Fuimos juntos a la casa de mi amigo. Al llegar le dije: «A quien debes agradecer es a don Ibrahim, no a mí, porque yo no tengo la capacidad de cargar y llevar ocho kilómetros a una persona sobre mis hombros. Especialmente sobre un terreno montañoso. ¡No he sido yo quien te ha rescatado!» Hice una pausa, y continué explicándole: «… es por eso que entendí que quien te cargó ese día fue alguien que habla poco, tiene la misma estatura que yo y una fuerza física superior a la mía. ¡Entendí que solo pudo haber sido Ibrahim!» Me le quedé viendo a Ibrahim que no decía ni una palabra. Lo insté: «¡Te juro por mi ancestro [el Profeta] que si no dices nada me enfadaré contigo!» Pero Ibrahim seguía callado, parecía nervioso. Finalmente me preguntó: — ¿Qué quieres que diga? — Hizo una pausa, y relató: — Ese día yo ya me retiraba del campo de batalla cuando vi que él estaba tirado. Ya no había nadie más, era tal vez la última persona… Estaba muy obscuro, le vendé el pie que sangraba mucho. En el camino me llamaba continuamente «seyyed», por lo que entendí que era uno de tus amigos, y no le dije nada… Lo dejé con el personal de enfermería...
El primer año de la emigración a Medina el Profeta elaboró un documento para poner fin a las divisiones internas que sacudían esa ciudad. En conjunto, tanto los ausíes como los jazrayíes y los judíos se comprometieron por igual a defender la ciudad la en un capítulo anterior nos hemos referido detalladamente a ello. Además el Profeta (B.P.) estableció un pacto exclusivo con los judíos de Medina por el cual éstos serían ejecutados y despojados de sus pertenencias, mujeres e hijos si perjudicaban al Profeta o a sus seguidores o si proveían de armas o monturas a sus enemigos. Las tres tribus judías quebrantaron, este pacto. Banu Qanuqa lo hizo al matar a un musulmán; Banu Nadir al planear el asesinato del Profeta, quien los obligó por ello a abandonar el territorio de Medina y Banu Quraida quebró el convenio colaborando íntimamente con el ejército árabe confederado. Veamos ahora cual fue el proceder del Mensajero de Dios para con ellos...
El noble profeta del Islam (BPD), luego de su emigración a Medina y de recibir él y los musulmanes que emigraron de Meca (los Emigrados), el auxilio sin reservas de la gente de esa ciudad que les valió el orgulloso apodo de Ansâr, los Auxiliadores, constituyó una sociedad islámica y se dedicó al gobierno de sus asuntos. La mezquita del profeta, además de ser el centro de la adoración comunitaria, la difusión del mensaje divino y la educación y la enseñanza de la gente, fue también el refugio de los emigrados y los desposeídos y el lugar donde se atendía a sus necesidades económicas. También fue el lugar donde se juzgaba, se impartía justicia entre partes litigantes y se tomaban decisiones militares y el envío de fuerzas a los frentes de batalla y el resto de los asuntos de gobierno. En otras palabras, el gobierno de los asuntos mundanos y espirituales de la gente era llevado a cabo por el noble profeta (BPD) y los musulmanes se veían en la obligación de obedecer sus órdenes puesto que Dios Altísimo, además de exhortar a la obediencia incondicional con respecto a las órdenes del profeta , específicamente en los asuntos políticos, judiciales y militares, dio órdenes enfáticas para la subordinación con respecto a Su Mensajero (BPD).
El Profeta expulsó de Medina a los judíos de Banu Nadir debido a su violación del pacto suscripto entre ambas partes. Banu Nadir al emigrar se estableció parte en Jaibar y parte en Sham (DamascoSiria). Los líderes de Banu Nadir, en plan de venganza, se empeñaron en conspirar contra el Islam. Una delegación viajó a la Meca e instó a los quraishitas a emprender la guerra contra Muhammad, formando una gran coalición en su contra. Sucintamente digamos que en esta batalla se formó una poderosa coalición integrada por los inicuos árabes y los judíos que sitió la ciudad de Medina durante un mes. Los musulmanes, dado que debían enfrentar una alianza más amplia que las anteriores, se atrincheraron en la ciudad y cavaron un foso o zanja alrededor de la misma, y es por este motivo que esta guerra se conoce con uno de dos nombres: batalla de los confederados” (Al-Ahzab), o bien “batalla del foso” (Jandaq).
Teniendo en cuenta el carácter imperecedero de la religión del Islam se niega la posibilidad de que surja otro profeta que abrogue la jurisprudencia islámica. Sin embargo, puede quedar en pie la opinión de que pueda venir otro profeta que difunda y expanda el Islam, tal como muchos otros profetas anteriores han tenido esa misión (con respecto a otras revelaciones anteriores a ellos), sean profetas contemporáneos con quienes portaban la shari’a o jurisprudencia divina como el caso del profeta Lot, la paz sea con él, que era contemporáneo del profeta Abraham, la paz sea con él, y seguía su ley, o bien, profetas que eran enviados con posterioridad pero bajo la misma ley que el mensajero anterior, como la mayoría de los profetas de Bani Israel (Los Hijos de Israel, las doce tribus).
La gran marcha de Arbain, continúa más viva que nunca, y seguirá siendo la peregrinación que nunca terminará, oportunidad para desarrollar no sólo el amor al Imam Husain (P) y los mártires de Karbalá; sino a todos los mártires que continúan derramando su sangre en su resistencia a la opresión de la arrogancia mundial; pues Arbain es “El fuego ardiente en los corazones de los creyentes que nunca se apagará”.
En el día Ashura, el 10 del mes de Muharram del año 680 d.C., en las cálidas arenas del desierto de Karbala, en Irak, Husain (P) y 72 miembros de su familia, amigos y seguidores, incluido un hijo de 6 meses, fueron martirizados bajo las más horripilantes circunstancias a manos del ejército de Yazid, (el segundo califa Omeya).Millones de musulmanes de diferentes países llegan cada año a la ciudad santa iraquí de Karbala para conmemorar el día de Arbain, ceremonia religiosa que marca la culminación de un período de cuarenta días de luto tras el aniversario del martirio de Imam Husain, nieto del Profeta Muhammad (PB) y el tercer Imam chií.En 2015 se calcula que entre 20 y 25 millones de peregrinos se harán presentes en la ciudad santa de Karbala, [Iraq], para participar en las ceremonias del Arbain, en torno al santuario del Imam Husain y los sitios históricos que fueron bañados por la sangre de los mártires de Karbala.
En estos días, la ciudad santa de Karbalá acoge a millones de peregrinos de diversas partes del mundo para conmemorar en forma masiva la ceremonia del luto de Arbain – cuyo significado es 40 en árabe – para representar los cuarenta días de luto desde la Ashura en el mes santo de Muharram. Una conmemoración que se da en un marco político regional complejo, con agresiones a diversos países musulmanes entre ellos, Siria, Irak, Afganistán, Yemen y la crónica ocupación de los territorios de Palestina.
“Cuando los descendientes de la familia del Profeta (s.) llegaron a Karbalá, coincidieron con la llegada de Yáber y de un grupo de gente que venían con la intención de visitar la tumba de Aba Abdellah (a.s.). Se lamentaban con grandes exclamaciones de dolor. Todos los hombres iban vestidos con trajes negros.Les llevaron hasta el lugar de los hechos. Ellos se golpeaban la cabeza y el pecho, se abofeteaban los rostros, mientras, alrededor de las tumbas, los familiares del Profeta les decían: “¡Aquí es donde perdimos a quienes eran nuestra alma, nuestra vida, nuestro espíritu y nuestro arrayán, nuestras aceitunas e higos!” ¡Aquí es donde perdimos a la luna llena resplandeciente que con su luz guiaba a quienes estaban extraviados!...
La fe en todos los profetas y la aceptación de todos sus mensajes es algo necesario y la negación de un profeta o la negación de alguna de sus normas o mensajes equivale a la negación del Señorío legal divino y se asemeja a la incredulidad de Iblís. Por lo tanto, luego de demostrarse la veracidad y condición milagrosa del mensaje del profeta del Islam, la bendición y la paz de Dios sean con él y con su Descendencia Purificada, es necesaria la fe en el propio profeta, la fe en todos los versículos que descendieron y en todas las normas y las leyes que trajera de parte de Dios Altísimo.

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