Introducción a la Civilización del Islam
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Ibn Zamrak; poeta andalusí.
La civilización islámica es uno de los fenómenos más extraordinarios de la historia. Durante siete siglos, de 800 a 1500, el Islam marchó a la cabeza del mundo en pujanza, orden y extensión de gobierno, en finura de modales, en normas de vida y moral, en legislación humanitaria y tolerancia religiosa, en literatura, erudición, ciencia, medicina, arquitectura y filosofía. En el Islam, el arte y la cultura estaban más difundidos que en el Occidente medieval; había soberanos calígrafos, y los mercaderes, como los médicos, podían ser filósofos.
Presos de un prejuicio mal intencionado, los que hoy tildan de retrógrado al Islam se olvidan que si no fuera por los sabios musulmanes Occidente no conocería su desarrollo actual, el Renacimiento no hubiera existido, y difícilmente la civilización europea hubiera salido de su oscurantismo medieval.
Poseedores de un espíritu abierto estimulado por la Revelación divina, la ciencia fue cultivada siempre en tierras musulmanas sin jamás entrar en conflicto con la fe. Dios insta a buscar los signos de Su Presencia y Sabiduría en la creación, y obedeciéndolo sin prejuicios ni falsas limitaciones los musulmanes escribieron páginas fundamentales de la historia del saber humano. Y aunque Occidente ha heredado el estandarte de la ciencia, la ha separado de lo sagrado y la ética verdadera, dando como resultado un saber arrogante y una técnica muchas veces monstruosa y al servicio del mal.
Una obligación prioritaria: la búsqueda del saber
El Islam siempre ha enfatizado la adquisición de conocimiento. Dijo el Profeta del Islam, Muhammad Ibn Abdallah (570-632), que es conocido en Occidente por deformación fonética del árabe como Mahoma: «¡Id en busca de la ciencia a todas partes, hasta en la China!».
Igualmente recomendó: «¡Echad mano de la sabiduría y no mires el recipiente que la encierra!» y «Buscad la ciencia desde la cuna hasta la tumba».
Señalando además: «El que deja a su hogar en busca de conocimientos, sigue el sendero de Dios hasta el día de su regreso». Y «La tinta de los sabios es tan preciosa como la sangre de los mártires».
Su sucesor, que fue además su primo y yerno, el cuarto califa del Islam Alí Ibn Abi Talib (600-661), señaló lo siguiente:
«¿Han comprendido ustedes completamente qué es el Islam? Es por cierto un modo de vida (Din) basado en la verdad. Es como un manantial, guía del aprendizaje, del cual fluyen diversas corrientes de sabiduría y conocimiento. Es como una lámpara de la cual muchas otras lámparas son encendidas. Es como un altísimo faro de luz iluminando el sendero de Dios. Es una serie de principios y creencias que satisfacerán completamente a todo aquel que busca ansiosamente la verdad y la realidad».
El sheij az-Zarnuji, un religioso persa del siglo XIII, aconsejaba a sus estudiantes con estas palabras: «La búsqueda del saber se exige a todos los musulmanes, sean hombres o mujeres» (Az Zarnuji, Instrucción del estudiante. El método de aprender, Ta’lim al-muta’allim-tariq atta’allum. Hiperión, Madrid, 1991).
EL SAGRADO CORÁN
«En el nombre de Dios, Graciabilísimo, Misericordiosímo. Alabado sea Dios, Señor de los Universos. Graciabilísimo, Misericordiosímo. Soberano del Día del Juicio. Sólo a Ti adoramos y a Ti solo imploramos ayuda. Dirígenos por el camino recto, el camino de quienes agraciaste, no de los que han incurrido en la ira (de Dios), ni de los extraviados»
(Sura 1, Aleyas 1 a 7).
Una noche del mes de Ramadán del año 610, el Ángel Gabriel, se apareció al Profeta Muhammad en una caverna del Monte Hira, en el desierto próximo a La Meca. Díjole el ángel: «¡Recita! En el nombre de tu Señor, que todo lo ha creado,. que ha creado al hombre del crúor. ¡Recita! Que tu Señor es el Misericordiosísmo, que ha enseñando el uso del cálamo, ha enseñando al hombre lo que no sabía» (Sura 96, Aleyas 1 a 5).
La palabra «recitación» se dice en árabe Qur’an. El nombre de Corán se da a la colección de las revelaciones divinas hechas al Santo Profeta que conforman 114 Suras o capítulos, con un total de 6.236 aleyas o versículos, que suman 77.934 palabras y 323.621 letras (en árabe). El Sagrado Corán también recibe la denominación de al-Kitab, «el Libro» por excelencia, y al-Furqán, «la distinción», «la separación», porque distingue entre lo verdadero y lo falso y está dividido en secciones.
El libro inimitable
El arabista e islamólogo cristiano libanés naturalizado norteamericano Philip Khuri Hitti (1886-1978), hace esta síntesis del Sagrado Corán: «La longitud del Alcorán no es más que cuatro quintos del Nuevo Testamento, pero lo sobrepasa de lejos en utilidad práctica. No sólo es la base de la religión, el canon de la vida ética y moral, sino también el libro de texto en el que el musulmán empieza a estudiar lengua, ciencias, teología y jurisprudencia. Su influencia literaria es incalculable y dura todavía. Primer libro de prosa en árabe, estableció el estilo de las producciones futuras... El estilo del Alcorán es el estilo de Dios. Es diferente, incomparable e inimitable. Fundamentalmente esto es lo que constituye el carácter milagroso del Alcorán. De todos los milagros es el mayor: si se pusieran en colaboración todos los hombres y genios, no podrían hacer nada semejante (17:88)» (Philip K. Hitti: El Islam, modo de vida (Gredos, Madrid, 1973, pp. 57-58)).
CIENCIA Y FE
«El arte revela la belleza, creando así felicidad de la vida. La religión ofrece amor y es la música de la vida. La ciencia tiene que ver con la verdad, la justicia y con la razón, motivando así que el género humano sea inteligente. Necesitamos las tres: arte, religión y ciencia. La ciencia pura es necesaria en la vida, pero jamás suficiente por sí misma» (Introduction to the History of Science, vol. 1: From Homer to Omar Khayyam, Baltimore, 1931-1947).
George Alfred Leon Sarton (1884-1956),
historiador belga de la ciencia.
El Islam es un modo de vida. Como tal tiene tres aspectos principales: el religioso, el político y el cultural. Los tres se superponen e influyen mutuamente; algunas veces se pasa imperceptiblemente de uno a otro. Y esto es porque en el Islam nunca existió la separación de la ciencia y la fe, de lo religioso y lo político, como sucedió en Occidente a partir de la Revolución Francesa y las concepciones de la Ilustración del siglo XVIII.
El Islam, que comenzó como un movimiento simple y humilde de unas pocas tribus de Arabia, aumentó en el decurso del tiempo hasta convertirse en la fe y la cultura de algunos de los pueblos medievales más evolucionados. Hoy tiene aproximadamente mil cuatrocientos millones de fieles, que representan todas las razas, nacionalidades y grupos étnicos de los cinco continentes. De cada cinco hombres sobre la Tierra uno es musulmán.
Antes de comenzar a enumerar los científicos del Islam y sus logros, es preciso aclarar un aspecto muy importante para entender el conjunto de la civilización islámica. En primer lugar, cuando hablamos de Cultura Islámica y de Civilización Islámica nos referimos al quehacer tradicional e intelectual de los árabes, los bereberes, los persas, los mogoles, los turcos, los malayos, etc. El término islámico, o «sometido a la voluntad divina», es el correcto para identificar a las disciplinas que conforman las pautas culturales y artísticas de ese extenso territorio que va de Marruecos a Indonesia, de las estepas del Asia Central hasta las llanuras del África sudánica.
El Islam es eminentemente universalista y pluralista, rechaza los nacionalismos (engendrados por la Europa decimonónica), y es enemigo de todo clase de racismo y discriminación. Sin embargo, no es una contradicción hablar de Cultura Árabe o Civilización Árabe ya que el idioma por excelencia utilizado por sus pueblos era y sigue siendo el árabe. Precisamente, existen dos tradiciones islámicas que dicen textualmente: «Ciertamente es árabe quien habla árabe», y «La arabidad no viene del linaje sino del lenguaje».
Como veremos más adelante, la continuidad de la ciencia, el arte y la filosofía desde Egipto, la India y Mesopotamia, por Grecia y Bizancio, hasta el Islam oriental y occidental y de allí al norte de Europa y América, es uno de los hilos más brillantes de la trama de la historia.
LA ERA ISLÁMICA
«Él es Quien originó el sol alumbrador y a la luna luminosa, y determinó las estaciones de la luna, a fin de conocer el número de los años y su cómputo. Dios no creó esto sino con prudencia. El dilucida las maravillas a los entendidos»
(El Sagrado Corán: Sura 10, Aleya 5.)
La era islámica se calcula a partir del año de la Hégira o Emigración del Profeta Muhammad de La Meca a Medina, que tuvo lugar en el mes de julio de 622 de la era cristiana según el calendario gregoriano. Según las recomendaciones del Corán, que expresamente dispone que el tiempo se mida en relación con la luna, el año musulmán consta de 354 días y está dividido en 12 meses lunares de 30 o 29 días. Dado que el año lunar es más corto que el año solar, el día de Año Nuevo musulmán retrocede y vuelve a caer en la misma fecha cada 32.5 años.
La conversión entre datas islámicas y del calendario gregoriano cristiano se realiza mediante fórmulas sencillas que dan una aproximación adecuada a los fines comunes. Resultados más precisos requieren del uso de tablas especializadas para la conversión de fechas. Las fórmulas generales son las siguientes:
•Para obtener el año del calendario gregoriano correspondiente a una fecha de la hégira:
I) C = 0,97 x H + 622
donde C es la fecha en años cristianos, y H la fecha de la hégira.
• Para obtener el año de la era islámica a partir de una fecha del calendario gregoriano:
II) H = (C - 622) / 0,97
En ambos casos los valores de C o H deben expresarse en años y fracción decimal. Veamos un par de ejemplos:
A) ¿A qué año de la Hégira corresponde el 980 del calendario gregoriano? Reemplazando en la fórmula II tenemos:
H = (980 - 622) / 0,97 = 358 / 0,97 = 369
(desechamos los decimales).
B) ¿A qué año del calendario gregoriano corresponde el 1200 del calendario islámico? Reemplazando en la fórmula I tenemos:
C = 0,97 x 1200 + 622 = 1164 + 622 = 1786.
Actualmente (marzo de 2002) corre el año islámico de 1423, lo que puede comprobarse con las fórmulas anteriores.
Véase Manuel Ocaña Jiménez: Nuevas tablas de conversión de datas islámicas a cristianas y viceversa, estructuradas para concordar, día por día, años completos, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Ministerio de Cultura, Madrid, 1981.
Extraído del libro La Civilización del Islam; autor: Ricardo H. S. Elía
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