La Interpretación Ejemplar del Sagrado Corán
Sura an-Nasr (El Triunfo) - Nº 110
Esta sura fue revelada en Medina, consta de tres aleyas.
Contenido y mérito de su lectura
Esta sura, ha sido revelada en Medina luego de la Hégira (Emigración). La misma, albricia un gran triunfo luego del cual los hombres entrarían en masa en la religión de Dios. Sus aleyas, convocan al Profeta Muhammad (PB) a la alabanza y el pedido de indulgencia, como agradecimiento a semejante merced divina.
Pese a que el Islam obtuvo numerosos triunfos, las características citadas en la sura, dan cuenta de que se refiere a la toma de La Meca, esencialmente porque los árabes creían que para probar su veracidad, el Profeta (PB) debía tomar La Meca, de lo contrario, Dios no le permitiría avanzar; del mismo modo que no se lo permitió al Ejército de Abrahah. Por lo tanto luego de este evento, los habitantes de la Península Arábiga aceptaron el Islam en masa.
Algunos sabios, sostienen que la sura ha sido revelada en el año sexto de la Hégira, o sea dos años antes de la toma de La Meca. Pero algunos dicen que se reveló luego de la toma, en el año décimo de la Hégira y durante la peregrinación de la despedida, sin embargo es una idea muy remota, dado que el lenguaje utilizado en la misma no concuerda con su hipótesis; asimismo, anuncia un suceso que ocurriría en el futuro y no un hecho del pasado.
Esta sura también se denomina “Taudi‘” (La Despedida), ya que anuncia tácitamente el deceso del Profeta (PB). De acuerdo a un hadîz, al ser revelada, el Enviado de Dios (PB) la transmitió a sus fieles. Todos se alegraron mucho pero ‘Abbâs, tío del Profeta (PB), se echó a llorar. Muhammad (PB) le preguntó el motivo y él le dijo:
“Creo que la sura anuncia tu muerte, ¡oh Enviado de Dios (PB)!”
Díjole: “Ciertamente, es así como crees.”[1]
Existen diferentes versiones, respecto de cuál de las aleyas se extrae tal sentido, porque lo cierto, es que aparentemente la sura no habla más que del triunfo y de la victoria. La sura anuncia que el mensaje del Profeta (PB) había culminado, que su credo había sido consolidado y obviamente, eso significaba que emprendería su viaje de esta casa efímera hacia el Universo eterno.
Dijo el Enviado de Dios (PB) respecto al mérito de su lectura: “El que la recita, es como aquel que estuvo junto al Profeta (PB) durante la toma de La Meca”.[2]
Dijo el Imam As-Sâdeq (P): “Dios hará triunfar sobre los enemigos a quien la recite en sus oraciones obligatorias o en las aconsejables. El Día del Juicio Final, esta persona entrará en la Asamblea Universal y llevará consigo un “certificado”, el cual lo acompañó desde su morada en la tumba y que constituye la garantía de salvación del fuego infernal”.[3]
Obviamente este honor y mérito, será para quien se enfile en la línea del Enviado de Dios (PB), practique su credo e imite su tradición. No será para aquel que sólo se limite a leerla.
Nº 110 - Sura an-Nasr (El Triunfo)
Bismil lâhi ar rahmâni ar rahîm
1. Idhâ ÿâ’a nasrul lâhi ual-fath
2. Ua ra’ait-an nâsa iadjulûna fî dînil lâhi afuâÿan
3. Fasabbih bihamdi rabbika uastagfirhu innahu kâna tawuâban
En el nombre de dios, el compasivo, el misericordiosísimo
1. Cuando te llegue el auxilio de dios y la victoria,
2. Y veas entrar a la gente en masa en la religión de dios
3. Celebra, entonces (¡oh profeta!) Las alabanzas de tu señor e implora su perdón, porque él es remisorio.
Cuando te llegue el triunfo final
A través de sus tres breves y concisas aleyas, se exponen variados temas que deben analizarse minuciosamente, a fin de comprender el sentido y el propósito de la sura.
1) En la primera aleya, hallamos el término “Nasrul·lâh” (un auxilio proveniente de Dios). El Generoso Corán también lo utiliza en otras ocasiones, como por ejemplo: “Sabed que el auxilio de Dios está próximo.” (Corán 2:214). “Sabed que el triunfo solo dimana de Dios, porque Dios es Poderoso, Prudente.” (Corán 8:10 y 3:116).
Las aleyas, señalan que el socorro y la victoria dependen de la voluntad divina. No podemos negar que para vencer al enemigo, se deben prever las fuerzas necesarias; pero quien es monoteísta, sólo considera que el triunfo es algo dimanado de Dios. Por lo tanto cuando lo obtiene, no se enorgullece sino que agradece a su Señor.
2) La sura, comienza refiriéndose al auxilio divino, luego al triunfo, por último a la difusión del Islam y la entrada de la gente en masa en la religión de Dios. Los tres casos, responden a la ley de “causa y efecto” es decir: Sin el socorro divino no hay victoria, sin victoria y sin la eliminación de los obstáculos, los individuos no se islamizarían en masa.
Naturalmente luego de estas tres etapas, cada una de las cuales constituiría una merced de Dios, llega la cuarta, es decir; el momento de agradecer y alabar a Dios.
3) La primera aleya, cita el vocablo “Fath”, pero no especifica, qué clase de “Fath” (triunfo) es. Sin embargo y como ya hemos señalado, sin duda se refiere a la toma de La Meca. En efecto, este evento, inició un nuevo capítulo en la historia del Islam, puesto que desmoronó el principal núcleo politeísta; destruyó los ídolos y convirtió la esperanza de los idólatras en desesperanza y decepción.
Por todos estos motivos, la toma de La Meca debe ser considerada, la etapa de la consolidación del Islam y su instauración en la Península Arábiga y el resto del mundo.
Como es sabido, luego de ello la resistencia ya no tuvo cabida (sólo se presentó un caso que fue rápidamente sofocado). Los habitantes de toda la Península Arábiga, viajaban para visitar al Profeta (PB) y adherirse al Islam.
4) El final de la sura, cita tres importantes órdenes dirigidas al Profeta (PB) (y naturalmente también a todos los creyentes), que en realidad, corresponderían a la gratitud del hombre frente al triunfo concedido por Dios. El Corán ordena el “Tasbîh”, el “Hamd” y el “Istigfâr”. El primer término significa loar y considerar a Dios exento de todo defecto e imperfección.
El segundo significa “alabar” y aceptar todos los atributos perfectos de Dios y el último significa el “pedido de indulgencia” del Profeta (PB), respecto a la imperfección y culpabilidad de los siervos de Dios.
El gran triunfo, purificó los pensamientos politeístas e hizo manifiestos, la Perfección y la Belleza divinas, logrando que los extraviados, se condujeran por el camino real. Además, constituyó el factor primordial, para que la gente, no creyera que Dios abandona a sus fieles; para que supiera que Dios, es poderoso para concretar sus promesas y para que los hombres, admitieran su debilidad frente a Su Omnipotencia.
Estas órdenes, enseñan al siervo, que en el momento del triunfo, debe recordar los bellos atributos de Dios e invocar su Indulgencia, para que por un lado desaparezca su orgullo y desatención, y por otro lado, esté inmune del sentido de venganza.
5) Tenemos la certeza de que el Profeta Muhammad (PB), así como el resto de los profetas (P) era infalible. Entonces cabría un interrogante: ¿Por qué Dios le ordena el Istigfâr? Como respuesta, debemos decir que constituye una lección para su comunidad porque:
a) A lo largo de una lucha, de aproximadamente veinte años, los musulmanes vivían días muy difíciles; muchas veces los desagradables sucesos, los azotaron de tal modo, que parecía que agonizaban y en las mentes de algunos, surgían vanas suposiciones respecto a la promesa divina.
Dice el Generoso Corán:
“Cuando os acometieron los enemigos por todas partes y cuando vuestros ojos se extraviaron y los corazones se os subían ya a la garganta y empezasteis a desconfiar de Dios de distintas maneras”. (Corán 33:10).
Entonces, a raíz de aquellas erróneas suposiciones, el hombre descubre su equivocación y luego del triunfo debe rogar a Dios el perdón.
b) Por más que el ser humano, se esmere por alabar a Dios, jamás podrá hacerlo como Él lo merece. Por tal motivo, luego de loarlo y alabarlo, debe rogar por su indulgencia.
c) Otra de las cuestiones, es que generalmente luego de las victorias, las tentaciones de Shaitân (Satanás), se intensifican. Orgullo, exageración y sed de venganza, surgen en las mentes de los hombres. En tales circunstancias y a fin de evitar sus consecuencias, se debe recordar a Dios y suplicar permanentemente por el perdón.
d) Al comienzo de la interpretación, hemos dicho que la notificación de la victoria, anunciaba la culminación de la misión del Profeta (PB) y la inminente visita, que haría a su Amado. Y este estado, es adecuado con la alabanza a Dios, agradecimiento y pedido de perdón.
Basados en numerosos hadices, expondremos una súplica, que el Enviado de Dios (PB), solía reiterar luego de habérsele revelado esta Sura:
“¡Dios mío! Las alabanzas te pertenecen y te agradezco. ¡Dios mío! ¡Perdóname! Por cierto que Tú eres Indulgente, Misericordioso”.[4]
La frase “Innahu kâna tawuâba” (Ciertamente Él es remisorio), es una puerta abierta para el Istigfâr.
Es posible que señale, que así como Dios, acepta nuestro arrepentimiento, nosotros también debemos aceptar el arrepentimiento de los opositores, luego del triunfo y que no debemos repudiarlos, siempre y cuando no se contradigan o maquinen un complot.
Como veremos más adelante, el Enviado de Dios (PB), durante la toma de La Meca, demostró de la mejor manera, la piedad y la misericordia islámicas, frente a los vencidos y rencorosos enemigos.
El Profeta del Islam (PB) y todos los profetas (P) que le precedieron, alababan a Dios, le agradecían y le pedían perdón, apenas obtenían el triunfo final. Como ejemplo citamos lo dicho por el Profeta Iûsuf (José –P-), cuando asumió la gobernación de Egipto y sus padres y hermanos lo visitaron luego de un largo distanciamiento: “¡Oh señor mío! ¡Ya me agraciaste con el imperio y me enseñaste la oniromancia! ¡Oh creador de los cielos y la tierra, tú eres mi protector en este mundo y en el otro! ¡Haz que muera musulmán y reúneme con los virtuosos” (Corán 12:101).
Y lo que dijo Sulaimân (Salomón -P-), otro profeta de Dios, cuando vio frente a él el trono de la reina de Saba: “Mas cuando Salomón vio el trono ante él, dijo: “Esto proviene de la gracia de mi Señor, para probarme si soy agradecido o ingrato. Mas quien agradece, ciertamente lo hace en beneficio propio; mas el desagradecido, sepa que mi Señor está libre de necesidad y es Generoso” (Corán 27:40).
La toma de La Meca, el mayor triunfo del Islam
La toma de La Meca, es un hito en la historia del Islam. Fue el hecho que logró derrotar a las fuerzas enemigas, luego de casi veinte años de ardua rivalidad.
A través de esta toma, la idolatría fue erradicada de la Península Arábiga y constituyó el terreno de preparación, para que el Islam fuera difundido en todos los ángulos del mundo.
He aquí una síntesis del acontecimiento:
Poco después de haberse firmado “el pacto de Hudaibîiah”, los inicuos de La Meca lo violaron y oprimieron a los aliados del Profeta (PB). Estos, interpelaron al Enviado de Dios (PB), quien decidió socorrerlos. Casi estaban listas todas las condiciones necesarias, para desbaratar la institución de la hipocresía y el politeísmo. Ésta, era una obra que tarde o temprano debía concretarse. Por lo tanto, previa orden divina, el Profeta (PB) se preparó para partir hacia La Meca.
La toma, se realizó luego de atravesar por tres etapas; en primera instancia, debían prepararse las fuerzas necesarias, estipular el momento más adecuado, reunir información respecto a la posición enemiga y conocer la calidad y cantidad de sus fuerzas y su estado de ánimo.
En segundo lugar: debía concretarse muy hábilmente la toma de La Meca y finalmente la etapa culminante, consistía en aguardar las consecuencias y los efectos de la misma.
1.- Esta etapa se llevó a cabo con suma atención y minuciosidad. El Enviado de Dios (PB), vigiló atentamente la ruta que separaba a La Meca de Medina, a fin de que la noticia no llegara a oídos de los mequinenses y pudieran sorprenderlos. Este modo de actuar, evitó que se derramara sangre en aquel santo territorio, tanto durante el ingreso de los creyentes, así como durante su posterior victoria.
Sólo se había presentado un inconveniente, con uno de los musulmanes de fe muy débil, llamado Hâtîb Ibn Abî Balta‘ah. Éste había enviado una carta a Quraish, a través de una mujer del clan Muzaînah, llamada Kafûd o Sârah. Milagrosamente el Profeta (PB) la descubrió y envió por ella a ‘Alî (P) y algunos otros hombres. Al hallarla le quitaron la carta y la regresaron a Medina.[5]
El noble Profeta (PB), nombró un sucesor que lo suplantara en Medina y partió el diez de Ramadán del octavo año de la Hégira. En medio del camino, se encontró con su tío ‘Abbâs, que había emprendido su viaje a Medina. El Enviado de Dios (PB) le dijo: “Envía tu equipaje a Medina y únete a nosotros, ciertamente eres el último emigrante”.
2.- Con su peculiar habilidad, el Enviado de Dios (PB) dividió a sus diez mil hombres, hasta llegar a las cercanías de La Meca; a Marr Az-Zahrân, lugar situado a algunos kilómetros de la ciudad, sin que Quraish y sus espías se enteraran. Para infundir temor a los mequinenses y obtener su rendición sin resistencia y poder tomar la ciudad y su santo templo sin derramamiento de sangre, el Profeta (PB) ordenó que se encendiera una gran cantidad de fogatas, en las colinas del lugar.
Entre tanto, jefes quraishitas como Abû Sufiân y otros, salieron para investigar. ‘Abbâs Ibn ‘Abdul Muttalib, que acompañaba al Profeta (PB) y a sus huestes desde Yuhfa, pensó que si el ejército islámico se enfrentaba a la resistencia de Quraish, moriría un gran número de los últimos y que lo más beneficioso, era tratar de obligar a los quraishitas a rendirse, con lo que el asunto culminaría bien para ambas partes.
‘Abbâs se dirigió a La Meca por la noche, a fin de informar a los jefes quraishitas, del bloqueo de la ciudad por parte de los musulmanes y anunciarles, lo numeroso de su ejército, ante el cual no existía otro camino que la rendición. Al ir llegando, oyó de lejos, una conversación entre Abû Sufiân y Budail Ibn Uarqâ:
- “Jamás he visto tantas fogatas, ni un ejército tan grande”, decía Abû Sufiân.
- “Son de la tribu de Juzâ‘ah, que se han preparado para el combate”, le respondió Budail.
- “No, los de Juzâ‘ah, no son tantos como para encender tantas fogatas y montar semejante campamento”, dijo Abû Sufiân.
En aquel instante ‘Abbâs los interrumpió y dijo: “¡Abû Hanzalah!” (apodo de Abû Sufiân). Y éste al reconocer su voz preguntó:
- “¿Qué dices, Abbas?”.
- “¡Por Dios, que estas fogatas, son de los soldados de Muhammad. Vino ante Quraish con diez mil soldados, y no podréis resistírosles”, dijo ‘Abbâs.
- “Qué me sugieres?”, pregunto Abû Sufiân.
- “No te queda otro camino más que acompañarme, entrevistarte con el Profeta (PB) y pedirle la inmunidad. Si no lo haces, la vida de Quraish corre peligro”, le aconsejó ‘Abbâs.
Después de dialogar un rato, ‘Abbâs convenció a Abû Sufiân, así que se subieron juntos a su montura y se dirigieron al campamento.
Al llegar al campamento, pasaron entre un montón de fogatas y soldados. Éstos, que conocían a ‘Abbâs y al animal del Enviado de Dios (PB), le abrían paso. Sin embargo a mitad de camino, ‘Umar reconoció a Abû Sufiân y trató de matarlo pero debió desistir de su cometido cuando supo que ‘Abbâs le había brindado su protección.
Finalmente, ambos se detuvieron ante la tienda del Enviado de Dios (PB). Tras pedir permiso, ‘Abbâs entró en la misma y se produjo una intensa discusión entre aquel y ‘Umar. Este último, insistía en que Abû Sufiân, era enemigo de Dios y debía ser muerto allí mismo. Contrariamente, ‘Abbâs reiteraba que debía ser respetado, a raíz de la inmunidad que le había brindado. Finalmente el Profeta (PB), ordenó a su tío que lo protegiera hasta la mañana siguiente y lo llevase ante él.
A la mañana siguiente, Abbâs llevó a Abû Sufiân ante el Profeta (PB) y éste le preguntó: “¿Acaso no ha llegado ya la hora de que aceptes que hay un sólo Dios?”, a lo que Abû Sufiân respondió: “Atestiguo que Dios es Único y no tiene copartícipes. ¡Cuán paciente, generoso y cariñoso eres con tus familiares! Acabo de darme cuenta, de que si hubiese existido otro Dios, habría hecho algo por nosotros.”
Agregó el Enviado de Dios (PB): “¿No ha llegado por ventura la hora de que aceptes mi profecía?”.
“Estoy meditando en tu profecía”, respondió Abû Sufiân, aunque finalmente él y dos de sus acompañantes dieron el testimonio de fe, contándose así entre el número de los musulmanes.
A pesar de que Abû Sufiân testimonió su fe, movido por el temor y ese no es el objetivo del Profeta (PB), ni el de su doctrina, diversos factores exigían que se islamizara, cualquiera que fuera el modo que lo hiciera, pues de esa forma se eliminaba el mayor obstáculo, para la islamización del resto de los mequinenses, pues tanto Abû Sufiân, como Abû Ÿahl, habían creado entre los habitantes de la ciudad un ambiente de miedo y horror en lo que respecta al Islam. Si la aparente islamización de Abû Sufiân, no le era provechosa a él mismo, sí lo era para el Profeta (PB).
‘Abbâs dijo: “Ya que Abû Sufiân, ama la jefatura y la grandeza y que su vida ha llegado a este extremo, concédele alguna autoridad, ¡oh Enviado de Dios (PB)!”.
“Abû Sufiân podrá brindar inmunidad a los que se refugien en la Mezquita sagrada, a los que depongan sus armas y notifiquen su neutralidad, a los que se queden en sus casas y a los que se refugien en su casa”, respondió el Profeta (PB).
A todo esto, el Enviado de Dios (PB) quiso aprovechar al máximo la situación, a fin de atemorizar a los inicuos. Ordenó entonces a ‘Abbâs, que se ubicara junto a Abû Sufiân en un sitio estrecho del valle, e hizo que los batallones del gran ejército islámico, desfilaran ante Abû Sufiân con todo su armamento y pertrechos para que éste, tomara conciencia del gran poder militar con que contaban los musulmanes. Los principales y los más destacados de los Muhâÿirîn y los Ansâr de Medina, rodeaban al Profeta (PB) y le hablaban.
El porte majestuoso de este ejército atemorizó tanto a Abû Sufiân, que sin advertirlo dijo a ‘Abbâs: “Ningún poder podría resistir estas fuerzas. ¡’Abbâs! El reino de tu sobrino ha alcanzado su auge”, a lo que en tono de crítica ‘Abbâs le respondió: “¡Ay de ti” No es un reino. La fuente del poder de mi sobrino es la profecía y la misión con que Dios le agració, la cual no se asemeja a los poderes materiales y superficiales.” Y agregó: “Dirígete de inmediato a La Meca, e impide una resistencia.”
Abû Sufiân entró a Masÿid-ul Harâm, (la Mezquita Inviolable) y divulgó todo aquello que el Profeta (PB) le había autorizado. Luego gritó: “¡Oh pueblo de Quraish! ¡Adherid al Islam para que salvéis vuestras vidas!”.
Su esposa Hind, lo tomó de su barba y gritó: “¡Matad a este viejo estúpido!”. Abû Sufiân dijo: “¡Por Dios! que si no adhieres al Islam tú también morirás. ¡Entra a tu casa!”.
El ejército islámico se detuvo en Dhî Tuwuâ, sitio desde el cual se divisa toda La Meca. El Enviado de Dios (PB), recordó el día en que, obligado y a escondidas debió partir, pero aquel día regresó y se prosternó, después descendió en Huÿûn, donde se purificó y visitó la tumba de Jadiyah. Se colocó la armadura, se proveyó de armas, y entrando a Masÿid-ul Harâm recitando la Sura al-Fath. Luego exclamó “Al·lâhu Akbar” (Dios es el Más Grande), y su ejército lo repitió, de modo que el eco de sus voces llenaron los valles y montañas.
A fin de destruir los ídolos se dirigió a la Ka‘bah y mientras lo hacía dijo: “La verdad ha llegado y la falsedad se ha desvanecido, porque la falsedad es efímera”.
Sobre el techo de la Ka‘bah, también había ídolos que el Profeta (PB) no alcanzaba a destruir. Por ello pidió al Príncipe de los Creyentes, se subiese sobre sus hombros para derribarlos. Luego pidió la llave del interior de la Ka‘bah, entró y borró todas las imágenes que adornaban sus paredes.
3) Luego de este brillante triunfo, colocando su mano sobre la puerta dijo: “¿Qué decís y qué pensáis?”. Con voz entrecortada y a sabiendas de los profundos sentimientos del Profeta (PB), dijeron: “No pensamos de ti más que eres generoso y bondadoso. Te consideramos nuestro gran y generoso hermano, hijo de otro generoso hermano nuestro, y hoy has llegado al poder. ¡Perdónanos!”. Las lágrimas cayeron de los ojos del Profeta (PB) y se oyó el llanto de la gente.
Con su naturaleza amable, compasiva y afectuosa, Muhammad dijo: “Les diré lo mismo que dijo mi hermano José, frente a sus hermanos opresores: “Hoy no seréis recriminados. Dios os perdonará; porque Él es la suma misericordia”. (Corán: 12-92).
Así fue como perdonó a todos y dijo: “Sois libres. Podéis ir a donde queráis”. El Enviado de Dios (PB), ordenó que nadie fuera molestado, excepto seis personas, según una transmisión, que constituían, una gran peligrosidad para el Islam.
Previo a este pronunciamiento suyo, ocurrió algo que había dado esperanzas a los mequinenses y fue la intensa reacción del Profeta (PB), ante uno de sus comandantes que en el momento de entrar a La Meca, clamaba: “Hoy es el día de la venganza y hoy vuestras vidas y bienes nos son lícitos”. Ante esto, el Profeta (PB) allí mismo lo depuso y lo reemplazó por ‘Alî (P), ordenándole que dijera: “Hoy es el día de la misericordia y la indulgencia”.
Y así fue como La Meca, fue tomada sin que se derramara sangre. Este noble proceder fue tan sorprendente, que la gente comenzó a islamizarse. El son de esta gran victoria, retumbó en toda Arabia. La fama del Islam, abarcó todos los ámbitos y su posición se consolidó, en todas las dimensiones.[6] Según la historia, dijo el Profeta (PB), cuando se encontraba junto a la Ka‘bah: “No hay dios sino Dios, Único. Único. Que cumplió su promesa, dio el triunfo a su siervo, fortaleció a su ejército y derrotó a los coaligados el solo. ¡Gentes! Sabed que a través del Islam, Dios eliminó los honores de la época de la gentilidad y la jactancia, por pertenecer a tal o cual árbol genealógico. Todos provenimos de Adán que fue creado de barro. El mejor de entre vosotros, es el que más se aleja del pecado y de la desobediencia a Dios”.
Este importante discurso, luego de ordenar el indulto general, cortó las relaciones entre las comunidades del Hiyaz y su aventurero y tenebroso pasado. Gracias a la bendición del Islam, se pudo comenzar a vivir una vida nueva, desprovista de disputas y dificultades. Este evento, ayudó extraordinariamente al progreso del Islam y constituye una lección, tanto para nuestro presente, como para nuestro futuro.
¡Oh Dios nuestro! Tú eres poderoso para devolver a los musulmanes aquella prístina majestuosidad de imitar el proceder de su Enviado.
¡Oh nuestro Creador! Cuéntanos en el número de los fieles veraces de Muhammad.
¡Oh Señor nuestro! Concédenos éxito a fin de poder ampliar el justo gobierno islámico en este mundo, de un modo tal que la gente lo acepte en masa y con amor.
¡Así sea, oh Señor de los Mundos!
Fin de la Sura. an-Nasr.
Fuente: La Interpretación Ejemplar del Sagrado Corán- tomo 27; Editorial Elhame Shargh
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[1] Maÿma‘ al-Baiân, t. 10, p. 554. Esto fue transmitido en numerosos dichos con algunas diferencias en su expresión. Al-Mizân, t. 20, p. 532.
[2] Maÿma‘ al-Baiân, t. 10. p. 553.
[3] Ídem.
[4] [4] Maÿma‘ al-Baiân, t. 10. p. 554.
[5] Para más detalles recurrir al tomo número 24 de este Tafsîr , en la interpretación de la primera aleya de la Sura al-Muntahinah, y al libro “Luz de la Eternidad”
[6] Resumen basado en Al-Kâmil fî at-Ta’rîj, de Ibn Azîr, t. 2, Tafsîr Maÿma‘ al-Baiân, en la interpretación de las mismas aleyas, y otros libros.