Un documento para la polémica

Por: Julio César Martínez (Juma)

En un libro escrito por el jubilado profesor norteamericano de religión y teología, ahora convertido en escritor político, David Ray Griffin, se describen más de un centenar de pruebas contra el reporte de la comisión investigadora de los ataques terroristas de Septiembre 11 en Nueva York y el Pentágono, referidos en este artículo como los ataques del 9/11. Este libro concluye que el reporte de la comisión se dedicó solamente a absolver a la administración del presidente Bush y a las fuerzas armadas, de cualquier tipo de culpa relacionada con los ataques. Al mismo tiempo el autor del interesante libro expone como, además de encubrir, la comisión también se dedicó a ignorar asuntos bastantes comprometedores que dan al traste con la idea de que estos ataques fueron perpetrados por Al Qaeda y que no pudieron ser detectados debido a confusión, negligencia y falta de coordinación entre las distintas agencias del gobierno norteamericano, poniendo más peso en culpar sutilmente a la FAA (Administración Federal de Aviación), que estaba encargada de informar a las fuerzas armadas de los secuestros aéreos.

A continuación se presenta un resumen de los argumentos presentados por el autor de este interesante libro, el cual contiene muchos detalles de cómo la comisión 9/11 mintió, encubrió al gobierno e ignoró información crucial en su reporte final publicado en el 2004.

“El propósito de la Comisión 9/11 (también llamada la Comisión Kean - Zelikow) no fue la de proporcionar el reporte más completo sobre los acontecimientos que ocurrieron el día 9/11. El propósito más bien fue de discutir, implícitamente, que el gobierno de EEUU no fue cómplice de los ataques del 9/11. Como es demostrado en este libro, sin embargo, la Comisión no podría concluir esto sin distorsionar u omitir completamente docenas de hechos.

En el Capítulo 1, algunos hechos fueron revisados sobre los secuestradores: como por ejemplo, que seis de ellos todavía están vivos; que algunos de ellos, inclusive Mohamed Atta (el principal terrorista), no se comportaron como musulmanes devotos que estaban a punto de reunirse con el Creador; que el piloto terrorista Hani Hanjour no tenía la habilidad para volar el tipo de avión en el Vuelo no. 77 (un hecho que la Comisión reconoció y que también ignoró); y que los manifiestos que muestran las listas de los pasajeros y los supuestos diecinueve terroristas nunca han estado disponibles. 

En el Capítulo 2, el libro discutió que la Comisión ignoró varios hechos que contradicen la teoría de que en los edificios del World Trade Center (WTC) se desplomaron debido a los incendios (producido por el impacto de los aviones) - a sabiendas que, incendios nunca han causado el desplome de edificios tan altos fabricados con acero; y que los fuegos, especialmente en la Torre Sur y en el edificio WTC 7, no fueron muy extensos o duraderos; y que la torre más débil, debido a los siniestros, no se cayó primero. Para proporcionar una explicación implícita de cómo las torres podrían haberse desplomado, la Comisión, asombrosamente, simplemente negó una de las más importantes características de los edificios - las 47 macizas columnas de acero que constituyen el centro de cada torre. La Comisión también omitió cualquier mención sobre el desplome que es reconocido universalmente como el más difícil de explicar: el desplome de la torre WTC 7. Por supuesto, la Comisión también omitió el testimonio de Larry Silverstein (millonario y arrendatario del WTC en aquél tiempo) quien dijo que aparentemente los edificios se cayeron debido a una demolición controlada. La Comisión también omitió la discusión de que los desplomes de las tres torres ejemplificaron diez características comunes de demoliciones controladas (dos de ellas que son: el hecho de que las torres se cayeron verticalmente en su plano de soporte y virtualmente en velocidad de caída libre). También el reporte omitió la discusión sobre las declaraciones del Alcalde Rudy Giuliani, quien dijo que él tuvo el conocimiento anticipado de que las torres se iban a desplomar. Omitió también el reporte mencionar que un hermano y un primo del Presidente Bush eran los directores en la compañía que manejó la seguridad para el WTC. Y omitió también la discusión sobre la eliminación rápida de las bases de acero y las columnas retorcidas, a pesar de que esta eliminación de evidencia en una escena de un crimen es normalmente considerado un delito federal. 

En el Capítulo 3, el libro discutió cómo el Informe Kean-Zelikow no mencionó varios hechos sobre el siniestro en el Pentágono que son contradictorios a la historia oficial. Por ejemplo, que el ala oeste del Pentágono fue la menos probable por no residenciar a mucha gente, así como la más difícil de atacar por un avión por parte de los terroristas; que la fachada del ala oeste, increíblemente, no se desplomó inmediatamente sino a una media hora después del ataque, supuestamente por un avión Boeing 757 que volaba a varios cientos de millas por hora a extremadamente baja altura; que el hueco de entrada fue suficientemente grande sólo para el diámetro de la nariz de un Boeing 757; que los restos de ningún avión comercial Boeing fueron encontrados ni dentro ni fuera del Pentágono; y que el gobierno, aparte de no liberar videos que demuestren que el avión fue un avión comercial de la Boeing, además confiscó los videos de una gasolinera cercana al Pentágono. Finalmente, la Comisión explicó la decisión de los terroristas de no atacar una central nuclear en términos de que, a causa del espacio aéreo restringido alrededor de una central nuclear, el avión sería derribado por un misil. Pero la Comisión ignoró simplemente el hecho de que el espacio aéreo alrededor del Pentágono seguramente también es restringido y que solo un avión militar podría colarse sin activar las baterías antimisiles del Pentágono. 

El Capítulo 4 comentó que mientras la Comisión hizo un gran esfuerzo en demostrar que no fue temor lo que mantuvo al presidente alejado de Washington después de los ataques, la Comisión trató sólo superficialmente un problema aun más grave: ¿Por qué el presidente y el servicio secreto no se mostraron con temor durante la primera hora cuando ellos debieron haber estado bastantes atemorizados por ser posibles blancos del ataque? La Comisión erró en desafiar la distorsionada justificación de que el servicio secreto de las opciones disponibles, como si la única alternativa a abrir la puerta y salir corriendo fue sólo para el presidente de quedarse con los niños de escuela donde estuvo una media hora más después de los ataques, arriesgando la vida de los niños, maestros y padres presentes.

En el Capítulo 5, se discutió cómo la Comisión omitió cualquier discusión de las advertencias previas recibidas por el fiscal general Ashcroft, el alcalde de San Francisco Willie Brown y por varios funcionarios del Pentágono. La comisión erró en no mencionar las advertencias del importante abogado de Chicago, David Schippers, quien dijo haber recibido avisos de varios agentes de la FBI. La Comisión erró también en no mencionar a estos agentes de la FBI, quienes dijeron saber la fecha y los objetivos exactos de los ataques, mucho antes de que ocurrieran. La Comisión falló igualmente al no investigar a la Agencia Nacional de la Seguridad (NSA), que interceptó supuestamente una llamada del autor intelectual de los ataques, Khalid Sheij Mohammed (KSM) llamando al terrorista principal Mohamed Atta, el día antes de los ataques de 9/11, dándole la autorización final para ejecutar el plan. Esto no fue traducido hasta después del 9/11. Finalmente, con respecto a las compras masivas de opciones futuras de compañías cuyos precios en la Bolsa de Valores caerían como consecuencia de los ataques, la Comisión solo negó que haya existido algún delito de “conocimiento interno previo” por parte de algún inversionista. 

En el Capítulo 6, las omisiones en el informe Kean-Zelikow incluyeron también la evidencia de que Osama Bin Laden (OBL) había estado recientemente en un hospital norteamericano antes del 9/11, donde fue visitado por un agente de la CIA; la evidencia de que OBL no había sido repudiado realmente por su propia familia y la familia real Saudita; la evidencia de que el esfuerzo de capturarlo en Afganistán fue solo un circo; y el informe investigativo del periodista Gerald Posner, que de acuerdo al testimonio de un alto miembro de Al Qaeda, Abu Zubaydah, por lo menos tres miembros de la familia real Saudita (que murieron por causas misteriosas después del 9/11) sabían que los ataques de Al Qaeda en EEUU habían sido planificados para el día 9/11. El informe final de la Comisión 9/11 además, claramente, distorsionó hechos conocidos al negar que ningún oficial Saudita y ni la Princesa Haifa habían dado dinero a miembros de Al Qaeda ni directa o indirectamente.

El Capítulo 7 reveló varias manipulaciones de la verdad por parte de la Comisión: por ejemplo, su ignorancia en relación con los vuelos del día septiembre 13, que evacuaron a ciudadanos Sauditas en vuelos privados y comerciales, cosa que ya había sido revelada anteriormente por el periodista y escritor progresista norteamericano Craig Unger. Otros ejemplos del reporte son el ignorar la evidencia de que unos 300 Sauditas dejaron el país en los días siguientes al 9/11; la falsa sugerencia de que todos aquellos que debían ser considerados como “personas de interés” no fueron completamente interrogados por la FBI; y la pretensión de que el Príncipe Bandar no estuvo implicado en la preparación de estos vuelos. El informe Kean & Zelikow erró también al no indicar que el propio presidente o algún subordinado autorizando estos vuelos es culpable de obstruir una investigación criminal. 

En el Capítulo 8, las omisiones relacionadas con la FBI fueron discutidas, donde la Comisión no mencionó los serios alegatos del agente de la FBI Robert Wright sobre obstrucción por parte de la sede principal de la FBI; omitió también la acusación de la agente de Minneapolis Coleen Rowley sobre sabotaje por parte de la sede de la FBI en el caso de complot contra el terrorista sobreviviente Moussaoui; que también ignoró la protesta crucial de que un agente en la sede central de la FBI alteró su petición sobre la Ley Vigilancia por Parte de Inteligencia Extranjera antes de ser emitida; que la Comisión eliminó del registro todos los detalles comprometedores presentados en testimonio de 3.5 horas por la traductora despedida de la FBI Sibel Edmonds; y que evidentemente no entrevistaron a ninguno de los agentes de la FBI que Edmonds acusó de mala conducta extrema, tales como Mike Feghali y Thomas Frields. Finalmente, poniendo la carta de Edmonds al Comisionado Kean junto a la carta de ex-empleados federales enviadas a miembros del Congreso de EEUU, se puede inferir que la Comisión ignoró de una manera muy semejante el testimonio de los otros 24 ex-empleados federales quienes, además de Edmonds, firmaron esta carta, que dice en una de sus partes:

“La omisión es uno de los problemas más graves del informe de la Comisión. Estamos enterados de asuntos muy significativos y casos que fueron debidamente reportados a la Comisión por muchos de nosotros con conocimiento directo... Problemas serios y graves dentro de las agencias del gobierno fueron informados igualmente a la Comisión pero estos no fueron incluidos en el informe final”.

Si cada una de esas otras 24 personas, al igual que Edmonds, hubiese escrito una carta pública que explicara la naturaleza de sus testimonios, el público tendría seguramente una lista mucho más larga de los asuntos que la Comisión ignoró. 

El Capítulo 9 demostró que el Informe Kean-Zelikow omitió varios hechos que si se hubiesen conocido, quizás hubiesen amenazado la ayuda continuada y la cooperación con Pakistán y su servicio de inteligencia el ISI. Por ejemplo, la presencia del jefe del ISI, Mahmud Ahmad, en Washington la semana antes del 9/11; la evidencia de que Ahmad ordenó a un agente de la ISI a enviar $100.000 al terrorista Mohamed Atta; la evidencia de que funcionarios del gobierno de EEUU, después de que se supo de este pago, presionaron al gobierno pakistaní a “retirar” a este funcionario; la evidencia sobre la participación de la ISI en el asesinato del líder afgano de la Alianza del Norte, Ahmad Shah Masoud, el 9 de septiembre del 2001; la evidencia de que el terrorista KSM, quien supuestamente le dio a Mohamed Atta la autorización final para los ataques del 9/11, estaba ligado a la ISI; la evidencia de que el periodista estadounidense Daniel Pearle fue asesinado por agentes de la ISI, quizás por KSM; la evidencia de que Mushaf Ali Mir, un oficial militar con conexiones a la ISI, supo de los ataques del 9/11 meses antes; y la evidencia de que en 1999, el agente de la ISI, Rajaa Gulum Abbas, predijo la destrucción de las torres gemelas. Vimos, finalmente, que la Comisión, seguramente muy familiarizada con la evidencia del pago de la ISI al terrorista M. Atta, concluyó no haber encontrado “ninguna evidencia” de que algún gobierno extranjero había suministrado financiamiento a Al Qaeda.

En el Capítulo 10, se discutió que la Comisión 9/11 omitió la referencia a varios hechos que sugieren que la administración de Bush tuvo intereses del tipo que podría haber proporcionado los motivos para arreglar o permitir por lo menos los ataques del 9/11. El informe de la Comisión excluyó, en particular, la referencia de la administración de Bush en cuanto a los ataques del 9/11 como “oportunidades”; la declaración del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (una organización neoconservadora que apoya mas militarización de EEUU) de que “Un Nuevo Pearl Harbor” sería útil para producir la deseada transformación de las fuerzas armadas; el hecho de que Rumsfeld, Myers y Eberhart, eran los encargados de la defensa aérea de los Estados Unidos el día 9/11 y eran también los promotores más entusiastas del Comando Espacial de EEUU, para el cual Rumsfeld obtuvo bastante financiamiento del gobierno debido a los ataques del 9/11; la evidencia de que la guerra en Afganistán fue solo por el control de la gasolina, el petróleo y una mayor presencia militar en Asia Central y no por la paz y los derechos humanos; la evidencia de que varios miembros de la administración de Bush habían estado muy ansiosos por mucho tiempo en crear una guerra para obtener el control de Irak; y el hecho de aquel memorándum de Rumsfeld en el que indicó que él quería atacar a Irak, aun sin haber estado implicado en los ataques del 9/11. 

Pero hay otras partes del Informe Kean-Zeilkow que no fueron incluidas en este libro. El autor no tiene la menor idea de cuántas más omisiones o manipulaciones se hallan en esas partes. Sin embargo, de las omisiones y manipulaciones discutidas en el libro, el autor concluye que el informe final de la Comisión simplemente no es confiable.

Si este informe que según debería de ser una autoridad no lo es, el público norteamericano necesita una explicación en cuanto a por qué no lo es. A fin de cuentas, las personas generalmente no manipulan la verdad sin ninguna razón. Por lo menos, la parte de la explicación podría estar en los conflictos de interés inherentes con el director ejecutivo de la Comisión. Dada la relación tan cercana, personal, profesional e ideológica de Phillip Zelikow con Bush y la Casa Blanca, éste no podría ser capaz de dirigir de forma objetiva, la búsqueda independiente e imparcial de la verdad sobre los ataques del 9/11, especialmente si la Casa Blanca fue cómplice de esos ataques (si fue con intención o solamente por falta de atención).

El autor enfatizó este problema inherente con la Comisión 9/11, junto con el hecho de que sus dos miembros principales eran miembros del partido republicano, haciéndola llamar la Comisión Kean - Zelikow.

Queremos agregar a este texto que transcribimos, apenas una frase de una interesante retrospectiva histórica sobre el movimiento de los talibanes en Afganistán, con la cual su autor, el escritor y periodista Manuel Leguineche fundador de las agencias de noticias Colpisa y Fax Press, corresponsal de guerra en el Pacífico cerraba su informe al respecto: “Estados Unidos había creado un monstruo, un Frankenstein, al apoyar a Bin Laden y sus compañeros mártires en su lucha contra el soviético. Ahora por fin se cerraba el ciclo: los talibán se enfrentaban como Bin Laden quería, a la primera potencia atea, materialista y corruptora de la tierra”. (Hacía referencia el autor en párrafos anteriores de su nota original, justamente a los hechos del 11 de septiembre de 2001)

Fuente: Libro Irán, el país que Estados Unidos quiere destruir; Editorial Elhame Shargh

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www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

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