVIADA POR LOS CRISTIANOS DE ETIOPIA

A raíz de la divulgación del Islam que hicieron los emigrados musulmanes entre los cristianos de Etiopía fue enviada una delegación a la Meca para investigar la situación. Estos representantes se entrevistaron con el Enviado de Dios (B.P.) para hacerle algunas preguntas. Muhammad respondió a todos sus interrogantes, los invitó al Islam y les recitó algunas aleyas coránicas. Las mismas los impresionaron tanto que las lágrimas brotaron de sus ojos. Todos afirmaron su profecía y atestiguaron que las señales del Profeta prometido por la Biblia se hallaban presentes en la persona de Muhammad.

Esta histórica y significativa reunión irritó en demasía a Abu Yahl quien interpeló muy enojado a los delegados cristianos diciendo: “Vosotros vinisteis aquí para investigar, no para abandonar la religión de vuestros ancestros.. No creo que sobre la tierra existan personas más estúpidas que vosotros”. Al faraón de la Meca, que como una nube oscura quería siempre ocultar los rayos vivificadores del sol de la verdad, se le respondió de una manera lógica, sin pelea ni discusiones, lo que dio fin a la disputa: “Nosotros tenemos nuestra religión y vosotros la vuestra, pero si encontrásemos algo mejor no lo dejaríamos escapar”.

UNA DELEGACION DE QURAISH

La delegación que vino de Etiopía a la Meca para investigar sobre la profecía de Muhammad despertó en los quraishitas el deseo de investigar por su propia cuenta sobre la veracidad del Profeta. Formaron entonces un grupo integrado por Hariz Ibn Nasr y Aqbat Ibn Abi Mu‘it que se dirigió a Iazrib para conversar con los judíos sobre el mensaje de Muhammad. Los judíos propusieron al grupo quraishita la realización de ciertas preguntas al Enviado de Dios (B.P.). Si las respuestas eran correctas, Muhammad podía ser considerado profeta, pero si resultaban incorrectas, debía ser considerado un farsante al que había que eliminar. He aquí las preguntas: l.-¿Cuál es la realidad del espíritu? (se referían aquí al Espíritu Fiel, Gabriel, el ángel de la revelación); 2.-¿Qué fue de la vida de los jóvenes que en épocas muy remotas desaparecieron de la vista de la gente? (se refiere a los durmientes del suceso de la caverna); y 3.-¿Cómo es la vida del hombre que ha recorrido el oriente y el occidente? (Dhul Qarnain: el bicorne)

Los enviados de Quraish regresaron gozosos a la Meca pues creían que estos interrogantes no podrían ser respondidos por el Enviado de Dios (B.P.). Entregaron las preguntas a Quraish y éstos decidieron realizar una reunión e invitar al Profeta. Una vez allí y habiéndosele formulado las preguntas éste dijo: “Estoy esperando la revelación que responda a vuestras cuestiones”. Y efectivamente se reveló el mensaje divino en respuesta. Para la primera respuesta se reveló:

Te preguntarán acerca del espíritu. Diles: ‘El espíritu sólo incumbe a mi Señor; y sólo se os ha concedido una mínima parte del saber’.” (17:85)

Para la segunda pregunta se reveló:

¿Piensas acaso que la historia de los ocupantes de la caverna y la lápida que lleva sus nombres fueron algo extraordinario entre nuestros milagros? Recuérdales cuando los jóvenes se refugiaron en la caverna, dijeron: ¡Oh Señor nuestro! ¡Concédenos tu misericordia y depáranos un buen éxito en nuestra empresa!’ En la caverna les sumimos en un letargo durante determinados años. Luego les despertamos para cercioramos cuál de las dos sectas sabía calcular mejor el tiempo que habían permanecido aletargados. Te referiremos la verdadera historia: ‘Por cierto que eran jóvenes que creían en su Señor, por lo que les confortamos su fe y consolidamos sus corazones cuando comparecieron ante el tirano diciendo: ‘Nuestro Señor es el Creador de los cielos y de la tierra; nunca invocaremos a ningún otro dios en vez de El; porque con ello cometeríamos una profanación. Estos nuestros compatriotas, adoran otras divinidades en vez de El. ¿Por qué no presentan una prueba evidente de ello? ¿Habrá alguien más inicuo que quien forja mentiras acerca de Dios?’ Y entonces dijeron entre sí: Si les abandonáis, con todo cuanto adoran prescindiendo de Dios, refugiaos, pues, en la caverna, entonces vuestro Señor os agraciará con su misericordia y os deparará un feliz éxito en vuestra empresa’. Y ves el sol, cuando se eleva, declinar de su caverna hacia la derecha, y cuando se pone, separarse de ellos hacia la izquierda, mientras ellos están en vasto espacio. Esto es uno de los signos de Dios. Aquel a quien Dios ilumina estará bien encaminado; en cambio aquel a quien descamina jamás podrás hallarle protector que le guíe. Si les hubieras visto habrías creído que estaban despiertos, aunque estaban dormidos; pues, les volteábamos ora a la derecha ora a la izquierda; mientras su perro estaba con las patas extendidas, en el umbral de la caverna. Si de pronto (¡Oh Enviado!), les hubieras visto, habrías retrocedido y habrías huido transido de espanto. Y así, les despertamos para que se interrogasen entre sí. Uno de ellos dijo: ‘¿Cuanto tiempo habéis permanecido aquí?’ Dijeron: ‘Estuvimos un día o una parte de un día’. Los otros dijeron: ‘Vuestro Señor sabe mejor que nadie cuánto habéis permanecido. Enviad, pues a la ciudad, a alguno de vosotros con este vuestro dinero, que vea cual es más lícito manjar y os traiga sustento de él; pero, que sea afable y que no entere acerca de vosotros a nadie. Porque si os descubriesen, os lapidarían u os constreñirían a abrazar su religión y, entonces, jamás prosperaríais’. Así, también, les descubrimos a sus conciudadanos para que se persuadieran de que la promesa de Dios es verdadera y que la Hora (de juicio final) es indubitable. Ello fue cuando los conciudadanos discutían entre sí su caso y dijeron: ‘Erigid un edificio por encima de ellos, su Señor es el más sabedor de ellos’. Aquellos, cuya opinión prevaleció, dijeron: ‘¡Erijamos un templo por encima de ellos!’ Algunos dirán conjuntamente: ‘Eran tres y el cuarto de ellos era su perro’. Otros dirán: ‘Eran cinco, el sexto, su perro’. Y otros dirán: ‘Eran siete y el octavo, su perro’. Diles: Mi Señor conoce mejor que nadie su número; y sólo pocos lo conocen. No discutas pues, a propósito de esto, a menos que sea superfluamente; y no consultes sobre ellos a ninguno de los adeptos del Libro. No digas jamás: ‘Por cierto que, haré esto mañana’, a menos que añadas: ‘Si Dios quiere’. Recuerda a tu Señor cuando olvides, y di: ‘Es posible que mi Señor me encamine hacia lo que es más verídico que esto’. Y permanecieron en su caverna trescientos nueve años. Diles: ‘Dios sabe mejor que nadie cuánto permanecieron; porque, es suyo el misterio de los cielos y de la tierra: ¡Cuán Vidente y cuán Oyente es! Ellos, los seres vivientes, no tienen, en vez de El, protector alguno, quien no asocia, a nadie en su juicio’. (18:9:26)

En cuanto a la tercera cuestión, esta fue la revelación:

Te interrogarán Oh Mensajero!) acerca del Bicornio (el himiarí) Diles: ‘Os relataré algo de su historia’. Por cierto que consolidamos su poder en la tierra y le proporcionamos la clave de todo. Y siguió su rumbo, hasta que llegó al poniente del sol y lo vio ponerse en un mar caliente (el océano Atlántico) en el cual encontró una población. Le dijeron: ‘¡Bicornio! Sea que les castigues o que les trates bondadosamente’. Dijo: ‘Castigaremos al inicuo, luego será retornado a su Señor que le castigará severamente. En cuanto al creyente que practique el bien, obtendrá por recompensa la bienaventuranza y le facilitaremos la tarea con nuestras órdenes’. Luego siguió su rumbo, hasta que llegó al saliente del sol y vio que salía, sobre una población a la cual no habíamos dado ningún abrigo contra el sol ¡Así fue! Porque, tenemos pleno conocimiento de todo su poderío. Luego siguió su rumbo, hasta que llegó al lugar de las dos montañas, donde encontró a un pueblo que apenas podía comprender la palabra. Le dijeron: ‘¡Bicornio! Por cierto que los escitas son devastadores de la tierra. ¿Quieres que te paguemos un tributo a condición de que levantes una barrera entre nosotros y ellos?’ Dijo les: ‘Lo que mi Señor me ha agraciado es preferible. Secundadme, pues, con denuedo, y levantaré una muralla infranqueable entre vosotros y ellos. Traedme vigas de hierro hasta cubrir el espacio entre las dos montañas’. Dijo a los trabajadores: ‘¡Atizad hasta que se conviertan en fuego vivo!’. Dijo: Traedme cobre fundido, que echaré por encima’. Mas, los escitas no pudieron escalarlo ni socavarlo. Dijo (Bicornio entonces): ‘Esta muralla es una merced de mi Señor’. Pero cuando llegue la promesa de mi Señor, lo reducirá todo a polvo; porque, la promesa de mi Señor es infalible. ” (18:83 a 98)

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam

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