Geografía
Por: Ricardo H. S. Elía
«Todas las tierras, en su diversidad, son una. Y los hombres todos son vecinos y hermanos».
Al-Zubaidi (m. 989),
preceptor del califa
cordobés al-Hakam II.
El principio islámico de viajar, al menos una vez en la vida, a las ciudades santas de La Meca y Medina, sumado a la tradición de visitar lugares sagrados como Jerusalem, Nayaf y Karbalá, viajes que se realizaban desde zonas remotas como al-Ándalus o el Turquestán y que podían durar incluso años, entre la ida y la vuelta a su lugar de origen, junto con las necesidades propias de los comerciantes y también de los gobernantes, la geografía adquirió en el Islam una real importancia.
El Islam es, pues, por excelencia, una civilización de movimientos de tránsito, lo que supone lejanas navegaciones y una múltiple circulación caravanera, tendida, ante todo, entre el océano Indico y el Mediterráneo, lanzada generalmente desde el Mar Negro a China y a la India y, por último, eficaz desde el “país de los negros” (Bilad as-Sudán) a África del Norte.
Este sistema caravanero tenía metas tanto culturales y religiosas como comerciales. El Islam tiene sus comerciantes musulmanes y no musulmanes. Se han conservado por casualidad las cartas de los comerciantes judíos de El Cairo desde la época de la primera cruzada (1095-1099); demuestran que los musulmanes conocían todos los instrumentos de crédito y de pago y todas las formas de asociación comercial (por consiguiente, no será Italia la inventora de ellos como se ha aceptado con demasiada facilidad).
Suleimán at-Tayir (es decir: “el mercader”), llevó hacia el año 840 sus mercancías a la China y la India desde el puerto iraní de Siraf en el Golfo Pérsico. Un autor anónimo de 851 escribió un relato del viaje de Suleimán; este relato es anterior en 425 años a los viajes de Marco Polo (cfr. J. O’Kane: The Ship of Suleiman, Londres, 1972).
El primer gran geógrafo musulmán es Ubaidullah Ibn Jordadbeh (825-912), autor de una obra cuyo título se repetirá abundantemente en este género, a lo largo de varios siglos: Kitab al-masalik wa al-mamalik (Libro de los caminos y los reinos), aparecido en 846 y nuevamente, revisado, hacia 885 (traducido por M.J. de Goeje, Leiden, 1967). En él se hace abstracción de la parte astrónomica o matemática para extenderse en la descripción de los países, señalando cuidadosamente los itinerarios, indicando lo más aproximadamente posible las distancias entre dos puntos, de forma que el caminante pudiera en todo momento conocer la dirección a seguir. También encontramos el curioso relato del viaje del intérprete Sallam a “la muralla de Gog y Magog”, denominación con que el autor parece indicar la Gran Muralla china (cfr. F.E. Peters: Allah’s Commonwealth. Ibn Khurdadhbih, Nueva York, 1973).
Otra importante obra de este tipo es el Kitab al-Buldán (“Libro de las comarcas”), publicado hacia 891 (traducido por M.J. de Goeje, Leiden, 1976) por Abu l-’Abbás Ahmad al-Ya’qubi (m. 897), autor también de una gran historia universal.
Abu Zaid Ahmad ben Sahl al-Balji, muerto en 934, escribió un Kitab suwar al-aqalim (“Libro de los visitantes de las regiones”), donde se describen los distintos territorios del mundo islámico. El número de mapas será siempre de veintiuno, a partir de este momento. El primero, responde a la totalidad del mundo habitado, conocido hasta el momento por los geógrafos islámicos. Otros tres nos muestran los tres mares más importantes para los musulmanes: el Mediterráneo, el Caspio y el «cuasi mar» Golfo Pérsico. Los diecisiete restantes representarán las diversas regiones en el que los geógrafos dividían el mundo islámico. La característica común a todos estos mapas es la de ser extraordinariamente esquemáticos, usando figuras geométricas. Por ejemplo: representan las islas como círculos, lo que permitía ser consultados por personas de no gran formación en la materia. como podían ser lo viajeros y peregrinos (cfr. William C. Brice: Atlas of Islam, Brill, Leiden, 1981).
A mediados del siglo IX, 700 años antes que los europeos, los musulmanes sostenían la redondez de la Tierra. Y esto se debía principalmente a la revelación coránica (ver Sura 55, aleya 5, Sura 17, aleyas 17 y 19), y a las investigaciones de geógrafos como el iraní Abu al-Abbás al-Fargani (813-882). el Alfraganus de la latinidad, quien a través de su famoso teorema calculó que la medida correcta de la tierra era de 56 millas y dos tercios por grado. Las millas de Alfraganus eran millas árabes (1.973,50 metros). Hoy sabemos que la circunferencia de la Tierra en el ecuador es aproximadamente de 40.075 km. Los musulmanes habían heredado el saber de los antiguos sabios griegos. Éstos no compartían la idea de sus antepasados de que la Tierra era un disco sostenido por cuatro elefantes subidos a una tortuga marina. Más bien creían que el planeta era esférico, una idea postulada hacia 500 a.C. por los seguidores de Pitágoras (c.580-c.500), que consideraban la esfera como la forma perfecta. Eratóstenes de Cirene (c.284-c.192 a.C.) se atribuye el haber medido por primera vez la circunferencia terrestre en el año 230 a.C.
Abu Alí Ahmad Ibn Umar, conocido como Ibn Rustih (m. 910), fue un sabio de origen persa. Es el autor de una enciclopedia escrita hacia 903 y llamada «El Libro de los atavíos preciosos» (Kitab al-a’laq an-nafisa), la cual sorprende por sus datos sobre geografía y cosmografía: «En la parte norte del océano hay doce islas llamadas las Islas de Baratiniya (Islas Británicas). Después de este punto, se acaba la tierra habitada y nadie sabe lo que hay más allá» (cfr. Ibn Rusteh: Kitab al-a’laq al-nafisa, ed. M.J. de Goeje, Leiden, 1892, p. 85; G. Wiet: Les Atours Precieux, El Cairo, 1958, p. 94).
Abu ar-Rayhan Muhammad Ibn Ahmad al-Biruni (973-1050), otro sabio musulmán iraní que era astrónomo, historiador, botánico, geólogo, poeta, filósofo, matemático, físico, padre de la farmacia medieval y geógrafo, confirma la esfericidad terrestre en su libro al-Qanum al-Masudi fi al-hai’a wa al-nuyum (“Canon masúdico sobre el cielo y la tierra”), dedicado a Masud Ibn Mahmud (sultán de Gazna desde 1030 hasta 1040), utilizando mediciones con el astrolabio, y logra con asombrosa precisión las dimensiones de la tierra, de la determinación de las coordenadas geográficas y de las diversas proyecciones cartográficas.
Efectivamente, hacia el año 1000, cuando en la Europa cristiana se predecía el fin del mundo y la ignorancia y la superstición reinaban por doquier, al-Biruní calculó el radio de la Tierra y demostró que nuestro planeta giraba alrededor del Sol (cfr. Galileo Galilei: Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano, Alianza, Madrid, 1995). Recordemos que, 633 años después, el astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642), a los setenta años de edad (1633), debió comparecer ante un tribunal de la Inquisición y pronunciar de rodillas la abjuración de su doctrina, (entre otras cuestiones, del movimiento de la Tierra), aunque añade la tradición que, al levantarse, exclamó: «Eppur, si muove» («Y sin embargo, se mueve»).
Hacia 1018 al-Biruni acompaña al sultán Mahmud de Gazna (971-1030) en una de sus campañas y descubre el mundo fascinante de la India. El resultado de casi más de doce años en el subcontinente se tradujo en la realización de su obra colosal llamada en árabe Kitab al-Hind (“Libro de la India”), que pasó a ser la principal fuente de información sobre ese enorme y antiquísimo país que los europeos desconocían absolutamente. En este tratado de historia, geografía, filosofía y moral, el sabio persa inserta la siguiente reflexión: «Sólo es digno de alabanza aquél que se aparta de la mentira y adhiere siempre a la verdad, gozando de respeto incluso entre los mentirosos, por no mencionar a los demás».
Al-Biruni escribió más de cien tratados de geografía, historia, astronomía, matemáticas y farmacia. Inventó el «método Biruni» para medir el radio. También inventó un método para medir el peso genérico de nueve metales y descubrió la naturaleza de la presión de los líquidos y un método para extraer la sal del mar.
En el Libro de la India hay también una temprana declaración sobre la libertad, la igualdad, y la fraternidad: «En nuestro tiempo, los hindúes establecen muchas diferencias entre los seres humanos. En eso nos distinguimos de ellos, pues nosotros consideramos a todos los hombres como iguales excepto en la piedad. Esta es la principal barrera entre ellos y el Islam» (de la traducción de E. Sachau, Alberuni’s India, Londres, 1888, vol. 1, p. 7).
Véase M. Biruni: Kitab maqalid ilm al-hay’ah. La trigonométrie sphérique chez les Arabes de l’Est à la fin du Xe siècle, Instit. Franç., Damasco, 1986.
Abu al-Hasan Alí Ibn al-Husain Ibn Alí al-Mas’udi, nacido en Bagdad hacia 900, en el seno de una familia shií y fallecido en Fustat (El Cairo) en 957, es el autor de la monumental obra Muruw ad-dahab wa ma’adin al-yawahir (Campos de oro y minas preciosas), generalmente citado en Occidente como “Las praderas de oro” (traducida al francés en 9 tomos por Charles Barbier de Meynard y Pavet de Courteille, París, 1861-1877 y 1962). Escrita hacia 947, y revisada y publicada nuevamente en 957, es una enciclopedia monumental de treinta tomos sobre historia y biografías, pero su mayor interés reside todavía en sus noticias y descripciones geográficas y en los innumerables datos sobre historia natural y sobre descripciones de usos prácticos y de procedimientos técnicos.
Por ejemplo, en ella se encuentra la primera mención conocida de una colección de cuentos de origen persa llamada Hezar efsaneh (Mil cuentos) cuyo fondo es de procedencia india, que luego formaron «Las mil y una noches». Por esto los historiadores e islamólogos occidentales acostumbran llamarlo «el Plinio, además del Heródoto, del mundo musulmán».
Gran cosmógrafo, redactó el Kitab al-Tanbih wa-l-ishraf (Libro de la advertencia y de la revisión), un tratado de ciencia, filosofía, mineralogía y botánica que fue traducido por M.J. de Goeje (E.J. Brill, Leiden, 1967), con traducción al francés por Carrá de Vaux: Macoudi, le livre de l’avertissement et de la révision (París, 1897). También escribió una «Historia de Alí y del imamato».
Viajero incansable e insaciable, recorrió grandes extensiones de Siria, Palestina, Arabia, la costa oriental de África, Irán, Asia central, la India, Ceilán y el mar de la China. Perspicaz educador, no comprimía su materia hasta la aridez, sino que escribía a veces con una amable despaciosidad que no evitaba dar, de vez en cuando, una historia divertida.
Al-Mas’udi es una de las fuentes más ricas, de más confianza y más variadas acerca del estado del mundo islámico en su época. En las cuarenta obras de al-Mas’udi, así como las de sus contemporáneos Abu Ishaq Ibrahim al-Istahri (floreció hacia 950) e Ibn Hauqal (floreció entre 943 y 977), es donde encontramos las primeras menciones de los molinos de viento, la cual fue una invención islámica (véase Barón Carra de Vaux: Les penseurs de l’Islam, 5 vols., París, 1921).
Véase Ahmad M.H. Shboul: Al-Mas’udi & His World. A Muslim Humanist and His Interest in Non Muslims, Ithaca Press, Londres, 1979
Sobre Abu l-Qasim Muhammad Ibn Hauqal se puede agregar que estuvo al servicio fatimí y fue comerciante. Pasó su adolescencia en Irak y luego viajó por el Egipto, norte de África, al-Ándalus, Ghana, Sicilia, Armenia, Azerbaiyán e Irán. Ibn Hauqal (hacia 975) describe una especie de pagaré por 42.000 dinares dirigido a un mercader de Marruecos, con la palabra árabe saqq; correspondiente a esta forma de crédito deriva la palabra cheque. Escribió el Kitab Surat al-ard «Libro de la configuración de la tierra» (traduc. J.H. Kramers, Leiden, 1938), y el Kitab al-masalik wa al-mamalik «Libro de los caminos y de los reinos» (traducido por M.J. de Goeje, Leiden, 1967).
Abu Abdallah Muhammad al-Muqaddasi o al-Maqdisi (c.946/947-1000) era natural, como se ve por su nisba, de Jerusalén (Bait al-Muqaddas). Su principal trabajo es Ahsan al-taqasim fi ma’rifat al-aqalim (La mejor de las divisiones para el conocimiento de los países), publicado en 985, y traducido por M.J. de Goeje, Bibliotheca Geographorum Arabicorum, vol. 3, E.J. Brill, Leiden, 1906 (reimpr. 1967). El autor, hablando del trabajo que le costó componer su obra, dice: «Sabe que muchos hombres de ciencia y visires han compuesto obras sobre este tema, pero la mayor parte, si no la totalidad de sus escritos, se basa en lo oído decir; mientras que en nuestro caso no ha habido país en que no hayamos entrado, sin descuidar por ello el estudio y el examen en los libros de lo que permaneció desconocido directamente para nosotros. Así este nuestro librito ha llegado a formarse en tres partes: una, lo que hemos visto directamente; la segunda, lo que hemos oído de boca de personas dignas de fe, y la tercera, que es cuanto hemos hallado en los libros compuestos sobre este y otros temas. No ha habido biblioteca de rey a la que yo no haya concurrido, ni obras de determinada secta que no haya ojeado, ni creencias de un pueblo que no haya conocido, ni gente devota con la cual no me haya mezclado, ni sagrados oratorios a los que no haya asistido, hasta conocer cuanto deseaba sobre este tema. Con treinta y seis nombres distintos he sido llamado y apostrofado: jerosolimitano (muqaddasí), palestino, egipcio, magrebí, jorasanio, faqih, sufí, santo, devoto, asceta, viajero, papelero, etcétera, en los distintos países donde me detuve y en los diferentes lugares que visité... Muchas veces he estado a punto de ahogarme, he sufrido asaltos de ladrones, he servido a cadíes y a grandes, he hablado a sultanes y visires; he andado por las calles con malvivientes, he vendido mercancías en los mercados, he sido encarcelado, tomado por espía. He visto la guerra de los Rum (bizantinos) con las galeras, he oído el nocturno tañido de los badajos de iglesia, he encuadernado volúmenes por dinero, he caminado entre el viento tórrido y las nieves... Y todo esto lo hemos dicho para que el lector de nuestro libro sepa que no lo hemos compuesto de cualquier manera, ni digerido por interpósita persona, y sepa distinguirlos de los otros. ¡Cuánta diferencia entre quien ha sufrido estas dificultades, y quien ha compuesto su obra en la comodidad, por oído decir! He gastado en estos viajes más de diez mil dirham... No ha habido permiso concedido por una de las escuelas de jurisprudencia, que yo no haya utilizado..., sólo sin salir nunca de los preceptos de sus sabios, ni retrasar nunca la oración canónica más allá de su tiempo prescrito» (Al-Muqaddasi: Description of Syria, Including Palestine, traducido por Guy Le Strange, Palestine Pilgrim’s Text Society, vol. 3, Londres, 1892).
Al-Muqaddasi fue un verdadero trotamundos que visitó todas las regiones del Islam excepto al-Ándalus y sufrió incontables aventuras y vicisitudes (cfr. Basil Anthony Collins: Al-Muqaddasi: The Man and His Work. With Selected Passages Translated from the Arabic, University of Michigan, Michigan, 1974).
Abu Abdallah Muhammad Ibn Idrís, apodado al-Hamudi, al-Hasani, al-Qurtubi (el Cordobés) y al-Siqilli (el Siciliano), y generalmente citado como al-Idrisi, nació en Ceuta en 1099 y murió en Palermo en 1166. También se lo llama al-Sharíf (el honorable), título reservado a los descendientes de Fátima az-Zahra (605-632), pues entre sus antepasados figura aquel Idrís, biznieto de Fátima, y de quien derivaron los Idrisi, que gobernaron en África del Norte desde 788 hasta 984. Pasa su juventud en Córdoba, donde estudia con los principales sabios del momento. Sin embargo sus trabajos no los realiza en al-Ándalus, ni siquiera en territorio islámico, sino en la corte de los normandos, en la isla de Sicilia, que había estado en manos de los musulmanes entre los años 878 y 1078, hasta ser conquistada por aquéllos. Roger II (1095-1154), y lo mismo sus sucesores, Guillermo I (1120-1166) y Guillermo II (1154-1189), así como el emperador Federico II Hohenstaufen (1194-1250), mostrarán un amplio interés hacia el Islam y el mecenazgo de las artes y las ciencias, y para el primero de ellos, al-Idrisí escribió su gran obra geográfica Kitab nuzhat al-mustaq fi ihtiraq al-afaq (Libro del placer de quien esta poseído por el deseo de abrir horizontes), también conocido como Kitab al-Ruyari (Libro de Roger). Es ésta la más extensa obra geográfica islámica y, en contraste con las otras, tiene valiosas informaciones sobre los países cristianos. Existen numerosas traducciones desde el siglo XVII. Las más recomendables son la española de Antonio Blásquez (Madrid, 1901) y la italiana por Michele Amari y Celestino Schiaparelli (Roma, 1883).
En 1154, al-Idrisi dibujó un gran mapa mundial sobre una lámina de plata, y en el que abandona las formas geométricas usadas anteriormente, siendo sustituidas por otras que representan más fielmente el contorno de las costas, el curso de los ríos, la ubicación de las ciudades, las montañas, etc. En este mapa, al-Idrisí divide la tierra habitada en siete climas. Además cada clima está dividido en diez partes, por medio de líneas paralelas, correspondientes a los meridianos. Se obtiene así una especie de proyección que asemeja a la que luego se denominó de Mercator —por el nombre de su realizador, el geógrafo holandés Gerhard Kremer (1512-1594), conocido como Gerard Mercator—, base del primer mapa para uso de navegantes, que apareció en 1569.
Por el estudio de los primitivos textos de Geografía islámica, sabemos que al-Idrisí en gran parte aprendió de sus predecesores. Pero el hecho de que el rey normando Roger II confiara la descripción del mundo conocido a un erudito musulmán indica claramente hasta qué punto se reconocía entonces la superioridad de los estudios islámicos.
La primera traducción conocida de al-Idrisi se publicó en Roma el año 1619, tomada de un extracto incompleto del «Libro de Roger»: el traductor ni siquiera conoció el nombre del autor magrebí.
Véase Michele Amari: Storia dei Musulmani di Sicilia, 3 vols., Catania, 1933-1939; U. Rizzitano: Storia e cultura nella Sicilia saracena, Palermo, 1975; Aziz Ahmad: A History of Islamic Sicily, Edinburgo, 1975; John Julius Norwich: The Normans in Sicily, Penguin Books, Londres, 1992.
Yakut Abdillah ar-Rumi (1179-1229) fue junto al-Idrisi, uno de los más grandes geógrafos de la Edad Media. Griego del Asia Menor, donde había nacido, fue educado por un mercader de Bagdad y gracias a su buen trato y orientación se convirtió al Islam. Viajó mucho, primero como mercader, luego como geógrafo. En Merv (una ciudad al norte de la actual Mashhad, en Irán, hoy desaparecida) encontró diez bibliotecas, una de ellas con doce mil libros. Los bibliotecarios, que sabían distinguir quien amaba la sabiduría, le permitieron llevar hasta 200 volúmenes de una vez a su aposento. Luego pasó a Jiva (Uzbekistán) y a Balj (Afganistán). Allí los mongoles casi lo atraparon en su avance destructor y asesino; huyó, pero sin soltar sus manuscritos de viaje, a través de Irán hasta Mosul (Irak). Mientras comía el pan de la pobreza trabajando como copista, hacia 1228 completó su Muyam al-buldán (Diccionario de las comarcas), vasta enciclopedia geográfica que reunía casi todos los conocimientos geográficos de la época. Otra de sus obras es el Muyam al-udaba (traducido por David Samuel Margoliuth en 6 volúmenes, Leiden, 1907-1931). Al año siguiente fallecería en Alepo, Siria. Yakut lo abarcó todo: astronomía, física, arqueología, teología, historia. Su Muyam al-buldán fue publicado en árabe en diez volúmenes por M. Al-Janiwi, El Cairo, 1906-1907; también hay una traducción parcial al inglés por W. Jwaideh: The Introductory Chapters of Yakut’s Mu’jam al-buldan, Brill, Leiden, 1959.
Zakariyya Ibn Muhammad Ibn Mahmud al-Qazvini (1203-1283) fue un afamado enciclopedista y geógrafo iraní nacido en la ciudad de Qazvín (hoy capital de la provincia de Zanyan, Irán). «Estudió en Siria, y en su capital, Damasco, se formó con los más prestigiosos maestros de la época, entre los cuales se encontraba el famoso místico murciano Ibn al-’Arabi. Se sabe que ocupó el puesto de cadí en Wasir y en Hilla (Bajo Irak), ciudad, la última, en la que falleció» (Fátima Roldán Castro: ‘La geografía erudita de Al-Qazwini’, en El Viajero Histórico —suplemento—, El legado Andalusí. Una nueva sociedad mediterránea, nº 4, Granada, 2000, pp. 4-5)
Su gigantesca enciclopedia se divide en dos partes. La primera designada generalmente como «Cosmografía», terminada hacia 1263, tiene el nombre árabe de Aya’ib al-majluqat ua gara’ib al-mauyudat (Maravillas de la creación y singularidades de las criaturas), y considera las cosas celestes (planetas, estrellas, ángeles, cronología) y terrestres (elementos, animales, plantas, minerales, seres humanos). La segunda, de 1275, designada generalmente como «Geografía», se divide en dos secciones, tituladas respectivamente Aya’ib al-buldán («Maravillas de los países») y Atar al-bilad wa-ajbar al-ibad («Vestigios de los países y noticias de los siervos de Dios»); ésta describe los «siete climas» del planeta, citando ciudades, países, montañas, islas, ríos, etc, de cada uno de ellos. La obra fue traducida y publicada por el islamólogo alemán Heinrich Ferdinand Wüstenfeld (1809-1899), con el título: El-Cazwini’s Kosmographie, Göttingen, 1849. Al-Qazvini fue llamado por algunos especialistas el Heródoto de la Edad Media y el Plinio de los árabes.
El géografo al-Qazvini no debe confundirse con sus conciudadanos Yamaluddín al-Qazvini que en 1132 redactó en árabe una enciclopedia científica, y con el astrónomo y filósofo que perteneció al observatorio de Maraga llamado Naymuddín al-Qazvini (m. 1277), autor del Kitab ain al-qawaid fi al-mantiq ua al-híkma (Libro sobre la fuente de los principios de la lógica y la sabiduría).
Ya en el siglo XVI, se hace preciso mencionar, de forma invariable, a al-Hasan Muhammad al-Wazzán al-Zayyati al-Garnati (1495-1535/1553?), más conocido como León el Áfricano. Nacido en Granada, realiza diversos viajes por África. Fue hecho prisionero en el Mediterráneo por unos corsarios cristianos y conducido como esclavo, primero a Nápoles y, más tarde, a Roma. Allí trabó amistad con los sabios de esta ciudad gozando de la protección del Papa León X (Giovanni De Medici). Obligado a convertirse al cristianismo, adopta el nombre de Giovanni Leone en honor del pontífice. En 1526 redacta su obra geógrafica, en lengua italiana, que titula Descrittione dell’África e delle cose notabili che quivi sono (Juan León Áfricano, Descripción General de África, El Legado Andalusí, Lunwerg, Barcelona, 1995), sirviéndose de apuntes que había tomado durante sus viajes. La obra fue impresa en Venecia y alcanzó una gran difusión. Hacia 1527, León el Áfricano logró huir a Túnez, donde retorna al Islam (algunos sostienen que nunca dejó de practicarlo y su conversión fue sólo obra de conveniencia), muriendo poco después
El autor alemán Dietrich Rauchenberger ha escrito dos trabajos muy recomendables: Jean-Leon L‘Áfricain/Hasan Al-Wazzan. Un manuscrit et des donées complétant la partie italienne de sa biographie, Université Mohammed V, Rabat, 1997; Johannes Leo der Afrikaner. Seine Beschreibung des Raumes zwischen Nil und Niger nach dem Urtext (‘Juan León el Áfricano. Su descripción de las regiones entre el Nilo y el Níger según el texto original’), Harrassowitz-Verlag, Wiesbaden (Alemania), 2000. Asimismo, están las siguientes obra: Oumelbanine Zhiri: L‘Afrique au miroir de l‘Europe: Fortunes de Jean Léon l‘Áfrican à la Renaissance, Libraire Droz, Ginebra, 1991; Amin Maaluf: León el Áfricano, Altaya, Barcelona, 1996; y Dietrich Rauchenberger: ‘León el Áfricano’, traducido por Ana Carreño Leyva, en El Viajero Histórico (suplemento), El legado Andalusí. Una nueva sociedad mediterránea, nº 3, Granada, 2000.
Piri Reis (en turco ‘Jefe Admirable’), fue uno de los más famosos cartógrafos del Islam y uno de sus más experimentados almirantes (kapudán-i dariá de la marina otomana). Nació en Gelibolu (Gallipoli) entre 1465 y 1470. Su nombre completo era Ahmed Muhiiuddín Piri Ibn Hayyi Ali Mehmet al-Karamanli Lârendevî y sobrino de Kemal Reis (m. 1511), el famoso corsario y almirante de la armada otomana a finales del siglo XV y principios del XVI. Entre los años 1488 y 1493 participó en todas las campañas navales con su tío quien utilizaba las costas norteÁfricanas como base para su flota. Cuando los musulmanes de Granada pidieron ayuda a los otomanos en 1486, él, junto con su tío, llevó en sus naves a muchos de ellos al litoral norteÁfricano. Luego llegó a ser jefe de algunas escuadras y se distinguió por su valentía durante las batallas navales contra Venecia en 1499 y 1502. Katib Çelebi (ver aparte) asegura que Piri Reis, luego de la muerte de su tío en un accidente naval, y con el auxilio de Jaireddin Barbarroja, logró capturar y traer a Estambul un mercante francés que transportaba un precioso cargamento de maderos (Katib Çelebi: Tuhfetii’l-Kibar fî Esfari’Bihar, edición preparada por O.S. Gökyay, Estambul, 1980, pp. 42-43).
A principios de 1513 se retiró a Gelibolu para dedicarse a dibujar su primer mapamundi. Durante la confección (Muharram de 919 H.: 9 de marzo-7 de abril de 1513) tomó como referencia unos veinte mapas entre los que figuraba uno que pertenecía a Cristóbal Colón fechado en 1498.
Durante la campaña militar del sultán Selim contra el Egipto mameluco en 1517 asumió el cargo de capitán de una escuadra y tuvo éxito en capturar varias naves en el puerto de Alejandría. En 1524 participó como piloto en la expedición punitiva de Ibrahim Pashá (1493-1556) —un griego converso al Islam—, el gran visir del sultán Solimán el Magnífico (g. 1520-1566), destinada a reprimir la rebelión del virrey de Egipto. Pero al desatarse una gran tormenta cerca de Rodas, Ibrahim Pashá decidió seguir su viaje por tierra y Piri Reis volvió a Gelibolu dedicándose a completar su Kitab-i Bahriye («Libro del Mar»), iniciado en 1521. Este portulano (carta marítima de fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento, que precisaba la ubicación de los puertos y el contorno de las costas), al terminarlo en 1526, lo presentó al sultán Solimán mediante la intercesión de Ibrahim Pashá. Dos años más tarde presentó también al soberano otomano otro trabajo suyo denominado “Mapa de América de Norte”. En 1528, es decir, con quince años de retraso respecto al primero, Piri Reis confeccionó su segundo mapundi que también regaló al sultán Solimán. Y es este mapa último, trazado sobre cuero de gacela, de 85x60 centímetros, el que fue encontrado por el bey Jalil Edhem —director de los Museos nacionales turcos— en la biblioteca del Topkapi de Estambul el 9 de noviembre de 1929; le faltaba un trozo, ya que el mapa fue partido en dos, de norte a sur, y sólo muestra la costa Este de América, España y una parte de África. En este trabajo aparecen el litoral oriental de Sudamérica y la Antártida extremadamente detallado lo que constituye un enigma insondable ya que por entonces nadie había navegado por esas latitudes (cfr. ‘Argentina en un mapa del almirante Piri Reis’, revista El Mensaje del Islam, Nº 11, Buenos Aires, abril 1995, pp. 48-55).
Ante la irrupción de los portugueses en el Océano Índico a principios del siglo XVI, los otomanos decidieron fundar en 1525, en Suez, una base naval denominada Hint Kaptanligi (Capitanía de India) con el fin de controlar el Mar Rojo, el Golfo Pérsico y el Golfo de Adén, así como impedir el paso de los navíos lusos. En 1547 Piri Reis fue nombrado almirante de las flotas de Egipto, y su misión principal fue reconquistar Adén a los portugueses, objetivo que coronó con éxito al año siguiente.
En 1552 salió desde Suez comandando una expedición compuesta de treinta naves cuyo fin era liberar definitivamente el Mar Rojo del peligro portugués y reconquistar la inexpugnable fortaleza de Mascate, en la costa de Omán, cuyo valor estratégico era indiscutible para el control del Golfo Pérsico. Mascate fue tomada y su gobernador portugués Juan de Lisboa hecho prisionero.
Los documentos existentes sobre esta expedición demuestran que en la batalla naval que tuvo cerca de la isla de Ormuz, la flota otomana, integrada tan sólo de embarcaciones ligeras como galeras, propias del Mediterráneo, obtuvo una señalada victoria forzando a huir a la escuadra lusitana, muy superior en número y poderío. Pero la flota de Piri Reis sufrió considerables pérdidas. Pese a eso, persiguió al enemigo y puso sitio a la fortaleza de Ormuz. Pero cuando le avisaron de que una fuerte armada portuguesa que se encontraba en el Índico venía en socorro de la plaza asediada, no tuvo más remedio que levantar el sitio y navegar hacia Basora, baluarte otomano en Irak. Cuando hubo llegado a Basora fue negado su acceso a la ciudad por el gobernador que intentaba sacar rédito de la inesperada situación. El no poder entrar en ella supuso para Piri Reis un gran problema ya que no pudo contratar remeros que hacían falta para sus galeras. Por lo tanto no le quedó otro recurso que disolver su flota ya muy deteriorada y tratar de llegar a Suez antes de que los portugueses bloqueasen el estrecho de Bab-el-Mandab. Zarpó pues de allí con tres naves cargadas de un gran botín que había ganado durante la expedición y pudo arribar al puerto de Suez en 1553 (en la travesía uno de sus barcos se hundió en el Mar Rojo). Pero durante su ausencia, sus enemigos políticos habían difundido calumnias y rumores de que había recibido sobornos de los portugueses de Ormuz para levantar el asedio, y por otra parte el gobernador de Basora, Kubad Pashá, resentido por no haber recibido una parte del tesoro que llevaba Piri Reis, había enviado anteriormente al sultán informes desfavorables en contra del almirante. Por eso, a su llegada a Suez fue detenido. Su ausencia, que duró más de un año, fue suficiente para que olvidasen su pasado glorioso, sus obras invalorables y sus últimas victorias contra los portugueses. Se le acusó de haber disuelto su flota en Basora y no haber conquistado el enclave de Ormuz (retenido por los portugueses entre 1515-1622). Al secundar estas acusaciones sin fundamento también el virrey de Egipto, fue condenado a muerte por orden del sultán Solimán, siendo decapitado en 1554 cuando superaba los ochenta años de edad. Así terminó la vida de un hombre de acción que tenía profundos conocimientos en los estudios náuticos y que sabía varias lenguas como el castellano, el catalán, el griego, el italiano y el portugués, además del turco, árabe y persa. Después de su muerte todas su pertenencias fueron embargadas y enviadas al palacio de Topkapi.
Véase P. Kahle: Un mapa de América hecho por el turco Piri Reis, en el año 1513, basándose en un mapa de Colón y en mapas portugueses, Investigación y Progreso, Madrid, 1931; Paul-Emile Victor y Arlette Peltant: ‘El Enigma de Piri Reis’, revista Horizonte, Nº 16, Plaza & Janés, Barcelona, 1971; Piri Reis: Kitab-i Bahriye, 2 vols., Ed. Yavuz, Estambul, 1972; S. Özbaram: ‘The Ottoman Turks and the Portuguese in the Persian Gulf 1534-1581’, Journal of Asian History, VI. I (1972), pp. 45-87; Pierre Duval: La ciencia ante lo extraño, Plaza & Janés, Barcelona, 1975; C.H. Imber: The navy of Suleiman the Magnificent’, Archivum Ottomanicum, VI (1980), pp. 224 y ss.; Rosario Mascia: ‘I misteri di Piri Reis’, revista Italia Mare, 1981; P. Guirao: El enigma de los mapas de Piri Reis. Detallados mapas de Sudamérica y la Antártida anteriores al siglo III a.C., Libroexprés, Barcelona, 1980; Mine Esiner Özen: Pirî Reis and His Charts, Nesteren Refioglu, Estambul, 1998; Ertugrul Önalp: ‘Pirî Reis, su «Kitab-i Bahriye» y sus mapas’, I Simposio Internacional sobre “El Mediterráneo Otomano”: arte, ciencia y fe entre el renacimiento y la revolución industrial, Fundación Los Cedros, Buenos Aires, 25 de octubre al 1 de noviembre del 2000.
El polímata otomano llamado Katib Çelebi, cuyo nombre verdadero era Hayyi Jalifa Mustafá Ibn Abdallah (1609-1657), fue un notable enciclopedista y políglota, autor de trabajos geográficos, que incluyen datos históricos, lingüisticos, bibliográficos y sociológicos, como Kashf az-zunún (Catálogo de las nociones), editado por G. Flügel con el título de Lexicon Bibliographicum et Encyclopaedicum, 7 vols., Leipzig-Londres, 1835-1858; Irshad al-hayara ila tarij al-Yunan wa’l-Rum ua’l-Nasara, Fezleke (Estambul, 1276 A.H.), y Mizán al-haqq fi ijtiyar al-ahaqq (publicado en Estambul en 1268 A.H.; cfr. traducción inglesa de G.L. Lewis: The Balance of Truth, Londres, 1957).Véase Hajji Khalifeh: The History of the Maritime Wars of the Turks, trad. James Mitchell, Londres, 1831; Kâtib Çelebi: Tuhfetii’l-Kibar fî Esfari’Bihar, edición preparada por O.S. Gökyay, Estambul, 1980.
Del libro CIVILIZACION DEL ISLAM; Edición Elhame Shargh
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