Historia del Islam en el I año de la hégira - Las primeras actividades del Profeta en Medina
Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)
Por: Aiatollah Yafar Sobhani
PRIMERAS ACTIVIDADES DEL PROFETA EN MEDINA
La mezquita: centro de los movimientos islámicos
La alegría, el entusiasmo y la gran recepción que los jóvenes ansár brindaron al Profeta lo estimularon a construir para los musulmanes un lugar de reunión llamado mezquita para concentrar allí todo lo relativo a la enseñanza, la oración, la educación, la política y las cuestiones judiciales.
El centro del mensaje del Islam es la Unidad divina y la adoración al Creador del universo, luego era imprescindible que los musulmanes contaran ya, por su número y su nueva libertad de expresión, con un lugar para cumplir en comunidad sus oraciones y el recuerdo de Dios.
Por otra parte ese lugar serviría para que, con motivo de la oración de los viernes, la comunidad se reuniera a discutir los asuntos de importancia. Incluso para las festividades se requería de un lugar así.
La mezquita del Profeta en Medina no era sólo un lugar para la adoración, sino también para la educación; allí se enseñaban las ciencias y mandatos islámicos. E incluso se impartían en ese lugar otros conocimientos y se enseñaba a leer y escribir.
Hasta comienzos del siglo IV de la Hégira las mezquitas en todo el mundo islámico eran, en las horas no destinadas a las oraciones, como una escuela para toda la comunidad. Posteriormente los centros de enseñanza se independizaron. A veces incluso -como en época del Profeta-, la mezquita era como un centro literario. Grandes y expresivos poetas árabes recitaban allí sus poesías sobre temas morales o educación islámica en presencia del Profeta. Un ejemplo es el de Ka'ab Ibn Zuhair que recitó su conocida poesía en elogio del Enviado de Dios recibiendo de éste un gran premio. Hisan Ibn Samit recitaba allí sus poesías referidas a la defensa de la santidad del Islam.
Las reuniones de enseñanza de aquella época en la mezquita eran tan espectaculares que unos representantes de la tribu de Saqif, al ver estas escenas, quedaron sorprendidos y admirados del gran interés de los musulmanes en el aprendizaje de los mandatos religiosos.
Los juicios y las condenas a los delincuentes se efectuaban en la mezquita. Además el Enviado de Dios (B.P.) pronunciaba allí sus encendidos y profundos sermones que estimulaban los corazones para luchar contra la incredulidad y la idolatría.
Una de las claves de que en la mezquita se realizaran tanto reuniones religiosas como educativas era que el Profeta quería demostrar que la ciencia, el conocimiento y la fe deben ir acompañados. Si se resolvían a un tiempo en la mezquita las cuestiones judiciales, políticas y sociales y se tomaban las decisiones bélicas, todo ello era para demostrar que el Islam no es una doctrina que se refugia sólo en lo espiritual, sino que convoca al hombre a una devoción y fe que no lo mantenga desatento a los asuntos de la vida, de sus congéneres y la sociedad.
Un resultado de esto es que esta concordancia entre la fe y la ciencia persiste entre los musulmanes hasta hoy día. Incluso a partir del siglo IV de la Hégira, cuando los centros de enseñanza comenzaron a tomar una forma independiente, siempre se construían las escuelas y universidades al lado de la mezquita, para mostrar que ambos costados de la vida humana no deben separarse si se busca la felicidad.
La tierra en la que la montura del Profeta (B.P.) se arrodilló a su ingreso a Medina fue comprada para la construcción de la mezquita al precio de 10 dinares. Participaron en su construcción todos los musulmanes. Incluso el Enviado de Dios (B.P.), como todos los demás, cargaba pesadas piedras. Cierta vez en medio del trabajo se acercó al Profeta, quien cargaba una pesada piedra, Usaid Ibn Hazir y le dijo: “¡Mensajero de Dios! Deja que yo la lleve”. “Ve y trae otra piedra”, le contestó Muhammad demostrándole que no sólo era hombre de palabras sino también de práctica. En ese momento uno de los musulmanes recitó una pequeña poesía:
“Si nos sentásemos y el Enviado de Dios trabajase, sería para nosotros motivo de vergüenza.”
El Profeta (B.P.) y los musulmanes al trabajar recitaban la siguiente súplica: “No hay verdadera vida sino la vida eterna. ¡Dios nuestro! ¡Ten misericordia de los Ansár y los Muhayirín! (los emigrados de la Meca).”
Uzmán Ibn Affan, quien daba mucha importancia al aseo de su vestimenta, no se acercaba a la construcción para evitar ensuciarse con el polvo. Ammar, criticándolo, compuso este poema: “Jamás se equipara quien construye una mezquita, / y trabaja por su avance / con quien por huir del polvo para no ensuciar su ropa / no está dispuesto a edificarla.”
Ammar Ibn Iaser, un joven fuerte, juntaba y llevaba numerosas piedras para la construcción de la mezquita. Algunos aprovechaban de su humildad y buena disposición para sobrecargarlo. Decía entonces: “Llevo una por mí y otra con la intención del Profeta”. Un día el Enviado de Dios (B.P.) vio a Ammar cargando tres piedras, y éste se quejó diciendo: “Tus compañeros tienen mala intención conmigo y desean mi muerte. Traen de a una las piedras y a mi me cargan con tres.” Entonces el Profeta tomó su mano y limpiándole el polvo de su espalda le dijo la siguiente frase que fue registrada por la historia: “Ellos no te matarán. Te matará un grupo opresor y rebelde mientras tú les convocas a la verdad.”
Esta predicción es uno de los signos de la profecía y veracidad de Muhammad, ya que se cumplió tal cual había indicado. A la edad de 90 años Ammar fue martirizado en la batalla de Siffin combatiendo junto al Comandante de los creyentes, Alí Ibn Abi Talib, contra el rebelde Mu‘auiah. Por otra parte, esta especial predestinación anunciada por el Profeta (B.P.) y conocida por la gente, le otorgó a Ammar Ibn Iaser un especial prestigio durante su vida, pues se lo consideraba como un eje de la verdad, deduciendo la veracidad de cualquier grupo islámico por medio suyo. Cuando Ammar cayó en la citada batalla se produjo un caos en las filas del ejército de Mu‘auiah . Los que movidos por la insidiosa propaganda de Mu‘auiah y Amru Ass habían dudado de la veracidad de Alí se convencieron entonces de la falsedad de Mu‘auiah . Se narra que Huzaimat Ibn Saabet, que peleaba al lado de Alí en esa batalla, pero que tenía dudas sobre la conveniencia de luchar contra Mu‘auiah , tras el martirio de Ammar se convenció de la falsedad del hijo de Abu Sufian y atacó fieramente a su ejército.
Zul Kalaa Homeirí, junto a 20.000 hombres de su tribu, se había sumado a Mu‘auiah para luchar contra Alí. Era el principal apoyo de Mu‘auiah y hasta que no estuvo seguro de su colaboración no emprendió el combate. Este jefe que había sido engañado apenas oyó que Ammar Ibn Iaser estaba junto a Alí comenzó a temblar. Los hombres de Mu‘auiah trataron de hacerle creer que eso era mentira. Zul Kalaa no se convenció y le dijo a Amru Ass: ‘¿Acaso el Profeta no dijo tal y tal cosa sobre Ammar?” “Si”, contestó Amru, “pero Ammar no está en el ejército de Alí”. Entonces replicó Zul Kalaa: “Yo personalmente debo investigar”. Mandó entonces a algunos de sus hombres para investigar esta versión. En ese momento crítico, Mu‘auiah y Amru Ass notaron que si su aliado se enteraba de la presencia de Ammar en las filas enemigas o de su martirio, era probable que ello produjera una fisura en el ejército de Siria. Misteriosamente y de improviso, el famoso comandante fue asesinado.
Fue terminada la construcción de la mezquita y año tras año fue aumentando su extensión. Al lado de la misma se construyó un lugar llamado Saffah, para los desheredados y los emigrados pobres. Ibadat Ibn Samit fue el encargado de enseñarles el Corán.
LA HERMANDAD, EL MAYOR BRILLO DE LA FE
La concentración de los musulmanes en Medina fue el comienzo de un nuevo capítulo en la vida del Profeta del Islam (B.P.). Antes de la emigración su tarea se concentraba en la advertencia y en la atracción de los corazones y la difusión del Islam. Pero desde su arribo a Medina debió también actuar como gobernante y líder político, poniendo en juego toda su sabiduría y habilidad para resguardar la integridad de la naciente comunidad de musulmanes, impidiendo que los enemigos externos e internos destruyeran en la cuna la obra del Mensaje divino. Muhammad tuvo que enfrentarse en Medina a tres grandes problemas:
1) La peligrosidad de Quraish y en general de todos los idólatras de la península árabe.
2) Los judíos de Medina, que vivían dentro y fuera de la ciudad, quienes tenían grandes riquezas y numerosas influencias y recursos.
3) La discrepancia que existían entre sus aliados. Esto se producía porque los muhayirún (emigrados) y los ansar (auxiliares de Medina), habiendo sido educados en ambientes diferentes por el modo de pensar y de vivir, tenían muchas diferencias. Además, los ausíes y los jazrayíes (las dos grandes tribus de Medina) habían luchado entre sí durante 120 años, y se encontraba cerca todavía la época en que habían sido enemigos encarnizados.
Con todos estos peligros y las discrepancias internas la continuidad de la vida religiosa y política de la comunidad era imposible. Pero el Enviado de Dios encontró una inteligente solución a todos estos problemas. Más adelante nos referiremos a la forma en que encaró los dos primeros problemas. En cuanto a la discrepancia entre los propios musulmanes, la eliminó con una extraordinaria habilidad. Le fue ordenado por Dios establecer una hermandad religiosa entre los emigrados (muhayirún) y los residentes de Medina (los ansár).
Un día en una reunión general de sus seguidores el Profeta se dirigió a ellos diciéndoles: “Elegid cada uno de vosotros un hermano en la religión.” Los anales históricos narran el detalle de los nombres de los que se hermanaron ese día. De esta manera el Profeta (B.P.) resguardó la unidad política y espiritual de los musulmanes.
Dos grandes privilegios.
La mayoría de los historiadores de ambas escuelas islámicas mencionan los siguientes privilegios de Alí (en la cuestión de la hermandad):
1) El Enviado de Dios (B.P.) realizó la hermandad entre 300 personas. Al finalizar el acto, Alí le dijo: “Has hecho la hermandad para todos tus fieles, pero no para mí.” En ese momento el Profeta (B.P.) le dijo: “Tú eres mi hermano en esta vida y en la otra”.
Escribe el historiador Qandusi: “El Enviado de Dios le respondió: ‘¡Por Dios! que retrasé tu hermanamiento porque quería hacerlo yo mismo al final contigo. Eres para mí como Harún para Moisés, con la diferencia de que después de mí no habrá otro profeta. Tú eres mi hermano y mi heredero.”
2) Alrededor de la mezquita se encontraban las casas del Enviado de Dios (B.P.) y de los principales de sus compañeros. Cada uno tenía una puerta en su casa que le daba acceso directo a la mezquita. De improviso Mubammad (B.P.) recibió una orden divina por la que se debían clausurar todas esas puertas excepto la de la casa de Alí. Escribe Sibt Ibn Yusí: “Esta disposición creó entre algunos un cierto descontento pues creían que esta excepción era de carácter sentimental. El Enviado de Dios para aclarar el asunto dijo en una disertación: “Jamás inventé tal disposición. Fue una orden que vino de Dios y yo la he cumplido”.
CONSTITUCION DE MEDINA Y PACTO CON LOS JUDIOS
El segundo problema era el de los judíos de Medina. Vivían dentro y fuera de la ciudad y tenían en sus manos la economía y el comercio.
El Profeta era conciente de que mientras no arreglara esta situación interna consiguiendo la unión con los judíos y, en fin, hasta que no consiguiera la unión política en el núcleo de su gobierno, sería imposible que el tierno retoño del Islam se convirtiera en un sólido árbol en aquel ambiente. Este peligro e inestabilidad interna también le impedía ocuparse de la amenaza externa de los quraishitas, pues hasta que no reinara la seguridad para su gobierno resultaría imposible hacer frente a los enemigos de afuera.
Al llegar el Profeta a Medina existía entre los musulmanes y los judíos un acuerdo y comprensión tácitos. Ambos grupos eran monoteístas y la comunidad judía creía que con el fortalecimiento del Islam podrían estar a salvo de los ataques de los cristianos bizantinos. Además existían entre los judíos y las dos principales tribus de Medina lazos de parentesco y antiguos pactos.
Sobre esta base previa el Enviado de Dios confeccionó un acuerdo que se refería a la unidad de los emigrados (muhayirun) y auxiliares (ansar), y que también fue firmado por los judíos de la ciudad. A éstos últimos el Enviado de Dios (B.P.) garantizó la integridad de su religión y sus bienes bajo determinadas condiciones.
Ese pacto, documento histórico que se conserva, fue un gran triunfo político para el recién fundado gobierno islámico en aquella época. Nos demuestra a las claras hasta qué punto Muhammad (B.P.) respetaba los principios de libertad y justicia, y de qué modo él, mediante este tratado, creó un frente unido contra los ataques externos. Veamos los puntos salientes de este pacto.
“El siguiente es un pacto entre el Enviado de Dios y los musulmanes de Quraish y Iazrib, y los que los siguieron y lucharon junto a ellos.
Primer decreto:
l.-Los firmantes constituyen una sola comunidad. Los emigrados (mequinenses) de Quraish deben continuar con su antigua costumbre de pagar el precio de sangre (*). Si algún emigrado (muháyir) mata a alguien, toda su comunidad deberá colaborar mutuamente y pagar el precio de sangre. Si un emigrado es tomado prisionero, también se deberá pagar su rescate.
2.-Bani Auf (una tribu de los ansar de Medina), al igual que los emigrados, puede mantener sus costumbres y todos juntos pagar el rescate de sus prisioneros. Las demás tribus de los ansár, como Banu Saida, Banu Hariz, Banu Yosham, Banu Nayyar, Banu Amr Ibn Auf, Banu AnNabit y Banu Aus, tienen que ayudarse mutuamente para pagar el precio de sangre, y hacer lo mismo para el rescate de los prisioneros.
3.-Los musulmanes deben ayudar a los pobres y a los desheredados y auxiliar a un creyente cuando éste carece de medios.
4.-Los devotos creyentes deben unirse contra cualquier persona rebelde y opresora, aunque sea hijo de uno de ellos.
5.-Nadie tiene derecho a concretar un pacto con el criado o el hijo de un musulmán, sin la autorización de su patrón o su padre.
6.-Ningún creyente tiene derecho a matar a otro creyente a causa del asesinato de un incrédulo, y jamás se debe apoyar a un incrédulo contra un musulmán.
7.-Todos los musulmanes son iguales (rico o pobre, blanco o negro), y deben respetar este pacto.
8.-Los musulmanes deben ser compañeros y deben auxiliarse mutuamente.
9.-cualquier judío que adhiera al Islam gozará de nuestra ayuda y apoyo, sin existir la menor diferencia con los demás musulmanes. Y nadie tendrá derecho a tratarlo injustamente o a estimular a otro a hacerlo, o a ayudar a su enemigo.
10.-En la concreción de un pacto de paz, todos los musulmanes deben unirse y estar de acuerdo, y jamás un musulmán podrá realizar un pacto sin el consentimiento de los otros musulmanes. El mismo deberá basarse en la justicia y rectitud.
11.-Los grupos de musulmanes deben ir al Yihad (la guerra por la Causa de Dios) alternadamente, para que el sacrificio de todos sea idéntico.
12.-Los musulmanes deben poseer la mejor religión (conducta y modo de vida) y la doctrina más firme y lógica.
13.-Ningún inicuo medinense tiene derecho a apoyar a los inicuos de Quraish, o comprometerse con ellos a impedir que un musulmán se nos una.
14.-Si un musulmán mata a otro musulmán sin ningún motivo, y el crimen es probado fehacientemente, el asesino deberá ser ejecutado, salvo que los padres o tutores de la víctima lo perdonen, pero en ambos casos la responsabilidad de los musulmanes es unirse y estar contra el asesino.
15.-La persona que acepte este pacto y sea creyente en Dios y Su Enviado no debe apoyar ni refugiar a un criminal, ni a un innovador (de la religión). Cualquiera que lo hiciere caerá bajo la Ira de Dios y no le será perdonada su falta, aunque por ello pague una indemnización.
16.-Las autoridades que solucionan las discrepancias son siempre Dios y Su Enviado.
Segundo decreto:
17.-Mientras los musulmanes luchen por la integridad territorial de Medina los judíos deben pagar parte del gasto bélico.
18.- Los judíos de Banu Auf vivirán con los musulmanes como si fueran una sola comunidad, y ambos son libres del practicar su religión y también lo son sus criados.
19.-Los judíos de Banu Nayyar, Banu Haris, Banu Saade, Banu yosham, Banu Aus, Banu Saalabé, Banu Yutaiba, como los judíos de Banu Auf, gozan de igual privilegio y derecho. También gozarán del mismo la tribu de Yafné, que es una rama de las tribus de Saalabé.
20.-Los que firmen este pacto deberán ser personas justas (de probada integridad).
21.-Los aliados de Banu Saalaba tienen el mismo derecho que ellos. .
22.--Los que son aliados y tratan con los Judíos tienen el mismo derecho que ellos.
23.-Nadie tiene derecho a romper este pacto sin la autorización del Enviado de Dios. .
24.-La sangre de cualquier herido perteneciente a cualquiera de los grupos mencionados debe ser respetada, y la persona que mate deberá ser juzgada por la ley del talión, salvo que el asesino sea un oprimido.
25.-En las guerras en que los musulmanes y judíos luchen juntos cada grupo deberá asumir sus respectivos gastos. Si alguien entra en guerra contra uno de los incluidos en este pacto todos los firmantes del mismo deben luchar contra el agresor.
26.-Las relaciones entre los que suscriben este pacto deben estar sustentadas en la benevolencia y equidad, y lejos de la maldad e injusticia. .
27.-Nadie debe oprimir a una persona vinculada al pacto. En caso de que suceda se debe apoyar al oprimido.
28.-La ciudad de Medina, para los firmantes del pacto, es el lugar de su seguridad e inmunidad.
29.-La vida de los vecinos de los que pactan (este acuerdo) es como nuestras propias vidas y no debemos molestarlos.
30.-Ninguna mujer puede ser refugiada sin el consentimiento de sus parientes.
31.-La autoridad que solucionará los problemas y discrepancias entre los creyentes y los no creyentes es Muhammad, y Dios estará con el que más respete este pacto.
32. -Los (inicuos) quraishitas (enemigos del Islam) no serán refugiados.
Tercer decreto:
33.-Los que firmen el pacto asumirán la defensa común de Medina.
34.-Si los musulmanes convocaran a los judíos a la paz con el enemigo deberán aceptarla, y viceversa, salvo que el enemigo sea opuesto al Islam y a su difusión.
35. -Todos los judíos de Aus están incluidos en el pacto.
Cuarto decreto:
36.-Este pacto no apoya a ningún opresor ni malhechor.
37.-Cualquier persona que permanezca en Medina estará a salvo y quien salga de ella lo estará también, salvo que sea opresor o delincuente.” Y el pacto termina diciendo: “Ciertamente Dios refugia a los benevolentes y los devotos, y Muhammad es Su Enviado.”
Este pacto político, o mejor dicho, esta constitución establecida por el Islam, es un símbolo del espíritu de libertad, de la búsqueda del bienestar social, y imprescindibilidad de la solidaridad en los asuntos generales y comunes que animan al Mensaje divino. Aclara plenamente los límites y poderes del conductor (el Profeta) y las responsabilidades de los firmantes. Aunque no participaron de este pacto general, los judíos de las tribus de Banu Quraiza, Banu Nazir y Banu Qanuqa, firmaron posteriormente otros pactos. Damos a continuación algunas disposiciones de los mismos.
Según estos pactos entre el Profeta y los tres grupos mencionados los judíos se comprometen a no dar un paso en perjuicio del Enviado de Dios y sus compañeros. Tampoco pondrán a disposición de sus enemigos monturas ni armas. Si se procediera en contrario el Enviado de Dios tendrá derecho a derramar su sangre, embargar sus bienes y tomar prisioneros a sus mujeres y niños.
Este pacto fue firmado por Huii Ibn Ajtab como representante de la tribu de Banu Nadir, por Kaab Ibn Asad de parte del grupo de Banu Quraiza y por Majiriq de parte de la tribu de Banu Qanuqa. De esta forma permaneció segura y dotada de inmunidad la ciudad de Medina y sus alrededores, y ya había llegado el momento de que el Enviado de Dios tomara medidas respecto de Quraish pues mientras este enemigo acérrimo del Islam continuara en pie de guerra jamás se difundiría el Mensaje divino.
La genuina enseñanza del Islam y el sabio ejemplo del Profeta con su carácter y comportamiento, provocaron una cada vez mayor islamización, lo que redundó en el fortalecimiento del poder político, económico y militar de los musulmanes. Este pronunciado avance provocó desconcierto y caos en las reuniones religiosas y asambleas de los judíos. Pensaban que con su apoyo al Profeta lo atraerían finalmente hacia el judaísmo, pero se equivocaron. Nunca se les había ocurrido pensar que algún día el Islam crecería hasta superarlos e incluso superar el poder de los cristianos. Ante esta circunstancia comenzaron a crear problemas. Planteando complejas preguntas religiosas pretendieron debilitar la fe de lo musulmanes hacia el Profeta (B.P.). Esta arma no cortante pero insidiosa no tuvo sin embargo el mínimo efecto en la fe y unión de los musulmanes. La mayoría de estas discusiones pueden encontrarse en las suras 2 y 4 del Sagrado Corán. Si el lector las estudia y medita comprenderá el sesgo de enemistad y capricho que tenía la actitud de los judíos.
Aunque recibían respuestas claras y explícitas, respondían al Enviado de Dios con un especial capricho para no someterse al Islam. Decían: “Nuestros corazones están insensibles” ¡Que va!, Dios les maldijo por su incredulidad. ¡Cuán poco creen!” (2:88)
La islamización de Abdullab Ibn Salam.
Aunque las discusiones que mencionamos aumentaban el capricho y la terquedad de los judíos, a veces causaba la islamización de algún pequeño grupo. Abdullah Ibn Salam, uno de los religiosos y sabios judíos, tras largas conversaciones con el Profeta creyó en él. Adhirió al Islam y al poco tiempo se sumó otro sabio llamado Majiriq. Abdullah sabía que si su tribu se enteraba de su islamización lo aborrecería, por lo que rogó al Enviado de Dios que antes de que él revelara su fe a su tribu les preguntara su opinión respecto de él. El Enviado de Dios preguntó entonces a los judíos que pensaban de Abdullah. Todos respondieron: “Es nuestro guía y un sabio respetable”. Luego aviso a la tribu de Abdullah de la islamización de éste. La divulgación de la noticia creó una marea de cólera e ira en los judíos contra Abdullah. No habían pasado sino unas pocas horas que comenzaron a calumniarlo y a catalogarlo de ignorante.
Otro plan judío para erradicar el gobierno islámico.
Las discusiones y las complicadas preguntas que los judíos hacían al Profeta (B.P.) no sólo habían provocado el beneficio de una mayor consolidación de la credibilidad de los musulmanes hacia el Profeta, sino que además mostraba su elevada jerarquía espiritual y la sabiduría divina que le había sido concedida. A raíz de tales planteos, como vimos, diversos grupos idólatras y judíos creyeron en Muhammad. Pensaron entonces los judíos en otra estrategia, en base al refrán que dice “provoca la desunión entre la gente y podrás dominarla”.
Decidieron por ende volver a encender la llama de la discordia que había enfrentado durante 120 años a las tribus de Aus y Jazray, reviviendo el antiguo rencor que la luz, la fe y fraternidad del Islam habían borrado. Renovando esta enemistad sembrarían la discordia y la guerra entre los mismos musulmanes perjudicándolos y debilitándolos a todos por igual.
Cierto día los ausíes y los jazrayíes participaban de una reunión. Reinaba entre la ellos la paz y la concordia. Entonces un judío mandó a un joven de su grupo para poner en marcha el plan premeditado. Este joven comenzó a contar en la reunión; a revivir ante ellos, los amargos recuerdos de las pasadas guerras entre ambas tribus. Les refirió detalladamente la batalla de Boas, en la cual al final triunfaron los ausíes. El joven actuó tan bien que comenzó una discusión entre los grupos ya musulmanes. Pasaron momentos críticos hasta que la noticia llegó a oídos del Profeta. Este se dio cuenta inmediatamente del nefasto plan de los judíos. Seguido de un grupo de creyentes fue a verlos. El Profeta les recordó los elevados objetivos del Islam y su elevada doctrina, recordándoles que él los había hermanado y que por ello debían ser olvidados todos los rencores y odios. Tanto los aconsejó que se echaron a llorar y para reafirmar su hermandad se volvieron a abrazar unos a otros, implorando a Dios Su Indulgencia y Perdón. Pero los complots de los judíos no terminaron allí. Insistieron con su traición y su infidelidad. Se contactaron en secreto con los inicuos de ambas tribus antes enemigas, Aus y Jazray, y también con los miembros que vacilaban en la fe. Intervenían directamente en las batallas entre musulmanes y quraishitas trabajando activamente en beneficio de los idólatras.
Las actitudes pública y clandestinas de los judíos en favor de los inicuos quraishitas enemigos del Islam desembocaron en encarnizadas guerras entre los musulmanes y los judíos que finalizaron con el exterminio de la comunidad judía de Medina. El detalle de estos acontecimientos será expuesto en detalle cuando tratemos lo ocurrido en los años tercero y cuarto de la emigración, en donde veremos claramente cómo la comunidad judía respondió a la indulgencia y bondad del Profeta y los musulmanes con la traición y la infidelidad, e incluso el combate directo contra el Enviado de Dios y sus seguidores y el apoyo de sus enemigos. Todos estos acontecimientos llevaron en su momento al Profeta a considerar nulos los pactos suscriptos con los judíos.
Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam
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* Precio de sangre, en árabe “diah”, es la indemnización por la muerte de alguien que se paga a sus deudos, y en aquella época a la tribu a la que pertenecía, y estaba fijada generalmente en ganado camélido.