Los esclavos que se convirtieron en grandes personalidades del Islam (III) - ‘Ammâr ibn Iâsir

Al·lâmah Saîied Said Ajtar Rizvî

‘Ammâr ibn Iâsir

Fue uno de los compañeros del Profeta (s.a.w.) más respetados y fiel compañero del Imam ‘Alî (a.s.). Formó parte del grupo de aquéllos que fueron torturados brutalmente por defender al Islam. Participó en las dos hiyras (emigraciones), primero hacia Abisinia[1] y la segunda hacia Medina. Rezó hacia las dos qiblahs -Bait al-Muqaddas y la Ka‘bah-. Participó en todas las batallas del Islam[2] y fue martirizado en la batalla de Siffîn, el 9 de Safar del año 37 de la Hégira.

‘Ammâr y sus padres fueron de los primeros conversos al Islam. Su padre Iâsir pertenecía a la tribu de Qahtan en el Yemen. Él y sus dos hermanos llegaron a La Meca en búsqueda de un hermano perdido; sus hermanos regresaron a su tierra natal pero Iâsir se quedó en La Meca donde acordó un pacto con Abu Hudhaifah (de la tribu de Banî Majzûm) y contrajo matrimonio con la esclava de éste, Sumaîiah bint Jaîiât. Iâsir y Sumaîiah tuvieron dos hijos, Abdul·lâh y ‘Ammâr, quienes, según la costumbre de Arabia, eran considerados esclavos de Abu Hudhaifah.[3] Después de que éstos se islamizaran, Abû Ÿahl, con la ayuda de otros incrédulos, comenzaron a torturarlos sin compasión.

Colocaban herraduras ardientes sobre sus cuerpos desnudos y eran forzados a yacer en la arena ardiente del desierto. El calor del sol del desierto calentaba intensamente las herraduras por lo que sufrieron graves quemaduras en su cuerpo. Estas torturas eran incesantes hasta que se desmayaban a causa del dolor. Después les arrojaban agua para despertarlos.[4] El Profeta (s.a.w.) sufría por todo esto, pero no podía darles protección. De todas formas, solía acercarse para darles ánimo para que toleraran todo este sufrimiento. Les dio la buena nueva del Paraíso y les dijo: “¡Sed pacientes, oh familia de Iâsir, porque se os ha prometido un lugar en el Paraíso!”.[5]

Iâsir y Sumaîiah fueron torturados brutalmente por los incrédulos de Quraish bajo el liderazgo de Abû Ÿahl. Ésta es una gran distinción de esta noble familia: todos fueron martirizados por la Causa del Islam. Sumaîiah era muy piadosa y temerosa de Dios; fue la primera mujer mártir del Islam.

Cuando sus padres fueron asesinados, ‘Ammâr fingió repudiar al Islam para así salvar su vida. Se dirigió al Profeta llorando con mucha amargura por haber pronunciado palabras de incredulidad para así salvarse de la muerte. El Profeta (s.a.w.) le dijo que no se preocupara, puesto que estas palabras no habían salido de su corazón. Fue así como se reveló la siguiente aleya:

﴿ مَن كَفَرَ بِاللَّهِ مِن بَعْدِ إِيمَانِهِ إِلاَّ مَنْ اُكْرِهَ وَقَلْبُهُ مُطْمَئِنٌّ بِالإِيمَانِ وَلَكِن مَّن شَرَحَ بِالْكُفْرِ صَدْراً فَعَلَيْهِمْ غَضَبٌ مِنَ اللَّهِ وَلَهُمْ عَذَابٌ عَظِيمٌ  ﴾

«Quienes descrean de Dios luego de haber creído -no aquel que fuera coaccionado en tanto su corazón permanece firme en la fe, sino quien abra su pecho a la incredulidad-, esos incurrirán en la ira de Dios y tendrán un castigo terrible.» (16: 106).[6]

Cuando ‘Ammâr describió las atrocidades cometidas en contra de la santa Sumaîiah, el Profeta dijo: “¡Paciencia, oh Abû Iaqzân! ¡Oh Dios, no castigues a nadie de la familia de Iâsir con el fuego del infierno!”. Cuando el Profeta (s.a.w.) llegó a Medina y fue construida su Mezquita, ‘Ammâr con mucho entusiasmo cargaba doble porción de piedras para esta obra. En ese momento comenzó a recitar algunos versos de poesías que llegaban hasta los oídos de ‘Uzmân (quien luego se convirtió en el tercer Califa), y éste pensó que ‘Ammâr lo estaba provocando. ‘Uzmân golpeó a ‘Ammâr en su frente y la sangre llegó a cubrir su rostro. Éste se quejó ante el Profeta, quien con sus propias manos limpió la frente de ‘Ammâr y cubrió su herida diciendo: “¡Bien, oh ‘Ammâr!, serás asesinado por un grupo rebelde; tú los invitarás al Paraíso y ellos te invitarán al Infierno”.[7]

La importancia y el honor de ‘Ammâr puede comprenderse a partir de las palabras del Profeta: “‘Ammâr está con la verdad y la verdad está con ‘Ammâr donde sea que se encuentre; ‘Ammâr es la piel entre mis ojos y mi nariz; y será asesinado por un grupo rebelde”.[8] También dijo: “‘Ammar está lleno de imân (fe)”.[9] Existen muchas otras narraciones del Profeta (s.a.w.) y de los Imames (a.s.) que hacen alusión al estatus de ‘Ammar.

‘Ammar fue uno de los compañeros que siempre siguió al Imam ‘Alî (a.s.). En el año 35 de la Hégira, cuando ‘Ammar junto a otros protestaron en contra del califa ‘Uzmân ibn ‘Affân (el tercer Califa) por la forma en que repartía el Tesoro Público, éste lo hizo azotar sin misericordia lastimando gravemente su abdomen y ocasionándole una hernia.[10] Puesto que su padre Iâsir había tenido nexos con la tribu de Banî Majzûm, llevaron a ‘Ammâr inconsciente a su casa y dijeron que si ‘Ammâr moría se vengarían de ‘Uzmân.

Como se mencionó anteriormente, el Profeta (s.a.w.) predijo que ‘Ammâr sería asesinado por un grupo rebelde; y así sucedió. ‘Ammâr fue asesinado en el año 37 de la Hégira por el ejército de Mu‘âwîiah ibn Abû Sufiân. Tenía en ese entonces 90 o 91 años. El día en el que fue martirizado, combatía valientemente en contra del ejército de Mu‘âwîiah, cuando un sirio, ‘Abdul Gahdîian al-Muzanî, lo hirió fatalmente en la cintura. Sus compañeros lo llevaron a un lugar seguro, él les pidió agua y alguien le dio un vaso de leche. Dijo: “Se ha hecho realidad lo que me predijo el Profeta”. La gente le pidió que explicara a qué se refería, a lo que contestó: “El Profeta me había dicho que lo último que consumiría en este mundo sería leche”. Luego bebió un poco de ella y posteriormente murió.[11]

Le informaron al Imam ‘Alî (a.s.) de esta tragedia, quien inmediatamente llegó y colocó la cabeza de ‘Ammâr sobre su regazo y recitó la siguiente elegía para su fiel compañero:

¡Oh muerte!, tú que llegarás a mí en cualquier momento,

Hazme descansar de una vez

Porque te has llevado ya a todos mis amigos.

Veo que conoces a todos mis amados,

Como si alguien te llevara hacia ellos con precisión.

Luego, recitando «ciertamente de Dios venimos y a Él retornaremos», dijo: “Aquel que no sienta gran dolor por la muerte de ‘Ammâr no tiene recompensa en el Islam. ¡Que Dios tenga misericordia de ‘Ammâr!”. El mismo Imam ‘Alî dirigió[12] la oración del fallecido y lo enterró con sus propias manos.

El martirio de ‘Ammâr generó un problema para Mu‘âwîiah porque un gran número de su ejército recordó los dichos del Profeta, y comprendieron que con su muerte ‘Ammâr había demostrado que Mu‘âwîiah y su ejército eran un grupo desviado y que no se encontraban en el camino correcto.

Para aplacar a su ejército, Mu‘âwîiah dijo que la muerte de ‘Ammâr era culpa de ‘Alî por haberlo llevado al campo de batalla. Cuando el Imam ‘Alî se enteró de esto, dijo: “¡Entonces fue el mismo Profeta el que mató a Hamzah por haberlo llevado al campo de batalla en Uhud!”.[13]

Fuente: La Esclavitud Desde las Perspectivas Islámica y Occidentalñ Editorial Elhame Shargh

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[1] Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3:1, p. 179; Ibn Azîr, Usud al-Ghâbah fi Ma‘rifat as-Sahâbah, vol. 4 (Egipto), p. 461; Ibn Kazîr, At-Ta’rîj, vol. 7 (Egipto), p. 311.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd., vol. 3: 1, p. 176.

[4] Ibíd., vol. 3: 1, p. 177; Abu Na‘îm, op. cit., vol. 1, p. 140.

[5] Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3:1, p. 178; Abu Na‘îm, op. cit., vol. 1, p. 140; Ibn Haÿar, op, cit., vol. 3, p. 1219.

[6] Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3:1, p. 178; Ibn Haÿar, op. cit., vol. 3, p. 1220.

[7] Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3:1, pp. 177, 180; Ibn Haÿar, op. cit., vol. 3, p. 1220; Al-Bujâri, As-Sahîh, vol. 8 (edición de Egipto), pp. 185-186; At-Tirmidhî, Al-Ÿâmi‘ as-Sahîh, vol. 5 (edición de Egipto), p. 669; Ahmad ibn Hanbal, Al-Musnad, vol. 2 (edición de Egipto), pp. 161, 164, 206, vol. 3, pp. 5, 22, 28, 91, vol. 4, pp. 197, 199, vol. 5, pp. 215, 306, 307, vol. 6, pp. 289, 300, 311, 315; Ibn ‘Abdil Birr, Al-Isti‘âb fîi Ma‘rifat al-As·hâb, vol. 3, p. 1140.

[8] Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3;1, p. 187; Al-Hâkim, Al-Mustadrak ‘ala-s Sahihain, vol. 3 (ed. Haidar Abâd), p. 392; Ibn Hishâm, As-Sîrah, vol. 2 (edición de Egipto), p. 143; Ibn Kazîr, At-Ta’rîj, vol. 7, pp. 268, 270.

[9] Abu Na‘îm, op. cit., vol. 1, p. 139.

[10] Al-Balâdhurî, Ansâb Al-Ashrâf, vol. 5, pp. 48, 54, 88; Ibn Abî-l Hadîd, Sharh Nahÿ al-Balâghah, vol. 3, p. 47; Ibn Qutaibah, Al-Imâmah wa-s Siîasah, vol. 1, pp. 35-6; Ibn ‘Abdu Rabî’, Al-‘Aqdu-l Farîd, vol. 4 (edición de Egipto), p. 307; Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3:1, p. 185; Al-Diârbakrî; Ta’rîj al-Jamîs, vol. 2, p. 271.

[11] Ibn Sa‘d, op. cit., vol. 3:1, pp. 184-185; Abû Na‘îm, op. cit., vol. 1, p. 141.

[12] Qummî, ‘Abbâs, Muntahâ al-A‘mâl, vol. 1 (Teherán: 1381 Hégira), p. 92.

[13] At-Tabarî, At-Ta’rîj, vol. 1, pp. 3316-3322; vol. 3, pp. 2314-2319; Ibn Azîr, Al-Kâmil, vol. 3, pp. 308-312; Ibn Kazîr, At-Ta’rîj, vol. 7, pp. 267-272.

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