La religiosidad: ¿Un obstáculo para luchar junto a las filas sociales contra el imperialismo?  

Roberto Chambi Calle[1]

Desde hace mucho tiempo se ha cuestionado si los “religiosos” participan o no en la política, denotando con ello que sólo un grupo de personas tienen el derecho a hacerlo, pues esta no es competencia de los hombres de fe, peor aún si van a participar en elecciones o ser elegidos como autoridades en el manejo del estado y el sistema político, pero no sólo es ello; ya que cuando un clérigo vierte una opinión relacionado con los aspectos que analizamos es rechazado, criticado y condenado al limbo del conocimiento científico teórico, pues es la opinión de un “religioso”,  y que la religión no debería ocuparse de criticar u opinar, porque “ellos deben dedicarse sólo a los aspectos espirituales y dentro de sus recintos sagrados y monásticos”, ya que para los hombres y mujeres que hacen “política”,  no es su competencia, por ende, “deben estar calladitos, rezando y adorando a Dios”.

Este argumento es entendible, pues en el año 476 con la caída del imperio Romano de Occidente, comienza la edad media hasta 1492, siendo este periodo uno de los más oscuros en lo que respecta al poder y la política; ya que el clero católico tenía toda la potestad para definir y moldear las ciencias y las creencias de los hombres, dejando con ello secuelas y traumas profundos en las sociedades respecto al manejo del poder y el estado. Este sin duda fue uno de los elementos por los cuales hoy la religión, el cuerpo clerical; así como sus instituciones son observadas cuando se abordan tópicos relacionados con la política, que en los hechos no ha desaparecido, pues aún hoy “las iglesias” influyen y se relacionan en muchos casos de manera directa —el Vaticano y los concordatos— o indirecta con los sistemas políticos de corte clerical “puro” de varios estados, a tal grado que muchas veces su poder tiene el suficiente peso para voltear, o derrocar a un gobierno utilizando para ello sus “principios religiosos”, muchas de estas experiencias las hemos tenido y aún las tenemos yuxtaponiéndose los intereses ególatras de las logias de poder en cada uno de sus niveles contra la solidaridad, la austeridad, el bien común o la lucha y defensa de los pobres.

Se sabe así mismo que las iglesias y su clero siempre actuaron en colaboración con las coronas de turno, en el caso latinoamericano, fueron las que guiaron y permearon los abusos de su poder mediante virreyes, corregidores e intendentes cuando se exterminó a los originarios de estas tierras, arrebatándoles sus propiedades, sus vidas, sus almas…...

“En nombre de la fe”,  hombres y mujeres han sido pulverizados no solo física; sino, cultural, social y políticamente, en tal sentido los cientistas sociales, siempre que hacen sus análisis respecto al rol de la religión y la religiosidad, lo hacen sobre estos escombros, por lo mismo la religión es “el opio del pueblo”, frase  incompleta en relación a lo que dijo Karl Marx ;pues según él; “La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por otra la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el alma de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de las condiciones sociales sin espíritu[2]”.

                                     

Las interpretaciones que hacen los marxistas ortodoxos y neo ortodoxos, distan de la posición teórica del propio Marx, pues él no veía a la “religión” como algo malo, simplemente como un “paliativo”, un “pábulo” para el sufrimiento del hombre, sufrimiento que era y es fruto de la barbarie capitalista. En esa línea, Lenin no se hacía problema respecto a la militancia de un creyente; ya que decía; “Si un sacerdote viene hacia nosotros para realizar una labor política conjunta y cumple con probidad el trabajo de partido, sin combatir el programa de este, podemos admitirlo en las filas socialdemócratas: en tales condiciones, la contradicción entre el espíritu y los principios de nuestro programa, por un lado, y las convicciones religiosas del sacerdote, por otro, podría seguir siendo una contradicción personal suya, que sólo a él afectase, pues una organización política no puede examinar a sus militantes para saber si no existe contradicción entre sus conceptos y el Programa del Partido”[3].  Así mismo era tolerante con sus cuadros religiosos cuando decía: “Debemos no sólo admitir, sino atraer sin falta al Partido Socialdemócrata a todos los obreros que conservan la fe en Dios; nos oponemos categóricamente a que se infiera la más mínima ofensa a sus creencias religiosas, pero los atraemos para educarlos en el espíritu de nuestro programa y no para que luchen activamente contra él. Admitimos dentro del Partido la libertad de opiniones, pero hasta ciertos límites, determinados por la libertad de agrupación: no estamos obligados a marchar hombro con hombro con los predicadores activos de opiniones que rechaza la mayoría del Partido”[4].

Sin embargo, Iosif Stalin quiso borrar la religión apoyando y fortaleciendo grupos de choque como “La Unión de los sin Dios militante”; es así que a partir de 1929 se ordenó cerrar iglesias, sinagogas y mezquitas insertándose la “semana laboral móvil”, con la cual los obreros trabajaban 5 días a la semana, eliminándose los días viernes, sábados o domingos que eran tiempos de adoración para musulmanes judíos o cristianos.

Antonio Gramsci o Rosa Luxemburgo fueron más tolerantes con el tema religioso; así por ejemplo en su ensayo de 1905, Luxemburgo hace un análisis profundo respecto a la ascensión de las iglesias, los sacerdotes, los primeros comunistas, que para ella eran los apóstoles y los primeros cristianos, un análisis didáctico y conciso de todo el rol del cristianismo denotando con ello que la socialdemocracia no estaba en contra de la fe y la devoción religiosa, sino contra los falsos líderes religiosos, por ello  les decía a los obreros: "...deben estar preparados para que mañana, tras el triunfo de la revolución  y la instauración de la libertad política, no hayan de seguir la corriente a las dulces palabras de quienes hoy osan defender, desde el púlpito, el régimen zarista que asesina obreros y la dominación del capital que lanza al pueblo hacia la miseria”[5]; en tal sentido recomendaba que ante los ataques de los sacerdotes, deberían responderles que: “!La socialdemocracia no le quita a nadie su fe y no lucha contra la religión! En cambio, exige plena libertad de conciencia para todos y el respeto por cualquier confesión y cualquier convicción”.

 

Por otro lado, Antonio Gramsci es uno de los marxistas que analizó el rol de la iglesia católica y la religión en las sociedades capitalistas, profundizando las dimensiones de la religiosidad en las masas del pueblo. En sus “Cuadernos de la Cárcel”, hace un análisis profundo de la religiosidad en las distintas escuelas, credos y grupos religiosos a lo largo de la historia, otorgándole su importancia y no un menosprecio a diferencia de Engels respecto al desarrollo en la historia como un proceso revolucionario; pues decía que : “tanto las religiones que afirman la igualdad de los hombres como hijos de Dios,  cuanto las filosofías que  afirman su igualdad como partícipes de la facultad de razonar, han sido expresiones de complejos movimientos revolucionarios (la transformación del mundo  clásico   la transformación del mundo medieval), que han constituido los eslabones más poderosos del desarrollo histórico”[6].

La religiosidad es un elemento fundamental en la vida de los hombres, y que ante el fracaso de la razón y el cientifismo sólo el “mito” —religiosidad— ha podido revivificar al ser humano; ya que decía en su obra el marxista latinoamericano Carlos Mariátegui, que el hombre “…. es un animal metafísico, —y que— No se vive fecundamente sin una concepción metafísica de la vida. El mito mueve al hombre en la historia. Sin un mito la existencia del hombre no tiene ningún sentido histórico. La historia la hacen los hombres poseídos e iluminados por una creencia superior, por una esperanza super-humana; los demás hombres son el coro anónimo del drama[7]”.

No cabe duda que el marxismo y sus estudiosos han sido cuestionadores de casi todo el movimiento religioso, no obstante de ello, incidían en la liberación de los oprimidos. Así, en América Latina tenemos experiencias de grandes religiosos que haciendo uso de algunas herramientas marxistas en concomitancia con la teología de la liberación, iniciaron grandes rebeliones en contra del sistema neoliberal capitalista, ejemplo palmario de ello es la teología de la liberación; así como el movimiento de los Sacerdotes del Tercer Mundo.

Ante el anquilosamiento de los verdaderos legados de ese comunismo pristino de Jesús, el clero católico en su mayoría se alejó de estos axiomas cuando se alineó con la dictadura  en Argentina: pues desde sus iglesias y misas apoyaban a un gobierno inconstitucional, en Brasil  apoyaba y bendecía el golpe de estado de 1964 y en Bolivia el 2019, en su universidad —Universidad Católica U.C.B.— masculló y apoyó el golpe de estado al primer presidente indígena  Evo Morales, denotando con ello la hipocresía de la élite eclesiástica frente a los pobres y miserables, otrora defendido y protegido por Jesús.

La lucha y la resistencia en favor de los pueblos  es un compromiso  que tiene cimientos en  el espíritu revolucionario y que más allá de sus creencias está la firmeza de espetar con el amor, la ideología y la convicción en favor de los oprimidos contra los opresores; así como lo hicieron varios mártires como el General Qasem Suleimani, Comandante de las Fuerzas de Elite Al Quds (Jerusalén-Palestina) de la Guardia revolucionaria de Irán, que junto al líder adjunto de las Fuerzas de Movilización Popular Iraquí (Al-Hashad Al-Shabi) Abu Mahdi Al-Mohandes fueron asesinados, en Bagdad, Irak por un bombardeo con drones ordenado por EEUU en enero de 2020; cabe destacar que ambos  combatientes eran fieles creyentes del islam Shiita, y que obedeciendo a sus axiomas de fe luchaban contra la ocupación del DAESH —“Estado Islámico”, grupo terrorista asesorado por la Casa Blanca—y la injerencia de la administración estadounidense en el territorio Iraquí.

En el plano Latinoamericano y dentro la esfera cristiana tenemos a Camilo Torres Restrepo en Colombia, el sacerdote guerrillero, quién junto al Ejército de Liberación Nacional —ELN— decidió pasar de la teoría a la práctica, gatillado por el “Bogotazo” de 1948, ya que en las dos décadas siguientes la burguesía colombiana encarceló a muchos dirigentes sociales; así como quitó la vida a más de 200.000 civiles, años después el cura guerrillero fue asesinado en combate el 15 de febrero de 1966.

En Bolivia, país empobrecido y saqueado por las logias burguesas en complicidad con la dictadura militar de Luis García Meza, asesorada por la Alianza Anticomunista Argentina “Triple A” —según el historiador Mexicano Carlos Fernando de la Torre—,  asesinaba al sacerdote jesuita Luis Espinal Camps, quién desde el año de 1972 a 1978 tenía los días contados, pues otro dictador como lo fue Hugo Banzer siempre tuvo miedo de ser sometido a un juicio de responsabilidades; más aún que Espinal, Marcelo Quiroga Santa Cruz y Juan Carlos Bedregal ya habían iniciado un  proceso judicial acusatorio contra Banzer, por tal motivo el sacerdote jesuita, por ser un “cura comunista”, fue secuestrado el 21 de marzo de 1980, siendo su cuerpo encontrado al día siguiente en una de las periferias de la Ciudad de La Paz — zona de Achachicala — con signos claros de tortura y  17 balas de metralla en su cuerpo.

No cabe duda que la religiosidad no ha sido un obstáculo para luchar por las causas justas en favor de los desposeídos, los oprimidos; los “Condenados de la tierra” —como decía Frantz Fanon—, en tal sentido la militancia en cualquier frente siempre y cuando sea contra el imperialismo y/o el sionismo en favor de las masas populares —obreros, campesinos, Indígenas; etcétera— es un deber moral, social y espiritual, no habiendo ningún motivo para discriminar o ser clasista con el cuadro revolucionario cuando se está en frente a los opresores, así lo han demostrado los grandes líderes  durante toda la historia de la humanidad, pues el enemigo es uno, y a éste se lo debe enfrentar como una sola fuerza.

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[1] Jurista, teólogo y analista en Relaciones Internacionales.

[2] MARX, Karl, “Introducción para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, escrito entre 1843-44.

[3] LENIN, Ilich, Discurso; “Actitud del partido obrero hacia la religión”, en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/1909reli.htm

[4] Ibidem.

[5] Luxemburgo, Rosa, Ensayo "El socialismo y la Iglesia", Obras Escogidas, Tomo, 2, P. 91, D.F. México 1977

[6] GRAMSCI, Antonio, “Cuadernos de la Cárcel”, P. 174, Cuaderno VII, Ed, Era, D.F. México, 1981

[7] MARIATEGUI, Carlos, “El Hombre y el Mito”, p. 19, Ed, Amauta, Lima, 1990.

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