La Esclavitud; en la Antigüedad y en el Cristianismo

Al·lâmah Saîied Said Ajtar Rizvî

Traducido del inglés por: Javier (Abdul Karim) Orobio

Dijo el Imam ‘Alî: “¡Oh Gentes!, ciertamente que Adán nunca procreó a un ser siendo esclavo o esclava, por lo tanto todos los seres humanos son libres.”

La esclavitud es uno de los males más antiguos que ha afectado a las sociedades. Las civilizaciones antiguas no pudieron erradicar la esclavitud, por lo tanto se comprometieron con ella. Algunas de estas civilizaciones incluso patrocinaron la esclavitud. Las iglesias Cristianas participaron en el comercio de esclavos; sus sacerdotes bendecían los barcos que transportaban cargas humanas y les aconsejaban a los esclavos la obediencia, pero nunca obligaron a los amos a ser misericordiosos con ellos. Entre todas las religiones solamente el Islam atacó las bases de este mal. Pero la ironía de la historia muestra que la gente que nutrió la esclavitud, la apoyó y lucró de ella, mucho tiempo después se convirtieron en “los campeones de su abolición.”

‘Al·lâmah Saîied Said Ajtar Rizvî, el difusor en Jefe de la Bilal Muslim Mission de Tanzania, muy hábil y cuidadosamente ha escrito este libro. Como investigador erudito que es, objetivamente ha tratado el tema en este libro. Ha organizado hecho tras hecho de la historia; ha citado del Corán, las tradiciones, y los escritores contemporáneos sobre este tema; y ha citado las leyes Islámicas y las leyes de la antigüedad. Clara y vívidamente ha mostrado que la civilización Occidental no es un gran héroe de la emancipación de esclavos como finge serlo. De hecho, este ensayo abrirá los ojos de aquellos que ciegamente aprueban la propaganda del Humanismo Occidental.

La esclavitud no fue una institución inventada por el Cristianismo o el Islam. Ha existido desde antes que aparecieran estas religiones. Solo para dar un vistazo a la esclavitud en la antigüedad podemos citar de Justice Amir Ali:

La práctica de la esclavitud es contemporánea con la existencia humana. Históricamente sus huellas son visibles en todas las épocas y en todas las naciones. Los judíos, los griegos, los romanos y los germanos de la antigüedad, los pueblos cuyas instituciones sociales y legales más han afectado las costumbres modernas, reconocieron y practicaron ambas clases de esclavitud, tanto la servidumbre de campo como la esclavitud casera. Con el establecimiento de los Bárbaros del Norte y Occidente sobre las ruinas del imperio Romano, aparte de la esclavitud personal, la servidumbre territorial, escasamente conocida por los romanos, se volvió general en todos los países nuevos establecidos. Los códigos bárbaros, como el romano consideraban a la esclavitud como una condición normal de la humanidad; y si se le daba alguna protección al esclavo, era principalmente como la propiedad de su amo, quien solo aparte del Estado, tenía el poder de la vida y la muerte sobre él.[1]

En Persia el palacio del Emperador tenía doce mil esclavas. Cuando el Emperador Bizantino se sentaba en el trono, miles de esclavos permanecían atentos a atenderlo y cientos de ellos se inclinaban ante él cuando se colocaba sus calzados. En Grecia, el número de esclavos era mucho mayor que el número de hombres libres, aunque Grecia había producido grandes defensores de la humanidad y la justicia. Cada ejército griego que penetraba con cabalgatas de victoria sobre el enemigo, era seguido por una hueste de esclavos. Aristóteles, el famoso filósofo de la antigüedad, al discutir el tema de si alguien por naturaleza nace o no destinado a ser esclavo dice: “No es difícil responder esta pregunta, basados en la razón y la realidad. El que unos deban gobernar y otros ser gobernados es algo no solamente necesario, sino algo dictaminado a la hora de su nacimiento; algunos están marcados para ser sometidos, otros para gobernar.”

Luego concluye:

 “…algunos hombres son libres por naturaleza, y otros son esclavos, y para estos esclavos, es tanto conveniente como correcto”.[2]

Con el Imperio Romano, la esclavitud del mundo antiguo alcanzó su cenit, pero cuando el Imperio Romano comenzó a decaer, la situación de muchos de los esclavos comenzó a mejorar un poco. Pero el cáncer de la esclavitud era demasiado evidente. Había desbordado la capacidad de la legalidad romana así como había derrotado la sutileza de la filosofía griega. Ser compasivo con los esclavos no era considerado un sentimiento natural sino una idiosincrasia personal. El esclavo difícilmente era visto como un ser humano; no tenía derechos, no tenía alma.[3]

En la época del advenimiento del Islam, en el siglo séptimo, la esclavitud era creciente por toda la India, Persia, Roma, la Península Arábiga, Rumania, Grecia. La elite y la clase educada de estos países no le daban a los esclavos ni siquiera los más mínimos derechos de un ser humano. El esclavo era considerado como una pertenencia no más valiosa que un ganado.[4] Por lo general, era vendido a menor precio que una oveja o una cabra. En ocasiones sociales especiales los ciudadanos distinguidos del Estado solían reunirse con el Jefe de Estado para observar los juegos entre gladiadores en los cuales los esclavos eran obligados a pelear con espadas y escudos de la misma manera que se observaba una pelea de gallos en las antiguas sociedades feudales. La gente se emocionaba hasta que uno de los luchadores era asesinado. El auditorio luego aplaudía al ganador efusivamente.[5]

Por otro lado, la Península Arábiga estaba rodeada de países que aun portaban rasgos de la grandeza de la entonces decadente civilización Greco-Romana, y por otro lado, los países estaban arropados por la Religión Zoroástrica y el Hinduismo. Como se mencionó anteriormente, en todos estos países la esclavitud era una institución reconocida. Las Doce Tablas habían dado su sello oficial de aprobación a esta institución. La dificultad no mitigada y la crueldad con la cual eran tratados los esclavos no había disminuido; los esclavos ahora eran aceptados como animales cuyo destino era solo trabajar y morir por aquellos que los poseían.

En este ensayo no intento hacer una crónica de la inhumanidad que tuvieron que sufrir los esclavos, pero es suficiente decir que el hombre por siempre cargará en su conciencia un sentido de culpabilidad por haber practicado alguna vez la esclavitud.

El Cristianismo y La Esclavitud

Aunque la esclavitud ha sido una institución que se inició en la era prehistórica de la humanidad, con seguridad podemos decir que el volumen de este comercio alcanzó su cenit por medio de las Naciones Cristianas de Europa y América quienes, como era su naturaleza, la convirtieron en un comercio estricto y comenzaron a capturar esclavos en grandes cantidades. Antes de describir el nefario comercio de esclavos iniciado por los portugueses, los españoles y otras potencias marítimas del Occidente cristiano en sus recientes adquiridas colonias, veamos si el Cristianismo como sistema y como un credo, hizo algo en los inicios para aliviar el destino de estos esclavos.

Justice Amir Ali escribió acerca del tema:

La Iglesia cristiana encontró en la esclavitud una institución reconocida del imperio; adoptó el sistema sin ningún esfuerzo por mitigar su carácter nefasto; no prometió su abolición gradual, ni mejoró el estatus de los esclavos. Bajo la ley civil, los esclavos eran simples enseres. Así fueron considerados bajo la dominación Cristiana. Los esclavos fuesen nativos o foráneos, adquiridos en guerras o por compra, eran considerados simplemente como enseres. Sus amos tenían el poder de la vida y la muerte sobre ellos. El Cristianismo no pudo abolir ni aliviar los males de la esclavitud.[6]

Will Durant describe la posición de la Iglesia de la siguiente forma:

La Iglesia ortodoxa y la romana no condenaron la esclavitud. Los bárbaros, igualmente, asumieron la institución de la esclavitud como natural e indestructible. Las leyes paganas condenaban a la esclavitud a cualquier mujer libre que se casara con un esclavo; las leyes de Constantino ordenaban que la mujer fuera ejecutada, y el esclavo quemado vivo. El emperador Graciano decretó que un esclavo que acusaba a su amo por cualquier ofensa excepto la traición al Estado debía ser quemado vivo, sin ser llevado a juicio.[7]

La única solución prescrita por el Cristianismo se ve en la carta de San Pablo a un tal Filemón devolviéndole su esclavo, Onesimus, con una recomendación de tratarlo bien. Nada más. Es interesante ver que la palabra “esclavo” del original hebreo ha sido cambiada por la palabra “sirviente” en La versión Autorizada de la Biblia, y a “criado de confianza” en La Versión Estándar Revisada, porque, en palabras del comentario de la Biblia Concisa, “esta palabra (esclavo) se evita debido a lo que está asociada”.[8]

Uno se sorprende de ver cómo un traductor se toma el derecho de cambiar el significado original solo debido a las “asociaciones”.

Es interesante anotar aquí que la palabra “esclavo” es de origen europeo. Tuvo origen cuando los Francos solían suministrar de mercancía (esclavos) al mercado español con los “bárbaros”, y aquellos cautivos resultaban ser en su mayoría gente de origen turco de la región conocida como Eslovaquia. Estas personas son llamadas “Eslavos” y por lo tanto los cautivos llegaron a ser conocidos como “Slaves” en inglés, “Esclavos” en español.

La siguiente cita bosqueja la actitud del Islam y del Cristianismo con respecto al tema de la esclavitud y la raza:

 “¡Llévense a ese hombre negro! No tengo nada que hablar con él”, exclamó el Arzobispo Cristiano Cirus cuando los conquistadores árabes enviaron una comitiva con sus hombres más capacitados para discutir los términos de la rendición de la capital de Egipto, encabezada por un hombre negro, ‘Ubaidah, siendo éste el más capacitado de todos. Para sorpresa del Arzobispo, le fue informado que este hombre había sido comisionado por el General Amr, y que los musulmanes no diferenciaban entre los blancos y los negros; la única diferencia yacía en el carácter moral y no en el color de la piel.[9]

Este episodio le da al lector una idea de lo que me propongo explicar con mayor detalle y amplitud en este libro.

Fuente: La Esclavitud Desde las Perspectivas Islámica y Occidental; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

 

[1] Amir Ali, Spirit of Islam (London: University Paper-back, 1965), pp. 259-261; también ver Will Durant, The story of Civilization, vol. III (New York, 1944), p. 397.

[2] Aristóteles, La Política, Libro I, capítulo 5. (New York: Modern Library, 1943), pp. 58-60.

[3] Durant, W., Op. cit., vol. III, p. 397; vol. IV (New York), p. 29.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Amir Ali, Op. cit., pp. 260-261.

[7] Lecky, W.E., History of European Morals, vol. II (New York, 1926), p. 61, como lo cita Will Durant, Op. cit., vol. IV, p. 77.

[8] Clarke, Rev. W.K.L., The Concise Bible Commentary (London: S. P. C. K., 1952), p. 976.

[9] Leeder, S.S., Veiled Mysteries of Egypt (London, 1912), p. 332.

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