UNA BREVE HISTORIA DEL ISLAM

Visión general de la vida del Profeta del Islam

Por: Dr. Nazir Hasan Zaidi

 

Valoración de su carácter

El Profeta, el más elevado era un modelo de rectitud, sabiduría, clemencia y justicia. Su honestidad y honradez eran incuestionables. Era amable con todos, justo en todos los asuntos, misericordioso aun con sus enemigos; un legislador sabio y un comandante imperturbable en el caos del campo de batalla. Su ingenio organizador hizo que los beligerantes e individualistas beduinos se unieran y convirtió su tendencia natural al asalto en una caballerosidad disciplinada. Estableció la idea de una hermandad universal entre la humanidad, y creó una pasión por el sacrificio, la caridad, y el compañerismo.

Logros y Reformas

La prédica de Muhammad fue tan impresionante y efectiva que en 20 años cambió por completo la actitud de los árabes incrédulos. La muerte, cuya sola mención hace temblar al hombre, se convirtió en algo adorable, digno de ser deseada por los creyentes. Se abolieron los embriagantes y el juego. El adulterio se convirtió en un pecado abominable castigado con un gran suplicio. La acumulación, el engaño en los negocios, y la adulteración fueron declarados crímenes malditos. Se puso fin al baile, al canto y a la usura. La esclavitud, la cual era un acto recíproco que se daba sólo en la batalla y en la cual persistía la sociedad, se llevó a su fin mediante sabios y graduales pasos, prescribiendo que la liberación de un esclavo era un acto de gran piedad y una expiación para varias obras pecaminosas.

Muhammad elevó el estatus de las mujeres al decir que los hombres y las mujeres son hijos de Adán y Eva; que el paraíso se encuentra a los pies de las madres. Les prestó la debida atención; era cortés con sus esposas y se ponía de pie cada vez que su hija Fátima se aproximaba, estableciendo por lo tanto, el patrón de respeto que se debería mostrar a la Primera Dama del Islam.[1]

La enseñanza del buen comportamiento y normas

El Profeta estableció reglas de cortesía y etiqueta. Enseñó modales para una reunión y en la mesa; también enseñó la manera de dirigirse a los demás y de hacer cumplidos. “Saludar con una sonrisa es el mejor regalo. Controla tu lengua; no hables mal de nadie ni reveles los vicios de las personas; encubre los defectos de los demás; evita las miradas o pensamientos lujuriosos; nunca utilices tu lengua para ofender; se bondadoso aun con los animales32, con todas las personas, especialmente con tu vecino, tus familiares y tus padres. Se moderado en tu discurso y en tu andar; se justo aun con tus enemigos”. Muhammad prohibió estrictamente invadir a una comunidad inofensiva así mismo prohibió que en una batalla se hostigara al clero, a la mujeres y a los ancianos. El Profeta dictó normas para la guerra y la paz, reguló el matrimonio y el divorcio, la herencia, las transacciones y el comercio; inclusive estableció las normas de higiene personal y la importancia del baño. Él fue un gran moralizador que predicaba la caridad, la honestidad y la práctica de modales. Decía que la esencia de su misión consistía en la consecución de la perfección moral.[2]

La dignidad y la humildad hacían parte de él. “Sus triunfos militares no lo hacían una persona orgullosa, lo cual hubiese sucedido si los hubiese buscado por motivos egoístas. Cuando estuvo en la cima de su poder siempre mantuvo la misma simplicidad en sus modales y en su apariencia al igual que en sus días de adversidad.”[3]

Poligamia

El Profeta era un padre cariñoso y un esposo afable con su familia. La acusación de lascivia que se ha hecho contra él no tiene peso. Muhammad tuvo nueve esposas de las cuales ocho eran viudas y mayores de edad cuando se casaron con él. Ninguna de ellas poseía riquezas o estaba en la flor de la juventud excepto una. Estos matrimonios, los cuales realizó después de los 53 años de edad se debieron a meras tácticas políticas mediante las cuales nueve orgullosas tribus aceptaron escuchar la prédica de su yerno y gradualmente se convirtieron a la Fe. Era prácticamente la cabeza de un vasto estado con riquezas a su disposición, aun así llevó una vida sencilla de austeridad, la cual compartía sus esposas. Los hombres sensuales y sus esposas nunca toleran las privaciones o carencias (siempre quieren llevar una vida suntuosa). Muhammad era un ferviente adorador por las noches y un ocupado administrador durante el día y no podía entregarse a los placeres y a las pasiones.

Ejército

No había un ejército regular. Se suponía que todos los adultos varones se presentarían rápida y voluntariamente bajo el estandarte de reclutamiento de su tribu, siempre que algo atentara contra la seguridad de su hogar. No se hacía ningún pago por un servicio militar activo o de reserva, se tenía derecho al botín de guerra el cual tenía una sanción legal bajo las condiciones de guerra predominantes. Era un deber religioso de todo musulmán mantenerse bien equipado y en completa preparación para el llamado a la batalla. Al ser de un temperamento sosegado, el Profeta siempre evitaba la guerra. Las batallas que le tocó librar fueron o porque se vio arrojado a ellas o para evitar un peligro eminente que amenazaba la causa del Islam o las vidas de sus seguidores. Incluso, en Tabūk el Profeta retiró su bien equipado ejército cuando se enteró que el gobernador sirio no quería traspasar las fronteras del estado islámico.

Desde su matrimonio con Ĵadiya, el Profeta entra en la luz de la historia. Los biógrafos han descrito con detalle cada incidente de su vida sin dejar nada abierto a conjeturas. Con base en los relatos que se nos han transmitido no es difícil formarse una clara idea de su temperamento, sus motivos y sus acciones. El Profeta poseía una personalidad atrayente; era querido y respetado por todos. Han pasado 1400 años desde entonces, y sólo el pensar en ese gran reformista hace que toda alma sensible lo recuerde con respeto. Cerca de 900[4] millones de musulmanes imitan con orgullo su comportamiento y sus maneras, y la sola mención de su nombre en una reunión, crea un silencio solemne en la audiencia.

Códigos Morales

El sagrado profeta fomentaba la hospitalidad con los invitados y con el viajero; esto impulsó a muchos musulmanes a embarcarse en largos viajes. Todo viajero estaba seguro que al final de su jornada recibiría alimento y abrigo en una mezquita o en una casa. El Profeta dijo que visitar a los enfermos es un acto piadoso: ‘Sigue escribiendo a un amigo que haya salido de viaje, y cuida de su familia’; se daba gran énfasis a la cortesía. “He sido enviado para enseñarle a la humanidad la nobleza del carácter y la conducta…”Considerando todos los legisladores del mundo, ninguno ha reunido un código de leyes tan completo y tan detallado como el que nos dejó el Mensajero de la Meca. Los mandamientos de Confucio, Buda, Zaratustra, Platón, Maquiavelo, Moisés y el Señor Jesús están a nuestra disposición. Puestos en la balanza de la sabiduría y la utilidad, ninguno puede compararse con el documentado por el versátil Filósofo de Arabia. El vasto corredor del Tiempo siempre hará eco de las pisadas de ese gran Legislador.

Estatus social de las Mujeres

Antes de la aparición del Islam, el estatus social de las mujeres era patético. En todas partes se las miraba con desdén y se las consideraba faltas de fe, sucias y causa de conflictos. La enseñanza de Muhammad elevó el estatus de la mujer, declarándola como la compañera del hombre. La esposa, la hermana, la hija, se convirtieron en la brújula del honor de un hombre. “El paraíso se encuentra a los pies de las madres” decía el Profeta. En el matrimonio, la disposición al mismo por parte de la novia se volvió obligatoria, y esta puede anular el contrato matrimonial si no lo encuentra aceptable. El divorcio, el cual arruina la trayectoria de la mujer, y el cual es responsable de la destrucción de la paz doméstica en Europa y América, se consideró un acto detestable. El Profeta le puso tantas restricciones que la idea de un esposo de divorciarse en un arranque de ira no tenía validez.

La poligamia, bajo estrictas condiciones sólo era permitida en casos de emergencia, como en la posguerra, cuando la guerra cobra tantas víctimas que algunas veces los tres cuartos de los varones de una sociedad son asesinados. (Ver el caso de Alemania en 1945 después de la segunda guerra mundial). Alojar a las viudas y a los huérfanos dignamente es una sabia solución al problema, y debe ser adoptada por toda sociedad sensata. En emergencias nacionales a las mujeres se les permitía servir como enfermeras o vigías. Algunas musulmanas como Safiya, eran tan valientes que fueron capaces de hendir la cabeza de un judío enemigo espía en la batalla de la Trinchera.

El mejor educador

El conocimiento es el ornamento del hombre, pero desde hace muchos siglos el estudio y el aprendizaje habían estado monopolizados. En todos lados, los únicos privilegiados de asistir a los templos y a los recintos del fuego sagrado para adquirir conocimiento y ciencia por parte del sacerdote eran los hijos de los nobles. Muhammad instó a los hombres y a las mujeres a que adquirieran conocimiento. “Aprende desde la cuna hasta la sepultura;” “Adquiere conocimiento así tengas que ir a países lejanos”; “La tinta del erudito es más valiosa que la sangre de un mártir” ¡decía el Profeta! Fue debido a estas aseveraciones que los musulmanes desarrollaron un gran deseo por emprender largos viajes y adquirir conocimiento. La insaciable sed de conocimiento, produjo celebres pensadores, filósofos y eruditos como Avicena, Al-Bruno, Averroes, Farābi, Tūsi, Zakariya Razi, Al-Ghazali, etc.

La vida diaria carecía de adornos. Las cabañas y las casas de ladrillos secados al sol no tenían muebles. El alimento consistía en pan casero, dátiles y leche. La carne era escasa; los platos exquisitos eran desconocidos. Las necesidades para la vida consistían en ropa burda, harina de cebada, sal, vinagre, sandalias, espada y lanza. Con una moneda de plata se podían comprar dos cabras o 100 libras de harina.

En los dos últimos años de su vida Muhammad ya era prácticamente el gobernador de toda Arabia. Los ingresos provenientes de los impuestos, el diezmo y el Ĵums (el quinto) eran inmediatamente distribuidos entre los desposeídos. La división del trabajo era necesaria para la administración. En consecuencia, Zubair supervisaba los impuestos, etc. Mughaira ibn Shu’ba estaba encargado de negociar con las tribus. Alí tenía la responsabilidad de propagar la Fe en lugares apartados, labor que requería de valentía, familia noble y elocuencia. El crimen era desconocido, por lo tanto el departamento de policía era rudimentario. El ejército regular, posteriormente inventado por los reyes no existía. En cualquier momento que se llamara a la Yihad (lucha en la causa de Dios) los hombres aptos para la batalla de distintas tribus se congregaban bajo el estandarte del Profeta. Distintos batallones solían estar bajo la comandancia de Alí, Zubair, Sa’ad ibn Abi Waqqas, Khalid, Zayd ibn Hāriża y Ya’far Tayyar, etc.

La vida en aquellos días era sencilla. Los beduinos llamaban “morada” a sus raídas tiendas. Muchas casas de las poblaciones eran meras cabañas. El pan de trigo o cebada era la principal fuente de alimento y se comía con sal, vinagre o sopa. Las carnicerías no eran comunes, la carne era escasa y difícilmente se consumía una vez a la semana, ya fuese en una fiesta o como regalo de un amigo. Las velas eran raras; la gente solía irse a dormir después de las oraciones nocturnas y se levantaba temprano en la mañana. El sentido de lo estético se limitaba a la higiene personal y la vestimenta. El uso del perfume era altamente recomendado. No se aprobaba dibujar a los animales y a los humanos; bajo el Islam, este arte había derivado en la ilustración de libros y en la caligrafía. Se prohibió la música; la inclinación hacia ésta tuvo como válvula de escape recitar los versos del Corán en un tono solemne, como continúa haciéndose en la actualidad. Algunas tradiciones indican que a algunas niñas de temprana edad se les permitía, quizá, cantar canciones simples acompañadas por un tambor de marco en los matrimonios o en los nacimientos.

 

Fuente: Libro “UNA BREVE HISTORIA DEL ISLAM (Desde sus inicios hasta 1995)”

Editorial Elhame Shargh

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[1] Tirmiḍi, II,  traducido, pág. 795

[2] La bien conocida tradición. El Corán la ha elogiado. Ver el Capítulo 68:4

[3] Washington Irving. La Vida de Muhammad. pág. 199.

[4] Población aproximada de musulmanes en el mundo según el año en el cual  fue escrito el libro. Hoy en el 2015 son más de mil millones en total aproximadamente. (N. del Traductor)