El Sionismo debe pagar todos y cada uno de sus crímenes

Pablo Jofré Leal

Periodista y Analista Internacional

Especial para Islamoriente

La ocupación vivida por el pueblo palestino desde el año 1948 hasta la fecha, representa una espina clavada en la conciencia de los pueblos del mundo, la constatación de la hipocresía y la doble moral de instituciones como la Organización de las Naciones Unidas – ONU - y el desprecio al derecho internacional por parte de la entidad sionista.

Una ocupación, que no se circunscribe sólo a los territorios de la Ribera Occidental, Al Quds y el bloqueo permanente a la Franja de Gaza, sino que también refiere a la Palestina Histórica. A aquel territorio entregado al sionismo mediante una partición de la ONU el año 1947, en una división tan ilógica como explicable, en función de una conciencia de las potencias occidentales, que comienza a ser chantajeada teniendo como base los crímenes cometidos por el nacionalsocialismo contra el pueblo judío. La partición de un territorio que llevaba el nombre Palestina tal como lo indicaba el propio plan propuesto por la ONU el 29 de noviembre del año 1947 mediante la Resolución N° 181 “Plan de las Naciones Unidas Para la Partición de Palestina” signando con ello la equivalencia territorial de una región con los hombres y mujeres falastin que allí habitan. Ello a pesar de toda la maraña argumentativa del sionismo, para tratar de quitar a los palestinos la justeza de sus demandas y su propia identidad como pueblo.

Impedir La Invisibilidad de Palestina

Una Palestina, que a pesar de la tergiversación histórica que el sionismo pretende imponer, no era una tierra vacía o sin pueblo, ni era un desierto donde nada productivo se realizaba y menos aún un territorio de fanáticos religiosos, hostiles o que se negaran a la presencia de las comunidades judías no sionistas que habitaban esa región. Una tierra que comienza a tensionarse, precisamente por la llegada de los primeros colonos del movimiento sionista, que desembarcan en tierras palestinas a fines del siglo XIX y que termina de ser desmembrada bajo el apoyo de una Resolución injusta e inmoral, que tendría su corolario sangriento con la proclamación y nacimiento de la entidad sionista el 14 de mayo del año 1948. Dando inicio así la Nakba y con ello el punto de partida de una pesadilla, que para el pueblo palestino tiene un doble significado: Cientos de pueblos y aldeas palestinas arrasadas y cientos de miles de refugiados violentamente expulsados de sus hogares por las fuerzas sionistas.

Destrucción y expulsión según señalaba el Comité Democrático Palestino en una conmemoración de la Nakba “que no es consecuencia desafortunada de la guerra. Como tampoco las matanzas contra la población palestina fueron resultado de actos de grupos extremistas incontrolados. Al contrario, corresponde a una estrategia planificada, dentro del marco de la política sionista trazada desde principios del siglo pasado. La expulsión del 78% de la población de Palestina que quedó bajo el dominio de Israel el año 1948, no podía ser posible sin la existencia de un plan político militar basado en matanzas y destrucción masiva de los pueblos, aldea y barrios palestinos, este plan, llamado por los propios israelíes Plan Dalet, formaba parte del deseo y la estrategia sionista de un objetivo mayor: la transferencia masiva o traslado de la población palestina, es decir, la expulsión a gran escala”

Palestina, muy a pesar de la entidad sionista no es una abstracción, es una sociedad, un pueblo, una cultura y un territorio que ha sido despojado, ocupado y violentado por el sionismo, que es una realidad racista, colonialista y criminal. Una Palestina ocupada por colonos impregnados de una ideología eminentemente europea, que comenzó, a fines del siglo XIX a desarrollar un proyecto de conquista con el objetivo de colonizar palestina y convertirla en un Estado-Nación, donde el judaísmo ha sido simplemente una tapadera. Y para cumplir ese objetivo, el negar la existencia del pueblo palestino se ha convertido en la premisa fundamental del sionismo y sus entidades de propaganda, dedicadas, no sólo a ocultar esa Palestina histórica, sino trabajar para que el recuerdo sea invisibilizado, que no quede rastro de la presencia palestina, que las nuevas generaciones de israelitas no tengan posibilidad alguna de preguntarse qué había allí donde hoy están instalados, usurpando un territorio que no les pertenece.

El sionismo y su marco de enseñanza omniabarcante, en todas las esferas de la sociedad, está estructurando una sociedad militarizada que se mira en cuanto “somos un pueblo elegido” despreciando a los “impuros” principalmente árabes y palestinos. Una sociedad que siempre tendrá respuestas, según ellos adecuadas, respecto al por qué de la ocupación, el por qué su política armamentista, el por qué su programa nuclear. Ello, porque el sionismo y sus portavoces siempre van sobre los efectos y no las causas, defendiendo un status quo – avalado por las grandes potencias occidentales -  construido en torno a ciertos mitos. Entre ellos: los relatos bíblicos que le asignan supuestos privilegios como pueblo considerándolos, sobre todos los pueblos de la tierra como “los elegidos”. Un mesianismo inherente a la ideología sionista, que conforma la estructura política del país y un victimismo en cuanto sentirse y hacer sentir que nos encontramos con un pueblo que fue masacrado y que hoy se ve amenazada en todos los flancos por países que no quieren que exista. Cuestión que, supuestamente, la ha obligado a constituirse como una sociedad militarizada, nuclearizada y agresiva con respecto a otros pueblos.

Israel no es lo que dice ser, ni lo que pretende mostrar como “la única democracia de Oriente Medio” o “una sociedad víctima de sus vecinos obligada a defenderse”. Israel es una potencia ocupante de la Palestina histórica y de los territorios tras la guerra del año 1967. Es una entidad racista, colonialista y criminal. Es una entidad sionista y esta denominación le otorga su carácter ideológico a una creencia aparentemente religiosa, ya que Israel se define como el Estado judío.  Por ello, el desenmascarar el carácter colonizador del sionismo genera que la dirigencia, los políticos y el sionismo en su conjunto, tanto en Israel como en los países donde el lobby de ese país se expresa con fuerza, vincule sionismo con el judaísmo mediante una enorme campaña de propaganda. Intentando de esa manera convencer, que la ideología sionista de origen europeo, de judíos que habitaban principalmente en Inglaterra y Francia, es en esencia inherente a la condición judía.  De ese modo, esa imbricación ficticia origina una conducta política, avalada por gobiernos como el estadounidense y europeos aliados de Israel, donde cualquiera que condene o se oponga al sionismo sea acusado de antisemita, antijudío y con ello apuntar críticas y condenas contra quien ose criticarlos.

Resistencia y Afirmación Como Tareas Ineludibles

En este trabajo de desenmascarar el sionismo y sus objetivos de hacer desaparecer al pueblo palestino, no sólo en forma física como también respecto a su memoria histórica, reviste importancia sacar a la luz todo aquello que de muestra de esa existencia: fotografías,   pruebas audiovisuales, la historia traspasada voz a voz, el tener presente el nombre de todas y cada una de las aldeas y pueblos que el sionismo en los territorios de la Palestina histórica pretende borrar colocando  nombres hebreos o tratar de ocultar la presencia física de esas aldeas mediante la plantación de miles de árboles bajo la política establecida por el denominado Fondo Nacional Judío – JNF por sus siglas en inglés -

Esta institución, fue creada el año 1901 con un propósito fundamental: colonizar Palestina a través de la compra y la gestión de la tierra exclusivamente para los asentamientos judíos. Hoy, 115 años después sigue desempeñando un papel central en la colonización y la ocupación violenta de Palestina y se ha convertido en una institución clave en la conservación del apartheid israelí. Es una entidad con privilegios y funciones paraestatales, que administra tierras, sobre todo aquellas en los territorios ocupados para la población judía que vive en Israel y aquella que es trasladada en condición de colonos pero, al mismo tiempo discriminando a las ciudadanos árabe-israelíes que no pueden adquirir ni arrendar tierras que estén administradas por el JNF.

En los trabajos de investigación llevados a cabo por la International Jewish Anti-zionist Network – IJAN – esta entidad sostiene que “el JNF opera en países de todo el mundo y apoya a una red más amplia de instituciones y organizaciones sionistas que respaldan a los militares israelíes y asentamientos judíos con fondos directos. El JNF y su red de organizaciones también proporcionan el apoyo político necesario para legitimar y promover políticas públicas y paquetes de ayuda para Israel. Cada año traen miles de funcionarios públicos y líderes a Israel para presionar su apoyo. En cada uno de los países, estas organizaciones censuran las críticas a Israel e incluyen a personas y organizaciones en listas negras. El JNF no hace lo que dice que hace. Alega que existe para el bienestar del pueblo judío. En realidad, sus actividades y las actividades de las organizaciones que financia se dirigen casi exclusivamente a la expansión de la colonización de Palestina y el Estado de apartheid de Israel”

El 13% de la tierra concedida a los judíos el año 1948 – la Palestina Histórica – está controlada directamente por el JNF, toda ella usurpada a los palestinos. Hoy, esta entidad con dineros provenientes del lobby judío, en todo el mundo, genera proyectos de judaización de territorios y zonas palestinas en Al Quds y Al Jalil, además de generar y gestionar las reservas de agua del West Bank que son robadas a Palestina y entregadas para el uso exclusivo de los colonos de los asentamientos en la Ribera occidental, principalmente. Se suma a ello la labor de desplazamiento de las poblaciones beduinas desplazando a este pueblo hacia “reservas o zonas de concentración”. Se recuerda con especial énfasis que el JNF, cuando el ejército sionista, en la Guerra del año 1967, arrasó con las aldeas palestinas de Imwas, Yalu y Beit Nuba, destruyendo las aldeas, expulsando a sus habitantes, demoliendo sus casas y quitando todo vestigio estructural de vida palestina, el JNF comenzó la construcción del llamado Parque Nacional de Canadá, sobre las ruinas de esos pueblos.

Recordar esto no es sólo un ejercicio de nostalgia y de llantos melancólicos, sino que de resistencia pues esa resistencia implica acción y de afirmación de la condición de palestino, pues ella conlleva un trabajo en materia de compromiso y dignidad. La resistencia, la afirmación de la identidad palestina implica en ocasiones el uso de todas las formas de lucha pues la violencia ejercida por el pueblo palestino es una violencia legítima, contra un ejército y colonos que ocupan y usurpan su territorio. Una violencia donde no hay oponentes equivalentes, no hay equilibrio de fuerzas por más que el sionismo y su campaña comunicacional pretenda hacer aparecer un cuchillo o una piedra que blande un palestino como un arma “terrible” frente a aviones, tanques, granadas aturdidoras, blindados y todo el aparataje bélico sionista.

Pero, esa mínima violencia ejercida con toda razón por el pueblo palestino, seguirá siendo una violencia estéril mientras las fuerzas políticas palestinas sigan desunidas. Mientras algunas organizaciones y políticos palestinos le sigan haciendo el juego a Netanyahu y a Washington. La unión del pueblo palestino le dará más fuerza a ese ejercer la violencia contra una entidad que asesina día a día, cotidianamente, a niños, mujeres y hombres en Nablus, Bayt Lahm, Tulkarem, Al Jalil y Al Quds. Esa violencia que tanto critica la doble moral de gobiernos, políticos y el propio sionismo es plenamente justificable, legítima y necesaria de apoyar.

Se hace necesario combatir a ese ocupante con medidas políticas, con presentaciones ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya cuando hablamos de crímenes de lesa humanidad, en la FIFA en lo que se refiere al deporte, en las Naciones Unidas cuando hablamos de los asentamientos que día a día pueblan el territorio palestino de colonos extremistas. Esto, a pesar que el sionismo es capaz de ejecutar acciones de represión con sus propios ciudadanos cuando critican el actuar del gobierno de Netanyahu, como sucede con el Director de una ONG israelí – BTselem – que en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas llamó a “adoptar las medidas necesarias para poner fin a la ocupación israelí de los territorios palestinos”. Esas palabras de Hagai el Ad, Director de BTselem ha significado que se esté revisando, por las autoridades israelíes, la posibilidad legal de revocarle su nacionalidad ¿Esa es la mayor democracia de Oriente Medio?

La sociedad israelí y el sionismo que domina su casta política y militar, no sólo fagocita a sus propios críticos como Hagai el Ad, obliga a exiliarse como el historiador Ilan Pappé o persigue a periodistas como Gideon Levy o llama como “no verdaderos judíos” a personajes como Norman Finkelstein, sino que vive en la impunidad protegido por sus socios como Washington y la Unión Europea. Una sociedad que se conduce con el pueblo palestino a través del uso de la fuerza, no sólo porque puede hacerlo – a partir de una maquinaria bélica bien aceitada por 58 años de ocupación – sino también porque esa unión entre sociedad cada día más permeada por el sionismo - políticos y militares quieren hacerlo. Esto, pues para esa triada y sus apoyos internacionales el derecho internacional, el respeto a los derechos humanos, la moral y la decencia son letra muerta.

Israel ha demostrado que es una entidad perversa, una sociedad dotada de una ideología maldita, según definición de judíos como el periodista Gideon Levy o el historiador Ilan Pappé – “judíos que se odian a sí mismos dirán los recalcitrantes sionistas – Israel es una entidad cruel, asesina, criminal, racista y colonialista, que desprecia y odia la vida de todo aquel que ose juzgar su creación en Oriente Medio. Gideon Levy sostiene que “después de hablar de nacionalismo y racismo, el odio y el desprecio por la vida de los árabes, el culto a la seguridad y la adicción a la ocupación, la victimización y el mesianismo, todavía hay que agregar otro elemento, sin el cual no se puede explicar el comportamiento del régimen de ocupación israelí: la maldad pura. La maldad sádica. El mal por el mal mismo. A veces, es la única explicación posible”

La maldad israelí no es la de personas particulares, un soldado de gatillo fácil que asesino a un niño o a un joven que no obedeció un alto. O una mujer que no paró el vehículo que conducía. No es la maldad individual de un colono venido de Argentina, Chile, Rusia o Francia, que ejecuta a un palestino por el solo hecho de ser palestino. No es la actuación de Ayelet Shaked, la actual Ministra de Justicia israelí que llama matar a las madres palestinas y a sus hijos que llevan en el vientre porque son “pequeñas serpientes”

La maldad a la que me refiero es aquella aludida respecto al comportamiento de un sistema en su conjunto, es la maldad de un régimen de ocupación, la que se ejerce contra todo un pueblo. Es nuestro deber como individuos, como sociedades, como pueblos y sus instituciones políticas nacionales e internacionales, castigar los crímenes cometidos por la entidad sionista, hacerle pagar todos y cada uno de sus crímenes. Forzar un cambio, combatir al sionismo en todos los frentes. Esto es un imperativo moral.

Pablo Jofré Leal

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Fundación Cultural Oriente,  www.islamoriente.com

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