Las catorce razones por las que Israel está condenado a desaparecer como estado jurídico
Ahmad Diab
El llamado estado de Israel, según los padres del sionismo, fue un “sueño” premonitorio de la comunidad judía de la diáspora, cuya tangibilidad es hoy incontrastable e imposible de revertir, de acuerdo con el mismo concepto, aunque si hurgamos en los meandros de esos sueños, podríamos ubicar a aquellos que han urdido la trama para el despojo territorial contra un pueblo indefenso y pacífico (el palestino).
Y esos otros buenos judíos incautos, fueron manipulados para lograr un único fin: crear un estado ficticio que se erigiría como la punta de lanza de las políticas imperialistas de los EEUU.
La brecha tecnológica entre los sionistas del año 1948 y los árabes era tal a favor de los primeros, que muchos “expertos” (los “especialistas” que pululan sobre el tema medioriental no son nada más que otra arista de esa punta de lanza, insertos en una infernal máquina propagandística), mal pronosticaban que jamás se iba a achicar (véase los informes de la época, donde muchos palestinos peleaban con hondas y descalzos).
La historia les dio por la cabeza. El mito de la superioridad racial, junto al otro de la inteligencia superior (en esto no difieren en nada de la teoría nazi, y es muy interesante –aunque ese sea otro capítulo- saber por qué el judaísmo es reacio a las conversiones a esa religión) se vino abajo cuando el pueblo palestino, el pueblo libanés o el iraní ahora, pueden valerse por su propios medios y aguda inteligencia, para no sólo hacer desaparecer esa brecha tecnológica, sino en muchos de los casos, superarla.
Claro que hacer un negocio con dinero en el bolsillo, lo hace cualquiera con un poco de perspicacia y hasta sin ella; hacer negocio sin dinero sólo con el esfuerzo e imaginación, lo hacen los inteligentes. Verbigracia: el estado de Israel subsiste, por la enorme masa dineraria de los EEUU, más el tráfico (¿lo conoce el público estadounidense?) de tecnología de punta que realiza el poderoso lobby sionista que influye y manda en la política internacional de Norteamérica. Caso contrario, sin esta ayuda monetaria y tecnológica, ya hubiese desaparecido jurídicamente.
Recordemos que en la guerra del Ramadán en octubre de 1973, el pánico cundió entre el público israelí, cuando las fuerzas egipcias arrasaron con la que se creía una barrera inexpugnable (la famosa línea bar lev), y lograron machacar duro –junto con el ejército sirio- a las fuerzas del régimen sionista. Luego de pedir tácticamente a los gritos un alto al fuego que se logró por intermediación de en ese entonces la Unión Soviética y EEUU, se supo del puente aéreo entre este último país e Israel para ayudarles con armamentos, pertrechos y se dice que hasta con soldados.
Y allí el mito de la invencibilidad sionista se hizo trizas. Un secreto a voces (aunque la desunión, la pelea y balcanización de los estados árabes perfectamente orquestado por el Mosad y la Cia), de que nunca fueron superiores (poseer la tecnología no les permite tener la fuerza de la razón moral). Y menos ahora con el ejército más grande de Medio Oriente y el más temido por Israel: el de la República Islámica de Irán.
Hay judíos que no son sionistas, como sionistas que no son judíos, como la conspicua jefa de la diplomacia norteamericana, Hillary Clinton (su hija Chelsea se casó con un judío ortodoxo), cuya intromisión descarada en los asuntos de los países islámicos es notoria y absolutamente parcial.
Existen varias razones para “soñar” (ahora al revés), de que el minúsculo estado artificial creado en Palestina, desaparezca como Estado jurídico, teniendo en cuenta los siguientes puntos:
Uno. La mal llamada “Primavera Arabe”, no es más que un vórtice de un Despertar Islámico (el certero, no el de Al Qaida y sus satélites yihadistas apoyados, organizados y pagados por el Mosad y la CIA) concienzudo, con un perfecto dominio de la política islámica, y que lejos de los ahora llamados fundamentalismos, paso a paso va insertándose en las masas musulmanas. Esta ola que engloba a más de mil quinientos millones de musulmanes, cuyos líderes son contestes en que Israel es quien tiene la infección que podría lograr la septicemia en todo el cuerpo del Islam, es uno de los primeros puntos del porqué peligra la existencia de Israel.
Dos. Otro grave problema que se plantean a diario los medios de comunicación israelíes, y aquellos judíos o ex judíos de ese origen (porque un altísimo porcentaje de incluso los llamados padres de Israel, fueron ateos, o sea no judíos, aunque de acuerdo con su concepto racial, el sionismo reniegue de esta teoría. Para el sionismo, todo aquel hijo de madre judía es judío, aunque sea antisionista y el más recalcitrante de los ateos, de allí su aversión a las conversiones de los gentiles al judaísmo) es el alto índice demográfico de los palestinos (ocho a uno a favor de estos) y se calcula que para dentro de treinta años, los árabes palestinos serán la neta mayoría, incluidos los árabes que viven dentro de las fronteras de Israel. ¿Podrán continuar in eternum con su política de apartheid?
Tres. Esto es una cuestión de tiempo. Hay pensamientos y voces con sentido común que se levantan en Israel para que de urgencia se separen las aguas y se cree el Estado de Palestina, porque con meridiana claridad escudriñan un futuro negro para el régimen sionista. Pues si no se logra la creación del estado árabe, la demografía se los comerá y las circunstancias, las colonias y las usurpaciones que para dentro de pocas décadas podrían ser imposibles de ser erradicadas, darían como resultado (y de facto) la creación de un solo estado binacional. Claro que sería imposible que se llame “Israel”, y el “sueño” sionista se trocaría en una pesadilla.
Cuatro. Otra cuestión es la paz concertada con Egipto y con Jordania. Este nuevo despertar Islámico de la región ya se ha pronunciado en hacer trizas estos protocolos y hacia ello se dirigen. El noventa por ciento de los habitantes de Jordania son palestinos y el régimen de Abdulla ibn Husain pervive merced a un ejército de beduinos bien entrenado por las fuerzas británicas, cuya letalidad y crueldad aún el mundo no la conoce, pero que puede aflorar en cualquier momento. Si Egipto da el primer paso, y lo dará con seguridad, Jordania no podrá resistirse. E Israel tendrá dos socios menos, aunque en la actualidad con esos socios inciertos, sería mejor que nos los tenga.
Cinco. Otro factor es la guerra. El primero que prenda el fósforo se incendia todo Medio Oriente, y aunque sabemos la reacción de EEUU, no la sabemos de China y Rusia. Lo cierto es que se vislumbra que hay una cierta ansiedad por parte de los árabes (Hizbul lah y Hamás particularmente) de promover rápidamente una contienda contra Israel, que se vería rodeado por Egipto, Jordania, Siria, Líbano, Gaza, y de seguro el poderío Iraní que desde hace doscientos años no tiene una política ofensiva, pero que ha logrado erigirse en la primera potencia de Oriente Medio y cuyos generales lo dicen casi a diario: “Estamos esperanzados que Israel nos ataque para hacerlo desaparecer” (hay que tener en cuenta que maliciosamente los medios prosionistas interpretan estas palabras como sinónimo de genocidio, pero que en realidad la verdadera interpretación es la de hacerlo desaparecer como estado jurídico –o sea del mapa- que es algo totalmente diferente). Y sin contar la hostilidad de decenas de pueblos musulmanes. ¿Cómo saldría parado Israel en una contienda de estas características, si no pudo con Hizbul lah en la Guerra del Líbano que se libró en el año 2006 y de la cual salió claro perdedor?
Seis. La descomposición social israelí. Las nuevas generaciones que han crecido en guerra y escondiéndose en los búnkeres, están hartos de la guerra. Prefieren las yeshivas que los libere del ejército, a enrolarse (aunque hace pocas semanas se promulgó la ley para obligarles a realizar el servicio militar). ¿De qué modo podrían estos jóvenes empuñar las armas cuando lo hacen de manera compulsiva y en muchos de los casos su conciencia no se lo permite?
Siete. La descomposición social israelí II. La aliá ya no está dando sus frutos. Cada año son menos los judíos o no, que dejan sus países donde viven en paz, serenamente y casi siempre con un buen estándar de vida, para emigrar a un estado belicoso, que los bien pensados saben que culminará en una guerra atroz. Por el contrario, ahora se da el fenómeno del éxodo al revés. De judíos que prefieren salir de Israel y regresar (ese ese el verdadero regreso) a sus respectivos países por el temor a lo que podría pasar.
Ocho. La descomposición social III. Urgidos por la aliá (los organizadores cobran por cada sujeto que ingresa a Israel) se ha descubierto una trama escandalosa, en la que los encargados de monitorear que quienes vayan a Israel sean verdaderos judíos, hicieron trampa. Llevaban a cualquier gentil que se decía judío con el solo fin de obtener ganancias ilícitamente. Ya se ha perdido entre los propios sionistas ese fervor primero que los llevó a planear, organizarse y usurpar la tierra palestina.
Nueve. La descomposición social IV. En su obsesión por los que ellos llaman “repatriar” (el vocablo determinante es desarraigar), han llevado miles de rusos hacia Israel. Craso error. Ahora son cerca de 400 mil rusos que viven en Israel y que no quieren saber nada de adaptarse a las costumbres ni a la lengua del país. Se calcula que un 20 por ciento de rusos en Israel sigue hablando su idioma; el 80 por ciento no quiere perder sus vínculos con Rusia; aprende el inglés y no el hebreo para comunicarse en su quehacer diario, y su judaísmo es discriminado y sospechado por el resto de la población. Para algunos, fue un “gesto” de Putin y su regalo de Troya a Israel.
Diez. La descomposición social V. La política del apartheid, en pleno siglo XXI, donde las noticias vuelan en segundos de una latitud a otra, va en contramano de la historia y en contra de la existencia del régimen sionista. A los árabes nacidos en Israel no se les permite, por ejemplo, la adquisición de inmuebles fuera de sus aldeas o ciudades; entre otros muchos derechos conculcados, como la prohibición de que los nuevos matrimonios puedan convivir juntos, si una de las partes no es del mismo lugar de origen. En verdad que el sionismo podría habérselos ganado ¿no se lo ganó acaso al cuerpo de élite árabe druso que es carne de cañón, pero que defiende la bandera sionista como si fuera propia? Salvo este dato de una pequeña minoría árabe drusa (Marina de Tabasco (Malinche) existió y existe en cualquier lugar del mundo colonizado), al régimen sionista no le interesa la estimulación educativa, ni la ciudadana plena, ni la seducción de los casi millón y medio de árabes que viven en Israel; en realidad, lo que le interesa –fiel a sus principios racistas y pseudo superioridad hacia los goim- es la limpieza étnica, como la que practica a diario en los territorios usurpados en la guerra de 1967, con la colonización más brutal de la que se tenga memoria. Ya lo dijo el escritor sionista León Uris: “Existe tanto odio que los árabes han embargado a varias de sus generaciones para el futuro”. No dijo que este sentimiento es exacerbado por sus políticas de exterminio hacia la población palestina.
Once. Desde 1948 hay un dolor que no cesa en el cuerpo del Islam. Su tercer templo en importancia luego de La Meca y Medina, Al Aqsa, está interdicto para los fieles musulmanes, y limitada para los propios palestinos, rodeada de soldados sionistas y excavada por los arqueólogos que siguen buscando rastros de su pasado en el subsuelo del lugar santo del islam, haciendo peligrar su estructura, al tiempo que aumenta la desazón, la resistencia y el resentimiento de los musulmanes del mundo.
Doce. Impensable hasta hoy que un drone hizbulaceño sobrevuele casi cuatro horas los lugares más sensibles de Israel, como un dato certero de que esa brecha de la que hablábamos ya no es tal. Un escándalo para el ejército que trataron de disimular, aunque igual trascendió a la prensa (el escándalo). ¿Qué pasaría si miles de estos drones, más sofisticados aún del que sobrevoló la palestina ocupada, llevasen armas de destrucción? Esto no es ciencia ficción.
Trece. Los refugiados palestinos: un dolor de cabeza, pues como política de estado ningún país árabe les otorgó el pasaporte. Muchos de ellos vagan con papeletas que les otorgan el estatus de refugiados; millones de parias que en algún momento podrían transformarse en una marea verde que marche a sus hogares en el centro de Israel desde Jordania, Líbano, o Siria. ¿Qué harían los sionistas? ¿Matarlos a todos? Este es un nudo gordiano que sólo podría desatar el regreso de los refugiados palestinos a sus antiguos hogares, cuyas llaves aún guardan celosamente.
Catorce. ¿Cuánto fue el coste de la guerra de Afganistán? ¿Y la de Iraq? ¿Y mantener tranquilo a Pakistán? ¿Y cuánto le cuesta al erario público norteamericano comprar las conciencias de los gobiernos árabes que, a despecho de sus propios pueblos, tiene relaciones con el régimen sionista? Pervive la pregunta: ¿Hasta cuándo el pueblo norteamericano, en su inmensa mayoría ignorante de la política internacional de su propio país, podrá aguantar una vez que sea consciente de que la inmensa deuda de los EEUU se basa en la defensa de un pequeño enclave en Medio Oriente y que podría ser el pueblo más feliz del mundo en términos rentables si el lobby sionista en los EEUU dejara de ordenar la política exterior de ese país? Pero para cualquier presidente norteamericano consciente de esto y que quiera tronchar esa quinta columna casera, necesitaría mucho más que dos testículos bien puestos, so pena de su propia vida.
Fuente: Centro Islámico de la Provincia de La Rioja, Argentina
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