El profeta iletrado

Por: Prof. Murtada Mutahhari

Los Profetas surgen del seno del pueblo. Ninguno de ellos proviene de la élite de los sabios. Pero al mismo tiempo abordaron problemas y trataron cuestiones que asombraron a los sabios... Tampoco los profetas eran políticos profesionales, la vía que mostraron les pareció a ellos mismos desconocida e impracticable al principio. Sin embargo, el movimiento que imprimieron a la sociedad y la transformación que iniciaron en ella ha asombrado a los políticos y ha dejado estupefactos a los sabios y a los buscadores por la evolución intelectual y científica que produjeron.

Aquellos que han creído en los profetas han calificado su obra de divina y a veces milagrosa. Los que no les han creído, les han calificado de geniales. Otro grupo, que veía sus intereses en peligro, han declarado que los profetas eran sostenidos por otros personajes. Estos últimos, a fin de probar sus dichos, han señalado que los profetas sabían leer y escribir.

Tras conocer la vida del muy noble Profeta, es innegable que no recibió ninguna enseñanza sea cual sea y que no consultó libro alguno de ninguna clase.

Por lo demás, ningún historiador sea o no musulmán, ha podido afirmar lo contrario, tanto si se refiere a su infancia y juventud como si se evoca su edad adulta y vejez, época precisa correspondiente al Mensaje Revelado. Por lo mismo, nadie ha podido afirmar o presentar la prueba de que el Profeta haya leído, sea lo que sea, o escrito una sola palabra, antes de su misión.

Los árabes de aquel  tiempo, sobretodo los del Hiyaz, eran iletrados, excepto algunos raros individuos que se podían contar con los dedos de la mano, siendo así inconcebible que una persona sabiendo leer y escribir  pudiese pasar desapercibida.

En su tiempo, el Profeta fue calumniado y difamado por las gentes hostiles a su mensaje, no por el hecho de si sabía leer y escribir, sino porque le acusaban de plagiar otras enseñanzas. Como pudiera ser que tuviera nociones rudimentarias de escritura y lectura, esta acusación puede ser con rigor posible.

LOS TESTIMONIOS

Los orientalistas, escrutando la historia islámica con ojo crítico, no han podido descubrir el menor vestigio de un conocimiento de la escritura y lectura por el Profeta. Han debido admitir que era iletrado y había crecido entre un pueblo analfabeto. Carlyle escribe en su libro “Los Héroes” que hay que admitir que Muhammad no recibió  ninguna enseñanza tras un maestro y que la escritura era de importación reciente entre el pueblo árabe: “Creo que la verdad es que Muhammad no conocía ni la escritura ni la lectura y que no conocía más que la vida del desierto”.

Will Durant escribe en “La Historia de la Filosofía”: “Aparentemente, nadie pensó en enseñarle (a Muhammad)  a leer y escribir. El oficio de escribir no gozaba de consideración a los ojos de los árabes, es por lo que no había más de diecisiete personas sabiendo leer y escribir”. 

Ignoramos si Muhammad ha escrito una línea de su propia mano pues, tras el inicio de la Revelación, utilizó un escriba particular dictándole el más célebre y sabio de los escritos en árabe, donde los detalles reflejan un conocimiento muy superior al de los instruidos.

Jean Dion Pourth escribe en su libro “La justicia debida a Muhammad y al Corán” : “En cuanto a la enseñanza y educación, tal y como son perpetuados en el mundo, se piensa unánimemente que Muhammad no ha estudiado y que no ha conocido más que lo que es corriente en su tribu”.

Constan V. Giusgiu escribe en su libro “Muhammad, el Profeta que debe ser conocido de nuevo”: “Aunque haya sido iletrado, los primeros versículos revelados mencionan la pluma y la ciencia, es decir, la escritura y la enseñanza. Ninguna de las más importantes religiones ha concedido al desarrollo de la ciencia y del conocimiento tanto valor, ni le atribuye un lugar tan privilegiado como la religión islámica. Si Muhammad era un “sabio” no habría lugar a asombrarse del misterio de estos versículos enunciados en una caverna de Hirah pues el sabio conoce el valor exacto de lo que dice. Pero Muhammad era iletrado y el alumno de nadie.  A mi vez felicito a los musulmanes por el lugar elevado que ocupa el conocimiento en su religión”.

Gustavo Lebon ha escrito en su libro “La civilización arabo-musulmana”: “Es sabido que el Profeta era iletrado y esto es exacto según el modo de pensamiento analógico. Si fuera sabio, la relación entre los asuntos y los capítulos coránicos habría estado mejor arreglada. Y, si no era iletrado, no habría podido difundir una nueva ideología. El hombre iletrado conoce mejor las necesidades del ignorante y puede dirigirlas más fácilmente hacia la buena vía. De todas maneras, fuese o no fuese iletrado, no hay ninguna duda que poseía el mejor espíritu y la mejor inteligencia”. Sin embargo, las ideas materialistas de Gustavo Lebon y la dificultad que tuvo para penetrar en el contenido del Corán, pues no comprendía los vínculos entre los versículos, le llevaron a menospreciar al Profeta y al Corán. A pesar de ello reconocía la inexistencia de cualquier signo que permita afirmar un conocimiento previo de la lectura y de la escritura por parte del Profeta del Islam.

En realidad nuestro propósito no era extraer y citar los argumentos de estos autores no musulmanes, que guiados por su escepticismo han hecho minuciosas búsquedas en la historia del Islam a fin de descubrir en ella pruebas válidas para socavar nuestras profundas convicciones. En verdad que los musulmanes son los más cualificados para dar sus puntos de vista sobre la Historia islámica. Es evidente que si el Profeta hubiera tenido conocimiento de la escritura, este hecho no habría podido escapar al ojo crítico de los buscadores.

Así, el breve encuentro del noble Profeta acompañado de Abi Talib con el monje Bahira , intrigó mucho a los orientalistas. Este encuentro tuvo lugar con ocasión de un alto en el camino de La Meca a Siria. Los orientalistas siempre se han preguntado si el Profeta había aprendido algo con ocasión de este encuentro. Si este encuentro insignificante ha llamado la atención de los nuevos y antiguos opositores al Islam, entonces cualquier documento probando que el Profeta sabía leer o escribir no habría, sin duda, podido escapárseles. Y si tal documento existiese habría, sin duda, sido aumentado bajo la lente de sus microscopios.

Para elucidar más aun esta cuestión, hay que tomar en consideración los dos puntos siguientes: período anterior y período posterior a la misión profética.

Es necesario que insistamos aún más sobre la aptitud para leer y escribir del Profeta durante el período posterior a la misión. Estamos por lo tanto en perfecto acuerdo con los investigadores sobre el hecho de que el Noble Profeta fue analfabeto antes de su misión: en efecto, pensamos que era todavía analfabeto en aquel momento. Lo que parece más verosímil para esta época, es que no escribía. De todas formas, las opiniones difieren en cuanto a su aptitud para leer. Algunos hadices shiitas relatan que sabía leer en la época del Mensaje pero que no sabía escribir. Otros hadices desmienten este hecho. Sin embargo, si se consideran todas las búsquedas y las pruebas dadas, podemos concluir que el Profeta no sabía leer ni escribir tampoco en la época del Mensaje. En cuanto a la época anterior al Mensaje, debemos hacer una investigación profunda sobre la situación general del arte de escribir y leer en la Península Arábiga.

LA ESCRITURA EN EL HIYAZ

El estudio de las corrientes históricas nos muestra que, al alba del Islam, no existía en la península más que algunos individuos, en muy limitado número, sabiendo leer y escribir. Al Baladhuri nos relata al final de su libro “Futuh al-Buldan” (La conquista de las regiones)  el inicio de la escritura en el Hiyaz:

“Tres personas se reunieron, Moramir Ben Mullah, Aslam Ben Sadzah y Amir Ben Yadrah. Establecieron una escritura, copiando las letras árabes de las letras sirias. Las enseñaron a las gentes de Al Anbar que las transmitieron a continuación a las del Al Hirah. Bashir Ben Abdulmalik, hermano de Akdin Ben Abdulmalik Ben Abdulyinn Al Kindi, gobernador de Dawmat-ul-Yahdal  -un cristiano- iba y venía al territorio de las gentes de Al Hirah. Es así como aprendió allí su escritura. Más adelante, se dirigió a la Meca para negocios. Un día, Sufian Ben Abd Shams y Abu Qais Ben Abd Manaf Ben Zohra Ben Halek, que le vieron escribir, le pidieron que les enseñara el alfabeto: es lo que hizo. Los tres partieron enseguida a Ta’if por negocios. Allá, tuvieron por compañero a Guilan Ben Salmah Az Zaqafi a quien enseñaron el arte de escribir. Bishir les dejó  yéndose a Madher donde enseñó este arte a Amri Ben Zararah apodado “El escribiente”. Posteriormente, Bishir se volvió a Siria donde difundió a otras personas este alfabeto. Por lo mismo, un hombre de Zabakhat Kalb aprendió también la escritura al lado de los tres primeros citados anteriormente, después le enseñó a su vez a un hombre de la tribu del Wadi al Qura que trajo este arte a su tribu».

Así mismo, Ibn Al Nadim ha hecho alusión a lo que ha escrito Baladhuri  en su obra “Al Fihrist” (El inventario. El primer arte del primer artículo). Y relató que Ibn Abbas dijo que la escritura árabe tuvo tres precursores de la tribu de “Bulan” (sub-tribu de los Anbar) que transmitieron a continuación su conocimiento a las gentes de Al Hirah.

Así mismo, Ibn Jaldun menciona una parte del pasaje recitado y lo confirma en su Muqaddima  (capítulo donde la escritura es presentada en tanto que creación humana). Al Baladhuri relata que no había mas que diecisiete hombres sabiendo escribir entre los Quraishitas: Omar Ben Al Jattab, Ali Ben Abi Taleb, Ozman Ben Affan, Abu ‘Ubayda Ben Al Yarah, Talha, Yazid Ben Abi Sufian, Abu Hudaifa, Ben Utba Ben Rabi’a, Hatib Ben Amru, el hermano de Suhail Ben Amru al Amiri de Quraysh, Abu Salama Ben Abd al Assad Al Majzumi, Aban Ben Said, Abdullah Amiri, Abu Sufian Ben Harb Ben Umaiia, Mu’awia Ben Abi Sufian, Yahim Ben Al Calt y finalmente entre los asociados de los Quraishitas, Al Ala Ben Al Hadhrami.

Al Baladhuri, igualmente, no menciona más que una mujer quraishita de la época de la Yahiliiah (la Ignorancia) y contemporánea del advenimiento del Islam, sabiendo leer y escribir: Al Shifa Bint  Abdallah Al Adwi. Se convirtió al Islam y fue del grupo de los primeros emigrantes. Dijo también que ella enseñó a Hafza, la mujer del Profeta y que un día este último le dijo bromeando: “¿No enseñarás a Hafza el encantamiento de Al Namba igual que le has enseñado la escritura?”

Al Baladhuri cita también algunas mujeres musulmanas sabiendo leer pero no escribir como Hafza, Aisha y Umm Salama, esposas del Profeta; otras sabiendo leer y escribir como Karima Bint Muqadah y Bint Said quien reveló que su padre le había enseñado.

Al Baladhuri nombra también a los que eran los escribas del Profeta y afirma que el número de ellos que sabian escribir entre los Aws y los Jazray (las dos tribus de Medina) no sobrepasaba  once personas al principio del Islam.

De todo esto que acabamos de relatar, deducimos que el arte de escribir era reciente en la región de Hiyaz y que la situación era tal que cualquiera que lo dominase, era conocido por todos. Como no había más de una veintena de personas capaces de leer y escribir en Medina y La Meca, la historia ha podido retener los nombres. Y si el Enviado de Dios, el Profeta, hubiera pertenecido a ese grupo, seguro que ese dato sería conocido por todos. Esto demuestra claramente que no sabía ni leer ni escribir.

LA EPOCA DEL MENSAJE, PARTICULARMENTE EN MEDINA     

El estudio de todas las investigaciones realizadas nos proporciona la certeza de que el Enviado de Dios no sabía ni leer ni escribir en tiempos del Mensaje. Pero las opiniones de los sabios musulmanes, shiitas y sunnitas, difieren en este punto. En efecto, algunos de entre ellos consideran como improbable que la Revelación (Wahi) le haya gratificado con el don de todas las cosas salvo de la aptitud de leer y escribir. 

Es relatado en algunas tradiciones shiitas que el Profeta leía en tiempos del mensaje pero no escribía. Citamos la tradición relatada por As-Saduq en las “Causas de las leyes divinas” según la cual Abu Abdullah (el Imam As-Sadiq, con él sea la Paz) había dicho que “una de las cosas que Dios otorgó al Enviado de Dios es la aptitud de leer pero no la de escribir. Cuando Abu Sufian se dirigía hacia Uhud, Al Abbas escribió al Profeta. La carta le llegó mientras se encontraba cerca de los muros de Medina. Leyó la misiva y no informó de ella a sus compañeros. Les ordenó   entrar en Medina y cuando estuvieron en el interior de la ciudad, les informó de ella”.     

Pero la biografía de Zini Wahalan relata el incidente de la misiva de Al Abbas de otra manera: “Al Abbas escribió al Profeta, informándole de su reunión y de su partida. El mensaje llegó al Profeta mientras se encontraba en Quba. Al Abbas había pagado a un hombre de los Bani Ghifar para que llevara la carta a Medina en un plazo de tres días. Es lo que hizo. En cuanto recibió la carta, el Profeta la abrió y se la tendió a Ubai Ben Ka’ab quien le leyó el contenido. El Profeta le ordenó guardar el secreto y se dirigió a continuación a casa de Sa’ad Ben Ar-Rabi’a. Le informó del contenido del mensaje y le dijo: “¡Oh Dios! Espero que esto sea un bien y te pido que no lo reveles”.

Otros creen que el Profeta sabía leer y escribir en tiempos de la Revelación. Seied Murtadha dice (en el libro: Los Mares de las Luces): “Ashsha’bi y un grupo de sabios afirman que el Enviado de Dios no dejó este mundo sin haber sabido la escritura y la lectura”. Puede ser que se apoye en el hadiz del Dawat wal Qatif (El Tintero y La Pluma) que dice: “Es bien conocido en las recopilaciones de tradiciones y los libros de historia que el Profeta dijo: ‘Traedme tinta y una pluma para que os escriba una cosa gracias a la cual no os extraviéis jamás”. Pero la referencia de este hadiz no es válida pues no es evidente que el Enviado de Dios haya querido escribir con su propia mano. En efecto, si se supone que el Profeta haya querido dictar algo en presencia de algunas personas que quisiera tomar como testigos y que hasta tuvieran que poner su firma, entonces la expresión seguiría siendo: “para que os escriba alguna cosa gracias a la cual no os extraviéis jamás”. Y un contexto tal es justo, pues se trata aquí de un procedimiento literario concreto que es usado a menudo tanto en la lengua árabe como en otras lenguas.

LOS ESCRIBAS DEL PROFETA

Se puede citar de los relatos históricos islámicos antiguos y dignos de fe, que el Enviado de Dios tenía un grupo de escribas en Medina y que registraban por escrito la Revelación y las Palabras del Profeta, los contratos entre la gente y las promesas que hacía el Profeta a los politeístas y a las Gentes del Libro, las listas de donativos, de impuestos, botines de guerra y del Jums (impuesto anual de un quinto de lo que se ha ahorrado sobre algunas rentas) así como las numerosas cartas que el Profeta hacía llegar a diferentes personas. La historia nos reporta además de la Revelación y hadices, numerosos contratos y cartas del Profeta.                                                                                                                                       

(ver la continuación en archivo pdf)

Extraído del libro: «El Profeta UMMI» - Parte  I

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