Soleimani, el emblema de la victoria celestial
Sheij Abdul Karim Paz
El gran mártir Hayy Qasem Soleimani, es el símbolo más encumbrado de la resistencia islámica revolucionaria en los últimos tiempos, después del líder de la Revolución Islámica, el Ayatullah Jamenei, de quien el general Soleimani se decía ser un humilde servidor y un soldado.
El general martirizado representa con su vida de sacrificio en los frentes de la defensa sagrada, sus mil batallas y su fama entre mártires, heridos, prisioneros, combatientes, no solo de Irán, sino de toda la región del mundo islámico, el emblema del héroe moral y de combate. Con claridad doctrinaria, completamente al servicio de la causa, del líder y del pueblo, la gente no deja de reconocerlo y su foto se puede ver por todas partes.
Desde la guerra impuesta por el imperialismo del brazo de Saddam Husein, el dictador de Irak y servidor del imperio norteamericano, contra la revolución islámica en los años ochenta del siglo pasado, el general Soleimani, no ha dejado de estar presente en los frentes de batalla, hasta su martirio, cumpliendo funciones de comandancia de las fuerzas de la resistencia y los Guardias Revolucionarios. Su fama se hizo mundial por ser artífice esencial en las victorias contra el ISIS en Irak y en Siria. Menos conocidas son sus importantes intervenciones en Irán, en el Líbano, en la famosa victoria de la guerra impuesta por el régimen sionista de los treinta y tres días. Los palestinos también han gozado de sus pericias y quizás hasta los yemeníes hayan usufructuado de su rica experiencia contra el enemigo común, el imperio anglo sionista saudí.
¿Cómo puede ser que un comandante alcance tal grado de fama y amor en los corazones de tantos millones de seres humanos en todo el planeta, no solo en la región? ¿Hay un secreto? ¿Cuál es? Trataremos de adentrarnos un poco en él, solo con la esperanza de poder dar alguna pista, no de agotar el tema, porque me excede.
La piedad, la sinceridad, el amor por Dios y Sus criaturas, la formación en la mejor de las universidades, la del frente de guerra contra los enemigos del Islam y de la humanidad, los servicios prestados, la humildad, la súplica, la hermandad con tantos mártires y familiares de mártires a lo largo de todos estos años y la fidelidad inquebrantable con el líder de la humanidad, el Ayatullah Jamenei, representante del Imam Oculto, el Imam Mahdi, hijo de Ali, el Príncipe de los creyentes y de Fátima Zahrá, el Kauzar o legado del profeta Muhammad, la bendición y la paz sea con todos ellos.
Jamás, desde la muerte del Imam Jomeini, se habían visto unos funerales tan millonarios en almas ardientes de amor y estupefacción como en los funerales del mártir Soleimani y de su inseparable amigo y sub comandante de las milicias populares de Irak, Abu Mahdi Al Muhandis. Desde Irak hasta todo el territorio de Irán y en otros rincones del mundo, especialmente en Siria, Líbano, Palestina, Yemen, Bahrein, y otras partes se congregaron millones de seres humanos, algo increíble. Todos salieron para despedir al héroe islámico, el orgullo de la resistencia, el amado de la gente. El mártir Soleimani que había predicho su martirio, cuando dijo que en estos días de recuerdo del martirio de Fätima Zahrá, hija del profeta, la paz sea con ella, él ya no estaría entre nosotros. También esa noche al despedirse de Siria rumbo a Bagdad cuando vio preocupado a su entorno y con esa sonrisa celestial captada en tantas fotos, les dijo: “Tienen miedo de que me martiricen.” Dijeron: Sí. Respondió: “el martirio es una fruta madura, se recoge en su tiempo o se echa a perder.” El martirio fue su anhelo de siempre y el líder islámico se lo adelantó cuando hace unos años le dijo que iba a ser martirizado, pero no ahora, le dijo en aquel momento, lo necesitamos, será en el futuro.
Hay una escena registrada en un video muy premonitoria. El general Soleimani está rezando en la primera fila de orantes detrás del líder y un niño va hasta él que estaba en el medio de la fila detrás del líder y le regala una rosa roja, símbolo de los mártires. En medio del rezo, el general agarra la rosa sin dejar su rezo. Cualquiera que vea ese video puede ver un signo de Dios a través de la pureza de un niño reglándole el símbolo del martirio y el general aceptándolo en medio del estado de oración a Dios, detrás del líder que Dios ama como representante del Imam de la época. Al niño se le preguntó por qué le dio la rosa al general, a quien no conocía y no a otro. Dijo que algo me atrajo hacia él, no sé.
En contraste con la pureza y luz de Dios, el amor, los corazones de millones, la valentía, el sacrificio, la moral, la bondad, la generosidad, le entrega, el sacrificio, la causa justa y divina, está la otra parte. La parte asesina y agresora. La parte terrorista que, en venganza de los terroristas derrotados, no podía soportar ver moverse a ese líder extraordinario. Les dolía su presencia. Sabían cómo encendía los corazones su presencia y las esperanzas de las filas de la resistencia como la desazón en las filas de sus mercenarios. Creían erróneamente, una vez más, que matando el cuerpo de un ser como el general Soleimani, acabarían con ese efecto tan temido de su presencia. Pero, sin saberlo, otra vez en la oscuridad de su tenebrosa ignorancia, no hicieron sino encender su luz para la eternidad y con un alcance mucho mayor al que podía ejercer en vida el mártir Soleimani. Ahora, el general está presente en millones de corazones y desde el puesto de comando celestial continúa dirigiendo la guerra hasta la victoria.
Como no podía ser de otra manera, para asesinar al general recurrieron a un complot cobarde y vil. Hicieron creer al crédulo primer ministro iraquí que el príncipe Bin Salman, quería enviar un mensaje de diálogo para reducir la tensión y los enfrentamientos. Seguramente, el general sabía que nada de eso podía ser cierto. Pero más importante que esa mentira, era el corazón del primer ministro iraquí y todo lo que él representaba. El primer ministro sí creía que esta era una oportunidad de acercar al general a lo que creía, era una propuesta seria. Había que mostrar al primer ministro y a quienes lo seguían entre el pueblo iraquí, que no había tal seriedad de parte del imperio. El primer ministro ingenuo, pero no mala persona, creía que esta vez era cierto, los norteamericanos le habían confirmado las buenas intenciones del príncipe (el impulsor de la guerra en el Yemen y el mayor soporte del ISIS). Anhelante de la paz, el primer ministro, en su bondad, vio una oportunidad de mitigar los enfrentamientos. Encarecidamente pidió al general que no podía faltar a la cita, sin saber que lo atraía a una trampa mortal. Mientras tanto, el general presentía que había llegado su hora de acuerdo al dicho profético que Dios le muestra el paraíso al que accederán a aquellos que ama y les hace ver la hora de la cita con Su amado. Era por eso que con su celestial sonrisa que hoy produce llantos de amor en los corazones, se despedía de sus hermanos consolándoles, “no teman, Dios está con nosotros.”
Su inseparable amigo y hermano, el subcomandante Abu Mahdi fue a recibirlo al aeropuerto internacional de Bagdad. Se abrazaron de una manera diferente a todas las anteriores. Ambos sabían que se acercaba su momento esperado. Ahlul Bait, tantos mártires amados, tantos ángeles ya se sentían demasiado cercanos. Sus corazones palpitaban. Apenas habían recorrido un kilómetro saliendo del aeropuerto y se dio la cita del martirio. Fue una verdadera explosión de luz, no solo la terrenal de los misiles lanzados por seres infernales en medio de sus carcajadas, ignorantes del servicio prestado al defraudador, Satanás. No, la luz verdadera, la celestial, la que verán todos en un futuro, pero que solo ven los purificados en este mundo. Qué bien lo retrató el artista popular, cuando pintó al general abrazándose con el Imam Husein – el Señor de los mártires – y a todos los grandes mártires de todos estos años detrás del Imam Jomeini, todos recibiendo a los mártires en un mar de luz y felicidad. El encuentro celestial era acompañado en la oscurecida tierra con llantos y profundas palpitaciones de amor indescriptible. ¡Qué momento se vivió esa madrugada en Irán, Irak, en toda la región y en el mundo! Quien más se acercó a la definición de lo que había ocurrido fue el líder cuando denominó a estos días, los días de Dios, el martirio y la respuesta militar a la base norteamericana en Irak, en árabe, iaumul llah. El mundo se sacudió, algo grande había tenido lugar. Las interpretaciones fueron diversas, todos coincidían que era algo grande, pero algunos, comprendían y otros repetían como loros, ¡fue matado un general terrorista! Dios mío, hay gente enajenada.
Es común ver a Trump con una pose de auto suficiencia, arrogancia, desprecio por los críticos, sonriente ante las reglas morales que gusta pisotear. Pero no es común verlo asustado, temblando, sin coordinar bien el habla y los gestos como se lo vio el día que salió a decir que los misiles que llovieron sobre la base norteamericana en Irák, no habían impactado a ninguno de nuestros muchachos y que todo estaba bien. Sobre el contra ataque prometido ni palabra. Decir que nada había pasado era la forma de evadir las vanas promesas de arrasar Irán. Por un instante, Tump presentía que lo hecho había sido demasiado, se había metido – lo habían empujado y lo sabía en su fuero íntimo - en un terreno peligroso, que no controlaba para nada, pero que presentía que era un coto sagrado que no se le permitiría. Deseaba que todo termine con ese ataque, que rápido se dé vuelta la hoja, había ido demasiado lejos, lo presentía.
Ninguno de los efectos buscados con ese ataque fueron logrados, pero sí, todos los no deseados. La unidad de la resistencia y el pueblo iraní e iraquí. La unidad generacional entre los viejos sostenedores de la revolución islámica y los jóvenes y niños. La unidad entre los escépticos y los optimistas. La universalidad del emblema de todo lo que el general Soleimani representa como valiente resistencia y confrontación con la agresión imperial. Y la destrucción profunda del frente interno imperial. “Nos metió en una guerra no deseada” “Mató a un general que era nada menos que el héroe de la lucha contra el terrorismo” “Mató a un general que era amado por millones”. “Perdimos Irak y nos echarán de la región”. “Nos metió en una guerra y ni consultó con el Congreso como exige la constitución”. “Por esa acción demencial ahora tiene que enviar a tres mil de nuestros muchachos a un destino incierto y adverso”. Todo era verdad. Netanyahu y el Príncipe Bin Salman son demasiado inconscientes como para no relamerse de satisfacción, se había matado al general y la presión, creían, no recaía sobre ellos, sino sobre Trump. Hasta el Pentágono dijo, tomando prudente distancia, “fue una decisión de Trump.” Como siempre, en el momento sensible, dejaban solo al verdugo.
Lo lógico tuvo lugar. El primer ministro iraquí estaba indignado. “¡Asesinaron a mi invitado, me hicieron traerlo para hablar de paz, yo lo convencí y me asesinaron a mi invitado en mi casa!: ¡Deben irse de Irak!”, gritó indignado, no era para menos. Se sentía culpable. El general le había enseñado con su alma la más amargas de las verdades: quiénes eran los enemigos y quiénes los amigos que no había sabido cuidar. Y así fue, el Parlamento iraquí, otrora reacio, por unanimidad sentenció que la presencia norteamericana en Irak, a partir de ahora, era ilegal y debían irse. El general había ganado otra vez la gran batalla, el último gran servicio, poner a la nación iraquí, hasta ese momento no convencida en su totalidad, unánimemente en pie de guerra con el invasor. Hoy en día estamos siendo testigos de los ataques que se llevan a cabo contra las bases norteamericanas en Irak pre anunciando que no podrán quedarse mucho más tiempo allí. En el frente interno, en Norteamérica, el Congreso fijó por ley límites a Trump para tomar medidas contra Irán.
El otro gran servicio fue unir a su amado pueblo de Irán y, por último, inspirar a sus hermanos de trinchera en Palestina, Yemen, Líbano, Siria, Afganistán y el resto de la región, de que la resistencia es el camino. Al mundo le mostró quién está con los terroristas y tira para ellos y quién está contra el terrorismo, más allá de las mentiras y engaños.
Por supuesto que el análisis del Reino Unido sobre el accionar del general Soleimani está lleno de mentiras. Lo presenta como un hombre que se dedicó a expandir el imperio persa, o el imperio shiita contra sunnitas y contra los árabes. Vieja estrategia de intentar dividir para gobernar. Gastada como la corona británica que ya no tiene fuerzas para convencer a nadie de sus falsedades. Árabes y sunnitas junto a shiitas y persas están tratando de resistir y expulsar a quienes vienen ocupando sus territorios desde la caída del imperio otomano hasta nuestros días, a fuerza de ejercer esas políticas divisionistas para que, en la región de su interés, todos peleen con todos y ellos recojan los frutos de esas discordias y las debilidades que producen.
Esta vez, la victoria era demasiado grande para ser condecorado solo en la Tierra, esta vez no bastaba como antes que el líder islámico le pusiera la mayor medalla, Dhul Fiqar (la espada de dos puntas del Imam Ali, la paz sea con él) en su pecho. ¡Esta vez, la medalla se la ponían las benditas manos del Señor de los mártires, el Imam Husein! ¡Alhamdulillah! (¡Alabados sea Dios)
Fuente: El Señor de los Corazones; Editorial Elhame Shargh
Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.
www.islamoriente.com Fundación Cultural Oriente