EL PODER DE ATRACCIÓN EN ‘ALI (P) –II
El amor a ‘Alí en el Corán y la sunnah
Por: Prof. Murtada Mutahhari
LOS MEJORES MEDIOS PARA PERFECCIONAR EL ALMA
La discusión previa sobre el tema del amor y el afecto fue una introducción, y ahora queremos formular gradualmente una conclusión. La parte más importante de nuestra discusión —de hecho el fundamento de la misma— es si el amor y el afecto por los próximos a Dios, y la devoción a las personas virtuosas, es una meta en sí misma, o si es un medio para purificar el alma, depurando la propia ética y adquiriendo virtudes y perfecciones.
En el amor animal, todo el interés y el anhelo del amante está enfocado en la forma física del amado, en la armonía de sus miembros, en el color y belleza de su piel, etc., y se trata de pulsiones instintivas que empujan y atraen al hombre. Sin embargo, una vez que se satisface el instinto, estas pasiones ya no arden, se enfrían, y eventualmente se extinguen.
Pero el amor humano, como hemos dicho, es algo vivo y dinámico; engendra obediencia y lealtad. Este es el amor que hace que el amante se asemeje al amado, haciendo que trate de ser una manifestación suya y una copia de su comportamiento, exactamente como dice Al-Juáyah Nasír Al-Din Al-Tusi en su comentario a la obra de Avicena Kitábu-l’ishárat ua-t-tanbihát (Tratado de las Directivas y las Observaciones):
«(El amor del) alma es aquél cuyo origen es la semejanza esencial del alma del amante con el alma del amado. El encantamiento del amante proviene, en su mayor parte, de las características del amado que surgen de su alma... Hace al alma tierna, anhelante y extática, y le otorga una delicadeza y sensibilidad que la separan de las distracciones del mundo».[1]
El amor propende a la asimilación y la semejanza, y su poder hace que el amante asuma la forma del amado. Es como un cable eléctrico que une al ser amado con el amante transfiriéndole a este último sus cualidades; y he aquí entonces que la elección del amado adquiere una fundamental importancia. Por esta razón el Islam ha dado tanta importancia al tema de la búsqueda del amigo y la elección del compañero. Hay muchos versículos (del Sagrado Corán) y dichos (del Profeta y los Imames) a este respecto, y eso porque la amistad provoca semejanza, genera belleza y trae imprudencia. Donde brilla su luz hace que los defectos se vean como perfecciones, y los abrojos como rosas y jazmines.[2]
En algunos versículos (del Sagrado Corán) y dichos (del Profeta y los Imames) se advierte contra el compañerismo, la amistad y el frecuentamiento de la gente dañina y corrompida, y en otros se exhorta a una pura amistad de corazón.
Dijo Ibn Abbás: «Estábamos en presencia del Profeta (BPD) cuando alguien preguntó: “¿Cuál es el mejor compañero?”, y él (BPD) replicó: “Es aquella persona que cuando la contemplas, recuerdas a Dios; que cuando habla aumenta tu conocimiento, y cuando actúa te hace pensar en el más allá y la Resurrección”.»
El género humano tiene una urgente necesidad del elixir del amor, amor hacia los hombres puros y virtuosos, para que ese amor, al desarrollarse, pueda generar un deseo de semejanza y similitud con ellos en el alma de las personas.
Se han recomendado infinidad de caminos para corregir la conducta y purificar el alma, y muchos métodos han visto la luz, uno de ellos el método socrático. Según él el hombre debe corregirse a sí mismo por medio de su intelecto y su propio proyecto. El hombre debe, como primera medida, adquirir una fe completa en los beneficios de la purificación moral, y en el perjuicio de su degradación, y recién entonces, encontrar una por una las cualidades despreciables de su alma con el instrumento de su intelecto (al igual que alguien que extrae uno por uno los pelos del interior de su nariz; o como un granjero que con sus manos arranca la cizaña de los surcos de su huerto, o como el que quiere limpiar el trigo de pedregullo y tierra con sus propias manos). Y luego debe limpiar estas bajezas del huerto de su ser. Según este método uno debe eliminar gradualmente las depravaciones morales con paciencia, perseverancia, esmero y cuidadosa reflexión, purificando el oro de su ser de las falsas monedas. Y quizás convenga aclarar que no es posible para el intelecto descargarse de esta tarea.
Los filósofos[3] procuran reformar la moral por la reflexión y el cálculo. Dicen, por ejemplo, que la pureza y la templanza son la causa del honor y el carácter de un hombre a los ojos de la gente, y que la codicia y la avaricia son las consecuencias de la opresión y la inferioridad; o bien dicen que el conocimiento es la consecuencia del poder y la habilidad, el conocimiento es así y asá, es el «sello del reino de Salomón», el conocimiento es la luz que ilumina el camino del hombre y le permite descubrir las trampas y pozos del sendero; o afirman que la envidia y la malevolencia son una enfermedad espiritual de la cual devienen perniciosas consecuencia en lo que a la sociedad concierne.
No cabe duda que éste es un camino correcto, y que estos medios son buenos. Pero nosotros estamos hablando del valor de estos medios en comparación con cualesquiera otros. Como un automóvil, por ejemplo, que es un buen medio, pero que cuando es comparado con un avión nos debe llevar a examinar cuidadosamente los alcances de su conveniencia.
En primer lugar, no tenemos argumentos contra el valor de la vía del intelecto en lo que respecta a la guía del ser, es decir desde el punto de vista de la medida en que —el así llamado «razonamiento intelectual»— revela la realidad en cuestiones éticas, qué es verdadero y concuerda con la verdad, y está libre de falsedad y error. Diremos solamente que hay incontables escuelas filosóficas de ética y formación humana, y que este problema no ha trascendido todavía las fronteras de la discusión y la argumentación en lo que al razonamiento concierne. Más aún sabemos que los sufís están todos de acuerdo cuando afirman:
La pierna de los razonadores es de madera,
y una pierna de madera es muy poco firme.[4]
Por el momento nuestra discusión no se ocupa de este aspecto, más bien le interesa cuán lejos ha llegado este camino.
Los místicos y la gente del camino espiritual han recomendado seguir el camino del amor y la amistad en lugar de aquel del intelecto y el razonamiento. Sostienen que uno debe encontrar un ser perfecto y atar del propio corazón el cabestro del amor y la amistad por tal hombre perfecto, dado que esto es menos peligroso que el camino del intelecto y la reflexión, e incluso más rápido. A modo de comparación digamos que estos dos caminos son como el viejo método de hacer algo manualmente y el más moderno de hacerlo con ayuda de una máquina. El efecto del poder del amor para eliminar los vicios morales del corazón es similar al que tienen algunas sustancias sobre los metales. Por ejemplo un (artesano) grabador elimina el material indeseable de un plato aplicándole un fuerte ácido y no utilizando un punzón o algo similar. El efecto del intelecto en la purificación de los vicios morales es como el trabajo de alguien que quisiera separar a mano limaduras de hierro del polvo; ¡qué tarea intrincada y difícil! Si tuviera a mano un poderoso imán podría recoger quizás la limadura de una sola pasada. Análogamente la fuerza del amor y la amistad reúne a los vicios como el imán y los elimina. Por eso los místicos creen que el amor y la amistad hacia los individuos purificados y perfectos es como un mecanismo automático que por sí mismo reúne todas las cualidades negativas del alma y las desecha. Si el estado del ser atraído encuentra el objeto (amado) correcto, ello lo conduce al mejor de los estados, y es éste el que lo purifica y le concede excepcionales cualidades.
Sin duda que aquellos que han tomado este camino quieren depurar su moral a través de la fuerza del amor, y han depositado toda su confianza para ello en el poder del afecto, la amistad y el compañerismo. La experiencia les ha mostrado que la amistad con los purificados y el amor hacia ellos ha transformado más sus almas que la lectura de cientos de volúmenes de ética.
Rumi ha transmitido el mensaje del amor mediante la queja del caramillo diciendo:
¿Quién vio un veneno y un antídoto como el caramillo?
¿Quién vio un simpatizante y
ansioso amante como el caramillo?
Aquel cuya túnica es rasgada por el amor
queda completamente limpio de codicia y defectos.
¡Salve, amor! que nos trajiste excelente provecho,
¡curador de todas nuestras dolencias![5]
Vemos a veces a grandes personalidades cuyos seguidores los imitan incluso en la forma de caminar, de vestirse, en los gestos y en el trato con la gente. Esta imitación no es voluntaria, es automática y se impone por la fuerza la naturaleza. Es la fuerza del amor y la amistad la que afecta todos los elementos del alma del amante y lo lleva a semejarse a su amado en todos sus estados. Y he ahí la razón por la cual todo ser humano debe encontrar un hombre de verdad, un hombre perfecto, y consagrarse a él para poder purificarse efectivamente.
Si el deseo de la unión habita en tu cabeza, ¡oh Háfiz!
debes convertirte como la arcilla en manos del alfarero.
Cuando un hombre que, pese a haber decidido ser piadoso y realizar el bien para volver a caer presa de la debilidad en el cimiento de su aspiración, encuentra el amor y la amistad, esa debilidad y letargo se esfuman afirmándose su resolución y fortaleciéndose su aspiración.
El amor por los perfectos se lleva sin escrúpulos
el corazón y la religión.
La torre en el ajedrez no puede tomar tanto
como lo que un rostro hermoso logra capturar.
¿Imaginas acaso que Maÿnún se volvió
trastornado por sí mismo?
Fue la mirada de Laila lo que lo transportó hasta las estrellas.
Yo no encontré solo mi camino hacia la fuente del sol,
yo era una mota de polvo y el amor me hizo nacer.
Fueron la curva de tus cejas y tus manos celestiales,
las que me envolvieron en esta borrachera
y enloquecieron mi corazón.[6]
La historia nos transmite ejemplos de grandes hombres en cuyo espíritu y alma se produjo una gran revolución como resultado del amor y la amistad hacia un ser perfecto —al menos según la opinión de sus seguidores—. Maulána Rumi fue uno de tales hombres. El no estuvo siempre consumido y atrapado por el amor. Era al principio un especialista en la ley islámica que llevaba una tranquila vida de enseñanza en un barrio de su ciudad. Pero a partir del día en que se encontró con Shams-e Tabrizi y el amor por él prendió en su alma su comportamiento cambió completamente; un fuego se había encendido dentro suyo. Fue como un fósforo que habiendo caído en un barril de pólvora lo hizo estallar en llamas. El era, aparentemente, un partidario del ash’arismo[7], pero su Maznawi es, sin lugar a dudas, uno de los mayores libros del mundo. Toda la poesía de este hombre está como brotando, en movimiento. Compuso su Diván-e Shams en memoria de su amado, y también en el Maznawi lo menciona con gran entusiasmo. Podemos ver a Maulána Rumi en el Maznawi detrás de algo, pero tan pronto como recuerda a Shams es como si una tormenta salvaje sacudiera su espíritu y estruendosas olas se erigieran en él. Dice:
En este momento mi alma ha arrancado mi camisa;
es que ha captado el perfume del vestido de José.[8]
(El dijo): «A causa de nuestros años de compañerismo,
relata uno de aquellos dulces éxtasis,
para que la tierra y el cielo puedan reír,
para que el intelecto, el espíritu y los ojos
puedan crecer un céntuplo.»
Dije: «Aquél que está lejos de su amado
es como un inválido que está lejos del doctor.
¿Cómo debo describir (y mi humor no lo permite)
a tal Amigo que no tiene igual?
La descripción de esta separación y de esta sangre del corazón
¿no lo dejarás ahora para otro momento?
No busques problemas, tormento y un baño de sangre:
No digas nada más respecto de Shams-e Tabríz.[9]
Y éste es también el significado de lo que dice Háfiz:
El ruiseñor aprendió su canción por el favor de la rosa,
De otra manera nada de esta canción y esta música
habrían tomado forma en su pico.
De esto podemos inferir que el empeño y el ser atraído, la acción y la atracción, deben ir juntas. Nada puede lograrse con esfuerzo sin atracción, de la misma forma en que ser atraído donde no hay esfuerzo no logra tampoco su objetivo.
* * *
EJEMPLOS EN LA HISTORIA DEL ISLAM
En la historia del Islam encontramos ejemplos notables y sin precedentes del gran amor y devoción de los musulmanes por la persona del Profeta (BPD). De hecho, una diferencia esencial entre la «escuela» de los profetas y la «escuela» de los filósofos es precisamente esta: que los alumnos de los filósofos son precisamente eso: alumnos, y los filósofos no tienen más influencia sobre ellos que la de un maestro. Pero la influencia de los profetas es como la de alguien muy amado que ha entrado en lo profundo del espíritu del amante, capturándolo en su mano, y tomando control de cada aspecto de su existencia.
* * *
Uno de aquellos que amaron profundamente al Profeta (BPD) fue Abu Dharr Al-Ghifari. Cierta vez, cuando el Profeta había dado la orden de marchar hacia Tabuk (unas 400 millas al norte de Medina, cerca de la frontera con Siria), varios exhibieron excusas para no marchar, y los hipócritas trataron de poner obstáculos, pero finalmente se envió un numeroso ejército. No tenían equipamiento militar adecuado, y soportaban todo tipo de necesidades, incluso de comida, al punto que a veces algunos de ellos debían conformarse con un sólo dátil diario por alimento. No obstante ello les sobraban vigor y alegría en su empresa. El amor generaba su fortaleza y la fuerza de atracción del Profeta les daba su poder.
Abu Dharr estaba entre los que marchaban hacia Tabuk con su ejército. En el camino tres personas, una después de la otra, se rezagaron, y el Profeta fue informado de cada uno que se quedaba atrás. En cada oportunidad expresó: «Si hay algún bien en él, Dios lo hará volver, y si no hay ningún bien, mejor que se vaya».
El flaco y débil camello de Abu Dharr se desplomó y eso provocó que también lo vieran rezagarse. Alguien dijo: «¡Mensajero de Dios! Abu Dharr también se ha rezagado», y él (BPD) repitió la misma frase: «Si hay algún bien en él, Dios lo hará volver, y si no hay ningún bien, mejor que se vaya».
El ejército continuó su camino y Abu Dharr se quedó atrás; no había nada que hacer, su camello permanecía en el mismo estado. No importaba lo que hiciera no se movía, y ya se había retrasado varias millas. Liberó entonces al camello y cargando sus petates al hombro, continuó caminando sobre la ardiente arena. La sed estaba matándolo. Pasó a través de unas formaciones rocosas a la sombra de una colina donde se había juntado un poco de agua de lluvia, pero se dijo a sí mismo que jamás bebería hasta que su amigo, el Profeta de Dios, hubiera bebido. Llenó su cantimplora, la colgó a su espalda, y se apresuró en dirección al grupo de musulmanes que lo precedía.
A la distancia los musulmanes distinguieron una figura: «¡Mensajero de Dios! Distinguimos una figura a lo lejos que se encamina hacia nosotros». El respondió que tenía que ser Abu Dharr. Se acercó más y sí, era Abu Dharr, el agotamiento y la sed hacían temblar sus piernas, temía sucumbir y derrumbarse. El Profeta (BPD) le dijo que le dieran algo de agua inmediatamente, pero él le respondió con una voz debilitada que tenía agua consigo. Entonces el Profeta (BPD) exclamó: «¡Tienes agua contigo y estás a punto de morir de sed!» «Sí, Mensajero de Dios. Cuando probé el agua rechacé beber nada antes que lo hiciera mi amigo, el Profeta.»[10]
Hablando con sinceridad, ¿en qué religión del mundo podemos encontrar tal atracción, anhelo e inegoísmo?
* * *
Otro de esos seres inegoístas y cautivados por el amor al Profeta (BPD) fue Bilal Al-Habashí. Los quraishitas lo habían hecho sufrir insoportables torturas en La Meca, atándolo bajo el terrible sol del desierto y aplastándolo con ardientes piedras (para que abjurara de su fe). Querían que pronunciara el nombre de los ídolos y declarara su fe en ellos, y que renunciara y proclamara no tener nada que ver con Muhammad. En la sexta parte de su «Maznawi», Rumi ha relatado la angustiante historia de Bilal creando con ella una obra maestra. El dice que Abu Bakr le aconsejó ocultar su fe, pero que él no tuvo la fortaleza para disimular porque «el amor fue siempre rebelde y mortal».
Bilal entregaba su cuerpo a las espinas:
Su amo lo latigaba a fin de enmendarlo
(diciendo): «¿Por qué celebras a Ahmad?
¡Maligno esclavo, descrees de mi religión!»
Lo golpeaba bajo el sol con espinas
(mientras) él gritaba con vehemencia:
«¡Uno!» Hasta que cuando Siddíq (Abu Bakr)
pasaba por las inmediaciones
esos gritos de «¡Uno!» alcanzaron sus oídos.
Luego lo vio en privado y le aconsejó:
«El (Dios) conoce los secretos: oculta tu deseo».
El (Bilal) respondió: «Me arrepiento ante ti, príncipe»
Hubo mucho arrepentimiento de esta clase,
hasta que al final él se apartó del arrepentimiento,
y proclamó, entregando su cuerpo a la tribulación,
a gritos: «¡Muhammad! ¡Enemigo de pactos y arrepentimiento,
tú de quien mi cuerpo y mis venas están repletos!
¿Cómo habría lugar allí para el arrepentimiento?
Borré entonces el arrepentimiento de este corazón.
¿Cómo habría de arrepentirme por una vida pasajera?»
El amor todo lo avasalla, y yo soy un avasallado por el amor.
Por la ceguera del amor he sido hecho brillante como el sol.
¡Oh viento salvaje, ante ti soy una brizna!:
¿Cómo puedo saber dónde caeré?
Así fuera Bilal o la Luna nueva,
estoy recorriendo y siguiendo el camino de Tu sol.
¿Qué tiene que ver la luna con corpulencia o delgadez?
Ella va tras los talones del sol como una sombra.
Los amantes han caído en un fiero torrente:
han puesto sus corazones a las órdenes del amor.
Son como las muelas del molino, rodando y rodando,
día y noche, y gimiendo incesantemente.[11]
* * *
Los historiadores musulmanes han denominado «expedición de Al-Rayi’» y «día de Al-Rayi’» respectivamente a un famoso evento histórico y al día en que ocurrió, acontecimiento al cual se vincula una interesante y fascinante historia.
Un grupo de las tribus de ‘Adal y Al-Qarah, que aparentemente pertenecían a la misma estirpe de Quraish y que vivían en las inmediaciones de La Meca, vinieron a ver al Mensajero de Dios en el tercer año de la Hégira y le expresaron: «Algunas personas de nuestra tribu han elegido el Islam, envía pues con nosotros a un grupo de musulmanes que puedan instruirlos en el significado de la religión, que nos enseñen el Corán y nos informen sobre los principios y leyes del Islam».
El Mensajero de Dios envió entonces a seis de sus discípulos con ellos para este propósito, y encomendó el liderazgo del grupo a un hombre llamado Marzad ibn Abi Marzad Al-Ghanawi, o bien a un hombre conocido como ‘Asim ibn Zábit ibn Abi-l-Aqlah.
Los enviados del Profeta viajaron en compañía de la delegación que había venido a Medina hasta que llegaron a la región donde vivía la tribu de Hudhail, y allí acamparon[12]. Los compañeros del Profeta se pusieron a descansar y estaban en medio de su sueño cuando un grupo de la tribu de Hudhail se abalanzó sobre ellos como una tormenta con las espadas en ristre. Resultó evidente que, o bien la misión que había viajado a Medina había abrigado desde el principió intenciones traicioneras, o bien se habían desalentado al llegar a ese punto y habían cambiado de parecer, porque lo cierto es que esta gente se unió a la tribu de Hudhail con el propósito de capturar a esos seis enviados. Tan pronto como los compañeros del Mensajero de Dios se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo, se apresuraron a tomar sus armas dispuestos a defenderse, pero los hudailitas les juraron que no tenían intenciones de matarlos. Querían entregarlos a los quraishitas de La Meca y obtener algo a cambio, estaban preparados a hacer un pacto con ellos y entonces no los matarían. Tres de esos enviados, incluyendo ‘Asim ibn Zábit, dijeron que no aceptarían la vergüenza de un pacto con politeístas. Pero los otros tres, llamados Zaid ibn Al-Dazinnah ibn Mu’auiah, Jubaib ibn ‘Adii y Abdallah ibn Táriq se mostraron más flexibles y se rindieron.
Los hudhailitas ataron firmemente con cuerdas a estos tres hombres y se dirigieron hacia La Meca. Cerca de esta ciudad, Abdallah ibn Táriq consiguió liberarse de las cuerdas y alcanzó su espada, pero el enemigo no le dio oportunidad y lo mató a pedradas. Zaid y Jubaib fueron conducidos a La Meca y allí los negociaron a cambio de dos cautivos de los hudhailitas que estaban prisioneros en la ciudad, y luego se fueron. Safuán Ibn Umaiiah Al-Qurashi compró a Zaid de la persona que lo había obtenido para matarlo en venganza por la sangre de su padre que había sido muerto en Uhud (o Badr). Para matarlo lo llevó a las afueras de La Meca. El pueblo de Quraish se reunió para ver lo que ocurriría, y condujeron a Zaid al lugar de su ejecución. El marchó allí valientemente y no tembló en lo más mínimo durante el trayecto. Abu Sufián era uno de los espectadores, y esperaba sacar alguna ventaja de los últimos momentos de la vida de Zaid: quizá podría obtener de él alguna expresión de arrepentimiento o alguna repulsa contra el Mensajero. Se paró frente a Zaid y le dijo: «Te conjuro por Dios, Zaid, ¿no desearías acaso que Muhammad estuviera ahora en tu lugar para que pudiéramos cortarle la cabeza y que tú volvieras con tu familia?»
«¡Por Dios!» dijo Zaid, «que no deseo siquiera que Muhammad, donde se encuentre, pudiera ser dañado por una espina mientras yo me encuentre tranquilo con mi familia».
Abu Sufián quedó con la boca abierta de la sorpresa, y volviéndose hacia los otros quraishitas dijo: «Por Dios, que no he visto jamás un hombre más amado por sus compañeros que Muhammad».
Después de un tiempo le tocó el turno a Jubaib Ibn ‘Adii y fue trasladado a las afueras de La Meca para su ejecución. Allí él solicitó a los presentes que le permitieran realizar una oración de dos rak’ats[13]. Accedieron y el cumplió con su plegaria con toda humildad, respeto y concentración. Luego se dirigió a la multitud y les dijo: «Juro por Dios que si no fuera porque vosotros pensaríais que sólo busco hacer tiempo por temor a la muerte, habría prolongado mi oración».
Condenaron a Jubaib a ser crucificado, y entonces fue cuando se escuchó su dulce voz implorando a Dios, con una fe tan perfecta y tan clara dicción que provocó que algunos de los presentes se sintieran abatidos por el temor: «¡Dios mío!, por cierto que hemos comunicado el mensaje de Tu Apóstol, comunícale pues mañana lo que nos ha sucedido. ¡Dios mío!, registra su número (de los presentes) y aniquílalos uno a uno hasta que no quede ninguno»[14].
* * *
Como sabemos, la batalla de Uhud terminó de manera desgraciada para los musulmanes. Setenta creyentes fueron martirizados, incluyendo a Hamzah, el tío paterno del Profeta (BPD). Al principio de la batalla los creyentes estaban triunfando pero más tarde, como resultado de la falta de disciplina y desobediencia de un grupo de musulmanes que habían sido apostados en la cima de una colina[15] por el Profeta (BPD), fueron contraatacados por sorpresa por el enemigo. Una parte de los combatientes musulmanes fue muerto, otra parte se dispersó, y un grupo pequeño permaneció junto al Mensajero de Dios (BPD). Lo único que este pequeño grupo podía hacer era recomponer sus fuerzas nuevamente para erigir un obstáculo contra el avance del enemigo, especialmente después de que la propagación del rumor de que el Profeta había muerto provocara una nueva dispersión de los musulmanes. Pero tan pronto como supieron que el Profeta (BPD) aún vivía el ánimo volvió a sus cuerpos.
Había varios heridos caídos en el campo de batalla que no sabían qué sería de ellos. Uno de los heridos era Sa’d ibn Al-Rabi’ que había recibido doce lesiones mortales. En medio de todos estos acontecimientos uno de los musulmanes que escapaban llegó donde estaba Sa’d, que se hallaba tirado en el suelo, y le dijo que había escuchado que el Profeta (BPD) estaba muerto. Sa’d le contestó: «Aún si Muhammad estuviera muerto, el Dios de Muhammad no lo está; y la religión de Muhammad también permanece. ¿Por qué no te quedas y defiendes tu religión?»
Lejos de allí, el Profeta (BPD) había reunido a su gente y verificaba a sus compañeros contándolos uno por uno para saber quiénes habían caído y quiénes seguían con vida. No encontró a Sa’d ibn Al-Rabi’ y preguntó quién podía ir a ver qué le había ocurrido. Uno de los ansár partió con el encargo y encontró a Sa’d moribundo en sus últimos alientos. Le dijo: «¡Sa’d!, el Profeta me mandó a buscarte para saber si estabas vivo o muerto».
«Dale mis saludos al Profeta», respondió Sa’d, «y dile que Sa’d es un hombre muerto, porque no le queda más que un hálito de vida. Y trasmítele al Profeta que Sa’d le dice: ¡Quiera Dios recompensarte a través nuestro mejor que lo que ningún profeta anterior fue recompensado por su pueblo!» Luego dirigiéndose al ansár le dijo: «Transmite un mensaje a mis hermanos los ansár y los otros compañeros del Profeta. Diles que Sa’d dijo: No tenéis ninguna excusa ante Dios si algo le ha ocurrido a vuestro Profeta mientras vosotros podíais, al menos, mover un párpado»[16].
* * *
Las páginas de la historia de los orígenes del Islam están llenas de tales actos de devoción, actos de amor y episodios de hermosa espiritualidad. En toda la historia humana no puede hallarse a nadie más amado que el Mensajero de Dios, nadie que haya recibido tal afecto de parte de sus amigos, compañeros, esposas e hijos, quienes lo amaron profunda y sinceramente.
Dice Ibn Abi-l-Hadíd en su Sharh (Comentario al Nahÿu-l-Balagha): «Nadie lo escuchó hablar (al Profeta) sin que el amor a él se hiciera un lugar en su corazón y se sintiera inclinado en su favor. Por eso los quraishitas llamaban a los musulmanes de La Meca subát (los «atontados») y decían: “Lo peligroso es que Ualíd ibn Al-Mughírah se vuelque a la religión de Muhammad, porque si Ualíd, que es la flor y nata de Quraish le da su corazón, todo Quraish lo hará”. Y decían también: “Su discurso hechiza, embriaga más que el vino”. Y así prohibieron a sus hijos frecuentarlo para que no fueran atraídos por su proclama y la fuerza de su semblante. Toda vez que el Profeta se sentaba ante la Ka’bah cerca del Maqám Ibrahim y recitaba el Corán en alta voz o se entregaba al recuerdo de Dios, ellos se tapaban firmemente los oídos con sus dedos para no escuchar, y así no caer bajo el influjo de sus palabras y ser hechizados por ellas. Recogían sus vestimentas y se las ponían sobre la cabeza cubriendo sus caras para que su atractivo semblante no los cautivara. A pesar de eso la mayoría de la gente creía en el Islam precisamente escuchándolo una vez, o viendo su rostro y su impresionante porte, y probando la dulzura de sus palabras»[17].
De todos los hechos de la historia del Islam el que causa el mayor asombro y sorpresa en todo antropólogo, sociólogo, estudioso o lector, es la revolución que éste creó entre los árabes pre-islámicos. Con los métodos ordinarios y los instrumentos usuales de educación y formación, una tal transformación hubiera requerido el paso de mucho tiempo, como para que la vieja generación habituada al vicio se hubiera extinguido y surgiera una nueva reeducada. Pero el poder de la atracción no puede ser menospreciado porque, afirmamos, es como lenguas de fuego consumiendo las raíces del mal.
La mayoría de los compañeros del Profeta estaban profundamente enamorados de este gran hombre, y fue sobre el corcel del amor que tan largo trecho fue cubierto en tan poco tiempo, y por eso en un breve período su comunidad cambió radicalmente.
Los vientos de mi vuelo se volvieron
mi trampa de amor por él.
Arrastrándome todo el camino hacia su montaña.
¿Cómo puedo tener una lámpara delante mío o detrás,
cuando la luz de mi amado no está delante mío o detrás?
Su luz brilla a mi diestra, a mi izquierda, encima y debajo,
está sobre mi cabeza y en torno de mi cuello,
como una corona y un yugo.[18]
EL AMOR A ‘ALÍ EN EL CORÁN Y LA SUNNAH
Lo que hemos dicho hasta ahora ha echado luz sobre el valor y la influencia del amor, y ha quedado claro incidentalmente que el amor por los purificados es un medio para educar y purificar el alma, y no un fin en sí mismo. Debemos ver ahora si el Islam y el Corán han señalado a alguien a quien debamos amar o no. Cuando el Sagrado Corán relata lo que dijeron los Profetas precedentes, señala que todos ellos expresaron: «No pedimos recompensa (o salario) de la gente, nuestra única recompensa proviene de Dios» (Cfr. 26:145, 176). Sin embargo, se dirige al Sello de los Profetas, Muhammad, de esta forma: «Di (Profeta): No os pido por esto retribución, excepto el amor a (mis) parientes (cercanos)» (42:23).
Aquí es preciso preguntarse por qué el resto de los Profetas no procuraron recompensa mientras que el muy noble Profeta del Islam pidió algo por su mensaje; ¿por qué quería él amor a sus parientes cercanos como retribución por su mensaje?
El mismo Sagrado Corán suministra una respuesta a esta pregunta: «Di (Profeta): No os pido retribución (para mí), ella es para vosotros (para vuestro beneficio); pues mi recompensa sólo incumbe a Dios» (34:47).
Es decir: lo que yo pido como retribución es en realidad para vosotros, no para mí. Esta amistad (a mi familia), que llamamos retribución, es una rienda para vuestra educación y purificación. En otras palabras, es en realidad otro bien que él os recomienda, a partir del hecho de que los parientes del Profeta son personas que no se asocian con la profanación y cuyas almas son limpias y puras. El amor y la devoción por estas personas no tiene otro resultado que la obediencia a la verdad y la adhesión a las virtudes morales, y es el afecto por ellas el que obra la transmutación del alma como el elixir.
Cualquier que sea el significado del término «parientes» (en el versículo citado), lo cierto es que la persona más obvia a quien es aplicable es ‘Alí. El Imam Fajru Al-Dín Al-Razi dice: «Zamajshari relata en su (exégesis coránica) Al-Kashsháf: “Cuando este versículo fue revelado preguntaron algunos: ‘¡Mensajero de Dios!, ¿cuáles son los parientes a los que debemos amar?’ Y él (el Profeta —BPD—) respondió: ‘Alí, Fátima y sus hijos (Al-Hasan y Al-Husain)”. Queda así determinado por esta tradición que estas cuatro personas son “parientes” del Profeta, y que deben gozar del respeto y el amor de la gente, y este asunto puede inferirse de diversas maneras: 1) El versículo “excepto el amor a mis parientes”; 2) No cabe ninguna duda que el Profeta amaba profundamente a Fátima, pues dijo: “Fátima es una parte mía, quien la hiere me hiere a mí”; y él también amaba a ‘Alí y al-Hasanain (e.d.: Al-Hasan y Al-Husain), lo cual se confirma por el gran número de tradiciones mutauatir (ininterrumpidas, a partir de muchos narradores por lo cual se hace imposible dudar de ellas) que han llegado hasta nosotros al respecto. Este afecto (por la familia del Profeta) es entonces una obligación para toda la comunidad islámica[19], porque el Sagrado Corán ordena: “Seguidlo (al Profeta) que quizás seréis bien guiados” (7:158). Y ordena también: “Tenéis por cierto en el Mensajero de Dios un ejemplo bello y perfecto” (33:21). Estas consideraciones prueban que el amor a la familia de Muhammad (BPD) —constituida por ‘Alí, Fátima y Al-Hasanain— es obligatorio para todos los musulmanes.»[20]
Hay además muchas tradiciones del Profeta (BPD) concerniente al amor y afecto por ‘Alí:
1. Narró Ibn Al-Azír que el Profeta le dijo a ‘Alí: «¡Alí!, Dios te ha embellecido con rasgos con los que no ha engalanado con anterioridad a Sus siervos: te ha sido concedida la resignación respecto del mundo de tal manera que ni tú te beneficias del mundo, ni él de ti. Te ha sido concedido el amor de los desposeídos; ellos están orgullosos de tu liderazgo, y tú también de que te sigan. Feliz será quien te ame y sea un verdadero amigo tuyo; y la desgracia caerá sobre el que te muestre enemistad y mienta acerca de ti».[21]
2. Al-Suiuti narra que el Profeta dijo: «El amor a ‘Alí es fe, y la enemistad hacia él es sedición (cisma: fitnah)».[22]
3. Abu Na’im narra que el Profeta (BPD) se dirigió a los ansár y les dijo: «¿Os indicaré algo que si os aferráis a ello después de mí no os extraviaréis jamás?» Respondieron: «Sí, hazlo, Mensajero de Dios». Y él dijo: «Eso es ‘Alí; amadlo con el amor que me tenéis a mí, y respetadlo con el respeto que tenéis por mí. Porque Dios me ha ordenado a través de Gabriel que os dijera esto».[23]
Los musulmanes de la escuela sunnita han narrado incluso tradiciones del Profeta en las cuales se dice que observar el rostro de ‘Alí y hablar sobre sus virtudes es registrado como un acto de devoción:
1. Muhibb Al-Tabari narra de Aishah que dijo: «Ví a mi padre (Abu Bakr) contemplar fijamente a menudo el rostro de ‘Alí, y le dije: “¡Padre!, te he visto mirar fijamente a menudo el rostro de ‘Alí”. Me contestó: “¡Hija mía!, escuché al Profeta decir: «Mirar el rostro de ‘Alí es adoración».”»[24]
2. Ibn Haÿar narra de Aishah que el Profeta (BPD) dijo: «El mejor de mis hermanos es ‘Alí, el mejor de mis tíos paternos es Hamzah, la remembranza de ‘Alí y hablar sobre él son adoración».[25]
‘Alí fue la persona más amada ante Dios y Su Profeta, y era naturalmente la mejor de las criaturas amadas. Anas ibn Malik relató: «Cada día uno de los hijos de los ansár realizaba algunas tareas para el Profeta. Un día me tocó el turno. Umm Aiman vino con un plato a base de pollo para el Profeta y le dijo: “¡Mensajero de Dios! He sacrificado este pollo yo misma y lo he cocinado para ti”. El dijo entonces: “¡Dios mío! ¡Envía al mejor de (Tus) siervos para que comparta conmigo la comida de este pollo”. En ese momento alguien golpeó a la puerta y el Profeta me dijo: “¡Anas!, abre la puerta”. Dije entonces: “¡Ojalá sea un hombre de los ansár!” Pero encontré a ‘Alí en la puerta y le dije: “El Profeta está ocupado”. Cuando volví a ocupar mi lugar, volvieron a sonar golpes en la puerta y el Profeta me dijo: “Abre la puerta”. Otra vez rogué que se tratara de alguien de los ansár. Abrí la puerta y otra vez estaba allí ‘Alí. Le dije: “El Profeta está ocupado”, y volví a mi lugar. Nuevamente sonaron los golpes en la puerta y el Profeta me dijo: “¡Anas!, ve, abre la puerta y déjalo entrar. Tú no eres la primera persona que ama a su propio pueblo; ése no es uno de los ansár”. Fui y lo hice entrar a ‘Alí que comió el pollo con el Profeta».[26]
EL SECRETO DE LA FUERZA DE ATRACCIÓN EN ‘ALI
¿Cuál es la causa del afecto y el amor por ‘Alí que se genera en los corazones de la gente? Nadie ha descubierto todavía el secreto de este amor, esto es, nadie ha sido capaz de formularlo y decir «que si fuera de tal forma, eso pasaría» o «si fuera de tal otra, eso ocurriría». Y es que ello tiene, desde luego, un secreto. Hay algo en el amor que obnubila al amante y lo impele hacia lo amado. Esta atracción y afecto pertenecen a los grados más elevados del amor; y ‘Alí es una de esas personas a las cuales el corazón de la gente adora, y a cuya humanidad ama. ¿Por qué? ¿En qué reside lo extraordinario en ‘Alí que incita al amor e impele a los corazones hacia él, como ejecutando la música de la vida eterna, y perdurando por siempre? ¿Por qué todos los corazones se encuentran a sí mismos a través suyo, y no sienten que él esté muerto, sino que lo perciben vivo?
Sin duda que la base del amor a él no es su cuerpo, porque su cuerpo ya no está entre nosotros y no lo hemos percibido con nuestros sentidos. El amor por ‘Alí no es tampoco el amor por el héroe o patriota que existe en todo pueblo. Es un error, también, decir que el amor por ‘Alí es el amor a la moral y la perfección humana, y que entonces el amor por él es de tipo humanista. Es cierto que ‘Alí fue la manifestación del hombre perfecto, y es verdad que el hombre ama a las grandes figuras de la humanidad; pero si ‘Alí sólo hubiera tenido todas aquellas excelencias humanas que efectivamente tuvo —esa sabiduría y conocimiento, ese autosacrificio y altruísmo, esa humildad y modestia, esa cortesía, amabilidad y misericordia, esa protección por los débiles y desposeídos, esa justicia, esa liberalidad y amor por la libertad, ese respeto por la humanidad, esa generosidad, esa bravura, esa magnanimidad y misericordia con sus enemigos y, en palabras de Rumi:
En bravura tú eres el León del Señor,
en generosidad, ¿quién de verdad conoce lo qué eres?[27]
esa munificencia, benevolencia y beneficencia—, si ‘Alí hubiera tenido todo esto, que de hecho poseyó, pero no hubiera tenido la impronta divina en él, es indudable que no habría concitado tal sentimiento de simpatía ni habría despertado el amor hacia sí hasta hoy día.
‘Alí es amado a causa de su vínculo con lo Divino; nuestros corazones están inconsciente y primordialmente conectados e involucrados con la Verdad (e.d.: Dios Altísimo), en su misma esencia, y dado que encuentran en ‘Alí un gran signo de la Verdad y una manifestación de sus atributos es que lo aman[28]. En realidad, la base de nuestro amor por ‘Alí es el vínculo de nuestras almas con la Verdad que ha sido impresa en nuestra naturaleza primordial, y como nuestra esencia primordial es eterna, también lo es el amor por ‘Alí.
Hay muchas características extraordinarias en ‘Alí, pero lo que le ha concedido tan esplendente y deslumbrante lugar en los corazones para siempre es su fe y su ética, y esto le ha otorgado su divino carisma.
Saudah Al-Hamdániiah, un sacrificado y fiel seguidor de ‘Alí, exaltó a ‘Alí en presencia de Mu’auiah y entre otras cosas recitó estos versos:
Que las bendiciones de Dios se confirmen sobre aquél
De cuya tumba fue apartado y con quien
la justicia fue enterrada.[29]
Tenía un pacto con Dios de que Él no
pondría ningún substituto en su lugar,
Y así fue reunido con la Verdad y la Fe.
Sa’sa’ah ibn Súhán Al-Abdi fue otro de esos enamorados de ‘Alí. Fue uno de aquellos que tomaron parte, junto con otros pocos, de la inhumación de su cuerpo cierta noche. Después de haber enterrado a ‘Alí y cubierto su cuerpo con tierra, Sa’sa’ah puso una de sus manos sobre su corazón y arrojando algo de tierra sobre su cabeza[30] dijo:
«¡Que la muerte te sea agradable, tú cuyo nacimiento fue puro, tu paciencia firme, tu sagrado combate eminente! Has logrado tu objetivo y tu comercio fue productivo.»
«Caíste ante tu Creador[31], y Él te aceptó con agrado y Sus ángeles aparecieron a tu alrededor. Fuiste colocado cerca del Profeta, y Dios te dará un lugar cerca Suyo. Alcanzaste la categoría de tu hermano, Al-Mustafa, y beberás de su copa desbordante.»
«Le imploro a Dios el poder seguirte y el poder proceder según tu ejemplo; el poder amar a aquellos que te aman, y ser enemigo de tus enemigos, y ser convocado a la asamblea de tus amigos.»
«Viste lo que otros no vieron y alcanzaste lo que otros no alcanzaron; tú realizaste la guerra santa junto a tu hermano, el Profeta, y te rebelaste por la religión de Dios y como es digno de ella, hasta que los hábitos de la antigüedad fueran borrados, la confusión aventada y el Islam y la fe puestos en orden. ¡Que te alcancen las mejores bendiciones!»
«A través tuyo se fortalecieron las espaldas de los creyentes, los caminos se aclararon y los (malos) hábitos fueron quebrados. Nadie pudo reunir en sí (todas) tus virtudes y excelencias. Tú respondiste al llamado del Profeta; te adelantaste a otros en aceptarlo; te apresuraste a socorrerlo y protegerlo con tu vida. Golpeaste con tu espada, Dhul-Fiqár, en momentos de miedo y salvajismo, y quebraste la espalda de la opresión. Derrumbaste las estructuras del politeísmo y la vileza, y arrojaste en el polvo y la sangre a los impíos. ¡Está pues, satisfecho, oh Amir Al-Mu’minín!»
«Fuiste el hombre más cercano al Profeta, la primera persona que aceptó el Islam. En ti desbordaban la certeza, la fuerza de corazón y el autosacrificio más que en ningún otro, tu parte en el bien era grande. ¡Quiera Dios no privarnos de la retribución por tu sufrimiento, y que no nos desprecie después que te has ido!»
«¡Por Dios!, juro que tu vida fue la llave del bien y la barrera contra el extravío; y que tu muerte es la llave para todo mal y la barrera contra todo bien. Si la gente te hubiera aceptado, las bendiciones habrían llovido sobre ellos desde los cielos y la tierra; pero prefirieron este mundo al próximo.»[32]
Verdaderamente prefirieron este mundo, y como consecuencia de ello no pudieron soportar la justicia y la no-vacilación de ‘Alí. Finalmente la mano de la obstinación y el estancamiento emergió de la manga del pueblo y martirizó a ‘Alí.
‘Alí, la paz sea con él, no tiene parangón en cuanto a los amigos y la gente que, sin egoísmo, lo amó; personas que dieron su vida por esa amistad y amor. Sus maravillosas e impactantes historias honran las páginas de la historia islámica. Las manos indignas de seres despreciables como Ziiád ibn Abíh y su hijo Abdullah, o de Haÿÿáÿ ibn Iúsuf y Mutauakkil[33], y a la cabeza de todos ellos Mu’auiah y Abu Sufián, están mancillados para siempre con la sangre de estos seres humanos sobre sus espaldas.
Fuente: POLARIZACION EN TORNO DEL CARACTER DE ‘ALI IBN ABI TALIB; Editorial Elhame Shargh
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[1] Sharh kitáb al-ishárát uat-tanbihát, Teherán, 1379 H., vol. 3, pág. 383.
[2] También hay cosas que pueden censurarse al amor. Entre ellas está el hecho de que el amante, a consecuencia de su desvelo por las bondades de su amado, permanece desatento a sus defectos. Ya lo dice el dicho de ‘Alí (P): «El amor por una cosa enceguece y ensordece», y también: «El amor apasionado por algo obnubila la visión y enferma el corazón» (Nahÿul Balagha). En su obra El jardín de la rosa (Gulistán), Sa’adi escribió:
«Para cualquiera es lo mismo,
pero la propia mente lo ve perfecto,
y el hijo propio se nos muestra hermoso».
Este efecto nocivo no es inconsistente con lo que hemos dicho antes, es decir, que el efecto del amor es la sensibilización de la inteligencia y la percepción. Sensibilizar la inteligencia significa sacar al hombre del esclerosamiento mental y permitirle actualizar su potencial. Sin embargo, el mal efecto del amor no es que embota el ingenio humano sino que vuelve al hombre descuidado, y la cuestión de la inteligencia es distinta de la del descuido o distracción. Muy a menudo, como resultado de la preservación de un equilibrio en la sensibilidad, la persona de poco ingenio y talento es menos propensa al descuido y la distracción.
El amor hace más aguda la comprensión, pero la atención es unilateral. Por eso dijimos antes que la propiedad del amor es la unidad (de propósito, de visión), y es como resultado de esta unidad en la focalización que surgen los defectos, pues la atención hacia otras cosas disminuye. Y lo que es más, no sólo el amor provoca defectos, sino que muestra a los defectos como algo bueno. Porque uno de los efectos del amor es que, cuando ilumina algo con su luz, lo presenta hermoso, haciendo incluso que lo negro se vea blanco y la oscuridad se transforme en luz. Como dijo Vahshi:
«Si te sentaras en el globo de mi ojo,
no verías más que la belleza de Laila».
Y es quizás por esta razón que el amor está a disgusto con el conocimiento, que es completamente una función de lo conocido. El aspecto interior y psíquico del amor es mayor que su aspecto exterior y real; es decir: el equilibrio del amor no está en función de las escalas de perfección o bondad, sino que está en función de la potencialidad y esencia del amante. De hecho el amor es una esencia, una materia, un fuego latente que está buscando una excusa, un objeto. Y toda vez que halla un objeto y encuentra compatibilidad (el secreto de esta compatibilidad es todavía desconocido, y es por esto que se dice que el amor es “irracional”), esta potencialidad interna se manifiesta y “crea” (en lo amado) la perfección según su propia capacidad, y no según lo que realmente existe en lo amado. A esto se refiere el dicho citado cuando afirma que el amante ve el defecto del amado como perfección y a los abrojos como rosas y jazmines.
[3] Conviene siempre aclarar que cuando un sabio del Islam como Mutahhari, aún contemporáneo, se refiere a los filósofos, no tiene en mente en absoluto a la deformada filosofía occidental moderna de muy diverso cuño y extracción. Hace referencia en cambio a la filosofía clásica del Islam, que reconoce la prioridad de los valores de la religión y del modo de vida ético. (Nota del Traductor al Español)
[4] Rumi, Maznawi, libro 1.
[5] Maznawi, libro I.
[6] Versos del gran filósofo y sabio contemporáneo iraní ‘Allámah Tabataba’i.
[7] Se refiere a la escuela de pensamiento fundada por Abu-l-Hasan Al-Ash’ari (muerto alrededor del 330 H./941 d.C.), por lo cual lleva su nombre, aunque sufrió posteriormente una considerable evolución. Esta escuela tiene diferencias substanciales con el pensamiento imamita, siendo quizá lo más notable que niega toda libertad al hombre, considerando que está predestinado en sus buenas y malas acciones y por ende en su destino espiritual. El autor, en otro trabajo (Mártir Murtada Mutahhari, Introduction to ‘Ilm Al-Kalám, revista Al-Tawhid, vol. 11, N° 2, traducido como Introducción a la Filosofía Religiosa del Islam [‘Ilm Al-Kalám]), sostiene que grandes pensadores, como Al-Gazzali y el mismo Rumi, aunque ash’aritas, fundaron sus doctrinas en otros principios más cercanos al ‘irfán y el sufismo, lo que mitigó el impacto negativo (de estancamiento y limitación a la libertad de pensamiento) que supuso en el Islam esta escuela. (Nota del Traductor al Español)
[8] Alusión al capítulo 12 (José) del Sagrado Corán, versículo 25, en que la mujer que pretende a José, Zulaika, le arranca la camisa por detrás cuando éste se va para no pecar. El tema del amor según esta historia coránica es frecuentemente citado en la poesía mística islámica. (Nota del Traductor al Español)
[9] Maznawi, libro I.
[10] Bihár Al-Anuár, vol. 21, pág. 215-216.
[11] Maznawi, libro I.
[12] En un lugar llamado Al-Rayi’.
[13] Una rak’at es un ciclo de la oración islámica. La mínima oración está compuesta de dos de estos ciclos. (N. del T. al Español)
[14] Ibn Isháq, Vida de Muhammad (Life of Muhammad), traducción de A. Guillaume, Londres, 1955, p. 426-428.
[15] Esa colina dominaba un ingreso por retaguardia al campo de batalla. Allí el Profeta (BPD) ubicó a un grupo de arqueros con órdenes expresas de no moverse bajo ninguna circunstancia. Al contemplar el triunfo de los creyentes y que estos ponían en fuga a los impíos que abandonaban gran botín en el campo, los arqueros de la colina dejaron su puesto y se abalanzaron a recoger los trofeos de la guerra. En ese momento Jaled ibn Abu Sufián, atento a cualquier descuido, lanzó un ataque de caballería por la retaguardia a través del paso desguarnecido que dio vuelta el resultado del combate. (N. del T. al Español)
[16] Sharh, de Ibn Abi-l-Hadíd, Beirut, vol. 3, p. 574.
[17] Sharh, de Ibn Abi-l-Hadíd, Beirut, vol. 2, p. 220.
[18] Rumi, Maznawi, libro 1.
[19] El amor del Profeta hacia ellos no implicaba ningún aspecto personal, como por ejemplo el que fueran su hija y sus nietos, y si hubieran sido otras personas él igual las habría amado. El Profeta los amaba porque eran seres ejemplares y Dios los amaba, ya que el Profeta tenía otros hijos por los cuales no manifestó amor en esta medida y respecto de los cuales la comunidad islámica no tiene tal obligación de afecto.
[20] Al-Tafsír Al-Kabír, vol. 27, p. 166 (edición egipcia).
[21] Usdu Al-Ghábah, vol. 4, p. 23.
[22] Kanzu Al-‘Ummál. En Al-Suiúti, Yam’u al-Yauámi’, vol. 6, p. 156. (Aclaremos que este es un famoso autor clásico de la escuela sunnita; N. del T. al Español).
[23] Hiliatu Al-Auliiá, vol. 1, p. 63. Hay muchas tradiciones sobre este tema, y nosotros hemos encontrado más de noventa en los textos sunnitas, todos las cuales se refieren al amor al Príncipe de los creyentes. Existen también muchas tradiciones en los textos shiitas, y el renombrado especialista Maÿlisi las ha reunido en el vol. 39 (de la nueva edición) de Bihár Al-Anuár, en el capítulo referido al amor y el odio por Amir Al-Mu’minín ‘Alí. 123 tradiciones al respecto reunió en ese capítulo.
[24] Al-Riiádu Al-Nadírah, vol. 2, p. 219; y cerca de otras veinte tradiciones, hasta donde conocemos, se narran en los textos sunnitas sobre este punto.
[25] Al-Sauá’iqu Al-Muhriqah, p. 74; y cinco tradiciones más se narran en los textos sunnitas sobre este tema.
[26] Al-Mustadrak ‘ala Al-Sahihain, vol. 3, p. 131. Este relato se encuentra narrado por varias fuentes en más de 80 tradiciones de autorizados textos sunnitas.
[27] Rumi, Maznawi, libro 1 (traducción al inglés de Nicholson).
[28] La «Verdad» que se menciona en este parágrafo seguramente traduce el término árabe Al-Haqq, la Verdad o Realidad suprema, que es también uno de los Sublimes Nombres Divinos (El Real). Todo ser humano porta en su esencia primordial, su fitrah, esos Atributos Divinos, por el dicho coránico: «La naturaleza (fitrah) de Dios según la cual fue creado el hombre» (30:30), a los que oscurece con sus bajezas. Pero en ‘Ali (P), como hombre perfecto, sucesor del Mensajero de Dios (BPD), estos Atributos del Real se reflejan en toda su plenitud. (N. del T. al Español)
[29] Alusión a que el cuerpo de ‘Alí, que fue martirizado por un jariyita que lo hirió con una espada envenenada mientras se encontraba prosternado en oración, fue inhumado en un lugar desconocido para evitar desmanes contra su tumba. Su sepulcro permaneció desconocido largo tiempo, hasta que el Imam Al-Sadiq (P) divulgó su ubicación (en Naÿaf, Irak). El poeta se refiere a que con él fue enterrada también la justicia en la comunidad islámica. (N. del T. al Español)
[30] Costumbre de los árabes para expresar gran tristeza y desasosiego. (N. del T. al Español)
[31] ‘Alí recibió el golpe mortal que le provocó la muerte mientras estaba prosternado en oración en la mezquita. (Nota del Traductor al Español)
[32] Bihár Al-Anuár, vol. 42, pp. 295-96 (nueva edición). [En esta alocución se hace alusión a muchas de las cualidades y distinciones de ‘Alí que se registran en la historia del Islam: se llama a ‘Ali «hermano del Profeta» porque el Mensajero de Dios (BPD) lo dijo: «‘Alí es mi hermano»; en cuanto a ser «amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos» se refiere al famoso hadiz del Gadir, en que el Profeta (BPD) al retornar de la peregrinación de la despedida ante una asamblea de miles de musulmanes proclamó: «De quien yo sea su maulá (maestro), éste, ‘Alí, es su maulá. ¡Dios mío!, sé amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos»; dirigiéndose a ‘Alí dijo el Profeta (BPD): «¡’Alí!, tú ves lo que yo veo y escuchas lo que yo escuchó, sólo que no eres profeta»; ‘Alí jamás retrocedió en la batalla, y es famosa la tradición que el día de Uhud, cuando los musulmanes retrocedían desordenadamente, se escuchó en el cielo pregonar «No hay caballero (en el frente) sino ‘Alí, no hay espada (combatiendo) salvo Dhul-Fiqar». Es conocido también que ‘Alí, que vivía con el Profeta desde niño y lo asistía en sus retiros en la cueva de Hira, donde recibió la primera revelación, fue el primero en aceptar el Islam y al Mensajero de Dios como tal. —Nota del traductor al Español—]
[33] Ziiád Ibn Abíh fue hijo ilegítimo de Abu Sufián, archienemigo del Profeta (BPD) y líder de los oligarcas politeístas de La Meca, quien al ver el triunfo del Islam, se hizo musulmán en la víspera de la toma de la ciudad. Ziiád apoyó al principio a ‘Alí, pero luego se pasó a Mu’auiah (hijo también de Abu Sufián) cuando éste le reconoció su vínculo familiar. Es el padre de Ubaid Allah, el responsable de la muerte del Imam Al-Husain (P). Haÿÿaÿ ibn Iúsuf fue gobernador del Irak designado por los omeyas y se destacó por su implacable crueldad. Entre sus crímenes estuvo la muerte de Kumail Ibn Ziiád, destacado discípulo de ‘Alí (el cual le dedicó una súplica famosa, el Du’á Kumail) y de su hijo Al-Hasan. Al-Mutauakkil es el califa abasida que conspiro malévolamente contra los Imames (P) y su causa. (Nota del Traductor al Español)