Fidel desde una mirada islámica
Sheij Abdul Karim Paz
En estos días en que el gran líder cubano ha dejado este mundo se ha desatado un mar de tinta y comentarios acerca de su trascendente personalidad. No he podido ni he querido sustraerme a pensar en este hombre extraordinario que conmueve a gran parte del mundo. Tiene cosas buenas que enseñar a la humanidad y tiene carencias a mi juicio importantes que es necesario no perder de vista a la hora de elogiar sus logros.
Desde un punto de vista islámico, para mí, el comandante cubano se halla en una posición intermedia entre los elogios desmesurados y las críticas extremas. Para aclarar mi punto de vista quiero decir que no puedo negar, sino que más bien me sumo a la admiración que despierta algunas de las proezas de Fidel Castro dignas de ser imitadas y constituirse en ejemplo para el mundo. Pero no ocurre eso con todas sus dimensiones. Yo creo que es una personalidad muy interesante y digna de destacarse por su sensibilidad social, su compromiso de lucha incansable contra la tiranía, su valiente lucha tan desigual, su resistencia, los campos en los que logró grandes avances su revolución y en los que los cubanos supieron destacarse a nivel regional y mundial. La educación, siendo el primer país latinoamericano que desterró el analfabetismo, la salud para toda la población, los desarrollos médicos y su exportación solidaria, el deporte que ubicó entre los diez primeros países del mundo en la obtención de medallas olímpicas, el adelanto científico, el tecnológico, el intento de desarrollo industrial dentro de las limitaciones que le imponía el injusto embargo norteamericano y europeo. Su solidaridad internacional con los oprimidos como el caso de Angola, el movimiento de liberación en Sud África, la contribución agradecida por Nelson Mandela para vencer al apartheid, la ayuda a Vietnam, a Namibia y a tantos otros en los continentes de África, Latinoamérica y Asia. Aquí es importante destacar que la extrapolación apresurada sin un conocimiento profundo de las particularidades de algunos lugares que no tenían las condiciones de Cuba les hizo cometer muchos y serios errores.
Otros logros son el haber conservado con tantas dificultades su independencia después de la caída de la Unión Soviética, su principal comprador y sostenedor. El haber ayudado a sellar acuerdos de paz como los del gobierno colombiano con las FARC. No es poco para una isla tan pequeña. Habla de una grandeza muy elogiable. Nunca nada ni nadie pudieron amedrentar a Fidel, hasta el último de sus días. Ni las seiscientas veces que dicen que la CIA intentó acabar mafiosamente con su vida, ni las amenazas nucleares ni nada, ni la soledad en que se vio tras la caída de la Unión Soviética.
Es cierto también, que fue la política norteamericana, totalmente injusta la que desplazó a Fidel de su nacionalismo martiano radical, de su condición de demócrata al estilo pre revolucionario, aunque en la Cuba socialista hubo cinco presidentes y elecciones periódicas (que no haya partidos políticos no significa que no haya diputados elegidos por fuera del partido comunista. La mayoría de los cubanos apoya su sistema político) y de un buscador de la justicia social dentro de esos dos marcos mencionados, el del nacionalismo y el de la democracia participativa. Fue esa política agresiva yanqui la que arrastró a Fidel y a los cubanos al comunismo más de corte dogmático y cerrado, del que se fueron abriendo con el paso del tiempo ante las limitaciones del mismo. Pero si no hubiese sido por los abusos de Estados Unidos, primero apoyando a Batista con toda la logística y con armas, luego imponiendo tantas sanciones y castigos a la isla, Fidel no se hubiera volcado tanto a la Unión Soviética y a su ideología. Democratizar el poder de una forma más radical como lo hiciera en un principio no significaba ser comunista, aunque para la miopía yanqui todo hombre o país que quisiese ser independiente o poner en práctica una mayor justicia social era visto, en el marco de la guerra fría, como comunista a ser eliminado en esos días. Así lo dijo Nixon cuando tiempo después de recibirlo, siendo vicepresidente en Estados Unidos tras el triunfo de la revolución (Eisenhower no quiso hacerlo) dijo que era comunista y debía ser eliminado. Es interesante la anécdota de Jrushchov cuando le preguntan si Fidel es comunista y responde rápido de reflejos a diferencia de los torpes funcionarios norteamericanos, "no sé si Fidel es comunista, pero yo sí soy fidelista".
Pero era de esperar que un hombre de formación cristiana jesuita, rindiese una consideración más profunda a las cuestiones espirituales. Esta fue una de sus limitaciones y deudas de la revolución cubana. Su pueblo fuertemente creyente como fue reconocido por el mismo Fidel no supo encontrar la vía para desarrollar esta espiritualidad y la negación marxista del espíritu religioso no caló nunca en el pueblo cubano. Fidel estuvo pobre para comprender esa necesidad de su pueblo, como sí supo entender las necesidades materiales del mismo y se preocupó siempre por ver cómo las podía satisfacer. Para Fidel, tal como lo dice en el libro "Fidel y la Religión" del dominico Frei Betto, "Jesús fue un gran revolucionario" por su lucha social y política contra el imperio en defensa de los desposeídos, pero de la dimensión espiritual de Jesús no dijo nada. Jesús tenía como apoyo de su lucha a la oración, el ayuno, la unidad con Dios, los milagros, esos poderes dados por Dios, la trascendencia, la responsabilidad de los seres humanos para un juicio más allá de la muerte donde comparecerá y la fuerte influencia ética que ejercen estas creencias. Esta conciencia espiritual libera al hombre no solo en términos materiales, lo libera de la finitud y el sin sentido de una realidad que se agote en lo material.
No es que el tema espiritual sea algo menor como para que alguno pueda desestimarlo. Hace a la verdadera libertad y justicia humana y social, además de la política y económica. Fortalece la determinación de un pueblo y lo libera de los grilletes de los límites materiales que asfixian al alma.
La pobreza espiritual afecta a la capacidad moral de un pueblo y mina su resistencia frente a las tentaciones del poder materialista. El orgullo cubano bien ganado no debe extralimitarse y terminar siendo una valla que le impida tener la humildad suficiente como pueblo para encontrar y seguir una vía revolucionaria espiritual. Esta es la que puede procurar a Latinoamérica la unidad necesaria que pregonara Fidel junto a Perón y a otros líderes del continente. Una unidad no alcanzada porque el impulso independentista ha sucumbido actualmente y momentáneamente, por una carencia espiritual, moral y de humildad para llegar al corazón de las masas. Los pueblos desengañados y confundidos terminan depositando su confianza a los cantos de sirena que le venden los medios liberales. No ha de desestimarse que uno de los talones de Aquiles del intento de independizarse de Norteamérica ha sido la corrupción. Si bien esta corrupción ha sido y es exagerada por los medios hegemónicos, no se puede negar que existe desgraciadamente y ha provocado un cierto enfriamiento en muchos.
No se trata de negar lo bueno de las posturas revolucionarias de Latinoamérica, se trata de señalar de una buena vez, lo que les falta para consumar la verdadera independencia y soberanía. La figura de Fidel es una buena excusa para esta reflexión necesaria y un buen homenaje a quien amó la independencia y vivió para procurarla permanentemente.
No negamos para nada, menos con la falta que hace hoy en día y siempre, la práctica tan sana de algunos valores morales muy destacables de Fidel cuando se opuso férreamente a que la lucha guerrillera realice atentados, magnicidios, torturas, robos a los campesinos o violaciones a las mujeres. Incluso extremaron los cuidados de no matar soldados innecesariamente y muchas veces en las sierras dieron sus medicinas a soldados heridos de Batista. También Fidel se opuso tajantemente y quedó como una tradición de los rebeldes el no robar bancos u otros recursos de esta naturaleza. Así fue como pudimos obtener el noventa por ciento de la aprobación popular y vencer a la dictadura que contaba con el apoyo norteamericano, dijo Fidel.
No es justo decir que las expropiaciones o las nacionalizaciones de las empresas norteamericanas hayan sido un robo porque fueron reacciones a las medidas norteamericanas de intromisión en sus políticas internas y las sanciones económicas contra la isla. En un primer momento, ante las medidas norteamericanas que había apoyado con entrenamiento a las fuerzas del dictador Batista, además de procurarle armas de artillería, tanques y aviones con las que se bombardeó aeropuertos y a civiles y ante la política de boicot de parte de los norteamericanos, el gobierno revolucionario obligó a las empresas norteamericanas de petróleo a refinar el petróleo soviético en la isla, y, si bien la empresa Esso aceptó hacerlo, luego, por orden del Consejo de Seguridad norteamericano no lo hizo. Algo que contraría la libertad de empresa que tanto declama el imperio, así como el supuesto respeto a la soberanía ajena. Ante esa medida de desobediencia ante el gobierno soberano de Cuba, la empresa fue expropiada.
Esos valores morales que condicionan y humanizan la lucha, a diferencia del terrorismo practicado abierta y clandestinamente por el imperio a diario en todo el mundo, son más que elogiables y encomiables. Pero, desgraciadamente la revolución no pudo o no supo ahondar en la libertad de tipo espiritual. Como decía el sacerdote argentino asesinado, Mujica, "qué importa la revolución socialista cuando estoy en Terapia intensiva", o si se me muere un hijo. Las grandes necesidades humanas quedaron sin respuesta por ahora, en la revolución cubana. Fidel se refirió valorativamente al carácter revolucionario de Jesús, pero desgraciadamente no ahondó en ello y Fidel a pesar de haber visitado a Irán y expresar su admiración por la lucha del pueblo iraní al que señaló como un ejemplo épico para el mundo, no pudo percibir la profundidad espiritual que hizo y hace posible esta fuerza extraordinaria de la revolución islámica de Irán.
El líder Ayatullah Jamenei, cuando Fidel elogió la épica iraní, le respondió que todo lo que tenemos proviene del Islam. Es decir, no somos fuera de la guía de Dios, una raza o una nación especial que tengamos algo que los demás no tengan, nuestras virtudes vienen de Dios y del Islam. No somos superiores como raza o pueblo por causas raciales o étnicas especiales que los demás no posean.
Cuando algunos teólogos iraníes hablaron en la Habana con Fidel sobre la importancia de la dimensión espiritual, Fidel contestaba que era el filósofo Lenin quien debía contestar y atender esos asuntos. Hubiera sido muy importante que Fidel preste más atención a la carta del Imam Jomeini a Gorbachov, el líder soviético cuando colapsaba la Unión Soviética previniéndole de no caer en brazos de Occidente y Estados Unidos que también atravesaban una crisis terminal por su falta de espiritualidad y conocimiento correcto de Dios. El Imam Jomeini invitaba a Gorbachov a enviar a sus filósofos a dialogar con los filósofos y teólogos musulmanes, pero la invitación quedó sin respuesta. El líder soviético se limitó a responder acerca del incremento de las relaciones económicas y políticas y el Imam le dijo al canciller Shevardnaze que yo pretendí abrir otro horizonte (el espiritual, no el meramente mundanal de la economía y política desprovista del espíritu y la dimensión más plenamente humana).
Trump amenaza con interrumpir el proceso de acercamiento a Cuba iniciado por Obama a instancias de la Iglesia Católica. La política de Obama era a largo plazo, pretendía ser una revolución blanda. Este era un desafío peligroso para la revolución cubana. La falta de espiritualidad podía hacerla sucumbir en el largo plazo ante las tentaciones libertinas y consumistas de la cultura materialista norteamericana. Podía minar a la unidad de la juventud cubana y allanar el camino para un cambio de "régimen" como lo pregonaba el mismo Obama. La postura rígida de Trump, vieja fórmula de siempre, facilitará la resistencia cubana que ha dado ya suficientes muestras de su orgullo y dignidad como para rendirse a las prepotencias yanquis.
El ser humano posee necesidades de trascendencia en su naturaleza, siente una opresión en los límites del cuerpo, la enfermedad, la vejez y la muerte. Una revolución que no le abre al ser humano el horizonte espiritual no le confiere una verdadera liberación, por más pan que reparta en forma igualitaria. La visión internacionalista de la justicia social ha de complementarse con la visión universal del espíritu humano y su vínculo para combatir a la pobreza y a la amenaza ambiental que provoca el consumismo materialista.
No toda la culpa ha sido de Fidel y los suyos. Los cristianos revolucionarios no han sabido ayudar a Cuba en la guía para una mirada más auténtica de la espiritualidad cristiana. La Iglesia oficial estuvo mucho tiempo en Cuba y en el resto del Continente americano al servicio del status quo, de la elite del poder oligárquico y anti democrático. Los Sacerdotes del Tercer Mundo a los que Perón llamó "mi Iglesia" apenas si llegaron a un diez por ciento de todo el clero en Argentina y un abarcó a un número insignificante entre la encumbrada jerarquía eclesiástica. Algo parecido ocurrió con la Teología de la Liberación en el resto de Latinoamérica. El sacerdote argentino Carlos Mujica viajó a Cuba y dijo que a pesar de no profesar una religión, su sistema revolucionario socialista estaba más cerca de los Evangelios y el primer cristianismo que el sistema capitalista. Comparto esta visión, sin desmerecer algunos logros importantes del capitalismo como parte de un desarrollo relativamente libre en lo privado que si no se desentiende de los controles estatales y los límites éticos es necesario para el desarrollo económico, el estímulo a la creatividad e impulso emprendedor económico, cultural y social de los hombres. El Islam ve virtudes y vicios en el capitalismo y en el marxismo, en el liberalismo económico y en el estatismo. El Islam reivindica lo positivo de ambos sistemas pero los trasciende con una espiritualidad y una ética profunda de la que carecen ambos sistemas pretendidamente humanistas, manteniéndose equidistante de los extremos y del materialismo que les subyace.
Es cierto que criticar a los socialistas o comunistas de Cuba sin haber aportado una revolución para mejorar la condición de los pobres en el continente más desigual del planeta es un planteo un tanto abstracto e irreal. No así es hacerlo desde el Islam cuyo proceso revolucionario está en plena expansión. Pero en Latinoamérica aún no se ha hecho desde lo espiritual lo suficiente como para aliviar el dolor de la pobreza y la injusticia. También es cierto que Fidel reconocía que la solidaridad de los cristianos con los enfermos, los pobres, los desprotegidos, los abandonados por el sistema son cualidades que deseaba que los militantes comunistas posean. Cuidar enfermos, ancianos y niños en los hospitales, orfanatos, villas y geriátricos que hacen algunas monjas, sacerdotes y laicos creyentes humildes es digno de elogio y reconocimiento.
Un esbozo de acercamiento entre cristianos y cubanos lo vimos con el Papa Francisco cuando visitó a Cuba y una vez más pidió por el levantamiento del embargo a la isla además de otras consideraciones que llevaron a Raúl a decir –medio en broma, medio en serio - que con un Papa así él pensaría seriamente en volver al cristianismo. Pero como muchos otros gestos quedaron en un amague de un lado y del otro.
La revolución islámica con centro en Irán, hoy ya de alcance regional y mundial, tiene el desafío de mostrar a Cuba y a Latinoamérica su modelo revolucionario espiritual para que con el aporte de los latinos se enriquezca aún más y se acreciente el acercamiento de los pueblos en busca de su liberación. La resistencia multipolar contra el imperialismo tiene como actor principal a la revolución islámica que conjuga lo político con lo espiritual, el conocimiento de Dios y los profetas con la justicia social, el desarrollo científico, la perfección de la moral y la resistencia contra la opresión, ésa que fuera tan elogiada por Fidel.
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